VI
C a p i t u l o - 0 6
—¿Que haces? ¿Porque me besaste?
Entre en pánico.
—Quería.
—¿Ahh... y porque q-querías me besaste... y ya... sin mi consentimiento?
—Yo soy así.
—Yo soy así —repetí sus palabras —No puedes besar a nadie sin su consentimiento.
Su rostro se puso tenso y no supe que más hacer. Se movió y se acercó al sofá cogiendo uno de los retratos que había en la mesita. Si vista viajó por un momento al jarrón que se le partió una esquina. Apreté los ojos.
—¿Que mierdas le pasó al jarrón? —su voz me hizo sobresaltar, fue dura y con desprecio.
—Y-yo lo siento... me tropecé con el... y...
—¡Vete!
—¿Que? ¿Cómo puedes decirme que me vaya después de besarme? ¿Cómo me puedes tratar así?
—¡Vete! —susurró como perdiendo la paciencia.
—Pero...
—¡VETE!
Sin más, con el corazón en la boca y las lágrimas amenazando por salir corrí hacia la salida. Abrí la puerta y sali de ahí corriendo. Mis piernas se movían rápido y las lágrimas comenzaron a salir. Sentía impotencia y una rabia absurda hacia el. ¿Cómo me podía tratar así? Salí de esa residencia y ya me había alejado lo suficientemente. Mis pasos se realentizaron y pare. Me puse las manos en la cara y empecé a sollozar. Mis sollozos se escuchaban en todo el callejón en dónde estaba. Deje la mochila en el piso y me senté en el borde de la asera. Sentía una gran rabia. Me acurruque y metí mi cabeza en mía piernas.
Solo escuché unos pasos que se acercan y una rabia descomunal me invadió pero me contuve. Respiré profundo y hablé.
—¿Ahora me sigues?
Sentí que se quería reír y también su risa a los pocos segundos. El no se reía. No así.
—¿Estas perdida?
—No.
—¿Porque lloras? —un susurro me erizo la piel y sentí como se acercaba.
—No te interesa.
—Eres valiente.
—Si. Y también soy bipolar.
Soltó una carcajada. Sentía mi respiración irregular y un impulso que pude contener.
—¿Una chica siendo bipolar? Yo soy un violador y no lo digo.
Solté una sonrisa.
—Lo acabas de decir. Y me resulta repugnante.
—¿Lo quieres a las buenas o a las malas?
—¿Y tu? ¿Muy doloroso o rápido? —las últimas palabras las dije despacio.
—¿Que?
En un movimiento limpio me pare y le corté la garganta con un cuchillo. Un corte limpio que dejó un herida no tan profunda. Cómo reacción se llevó sus manos al cuello. Y apretó la herida. Sus ojos querían salirse y soltó un gemido de dolor. No pude evitar sentir un tipo de satisfacción al hacerlo. Una escoria menos en el mundo. Mi vista viajó a la sangre que brotaba de la herida. Sentí un asco al ver el cuchillo embarrado de si sangre.
—¡Ugh, que asco!
Solté con repugnancia cuando al acabar de decir la frase sentí un golpe que me estremeció por completo en la parte de las costillas sacándome el aire. Empecé a intentar respirar. No podía. No lo podía hacer. Mi puso se aceleraba a medida que veía el suelo borroso pero no podía desmayarme. Aún no.
Me levanté con dificultad y ví que detrás de mí habían dos chicos que tenían tatuajes por casi todo el cuerpo. Me dieron ganas de decirles periódicos humanos pero me contuve y en vez de eso solté una carcajada. Uno de los chicos se había acercado a ver el cuerpo de el violador en el suelo y al escuchar mi carcajadas pareció desconcertado.
—¿Eso es lo mejor que tienen? —escupí.
—¿Querés más perra?
El chico se acercó a mi y me soltó un puñetazo en el abdomen. Gracias a que logré contraer lo disminuyendo el dolor del impacto. Solté una carcajada aún más sonora.
—Si que es una perra. —soltó el otro chico.
—Siempre perra, nunca inperra.
Eso pareció molestarlos más o tal vez fue la sonrisa con la que lo dije porque se acercaron a mi y me llenaron de golpes. Con cada golpe que me daban mi rabia aumentaba. Las ganas de matar a esos bastardos. Las ganas de desenmascarar a Beck. Me dieron tantos golpes que ya no sentía las partes de mi cuerpo. Me estaba arrastrando prácticamente en el suelo mientras me daban. Solo sentía repugnancia.
—¿Eso es todo? Pensé que tenían más fuerza cabrones.
Empezaron a volver a darme otras vez y no había nadie que pudiera evitarlo.
Este no era el cuento del príncipe de hadas que salva a la princesa en apuros. Si quería salvarme tendría que darles batalla.
Me pare y ví en cuchillo en una de las esquinas de la asera. En un movimiento rápido lo cogí y amenacé con apuñalarlos. Se fueron a carcajadas por ello. Pero yo no me detuve. Me fui acercando poco a poco y en un movimiento rápido le lance el cuchillo a un chico que tenía un suéter negro. Se le clavo en el estómago. Fue como jugar a un juego.
El otro miraba atónito la escena y el chico del cuchillo se lo sacó para salir corriendo los dos dejando el cuchillo en el suelo. No sé porque se fueron pero lo hicieron. Salieron corriendo. Con una sonrisa de satisfacción mire el cadáver y no pudo evitar llamar mi atención que de el bolsillo de el chico salía un anillo. Era uno simple con un eclipse. La luna y el sol juntos. Se veía muy bonito. Lo tome del suelo y me lo puse.
—Bonito detalle.
Al cabo de unos segundos me di cuenta que no salieron corriendo por mi sino por la persona que había atrás de mí.
Beck.
—¿Que paso aquí?
No me volteé solo empecé a caminar y el no me siguió más.
Empecé a caminar hacia mi casa con la esperanza de que el taxi que había pedido hace algunos minutos llegará ya. Y así fue. Un taxi pato y yo me subí. Toda adolorida. No mire al conductor y le dije mi dirección. Este paso a mirarme. ¿Cómo lo sé? Fácil. Sentía su mirada clavada en mi a través del espejo.
—Señorita... ¿Que le paso?
—Nada.
—Tiene golpes muy feos para una dama como usted.
—No me pasó nada solo me caí de la escalera —dije aún sin mirar.
—¿Acaso eso lo hizo su novio y lo está encubrimiento?
—¡No tengo novio! ¡No estoy encubriendo nada!
—¿La asaltaron?
—Un tipo quiso violarme.
—¿Que...? —se escuchó atónito por un momento y me dispuse a subirte mi mirada a el.
Era un chico que parecía unos años mayor que yo. Sus ojos medio amarillosos me miraban con un poco de algo que no supe describir.
—Llévame a la dirección que te dije.
—Tienes que denunciarlo —habia dejado el tono cortés.
—¡No tengo tiempo para tonterías!
—¡No son tonterías! ¡Pudieron hacete lastimado!
Me había sacado ya de mis casillas.
—¿Y si así hubiera sido a ti que carajos te importaría?
—Veo que ya no me reconoces.
—¿Debería reconocerte? —enarque una ceja.
—Bryan.
—¿Oh, qué bien te llamas Bryan?
—Si...
—¿Y quién carajos te lo ha preguntado?
Silencio.
Me dolía la cabeza.
—Veo que sigues siendo igual. Soy hijo de Simón.
Entonces ahí el nombre clave que hizo que a mi cabeza llegar un flashback.
—¿Vamos a jugar?
—No.
—¿Porque no? —el niño de ojos amarillentos aprecia triste.
—No juego con niños aburridos.
—¿Porque soy aburrido?
—Olvidalo.
—¿Y si jugamos a os policías? —sugirió.
—En cada juego siempre tiene que hacer un lado malo para el sea parejo —no entendió lo que le dije y argumenté —juegemos a los policías. Yo soy la asesina de Will.
—¿Quien es Will?
—Mi gato. Murió hace unas horas —puse cara de tristeza al recordar al adorable felino blanco con pequeñas manchas negras pequeñas y una más grande sobre su cabeza en forma de corazón.
—Vale. Yo seré el policía que va a atraparte.
Empezó a caerme atrás y yo a correr como una loca soltando risas.
Entonces era el.
Bryan. El famoso hijo de Simón. El compañero de mi madre del trabajo el mismo que murió hace un año. Mi cara paso a una expresión de asombro total. No lo podía creer.
—¿Bryan... Laccront?
—Si.
—Pero... —no sabía que decir. El había desaparecido hace años para irse a estudiar al extranjero. Si padre murió y el no vino a su funeral.
—No digas nada. Se lo que dirás. Todos lo dicen —miró hacia adelante —Vamos te invito a cenar y después vamos a la policía para denunciar a esos idiotas.
—No voy a denunciarlos. Solo lo voy a dejar pasar.
—Bueno..., como quieras pero te voy a invitar a cenar.
—Vale.
El taxi arrancó y en segundos estábamos en un puesto de comida para llevar. El si sabía lo que me gustaba. Pedimos dos sandwiches y comida china. Así logramos salir de ese lugar y le invité a ir a mi casa. Es lo menos que podía hacer después de hacerle hablado tan mal.
—¿A qué te dedicas?
—Estoy trabajando en la comisaría de la ciudad —puso los paquetes encima de la mesa —O mejor dicho, voy a empezar la semana que viene.
—Da gusto. Todos los policías que hay así son unos corruptos —susurré.
—Si. Ese lugar ahora parece cualquier cosa menos una comisaría.
Ahh.
Y yo que la incendié.
—¿Cómo van con las reformas?
—Han puesto cosas nuevas.
—Bueno. Al menos de algo sirvió —susurré girando los ojos.
Silencio.
Ninguno de los dos hablo más hasta que cominos y son sentamos en el sofá.
—Supe lo de tu madre...
—No hables de eso. ¿Si?
—Vale.
Y sin previo aviso me besó. Me quedé atónita intentado procesar lo que acababa de pasar. Mis ojos se abrieron mucho y le di un empujón para que se apartará de mi.
—¿Que haces? ¿Estás loco?
—Es que yo pensé... cómo nosostros... ejem... bueno... ya había pasado algo.
—No. Bryan yo no quiero volver al pasado. Eso ya pasó y no quiero que vuelva a pasar.
—Vale yo lo siento fue un arrebato.
Y así ya no hablamos más del tema y Bryan se fue. Yo que quedé impactada con lo que había pasado. No podía dejar de pensar en eso. Y había otro tema más importante. Mi padre. Me acosté a dormir y así paso el tiempo más rápido y tuve que ir a clases. Pero no me apetecía ir a la de Beck después de lo de ayer así que solo en quedé escuchando música con mi iPod bajo las gradas. Claro no podía ignorar que ayer me había besado y hoy habían millones de rumores de que pasó la noche con una de las chicas más populares de la escuela.
Empezó a sonar.
Flowers de Miley Cyrus.
Esa canción era perfecta para aquellas personas que sufren de dependencia de otras personas.
—¿Que haces aquí en vez de estar en mi clase?
—Oh... Yo...
Me habían cogido. Necesito una excusa. O tal vez no.
—¿Si?
—No puedes obligarme a asistir a tu clase solo por tu amor enfermizo hacia mi.
—Tu no puedes faltar a mi clase por tu odio obsesivo por mi.
—Yo no te odio.
—¿Me amas? —sonó casi irónico.
—No. Te tengo como un presumido, psicópata que se acuesta con la primera que vé.
—Solo son rumores. Las chicas los inventan para cotillear —se sentó en el césped debajo de las gradas donde estaba con mi iPod.
Su voz se sentía suave. Serena justo como la de el psicópata que es.
—¿Ahora vas a negar que no has estado con nadie?
—No. Pero en estos momentos quiero estar contigo.
Se acercó a mi con su expresión natural. La frialdad. No sabía cómo podía estar así de relajado al decir esas cosas.
—Oye...
—¿Que? —respondió cortante.
—Lamento lo del jarrón.
—No importa.
—No, si importa. Yo no debí entrar en tu casa a hurtadillas... —me corté —Espera. ¿Me has dicho que no importa?
—Si.
—¿Y entonces porque me gritaste en tu casa maldito psicópata? —me exalte.
Casi sentía un tic en mi ojo derecho.
—Esa no es manera de hablarle a tu profesor, señorita Stone.
—Si ya... —mi lengua paso por mi labio inferior para mojarlo ya que estaba casi seco.
—¿Que te paso en el labio?
Ohhh. No.
—Nada.
—¿Quien te mordió? —su semblante cambio a uno de enfado.
—Nadie.
Se paró poniéndose a mi altura. Era intimidante. Me había parado cuando le dije "maldito psicópata" y ahora se estaba acercando a mi peligrosamente.
—¿Estás segura?
—Si.
—¿Entonces que mierda te paso en el labio?
—Me asaltaron —baje la voz y me di cuenta de ello —¿Además que carajos te importaría a ti don me acuesto con cada chica que veo?
Soné ridícula pero no me gustaban los rumores que habían de el.
—Tienes razón, no me importa. ¡Ahora a clases antes de que te mandé a detención!
Una rabia me invadió y sentí ganas de matarlo. Pero me contuve, le puse mala cara y me fui para su clase.
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Nota de la autora: ¿Que les pareció? Bueno ya entro Bryan a la trama y les doy un spoiler. Esto se va a poner bueno....
Decidí cambiar la portada y el nombre ya que no vienen al tema de la historia. Jjj
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