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22

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—¿Haerin? No, desde que estábamos juntando 7 mi...

Danielle calló sus palabras al recordar que Haerin había entrado con Minji en ese juego y ahora entendía las miradas de preocupación de sus amigas.

Marsh sabía que Minji solía burlarse de esa adorable niña, y que luego de estar un momento a solas con ella y que Hae haya desaparecido... era... alarmante.

Hyein vio la duda en sus ojos y gruñó, pasando por un lado para ir por Minji.

—¡¿Qué le hiciste a mi amiga?! —acusó, empujándola del pecho e importándole poco las miradas de asombros que le dedicaron las personas que rodeaban a la mayor.

—¿Disculpa? —Kim fingió molestia, aunque sus hombros se tensaron con algo de miedo.

Si acaso esa pequeña mocosa había abierto la boca...

Justo en ese momento llegó Danielle, observándole con reproche.

—¿Qué le hiciste, Minji? Te dije que no debías hacerle nada malo —frunció los labios, cruzándose de brazos, tal cual estaba Hyein.

—No entiendo de qué hablan —bufó, acomodándose su chaqueta.

—Oh, sí, seguro eres inocente —Hyein hizo un gesto con toda la intención de saltar sobre ella y jalarle el cabello, pero Danielle la detuvo justo a tiempo.

—¡Cálmate, Hyein!

—¡Pero Haerin no está y esta hora es peligrosa, en especial para ella!

La menor lucía estresada, agobiada con la inquietud latente en todo su cuerpo. Haerin era su unnie, pero seguía siendo solo una chica indefensa que sabía que jamás podría defenderse de cualquier golpe, asalto, intento de... cualquier cosa mala. Su estómago se revolvió con miedo y empujó otra vez a Minji, quien, si no hubiera escuchado lo que estaba pasando con Haerin (entendió que había desaparecido), no hubiera dudado en defenderse de esa Bratz que tenía enfrente, que aunque era uno o dos centímetros más alta, se le notaba más delgada y sin mucha fuerza en comparación a ella, gracias a las horas en el gimnasio.

—¿No está...? —repitió Minji, sin fijarse en las otras dos, que le observaron sorprendidas por su tono preocupado.

Asumía que la pequeña gatita, luego de su reciente encuentro, se iría de la fiesta, pero con alguna amiga, no sola. Y si esas chicas dijeron que no la encontraban, que probablemente se haya ido caminando a esa hora tan oscura, sola...

Sintió un escalofrío. Si le ocurría algo a esa mudita jamás podría volver a dormir. No porque fuese Haerin en especial (quizá solo un poquito), sino porque sabía que si Haerin había huido, era por su culpa.

—¿Qué le hiciste, Minji? —Danielle fue la que habló y eso la volvió a la realidad.

—¿Yo? ¡No he hecho nada, Danielle! Si ella decidió irse y no avisarles, no es mi puto problema.

Fingió molestia e intentó defenderse, aún algo ebria.

—Kim, tú fuiste la última que estuvo con Hae, y te juro que si...

—¡Que no le he hecho nada! ¡Me he dormido esos 7 minutos, ni siquiera sabía que ella estaba allí!

Mintió porque no podría dejar que nadie descubriera lo que hizo en aquella biblioteca; pero la culpa y el desazón no se fueron. Solo esperaba que Haerin se encontrara a salvo, en su casa, en su cama descansando. Con sus bonitos ojitos...

Joder, no iba a hacer eso. Qué mierda, simplemente.

Negó y quiso volver a hablar, pero el celular de la menor comenzó a emitir una llamada y tanto Danielle, Hyein y ella fijaron la vista en la pantalla con esperanzas.

—¡Haerin! —una vez Hyein había leído el nombre, se fue corriendo hacia el jardín para oírla mejor.

Vio a Eunchae, Hikaru, Bahiyyih, y hasta la misma Danielle seguirla.

Haerin había llamado.

Podía sentirse libre de intranquilidad porque la niñita ya estaba a salvo.

Pero...

¿Y si fue alguien más quien llamó desde el celular de esa jodida mudita, que no dejaba de pasearse por su cabeza luego de su intensa sesión de besos? Sin siquiera analizarlo, llegó donde el resto de muchachas en rápidos y largos pasos y con los oídos atentos. Eunchae, la más cercana a su lado en ese momento, le miraba entre confundida y con ojos grandes, curiosos.

—¡Eres una tonta! —dijo Hyein con el celular pegado a su oreja—. ¡No vuelvas a hacer eso nunca más!

Luego de una pequeña charla, la Bratz suspiró despidiéndose y cuando cortó, les avisó a sus amigas que Haerin se sintió mal y se fue a casa cuando su padre le ofreció pasar por ella.

Minji asintió más tranquila, aunque ni siquiera le hablaban a ella.

Hyein se volteó a Kim y la sacó de su mundo, avergonzándose de inmediato por estar ahí metida.

—Lo lamento, Minji. Pensé que le habías hecho algo, pero me dijo que ni siquiera habló contigo.

—Está bien —aceptó y se giró para escapar de allí, de las miradas extrañadas de las amigas de Haerin.

Ella nunca aceptaba disculpas fácilmente, menos de alguien quien no consideraba su amiga e intentó atacarla tirándole el cabello, pero no quería darle más importancia al tema y tener que pasar otro segundo más con esas chicas.

Se sentía expuesta.

Fue hasta la cocina de mala gana y sacó una botella de su padre de un muy buen whisky, y abriendo la tapa, se la llevó a la boca para beber un gentil sorbo. De alguna forma debía olvidarse de aquella extraña noche.

***

Hanni había decidido ignorar a Danielle porque esta no mostró mucho interés por estar juntas en la fiesta.

Estaba un poco molesta, pero no se lo haría saber.

O sí, pero no directamente.

Cuando entró a la cocina por agua y justo la vio frente al bidón, observó su celular con desinterés hasta que Marsh acabó de servirse agua. La menor le miró extrañada cuando Hanni pasó por su lado, sin decir nada, solo llenando su vaso.

Esperó a que Hanni se volteara de repente y comenzara a besarla, porque solía ser así: la atacaba en cualquier lugar que pudiese, pero no pasó nada más que una vietnamita caminando por su lado sin alzar la vista, saliendo por la puerta.

Dani abrió la boca con sorpresa, y un poquito fastidiada.

Luego de esa interacción pasó media hora hasta que volvió a ver el rostro de Hanni, mas no de la manera que esperó.

Estaba navegando por Instagram cuando se fijó en la historia de Yunjin, de ella, Kazuha, Hanni y Jay, el ex novio de la bajita.

Su ex novio de cuando tenían once años.

Era una ridicules, Dios mío, y no le hubiera tomando importancia a no ser de la posición en que se les veía.

Hanni riendo tapándose la boca, sentada en un sillón con sus piernas puestas sobre los muslos del muchacho, que tenía un brazo al rededor de sus hombros y la nariz enterrada en su cuello, pero aun así guiñándole un ojo a la cámara.

Dani hizo rechinar sus dientes, con una nueva sensación de ardor en la garganta. Era extraño, muuuuy extraño, porque con total posibilidad lo que sentía ahora mismo eran los famosos celos con los que parecía vivir Hanni siempre, pero ella... Danielle jamás sintió celos.

Hasta hora.

Su rostro cambió a uno de muy mal humor, no furioso, pero sí como apestado, y se dirigió al lugar en donde estaba la mayor.

No dijo ni una palabra mientras Hanni gritaba alterada porque repentinamente la había levantado del sillón de un solo tirón en su brazo.

La sacó de allí y sin mucha dificultad, siguió arrastrándola hasta meterse en cualquier habitación que encontró.

Cerró de golpe la puerta y extendió las manos en el aire.

—¡¿Qué crees que haces, Hanni?!

Ahora sí estaba furiosa, porque sabía que si los papeles hubieran estado volteados, es decir que ella estuviera en un sillón tan cerca a un coqueto chico, Hanni le hubiera arrancado los dedos de las manos uno por uno.

Si Hanni era celosa, ella también podía serlo.

—¿Qué? —escupió la bajita, cruzándose de brazos con la espalda rozando la puerta y fingiendo no saber a qué se refería su no-novia.

—¡Sabes lo que digo! —gruñó y Han evitó morderse el labio. Esa Dani era muy sexy...—. ¡¿Jay?! ¡¿En serio?!

Pham sonrió en grande luciendo todos los dientes, feliz, dejándola atónita, pero no le dio tiempo de reaccionar porque Hanni la tomó del cuello y la atrajo en un beso mientras su espalda se apoyaba en la madera por completo.

Los brazos de Danielle se enrollaron en su cintura y las palmas de esta se sintieron ardientes; Han no pudo resistirse y soltó un necesitado gemido sobre su boca, mientras la otra se sonrojaba.

Quería a Danielle dentro suyo, que la toqueteara y desquitara sus celos con ella.

Hanni quería corromper totalmente a esa dulce australiana.

—D-Dani, por favor... —suspiró, cruzando las piernas para auto-estimularse con un pequeño frote.

Los mofletes de Danielle se volvieron color rosa y tragó saliva. Sabía perfectamente lo que su chica quería. Y ella deseaba hacerlo también.

En un intento de dejar la vergüenza de lado, Dani le comenzó a besar el cuello mientras movía su mano al borde de su pantalón y se lo bajaba, hasta los muslos.

Era primera vez que hacían esto. Sus sesiones de besos podían ser de horas, pero nunca llegaron a más.

Hasta hora.

—P-permiso... —dijo, antes de meter la mano dentro de sus bragas, y la masturbó, jugueteando con su clítoris.

La timidez de Danielle era una de las cosas que más disfrutaba Hanni, en serio. Quizá, su nuevo fetiche.

Gimió lastimera cuando Marsh aumentó el frote y pegó su cabeza en la puerta, apoyando una mano en la manilla de la misma para no caer.

—M-mierda, Dan... —esta sonrió nerviosa, como una niña pequeña, contenta de estar así con Hanni, y volvió a besarla en la boca—. Me... me encantan tus labios.

La menor detuvo el movimiento de su mano y rió cuando Hanni le gruñó, pero pronto sus mejillas volvieron a colocarse como un tomate ante una idea.

—Quizá t-te gusten mis l-labios en... en otro lado...

¿Danielle Marsh había dicho eso? ¿De verdad? Hanni la miró con sorpresa, pero rápidamente mordió su belfo cuando esta le bajó más los pantalones junto a su ropa interior y se agachó para pegar la boca en su palpitante centro.

—¡Da-Danielle! —gimió, sosteniéndole el cabello cuando la chica hundió su lengua y comenzó con un increíble jugueteo.

Quedó dentro de Hanni Pham por primera vez y, sin duda, eso se repetiría.

Luego de unos minutos de estímulo, gemidos, caricias y sudor, Hanni se corrió en su boca y Danielle se levantó.

Pham casi se muere al mirarla, frente a ella, su boca llena de sus fluidos y sonriendo tímida.

—Dani... —carcajeó, ¡¿cómo mierda lograba verse adorable en ese momento?!—. Mírate la boca —ella sacó su celular y en la cámara pudo ver el desastre que era, labios y mentón mojados, cabello desordenado por culpa de las pequeñitas manos de la mayor, y su rostro totalmente sonrojado.

—¡Oh, mierda! —se avergonzó, pasándose la lengua por la comisura de la boca para limpiarse.

Hanni volvió a reír, negando con la cabeza y subiéndose los pantalones.

—Puedes limpiarte con la mano, no es un helado —dijo y llevó la manga de su sudadera para limpiarla.

Dani mordió sus labios.

—P-pero sabe muy bien —admitió y Hanni la observó con los ojos agrandados.

—¡Eres una...! —se largó a reír mientras Dani lloriqueaba y le pedía que dejara de molestarla.

Terminaron besándose y mimándose sin importarles el resto.

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