V
C a p i t u l o - 0 5
—¿Quien... quien me envió esto?
Me quedé atónita ante el mensaje y tuvieron que pasar varios minutos para que reaccionara. Mis ojos bien abiertos y mi boca entre abierta estaba en un estado de trance. Mire el celular en mis manos y después el mensaje borrado. No era la única que sabía de el suicidio y tenía que encontrar a esa persona para que testificara. En el mismo chat le escribí la pregunta más típica para la ocasión.
"¿Quien eres tu?"
Nada...
Nada...
¡Nada!
No me respondía nada. Era como echarle fuego a la dinamita y ahora no contestaba.
Me estaba poniendo histérica y lo mejor que pude hacer fue distraer mi mente con cualquier cosa. Ejemplo: la cena de hoy. Busque el número de una pizzería cercana a la que hacen entregas a domicilio y pedí una pizza grande con queso doble, jamón y salchichas. Me encantan. Seguí tirada en la cama hasta que sonó el timbre indicándome que el repartidor había llegado. Me levanté y me puse las chancletas. Abrí la puerta y exactamente era el. Me dió una pizza y como ya había pagado por transferencia no tuve que darle el dinero. Estaba tan emocionada por ver la pizza que delante de el repartidor la abrí y adivinen qué pasó.
—No hay pizza.
—Oh —solto el chico asombrado.
Saque mi celular y marque el número de la pizzería. A los tres timbres lo cogieron.
—Pizzería Syona, buenas noches.
—Hola. Me acaba de llegar un encargo de pizza y la pizza no tiene pizza.
Ok no lo podía haber explicado mejor.
—Ese muchacho... —la escuché susurrar —Lo sentimos , enseguida le mandaremos otro encargo. Me podría dar su dirección.
—Claro vivo en...
Le dije mi dirección mientras el chico estaba parado en la puerta con cara de avergonzado. Le mire y tenía la mirada gacha. Carraspeé y el me miró.
—Lo siento.
—Vale. Si fuera tu también lo habría hecho.
Soltó una risita.
—Esas son mis favoritas —dijo con tono de alegría.
—Las mías también.
A la media hora me llegó la pizza, está vez enviada por otro muchacho. Entré y mire la pizza con unas ganas que fue imposible ocultar. Busque un cuchillo y un tenedor, también una Coca-Cola en el refrigerador para acompañar. Metí un trozo de pizarra en la boca. Cerré los ojos disfrutando de las sensaciones que degustaba mis papilas gustativas. Es delicioso. Mientras me comía la pizza no pude dejar de pensar en el nombre de la pizzería, "Syona" por lo que se al traducirlo es "Gracia de Dios" pero entonces a mi mente vino ese mensaje. El suicidio. Y las imágenes de el.
Así me pase casi toda la noche hasta el otro día que tocaba ir a al escuela. Todos los días tenía clase de sociología ya que yo lo pedí así. Y muchas otras personas también. Solo para ver al profesor de sociología. Rumoreaban que está bueno y todas esas cosas. Yo todavía seguía pensando como encontrar esa cosa que el guardo de su víctima. Y de seguro estaba en su casa por lo que tendría que ir hasta allá. Y infiltrarme. Entre en la clase se sociología y ya Beck Zayden el famoso guaperas de sociología ya estaba sentado en su mesa revisando unos papeles. No pude evitar mirar los espejuelos redondos que tenía. Y si corte de cabello. Ni mirada bajo a sus labios y sentí que me iba a ir mal si mi plan saliera mal.
Me senté en mi mesa y Sharon se sentó al lado mío. No tardó mucho tiempo para que entrablaramos una conversación sobre el tena mas interesante del momento.
Beck Zayden.
—Tengo una idea para atrapar a Beck.
—Kyra... ¿Todavía sigues con eso?
—Es imposible de olvidar.
—Olvidalo ya.
—No.
—Te estás obsesionado con ese tema.
—Tengo que saber la verdad. Me siento con esa obligación —susurré.
—¿Y que planeas?
—Sabes que los psicópatas guardan cosas de sus víctimas en la fase...
—Fetichista si —completó por mi.
—Bueno lo que planeo es ganarme su confianza y entrar en su casa...
—¿Que? ¿Estás consiente de lo que dices?
Sonó divertida.
—Si.
—Oh venga ya. Mejor di que te gusta el chico y no digas tonterías sobre el, Kyra.
—El chico... ¿Me gusta? —dije media anonada y cuando caí en cuenta ella me miraba expectante —¿De que carajos hablas?
Ok. Lo grité y media aula me miró incluído Beck. Que vergüenza.
El no me gusta.
—No lo niegues. Sabes que s verdad.
—Venga ya Sharon. ¿Ahora me van los psicópatas?
—Te van los chicos malo y el es uno.
—No, eso es imposible.
—A Angélica le gusta... —y le tuve que tapar la boca antes de que le dijera a media aula que me gustaba Beck.
—¡Sharon! —reprendí.
—¿Que? —dijo con cara de inocente.
De la molestia me cambié de puesto y me senté en una de las mesas vacías en la primera fila. Sharon se quede atras y a casa rato me tiraba papelitos, me hacía un corazón con las manos y me guiñaba el ojo. A mí no me quedaba más opción que rodar los ojos. Todo iba aparentemente bien hasta que el hablo.
—Evaluación sorpresa —dijo Beck y se sintieron algunos bufidos.
—Oh no puede ser. ¿De que?
—Es sobre lo que estudiamos ayer.
—¿Que? Pero no tenemos que evaluar ese contenido a los tres días.
—Fue petición de la directora.
Vale, maldita directora.
El repartió las hojas y me dió curiosidad que a mí no me dió ninguna. Empezó la evaluación y levanté la mano.
—¿Y yo? A mí lo me ha dado ninguna hoja.
—Esas convalidada en esta evaluación.
Ohh. ¿En serio?
Por un momento me alegre.
—¿Que? ¿Y los demás que le respondimos?
—Hasta ahora ella fue la única que dió una repuesta completa. Los demás tienen diez puntos, si se quieren quedar con esa nota...
—No profesor.
—A trabajar.
Y nuestras yo estaba atónita.
Al salir de la clase Sharon me alcanzó y me habría gustado que no lo hubiera hecho.
—¡Tia ese chico está colado por ti!
Enloqueció. Ahora sí enloqueció.
—¿Estás loca?
—Quiere estar contigo —casi soltó un chillido.
—No.
—¿Entonces como explicas que fueras la única del grupo que está convalidada en esa evaluación?
—¿Dudas de mis capacidades?
—No. Claro que no. Pero una ayudita no está demás.
—Nos vemos luego Sharon.
—Adios —se despidió con la mano.
Y así pasaron las horas y llegó la hora de la salida. Tenía que averiguar dónde vivía Beck. Lo espere y lo seguí como ya ladrona gasta si casa. Tuve que tomar un taxi ya que el dichoso tenía auto. Le mentí al conductor diciéndole que ese era mi novio para que no me mirara con cara rara. Al estar ahí el chico entro y yo me fui con la misma anotando la dirección en un papel. Volvería por la noche cuando ya esté dormido. Me emocionó saber que cosa habrán en su casa. Cómo cabezas u ojos de personas. Volví más tarde a las doce de la noche y me metí en la casa como una ninja. Era ya experta. Me metí por una ventana que dejó abierta.
Caminé por la casa que estaba en las penumbras para después darme la vuelta y encontrarme un maniquí vestido con ropa elegante. Me morí. Mi corazón se salió de mi pecho al verlo. Pensé que era el. Pensé que sabía que iba a venir. Pero no. Solo fue una falsa alarma. Estaba detallando cada parte de la casa. Era hermosa. Pisos de madera, enormes con varios cuartos, una cocina enormemente llena de cosas. Por un segundo pensé en revisar el refrigerador y ver si tenía cabezas humanas para cenar. Pero saqué esa idea de mi mente. No podía ser tan repugnante. Seguí caminando y tropecé con un jarron. Este calló en suelo y se partió en el borde, aunque el partido era pequeño de veía.
Ahora. Sí. Que. Morí.
Seguí caminando con apuro buscando cualquier cosa que sea referente a la víctima. Pero me detuve en seco al ver una foto. Habían dos personas mayores y dos niños. Los padres y sus hijos. Una familia.
Cogí la foto en mía mano para inspeccionala.
—¿Que haces aquí?
Mi corazón se detuvo y mi estómago se heló al sentir esa voz suave pero seguro de su mismo. Tenía que pensar en algo y adivinen lo primer que se me ocurrió. Lo sabrán después.
—Nada.
—¿Que tienes ahí atrás?
—Eh... Nada.
Recordé que tenía en mis manos las fotos familiares de el. Una que me había encontrado en la mesa. El chico me miró con esos ojos marrones que podrían haber enamorado a alguien y mi corazón empezó a acelerarse. Me sentía acorralada. Le mire a los ojos y había algo que no supe explicar... ¿Lujuria?
No lo sé. Pero si fuera eso lo tendría en mis manos.
Dio un paso hacia mi y yo retrocedí. Dio otro y otro. Yo solo retrocedía hasta que choque con la isla de ella cocina y yo estaba acorralada. El estaba a escasos centímetros de mi cara con una cara que no se descifrar. Se acercó a mi y yo solo me quedé estática como una estatua. Su cara rozó la mia mientras iba a poner su boca en mi oído. Su respiración me erizo la piel. Me olió.
Olió mi aroma para después decir.
—¿Crees que soy un psicópata?
—Yo... —no pude terminar.
—¿Crees que yo hice que esa chica se suicidara?
Ahora sí me quería ganar su confianza tenía que hacer lo siguiente.
—Se lo que se siente —me miró a los ojos y en su expresión había un poco de confusión —se que jugar con ellos se siente... Diferente.
Y refiriendome a los humanos de mente débil como a ellos. El pareció divertido.
—Una presa como tú diciendo esas cosas.
Le encaré.
—No soy una presa —mi semblante se volvió frío —soy el cazador.
Fue suficiente para que se alejara de mi con las manos en los bolsillos y empezara a caminar hacia la sala. Seguí detrás de el y dejé la foto familiar en la isla de la cocina. El se sentó en el sofá de cuero que había y su mirada se perdió en algún punto.
—¿Que haces en mi casa?
Empecé a caminar por la casa viendo las decoraciones que eran viejas. Era una casa vieja.
—¿Está casa es tuya?
—¿Acostumbras responder una pregunta con otra pregunta, Stone?
—Debo admitir que eres bueno investigando. ¿Donde lo buscaste? ¿Se lo pediste al director?
Cogí mi expediente en mis manos casi pareciendo atónita. Pero no podía demostrarlo. Empecé a ojearlo y prácticamente ahi estaba casi toda mi vida resumida en unas cuantas hojas. Empecé a leer nuestras había silencio entre nosotros dos. Lo único que llano mi atención fue que la maestra de la primaria puso que tenía bipolaridad. Que era una niña tranquila pero si me provocaba podría ser muy agresiva.
—Solo lo tomé.
—¿Lo robaste?
—No. Lo tome prestado.
—¡Lo robaste! —afirmé.
—Si.
—¿Porque? ¿Tan peculiar soy para que hayas robado mi expediente de la dirección?
Se paró de el asiento y a paso lento se acercó a mi con cara de cazador. Ya no sentía el corazón acelerado. Más bien sentía un fuego en mi estómago que me estaba consumiendo. A solo centímetros de mi cara dijo.
—Asi soy yo. Tomo lo que quiero y cuando quiero. Pero tú eres diferente. No eres como esas otras chicas sumisas que he conocido. Y ahora te quiero a ti.
—No soy un objeto para que me quieras...
Se acercó a mi con un movimiento rápido y beso mis labios. Me quedé impactada y al principio no supe que hacer pero después de que ya le había seguido el ritmo le mordí el labio tan fuerte que senté el sabor metálico y un líquido carmín salió de el. Se separó de mi con una sonrisa de lado y no pude dejar de pensar que esta sería mi oportunidad.
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Nota de la autora: Hola a todos estoy pasando por un mal rato y siento que a nadie le gusta el libro.
¿Es verdad?
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