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27

Luego de ofrecerle el cigarrillo, Minji volvió a hablar.

—Cuéntame algo de ti, Kang. Eres más callada que prostituta en semana santa —comentó con gracia, carcajeando cuando Haerin se atoró con su propia saliva y comenzó a toser.

Debía admitir que molestarla era muy divertido. Se avergonzaba de cualquier cosa y sabía aprovecharse de eso.

Luego de calmarse, la más baja se removió un poco y con voz tímida respondió:

—Umh... p-pues... no sé, n-no sé qué contestar —admitió.

—¿Qué te gusta hacer en tus tiempos libres? —si bien quería aparentar desinterés por esa boba castaña, se estaba hartando de los silencios incómodos—. Déjame adivinar, lees mucho y te gusta hacerlo bebiendo té.

Haerin tenía toda la pinta de nerd que vivía feliz por esa rutina, y no se equivocó.

La bajita soltó una risa suave, sincera.

—Sí, me gusta mucho leer y el té. También cocinar.

Ninguna sabe cómo, pero lograron mantener una conversación, o algo así. Minji hablaba y Haerin la escuchaba. Tal vez fue uno de los momentos más tranquilos entre ellas.

Aunque no faltaron las burlas por parte de la azabache.

Daba igual, a Hae no le importaba. Estaba en un sueño en la casa del amor de su vida viéndola fumar.

Cuando Minji iba a proponer entrar para seguir con la tarea, un ruido les llamó la atención. Miraron la parte del patio donde había pasto y una pelota de fútbol reposaba en este. Pronto escucharon unas voces infantiles desde la reja que separaba la casa de Kim y la del vecino.

—¡Noooooo! ¡Doyun, eres un tonto! ¡¿Ahora cómo jugaremos?!

Ambas se levantaron de sus lugares con la intención de tomar la pelota, y una vez paradas en el pasto, Minji gritó:

—¡No te preocupes, Yujun, yo te la paso! —y se agachó hasta tener el balón entre sus manos, lanzándolo hacia los pequeños.

—¡Gracias, noona!

—¡De nada, pequeño!

Haerin, que observaba todo en silencio, no pudo evitar sonreír ante lo tierna que lucía Minji hablando con los niños, ahora estaba acomodando su playera que se había levantado al hacer el lanzamiento y miró a Kang.

—Yujun es mi vecino favorito, siempre me saluda cuando me ve.

La otra asintió y la siguió hacia las reposeras, aunque se quedó cerca de la pileta, mirando algo que había en el fondo de color verde. Le causó curiosidad pues parecía una rana de peluche o algo, y ella adoraba las ranas. No le gustaban las piscinas, pero esa ranita merecía su atención.

Mientras Minji se echaba otra vez en la reposera, Hae volteó a preguntarle qué era eso en el fondo, aunque con su emoción de niña pequeña, tal vez volteó demasiado rápido, ya que se tropezó con sus propios pies y terminó yéndose de espaldas, cayendo directo al agua.

La azabache carcajeó incrédula, agarrándose el estómago. Verla caerse fue demasiado gracioso, debía admitir.

Pero su risa se cortó cuando pasaron unos segundos y Haerin no apareció, y cuando lo hizo, tenía la peor cara de horror, moviendo los brazos como loca.

—¡Min-Minji! —gritó en un lloriqueo—. ¡Unnie, no sé nadar!

Su voz salió entrecortada por el agua adentrándose en su boca.

La más alta quedó en blanco unos segundos antes de maldecir y lanzarse como salvavidas a la piscina. Tonta niña que no sabía nadar, ¡ahora tendría que secar sus hermosas Jordan cuatro de edición limitada!

Nadó unos pocos centímetros hasta alcanzarla y Haerin se aferró tal cual un gato con los pelos erizados a su cuerpo, pasando sus piernas por al rededor de su cintura y enterrando sus uñas en su espalda. Lloriqueaba en su hombro, tiritando de frío.

Minji hizo una mueca ante el dolor, pero pronto toda su atención estaba en la niña que no dejaba de respirar agitadamente y llorar a mares. Nunca vio a alguien tan alterada.

—Haerin, oye... ya estás bien... ¡Relájate, Hae! —se alteró ella también, pues parecía que estaba en pleno ataque de pánico o algo así—. Ya estás a salvo, tranquilízate... —siguió susurrando a la vez movía un solo brazo para acercarse a las escaleras de la piscina.

—N-no me sueltes, por favor —rogó, sin abrir los ojos. Kim podía sentir los rápidos latidos de su corazón contra su pecho.

—No lo haré, pero relájate, por favor —suplicó, sacándolas del agua mientras se sentaba en el escalón y pensaba qué hacer.

Nunca fue muy buena tranquilizando a las personas.

Lo único que quedaba dentro de la piscina eran los pies de ambas, así que Haerin, que ni siquiera soportaba aquello, se encaramó en su cuerpo, sentándose sobre el regazo de su unnie para apoyar las piernas a cada lado y que solo sus pies hicieran contacto con el borde de la alberca.

No pasó ni vergüenza ni arrepentimiento por su cabeza, solo deseaba estar a salvo.

Ni siquiera escuchó el jadeo de impresión de la azabache, apretándose más contra ella y sin poder dejar de llorar como bebé.

Minji quedó unos momentos en blanco, ahora sintiendo su propio corazón hecho un desastre, pero atinó a abrazarla luego. Por alguna razón odiaba lo mal que lo estaba pasando la chica.

—Todo está bien, Haerin, ya estás a salvo —susurraba mientras le acariciaba la espalda—. No llores más... —pidió con tristeza involuntaria.

En esos minutos importaba una mierda lo raro que era que reaccionara con tanta empatía hacia la niña, luego gritaría con odio y se reprocharía, ahora solo deseaba que dejara de llorar.

—N-no... n-no me gustan... —lloriqueó—, las piscinas... —y pareció quebrarse más con eso, recordando su época de niñez cuando tuvo el accidente en la alberca que le quedaría marcado de por vida.

Por supuesto que Minji no sabía la historia, pero algo se imaginaba, porque esa reacción no era normal, ni para alguien que no sabía nadar.

—Haerin, detente, mírame —la despegó de su pecho, tomándole el rostro entre sus manos color canela, el moreno más lindo del planeta.

Haerin tenía los ojos cerrados con fuerza y negaba con la cabeza, sin dejar de llorar a mares, desesperándose ahora el doble al verse a sí misma en esas vacaciones de verano cuando era pequeña, tosiendo agua que parecía llenar sus pulmones.

Minji pensó que para sacarla del estado de shock tendría que pegarle una bofetada, y por Dios, hace una semana lo hubiese hecho feliz, pero ya no.

O quizá sí, golpearía a Haerin y se moriría de la risa en su cara, pero en esos instantes donde la chica comenzaba a ponerse pálida de lo alterada que estaba, no.

—Es... es q-que n-no... no puedo. Yo...

El sollozo que iba a salir de su garganta quedó amortiguado por los labios de la más alta sobre su boca, que la besaba con fuerza.

Abrió los ojos con impacto, pero pronto sus latidos comenzaron a disminuir y le correspondió, llorando solo un poquito más.

Se besaron largos minutos, Haerin sentada en sus piernas mientras Minji la jaloneaba de la nuca para que no se le ocurriera separarse.

Cuando tocó tomar distancia para poder respirar, se observaron intensamente no más de dos segundos, pero suficientes para hacerlas retorcerse. Haerin se sonrojó, agachando la cabeza con timidez, y ante la vista de Minji, eso fue lo peor que pudo haber hecho la menor, la odió por ese simple gesto, porque fue verdaderamente adorable. Su cabello mojado, sus ojitos todavía húmedos, su carita de cachorrita lastimera, con vergüenza, incapaz de devolverle la mirada... Toda esa mierda logró volverla loca, sintiendo desesperadas ganas de tocarla y jamás alejarse.

La volvió a besar, dejando que el hambre y tentación le ganaran con facilidad. Y Haerin, otra vez, se sorprendió por aquello, tomándole unos segundos devolverle el beso.

Ahora las manos de Minji picaban por tocarla y no tardó en recorrerle la cintura, levantándose sin mucho esfuerzo del escalón, obligándola a que volviera a enrollar sus piernas a su cuerpo. La cargó como si fuese una pluma, sin separar sus bocas y adentrándose a la casa.

Sus pupilas estaban dilatadas y esa ya no era Minji, era su deseo más perverso. Ya no se podría detener, lo supo cuando subió las escaleras y pateó la puerta de su cuarto, tirándolas a ambas a la cama, dejando el delgado y pequeño cuerpo de Haerin bajo el suyo, sin importar que mojaran el colchón. En serio, no quería detenerse jamás, adicta a los labios con sabor a fresa de la niña.

Todo pasó tan rápido.

La escuchó gemir cuando le mordió el labio inferior, y luego metió su lengua, hurgando como si buscara un tesoro secreto.

—Min... Minji —logró susurrar—, tengo frío...

La nombrada, luchando internamente por detenerse, asintió lento, bajándose de ella para buscar unas toallas. Regresó y se la pasó, junto a una playera ancha y unos shorts de buzo.

Parpadeó lento, pareciendo volver a la realidad, e hizo un ruido con su garganta.

—Yo... iré al baño a cambiarme también. Sécate y ponte esto —apuntó a su propia ropa.

—Espera... —Minji volteó a mirarla—, yo... creo que será mejor que me vaya ahora —la más alta frunció el ceño, sacada de onda. ¿No era eso lo que quería Haerin? ¿Que la besara con todas sus ganas?—. Me refiero a que me vaya ahora con... con mi ropa puesta porque...

—¿Por qué?

—Mojaré tus cosas si me pongo esto, ya sabes, no tengo más ropa interior para cambiarme y la que traigo puesta está empapada —admitió, arrepintiéndose de inmediato por lo mal que sonaba todo en esa frase, y bajó la mirada otra vez, sintiendo la sangre subir a sus cachetes. En serio que no lo dijo para que sonara con doble sentido.

Minji la observó unos instantes, sin mostrar expresión.

—Entonces quítatela —dijo sin más, yendo hasta su baño y cerrando la puerta con fuerza.

La escuchó atragantarse y toser, mientras ella se apoyaba en la puerta con el corazón en la boca.

Gruñó en auto reproche cuando se sintió caliente en pensar en Haerin usando su pantalón sin nada debajo, con contacto directo a su...

Jodida mierda, era una puta degenerada. Se la pasó recriminándose un rato más antes de sacarse sus propias prendas y ponerse la muda nueva.

Le gritó para saber si ya podía salir y cuando le respondió que sí, abrió la puerta y salió del baño con las mejillas algo rosadas.

La había dejado sentada en su cama, y ahora se encontraba en la misma posición, vestida con la ropa nueva y con sus propias prendas estilando agua en sus manos.

—Dame eso —le sacó la ropa de las manos, dejándola sobre su escritorio. Luego la metería a la secadora. Volvió a girarse hacia la menor, ambas en un silencio tenso.

Aunque Minji tuvo que apartar su vista cuando sus ojos dieron sin querer (o algo así) justo en el pecho de Haerin. Gracias a que seguía un poco mojada y que no traía sostén, sus pezones se le marcaban sobre la playera, demasiado como para que no le llamara la atención.

Imbécil, contrólate, se dijo, mirando hacia otro lado.

¿Y ahora qué se supone que harían? Por Dios, la situación ya no podía ser más incómoda. Peor era que Minji no podía dejar de pensar en Haerin y su ridícula calentura no había disminuido.

—Unnie-

—Haerin-

Luego de hablar a la vez, se callaron como dos bobas y pasó un rato hasta que Kim suspiró, negando con la cabeza.

—Deberíamos volver a trabajar —dijo, haciendo su mayor esfuerzo para no caer otra vez en la tentación.

Hae abrió un poco los ojitos con sorpresa, había olvidado el maldito retrato. Formó un puchero inconscientemente.

—Sí... tienes razón —afirmó, aunque sonaba decaída.

Minji apretó sus puños, molesta con ella misma, todo su esfuerzo yéndose a la mierda y caminando a pasos fuertes hasta quedar con las rodillas pegadas al borde de la cama.

—No sabes cuánto te detesto, Kang —gruñó, atrayéndola del borde de su playera para besarla con agresividad.

Ambas sabían que Minji ya no la detestaba, y su rabia era solo consigo misma. Ambas sabían que lo que Minji quería decir era algo más como: "no sabes cuánto detesto el poder que tienes sobre mí", o una mierda así.

Hae le correspondió, pasando sus brazos por detrás del cuello de la azabache y moviendo la cabeza hacia un lado para que Minji tuviese más accesibilidad a su cavidad bucal, quien no desaprovechó la oportunidad y agregó su lengua al beso, saboreándola con ambición.

La empujó para que cayera sobre el colchón y se puso sobre ella, dejando besos en su lechoso cuello.

Era tan adictivo ese maldito sabor a fresas.

Se separó con ahora las pupilas peligrosamente dilatadas, admirando lo entregada que lucía Haerin.

Subió la mano hasta dar con un pezón de Haerin que estaba cubierto por la playera, y rozó la punta de su pulgar contra este, observando atenta como todo el cuerpo de la menor reaccionaba ante su tacto. Era un paso atrevido, lo sabía, pero por todos los cielos, estaba tan excitada por alguna estúpida razón que se cuestionó tener fibre.

—Unnie... —suspiró, mordiendo su labio cuando Minji aumentó la velocidad—. M-Minji u-unnie...

Ahora estaba estimulando sus dos pezones sobre la tela y Kang se volvía un tomate de la vergüenza y excitación que le recorría.

Era grandioso verla retorcerse bajo sus manos, pensó Minji, deseando avanzar un poco más y por fin dándole un apretón a esos bonitos pechos que ya deseaba ver al desnudo.

La más baja gimió más fuerte y agudo, mordiendo la palma de su mano e intentó juntar las piernas por una inquietante sensación en su centro. Minji lo notó, y cuando el pensamiento de ayudarla allí abajo siquiera pasó por su cabeza, una voz masculina se escuchó desde abajo.

—¡Minji, ¿por qué está todo el piso mojado?! —gruñó su padre, recién llegado de su viaje.

Si Minji tuvo miedo de que su padre las encontrara en una situación así, Haerin estaba que se moría.

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siento que todo pasó muuuuuuy rápido, fuera de webeo cuando lo estaba releyendo para corregirlo, pensaba cmo ctm, en qué momento pasó esto, ni las nmixx, weon.

pero bueno, me da latita arreglarlo y sé que si hago el intento de modificar el capítulo para que sea más natural me demoraré otro mes en actualizar. 😪😪 además ya hacía falta que esas dos se comieran, no webeen. 😓😓

bye, gays.

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