24
Minji había hecho todo su esfuerzo por no pensar demasiado en lo que pasó el viernes en su casa, mas falló gratamente.
El sábado, pasado las tres de la tarde, un gato negro se asomó por la ventana de su habitación. Fueron menos de cinco segundos que lo vio, pero el tiempo suficiente para acordarse de los tímidos ojos de esa tonta chica que la observaba con miedo cuando comenzó a hacerle preguntas respecto a sus gustos. Era gracioso lo indefensa que lucía, su voz entrecortada y las manos temblorosas. Quiso burlarse de ella, reírse de su actitud débil, porque su padre siempre le dijo que los débiles eran inferiores, pero no pudo, no pudo al confirmar que Kang Haerin gustaba de ella.
Entre el alcohol, la adrenalina, el ambiente tenso entre sus burlas y la inseguridad de Haerin, además de la cara bonita que poseía la niña, tuvo que besarla, y con ganas.
Y fue peor cuando la saboreó finalmente. Labios hidratados con sabor a fresas. ¡Joder, como amaba las fresas! Aunque su parte favorita, sin duda, fue cuando al agarrarla por los muslos bruscamente, decidida a dejar marcas, Haerin no se interpuso. Dejó que sus huellas formaran parte de su cuerpo y eso era ardiente para Kim.
Estaba segura que si hubiese besado su cuello hasta dejar moretones y mordisquear su piel, Haerin hubiera aceptado sin decir nada. Tal vez le hubiera enterrado las uñas en la espalda, tal vez le hubiera gemido al oído, tal vez...
—¡Joder! —Minji golpeó el escritorio, molesta consigo misma.
No debía pensar ese tipo de cosas, por Dios. Kang Haerin era todo lo que Minji detestaba, indefensa, callada, ridículamente nerviosita. Le molestaba que la gente no tuviese personalidad y pensaran que aún así podrían hacer algo de sus vidas siendo tan... plantas.
Y además de eso, de que Haerin era una idiota, estaba el hecho de las burlas que recibiría si acaso alguien se entera de lo que ocurrió. Ella pasó sus años escolares dejando de lado a los bichos raros como Haerin, ¿qué tan hipócrita se vería besando a una?
Maldito alcohol que me pone caliente, pensó, apretando los dientes.
Esa noche se durmió recreando la escena de la biblioteca, sin ser verdaderamente consciente de lo que pensaba.
Haerin, por otro lado, no supo qué hacer. Seguía cuestionándose si aquello fue real o si debería hacer una visita a un hospital psiquiátrico.
Pero es que, que Kim Minji, su amor platónico de la vida, quien nunca mostró interés por ella y hasta veces le dedicaba feas miradas, ¿la hubiese besado? ¿La había besado con tantas ganas como lo hizo en esa biblioteca? ¡¿Cómo sería tan ilusa de creérselo así nomás?!
Pensó en una apuesta, pero lo descartó porque Minji le dejó muy en claro que no dijera nada a nadie, cosa que no había hecho hasta ese momento. Y no lo haría porque aunque estaba muy emocionada, si Minji se enteraba que le dijo a alguna de sus amigas (claramente estas la molestarían hasta el cansancio cada que Minji estuviera cerca), estaba 99,9% segura de que no solo lo negaría (cosa que, sí, le rompería el corazón), sino que también, muy probablemente, le diera una buena paliza si es que en algún momento se encontraban a solas.
Es decir, Minji solía decir comentarios malos y reírse con sus amigas de otra gente, pero no era de meterse en problemas físicos. Solo una vez el año pasado que la vio golpear a un chico de último año en ese momento, aunque se rumoreó que fue porque el tipo intentó sobrepasarse con alguna de su grupo, pero no mentiría, sí que veía a Minji agarrándola de la remera y lanzándola al suelo para luego comenzar a patearla.
Bien, quizás no así de agresiva, pero de que le quedaría un moretón en alguna parte del cuerpo, definitivamente.
Y el lunes la ansiedad de encontrarse a Kim aumentó al punto de que no pudo dar más que un mordisco a su pan. No tenía apetito y se veía capaz de devolver la comida en pleno salón.
Iniciaban con Historia, clase que compartía con la azabache.
Su madre trabajaba, así que llegaba media hora antes a la escuela, pero decidió esconderse en la biblioteca por si la chica llegaba antes. Dudable, pues Minji parecía ser una experta en llegar tarde, mas no se arriesgaría.
Recostada sobre una mesa llena de libros, se quedó dormida por lo mal que durmió anoche, y a las 8:15 se despertó con varios mensajes de sus amigas.
Hikaru 🍡:
¿Dónde estás? ¿Vas a venir?
Agarró su mochila y corrió al salón, donde fue reprochada por la hora. Pero eso no se comparaba con la vergüenza que sintió cuando al dar el primer paso, los ojos de Minji ya estaban en ella.
Hicieron un pequeño contacto visual que Minji rompió al voltearse rápidamente hacia su cuaderno.
Tragó en seco y fue a su puesto.
Pasaron las horas y ya estaban en hora de almuerzo. Luego de Historia venía Educación física, aunque Haerin pudo sacárselo de encima diciendo que se sentía mal. No quería ver a Minji. En realidad, moría por hacerlo, pero estaba claro que la azabache no, y no quería ser una molestia.
El grupo de amigas se juntó en una mesa del comedor, solo que algo andaba extraño.
—¿Qué sucede con ustedes? —cuestionó la japonesa, sentándose en el regazo de su novia con las cejas juntas.
Haerin, Hyein y Eunchae estaban demasiado calladas, sin alzar la vista de sus regazos. Haerin podía ser introvertida, pero con sus amigas hablaba mucho más. Hyein siempre abría la boca para contarles un chisme, hacer un comentario o muecas de asco cuando pasaba gente por su lado. Y Eunchae, esa niñita tenía casi tanta energía como Hikaru.
Bahiyyih le rodeó la cintura esperando respuestas.
—N-nada... —gruñó Hyein, a un lado de Haerin. Eunchae se encontraba al otro lado, junto a la pareja.
—No creo que no esté pasando nada, Lee. ¿Por qué actúan así? —bufó Hikaru.
—¿Así cómo? —fingió inocencia la de ojos gatunos.
Era difícil mantenerles un secreto a sus amigas. Aunque también se percató de Lee y Hong, ellas también actuaban sospechosas.
—Calladas y tranquilas —habló con obviedad—. O sea, tú sueles ser así, Hae, pero ya es demasiado. ¿Qué carajos está pasando?
—Karu tiene razón, chicas, toda la mañana fue... ¿tensa?
Su novia asintió, con los brazos cruzados por delante.
—No siempre se puede tener un buen día, Hikaru —escupió la más alta de todas, levantándose sin terminar su comida.
Las demás abrieron la boca con sorpresa, menos Eunchae que rápidamente se levantó de igual forma y salió corriendo tras la muchacha gritando su nombre.
—¿Qué...? —Haerin las miró, quizá podía usar ese momento dramático entre esas dos para desviar la atención en ella—. ¿Saben algo?
—No —negó Hikaru, con su mirada analítica—. Es decir, en la fiesta del viernes creo que discutieron porque luego de que te llamáramos, Hyein tenía mala cara y Eunchae la seguía como...
—Como perrito —completó Bahiyyih.
—¿Las vieron hablar?
Ahora la preocupación era más que verdadera. Hyein solía ser enojona, pero nunca con Eunchae.
—Casi al final, estaban hablando en el jardín, pero no oí nada.
—Tal vez...
Las palabras de la japonesa quedaron en el aire cuando Danielle se les acercó a saltos y muy sonriente.
—¡Hola, chicas! ¡¿Cómo están?! —se sentó a un lado de Haerin, y pronto su rostro cambió—. Oh, ¿y las otras?
—No lo sabemos, Hyein solo se fue molesta y Eunchae la siguió.
Danielle frunció el ceño mientras comía la zanahoria que Kang le había ofrecido.
—Mmh, ¿aún no arreglan lo de la fiesta?
Pronto Danielle tenía los tres par de ojos atentos a ella.
—¡¿Qué pasó en la fiesta?!
—¿No les dijo? —hizo una mueca—. Oh, no sé, chicas. Hyein me lo contó porque en ese momento estaba sensible y algo tomada, pero quizá lo mejor sea que le pregunten ustedes mismas...
Haerin y Hikaru saltaron a ella, amenazantes, la última con un cuchillo de plástico en la mano.
—¡Dinos! —exigió la japonesa, y por primera vez Haerin se permitió reír luego de días de silencio. Hikaru en serio se veía graciosa mientras Bahiyyih intentaba tirarla del gorro de su sudadera.
—¡Está bien, está bien! —Dani alzó los brazos en gesto inocente—. Antes de que Haerin se fuera de la fiesta, Minji me pidió que revisara un costado de la casa porque oía ruidos y creyó que eran unos borrachos.
—¿Y...? —Haerin masticó su zanahoria, mirándola.
—Bueno... ellas no estaban exactamente hablando, ni había ningún borracho... —rió nerviosa—. Estaban... Ellas compartían sabores de boca.
Bahiyyih alzó su mano para tapar la boca de su novia a la par lo hacía con la suya. Haerin se atragantó.
—¡¿Qué?! ¡¿Se estaban besando?! ¡¿Pero qué?!
Si se trataba de discreción, Hikaru perdía el juego. Recibió miradas de las otras mesas, en especial unas por parte de las amigas de Danielle, específicamente Hanni y Minji, esta última tosiendo igual que Haerin por culpa de un alimento.
—¡Shhhhhhhh! —las reprochó la australiana—. Pero sí, besándose.
—Me voy a desmayar —Hikaru se apoyó en el hombro de la rubia.
—No lo puedo creer, en serio. ¿Esas dos... desde cuándo? ¿A Eunchae no le gustaba otra chica?
—No parecía así... —rió Danielle—. Bueno, la cosa es que, una vez me vieron, se separaron como si yo fuera una anciana del siglo pasado que las iba a cazar por homosexuales. En serio, Hyein terminó pegada a la reja del vecino.
—¿Y qué dijeron?
—Nada. Me miraron, las miré, fue extraño, y luego solo salí de ahí. Pasó un rato y me las volví a encontrar, solo que ahora discutían y Hyein se veía muy estresada. Eunchae casi lloraba.
Las chicas no podían con el asombro. Danielle tuvo que esperar dos minutos enteros hasta que alguna hablara. Luego, justo antes de que el timbre que indicara el regreso a clases, Danielle habló:
—¡Oh, chicas, olvidé decirles! Hace unos días estoy trabajando en una pizzería y hoy tengo turno en la tarde. Si van a verme, podré conseguirles un buen descuento y tendrán el mejor servicio de todos —sonrió Marsh, robándole la última zanahoria a su amiga—. No sé si acepten, pero igual díganle a Hyein y Eunchae.
—¡Genial! —la primera en saltar fue Hikaru, abrazando a la australiana con fuerzas—. ¡Comida gratis!
Bahiyyih la tomó de la cintura para que dejara de ahorcar a la pobre chica y la abrazó con fuerzas.
—Dijo descuento, no regalo —le habló negando con la cabeza. Hikaru volteó hacia ella aún en sus brazos.
—Pero tú pagarás por mí, así que gratis está bien.
Danielle y Haerin rieron mientras la deportista rodaba los ojos y le robaba un pico.
—¿Irán... tus amigas, Dani? —logró formular Haerin.
Si la respuesta era positiva, ella no iba.
—Oh, no. Las chicas fueron a verme el sábado. ¿Por qué? ¿No quieres ver a Minji?
Haerin se sonrojó y se preocupó por la pregunta. ¿Acaso...?
—¿Qué? N-no... yo...
—¿Ella te molesta, Hae? Porque si está siendo mala contigo no temas en decirme. Le pegaré una patada para que deje de hacerlo.
La menor suspiró tranquila. Al menos, Dani no sabía.
—No, no te preocupes, unnie. No ha hecho nada. Gracias.
Marsh la observó algo insegura, pero de igual forma asintió y se despidió de todas antes de irse a su última clase.
***
_
—¡¿Quién es el desgraciado?! —Hanni se levantó de golpe, buscando a Danielle.
Minji comenzó a reírse, negando con la cabeza.
—Eres tonta, tú misma viste a Danielle entrando al despacho.
Hanni enrojeció por las miradas que recibió gracias a su exagerado grito y volvió a sentarse, agarrando un salame y lanzándoselo a la cara.
Para su mala suerte, este entró directo a la boca de la mayor, quien lo saboreó aún en carcajadas.
Aunque algo tenía que pasar, por supuesto. Cuando subió solo un poco los ojos, pudo ver a Haerin sentada a unas cuatro mesas vacías de ella, bebiendo de su pajita. Se veía adorable.
Deseó por primera vez que Hanni fuese un poco más alta para que le tapara la vista.
El cambio de humor de Minji fue notable para su acompañante que rápidamente volteó hacia lo que observaba la mayor.
—¡No me la creo! —Hanni rió—. ¡¿Estabas mirando a la mudita?!
—¡SHHHHHH! —Minji se estiró para taparle la boca con sus manos. Era obvio que Haerin había escuchado porque ahora sus ojos estaban puestos en ella—. ¡Tarada! —gritó-susurró, agachándose para esconderse de Kang—. ¿Cómo se te ocurre decirlo así de alto?
Tuvo que quitarle las manos de encima porque Hanni comenzó a morderla.
—¿Cuál es el problema? Ni que Haerin supiera que la llamamos así.
Claro que sabe porque antes de atacarle la boca, la llamé mudita unas diez veces, ¡já! ¿Que loca la vida, no?
—Igual —fingió tranquilidad—, podría sospechar o qué sé yo.
—¿Y qué? —arrugó los labios—. ¿Desde cuándo te ha importado que la gente te oiga hablar mal de ellos?
—Oye, no soy así.
—Claro que sí.
—Mentira, esa eres tú y Yunjin.
—Sí, mayormente sí, pero no eres inocente,
Kim —entrecerró los ojos—. ¿Acaso que...? ¡No puede ser! ¡Te importan los sentimientos de Kang Haerin! —afirmó, pero gracias al cielo fue también en un grito-susurro.
—¡¿Qué dices, idiota?!
—Kim, ¿qué sucedió realmente en esa biblioteca?
—¡Que me dormí, Dios! ¡¿Por qué siempre son tan insistentes?!
—Está bien, está bien —tranquilizó—. Te creeré esta vez.
—Púdrete.
Antes de que Hanni pudiera devolver el insulto, Danielle llegó a ellas con un postre de chocolate.
—Cortesía de la casa —lo dejó sobre la mesa.
—¡Ay, mi bebé!
Hanni no pudo evitarlo y le robó un beso. Danielle se puso roja y miró hacia atrás por si alguien las había visto. Podrían despedirla por eso.
—H-Hanni... no puedes hacer eso.
—Lo siento, es que me emocioné.
Minji, amargada por ser la tercera rueda, revisó si Haerin seguía en su lugar y luego de confirmarlo, se levantó.
—Iré al baño.
—Demórate, quiero estar un tiempo con mi novia.
—¡Hanni! —la reprochó ella.
—Que te jodan, Pham.
Sin más, se fue.
Haerin la vio desaparecer y su cabeza no pensó en más que excusarse con que debía ir al baño también.
La había evitado todo el día, pero es que, Dios mío, ya no aguantaba más. Quería verla, un segundo aunque fuera.
Se disculpó con la pareja y Eunchae (Hyein no accedió a ir) y caminó con el corazón golpeándole las costillas hasta el baño.
Cuando entró, Minji no estaba, y por un segundo creyó que debía tomarlo como una señal para largarse de allí, pero al siguiente segundo, Minji había salido del cubículo.
Se miraron por el espejo, el ambiente tenso y pesado.
Róbame un beso, róbame un beso. Róbame un beso, por favor.
La mente de Haerin siempre fue traicionera y esa ocasión no fue la excepción. Moría por decirle algo, pero era muy cobarde.
Minji siguió de largo hasta tener jabón en las manos, y en el lavabo más lejano a ella, comenzó a lavárselas. Se las secó en los pantalones y giró para salir.
Con la mano en la perilla, Haerin habló:
—M-Minji...
¡Por Dios, era una tarada! Las palabras salieron sin su permiso de su boca, ni siquiera se vio capaz de terminar la frase. Con la cara roja, se mordió la lengua arrepentida cuando Minji la miró.
Silencio. Mucho silencio. Minji vio cómo agachaba la cabeza a sus pies y apretaba sus manos entre sí.
Tontamente bonita.
—No vuelvas a hablarme.
Haerin escuchó la puerta del baño cerrarse y sacó todo el aire que había contenido. Sus ojos amenazaron con soltar lágrimas y la humillación la hizo tener que apoyarse en el lavamanos.
Tonta. Tonta. Tonta. ¡¿Qué pretendía?! ¡¿Qué Minji de repente la tomara en brazos y la besara románticamente?! Lo peor es que sí, a veces se dejaba fantasear y eso era lo que más quería: quería a Kim Minji.
Una tarada que la, probablemente, detestaba.
Volvió a su mesa sin mirar más que sus pies y les dijo a sus amigas que su madre estaba esperándola con urgencia en casa.
Se fue y la azabache que hacía que oía las palabras de Hanni, sintió una pizca de arrepentimiento.
¿Qué hubiese sucedido si la dejaba terminar la oración?
Nunca lo sabría.
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