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Nombre del Capítulo: Primos y hermanos.
Marzo, 2008.
Una hermosa rubia de esbelta figura, con un vestido elegante y zapatos caros se encontraba colocándose accesorios frente a un espejo. Hoy era el Gran día.
- Me veo divina, totalmente divina - Se halagó así misma sonriendo con egolatria, para tomar su bolso de mano y salir de su recamara.
En otra habitación se oían gritos y risas, allí dos niños corrían de un lado a otro saltando en los muebles fingiendo que el suelo era lava y su padre era un dragón que quería comer sus dulces.
La mujer sonrió negando con la cabeza, su esposo era un chiquillo más, pero ya se hacía tarde para llegar al evento y ella odiaba la impuntualidad.
- Cariños, niños, ya es hora de irnos - Interrumpió aquel juego y los pequeños se quedaron quietos. El castaño mayor se tensó ante aquella noticia.
- No quielo ir, es aburido - Se quejó Isaac, frunciendo el entrecejo mientras su madre ordenaba su traje.
- Vamos, no es tan malo, conocerán niños allá en la reunión - Intentó convencerlos y los pequeños se miraron entre si.
- ¿Otlos niños? - Preguntó Odette interesada al igual que su hermano. - ¿Y pueden ser nuestlos amigos?
- Por supuesto, estos niños serán sus mejores amigos y los verán mucho tiempo, incluso...- La voz de ella fue interrumpida por la de su esposo.
- Suficiente. No necesitan saber temas de adultos, Camille - Cortó toda conversación el hombre, para alzar en brazos a sus hijos. - Vamos, no quiero ser el último en llegar
El castaño mayor no se veía muy contento con la idea de reunirse con un grupo social de clase alta, pero iba para asegurarse de que sus hijos estuvieran bien, además de que éstos finalmente podrían conocer más personas además de sus padres y las personas que trabajan para ellos.
- Vamos - Susurró Camille caminando detrás de su esposo e hijos hasta llegar a la sala de estar, dónde se encontraba una mujer bien parecida con mirada gélida, quien gritaba a la cocinera.
- ¡Estás despedida! - Gritó la crítica de modas haciendo temblar a la pobre cocinera, una mujer rechoncha.
- No puedes despedir empleados de esta casa, Audrey, no tienes el poder - Gruñó el padre de los niños bajandolos de sus brazos - Lupe vaya a la cocina, por favor, Tom llévate a los niños afuera - Ordenó a su mano derecha, quien obedeció de inmediato mientras la mujer rechoncha se fue a su lugar de trabajo agradecida.
- ¡¿Quien te crees para des autorizar mi orden, muerto de hambre?! - Gritó Audrey pisando el piso molesta.
- El dueño de la propiedad, mujerzuela - Le reto con la mirada el oji café indignando a su cuñada.
- ¡¿Cómo te atreves, maldito...?! - Gritó Audrey pero fue interrumpida por su hermana.
- Basta los dos, Audrey, Azael, cálmense, no es momento para discutir - Les recordó y su esposo rodó los ojos. Mientras su hermana apretaba los puños.
- Ese idiota no va a...- Dijo Audrey, pero fue interrumpida por Camille.
- Si te atreves a hablar mal de mi esposo te invito a irte sola a la reunión - Sentenció y su hermana mayor apretó los dientes furiosa, dándose la vuelta para caminar fuera del lugar. - Cariño, ¿Estás bien?
- No te preocupes por mi, sé defenderme bien, Cam, antes de ti tenía una vida ¿Sabes? - Bromeó Azael besando la mano de su esposa - ¿Realmente tienes que seguir con tus planes?, es decir, ¿Los niños no pueden estar fuera de toda está mierda? - Preguntó mirándola con esperanzas.
Ella tragó saliva nerviosa, las caricias que su esposo le proporcionaba en el dorso de su mano casi la convencieron, pero terminó negando, provocando que él soltara sus manos y bufara en desacuerdo.
- Te espero dentro del helicóptero - Avisó cortante yéndose y dejándola sola, con la culpa carcomiendo sus entrañas y un mareo que la hizo tambalear.
- Es por el bien de los niños - Se recordó así misma para seguir el camino que tomaron ellos.
Subió al vehículo, donde los niños oían que su padre les contaba un cuento, su hermana Audrey hacia unas llamadas. Suspiró pesadamente y se sentó llorando en silencio, viendo la ley del hielo que su esposo había comenzado.
Viajaron de New York a París, aterrizando en el Hotel Le Grand París, André Bourgeois se encontraba esperando atentamente la llegada de su esposa, a su lado la pequeña Chloé, quien llevaba un vestido con volados e incrustaciones de diamantes color rosa que la hacia lucir como princesa.
El helicóptero hizo revuelo en el lugar, haciendo volar la decoración que padre e hija se encargaron de hacer para recibir a Audrey, mientras que está solo miró con desdén a todos a su paso.
- Despedido - Informó al Chófer que abrió la puerta y esté suspiró pesadamente. Una alfombra de marfil esperaba para ser pisada y ella hizo una mueca de desagrado - Ordené claramente que quería una alfombra de lana pashmina, ¡Esto es completamente inaceptable, despedido! - Gritó molesta.
Una fila de desempleados abrió paso al hombre enamorado y su pequeña hija emocionada por ver a su madre, seis meses de ausencia.
- Mi Reina, bienven...- André intentó tomar su mano para está la apartó mirándolo desaprobatoriamente mientras miraba sus uñas.
- No me toques, Alexander, arruinaras mi manicura - Ordenó con aspereza y él asintió con nerviosismo, pidiendo disculpas por su atrevimiento.
- ¡Mami, mira mi veshtido! ¿Me veo como una princhesa, cierto? Shoy igual a ti - Dijo Chloé con emoción y la mujer la miró con desagrado.
Llevaban el mismo atuendo, a diferencia del tamaño por supuesto, y a la mujer eso le molestó.
- Te queda horrible, quítatelo, Cassandra y deja de hablar como retrasada mental - Ordenó caminando a un lado de su hija y esposo, quienes se sorprendieron por la respuesta.
Los ojos de Chloé se llenaron de lágrimas de inmediato, su padre enseguida quiso consolarla pero la voz de su esposa llamándolo le hizo desistir del impulso paterno.
- Tu hermana es una estúpida - Susurró Azael a su esposa para acercarse con los gemelos a la niña - ¡Mira quienes están aquí! - Gritó con una voz graciosa, haciendo reír a la niña.
- ¡Oddy, Issy! - Chilló emocionada Chloé corriendo a abrazar a sus primos, siendo apartada por el varón y apretujada por la niña. - ¡Te eshtrañé!
- Y yo a ti, ¡Adivina qué! Mami dijo que conosheremos amigos - Le contó Odette al oído como si de un secreto se tratara.
- ¡Si, te plesentare a Adrien-Boo! - Aseguró emocionada Chloé y ambas se envolvieron en su charla sobre príncipes y princesas.
Isaac las miró aburrido y tomo la mano de su madre jugando con el guante de ella que observaba a su esposo, Azael charlaba con los desempleados, ofreciéndoles empleo en su hogar.
- Vámonos o los despido - Ordenó Audrey con un atuendo completamente diferente y más llamativo que el anterior, detrás suyo su esposo.
- Amigo, ¿Que tal? Te ves muy bien, la paternidad te sienta de maravilla - Lo halagó Azael al cuñado de su esposa y mejor amigo, mientras alzaba a su pequeña hija.
- Gracias, Azael, tu también te ves de maravilla - Comentó Bourgeois contento imitando a su amigo y alzando a su exigente hija, que sonreía a su prima-hermana.
- Yo también quielo upa, papá - Pidió Isaac y Azael lo tomó en brazos también, riendo con ternura.
Envueltos en una conversación los hombres llevaban a sus hijos en brazos mientras las mujeres intercambiaban miradas significativas.
El viaje a la Mansión Agreste fue corto, más en limusina, la familia fue anunciada y entraron al lugar dejando sus abrigos en manos de los empleados.
- Los señores Agreste y los demás invitados están en la sala de reuniones - Indicó Nathalie - Los niños deben seguirme
Mientras las mujeres se dirigían a donde les indicó la mujer, los hombres tardaron un poco en despedirse de sus hijos, al menos Azael, los gemelos tenían miedo.
- Vamos, conocerán a mi príncipe - Les recordó Chloé y eso bastó para que Odette besara la mejilla de su padre y siguiera a su prima.
- Ve, campeón, si no te gusta el lugar y quieres irte me avisas, estaré atento - Susurró Azael a Isaac, quien asintió haciendo puchero.
Los tres niños se dirigieron con Nathalie hasta la planta alta, en una enorme habitación llena de juegos, dónde se encontraban tres niños más.
- Niños, jueguen mientras traigo galletas y chocolatada - Pidió la pelinegra dejando a los niños solos, dándoles su espacio para socializar.
- ¡Adrien-Boo! - Chilló Chloé lanzándose a abrazar a un rubio de ojos verdes, que sonrió ampliamente.
- Chloé - Dijo él sonriente y eso hizo fruncir el entrecejo a Isaac. ¿Porque ese tonto abrazaba tanto a su prima?
- ¡Te presento a mis primos, Oddy y Issy! - Chilló emocionada jalandolo hasta los gemelos castaños, quienes estaban atentos.
- Así nos llamamos para los amigos, para ti somos Isaac y Odette Dumont - Gruñó Isaac de mal humor, evitando que su hermana mirara al niño bonito.
- Oh, ¿Y no puedo ser su amigo? - Preguntó triste Adrien mientras Isaac negaba, por lo que Félix se colocó adelante suyo mirando retador al castaño.
- ¿Quien te crees para rechazar la amistad de mi primo? - Exigió saber el rubio idéntico al anterior, sorprendiendo al castaño.
- ¡Wow, son iguales! Casi como la pulga y yo - Abrió la boca sorprendido y ahogó un chillido cuando notó el enorme parecido entre los rubios y la ojiverde que se hallaba callada - ¡Son tres! Eso es genial, ya podemos ser amigos
Estiró su mano hacia Félix, quien entrecerró los ojos aún molesto pero aceptó el gesto y obligó al niño a darle la mano también a Adrien y a su hermana.
- ¡Soy Maia! - Saludó la rubia de vestido rosado, Odette la saludó emocionada.
- Yo soy Odette, y seremos grandes amigas - Aseguró sonriente.
- No, todos seremos mejores amigos para siempre - Aseguró la hermana gemela de Félix y prima de Adrien, mientras los demás asentían estando de acuerdo.
- ¡Juguemos a "el suelo es lava"! - Sugirió Isaac y su hermana asintió emocionada, mientras los demás la miraban confundidos. - Deben imaginar que el suelo es lava y hay un dragón que los atrapa - Explicó brevemente.
- ¡Yo quielo ser el dragón! - Chilló Odette con emoción pero su prima negó.
- ¡No! Nosotras vamos a jugar a las princesas y el príncipe que las salva - Se quejó Chloé - Oddy, Maia y yo seremos princesas, Adrien-Boo Príncipe, y ustedes dos ogros
De inmediato Isaac y Félix estuvieron en desacuerdo, ni serían príncipes ni ogros, ese juego era muy tonto.
- No, el suelo será lava - Riñó Isaac y Chloé lo miró molesta.
- Que no, tonto, serás un ogro feo y yo una princesa - Dijo ella y él rió.
- Pero si yo soy lindo a diferencia de ti - Se burló Isaac sacándole la lengua y ella le miró ofendida.
- Mejor juguemos lo que dijo Chloé - Intervino Adrien, temiendo que su amiga llorara.
- Buu, eso es feo, aburrido - Se quejó Félix y el Dumont varón asintió estando de acuerdo. Odette quiso hacerlo pero hace tiempo no veía a su prima y quería hacer una actividad juntas.
- ¡Ya sé!, ¿Que tal si Félix e Isaac son dragones que secuestran a Chloé, Odette y a mí, y Adrien nos salva? - Sugiere Maia y la castaña niega.
- Eso selía muy difíshil para él porque sería el único Príncipe contla dos dragones poderosos, mejor que él sea rescatado por nosotras - Sugirió Odette y su idea fue aceptada.
Pronto se encontraban disfrazados con unos cartones dibujados en representación de sus personajes y pegados con cinta en sus atuendos.
Adrien estaba cautivo en un fuerte hecho de almohadas, al rededor suyo Félix e Isaac protegiendo a su presa, frente a ellos tres niñas dispuestas a salvarlo.
- ¡Al ataque! - Gritó Odette y saltó sobre unos cojines evitando tocar el suelo hecho de lava.
Chloé y Maia imitaron su acción mientras los dragones se dividían para atacar a las intrusas. Pero como era obvio Isaac fue directo a atacar a su prima y Félix a su hermana, corriendo detrás de ellas de un lado a otro, dándole pase libre a Odette
- Te salvaré, Príncipe, espérame - Dijo Odette atando una cinta en su frente para saltar de a una silla evitando caer en la lava y con un zapato pegándole a guerreros invisibles.
- ¡Chloé y Maia están fuera, solo quedas tu, tonta! - Gritó Isaac dispuesto a lanzarse contra su hermana, pero está le lanzó un zapatazo que lo lanzó al suelo y a Félix le lanzó dulces que lo hicieron perder de su objetivo.
Adrien miró con asombro como la niña peleaba contra su propia hermano gemelo para ir a rescatarlo, más cuando ella lanzó a la lava a este y a Félix, sacándolos del juego. Cuando llegó a él y abrió su jaula hecha de cojines se sonrojó al ver la sonrisa orgullosa de la niña.
- Estás a salvo, Mi príncipe, ahora cásese conmigo - Odette fingió una voz más gruesa y Adrien se sonrojó a más no poder cuando ella se acercó a besar su mejilla.
- Y-yo...- Tartamudeó nervioso y fue interrumpido por Nathalie, quien llegó con la merienda.
- Su merienda, niños - Anunció la pelinegra sonriéndoles, todos olvidaron el asunto anterior para correr por galletas con chips, pero Adrien estaba con las mejillas rojas mirando a la niña que tenía la boca llena de galletas
Esa niña había hecho que su corazón latiera como loco y su pancita se removiera....
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