Capítulo 7
Después de eso, decidí que debía hacerlo. Gabriel había dicho algo totalmente cierto, no había escuchado ninguna petición formar, sobre todo, porque no se lo había dicho.
Me acerqué a él con el rostro fijo en su mirada. Se había quedado delante de la gran ventana de mi habitación. Le cogí las manos con delicadeza y le invité a seguirme. Confundido, siguió mi paso, y juntos, volvimos a sentarnos en el mismo lugar que estábamos antes, en la banca del piano. Sólo que nos sentamos como nadie suele hacerlo, de frente, y con las piernas abiertas, de modo que el piano quedaba a nuestra izquierda. Era imposible tocar así, pero, de todos modos, no estaba ahí para tocar.
-Gabriel- susurré, pero fue demasiado bajo, no sonaba seguro de mí mismo.
¿Por qué demonios tenía que ser tan complicado hacer algo que parecía tan sencillo? Empezó a reír, haciendo que mi corazón palpitara con más fuerza y un color carmesí cubriera mis mejillas.
-¿Por qué cuando te pones nervioso siempre me llamas Gabriel?- preguntó al fin con una sonrisa, pero era de comprensión-. Mira.
Cogió mi mano y la llevó a su pecho, posándola en su lado izquierdo, donde, para mi sorpresa, latía un corazón desenfrenado, haciéndo que mi mano vibrase con fuerza.
-Yo también estoy nervioso, Riccardo- susurró con voz serena-. No creas que eres el único.
Eso no logró hacer que mi corazón detuviese su ritmo, pero sí hizo que su fuerza aumentase y me sintiese aún más feliz. Si su corazón latía así, era otra prueba más de que ese sentimiento tan extraño manaba de ambos, y cada vez con más fuerza, intensificándose a cada segundo.
-Gabi, ¿quieres ser mi novio?- pregunté con indecisión.
-Ya sabes que sí- contestó.
Ambos nos echamos a reír y acabamos chocándonos con la cabeza. Hicimos un gesto de dolor y seguimos riendo viendo la cara del otro.
***
El sol se estaba poniendo y Gabriel seguía sentado a mi lado, escuchando de cerca lo que tocaba al piano, ya que ahora me había colocado bien para tocar. La luz del atardecer nos iluminaba a ambos con su exquisita hermosura, que disminuía al lado de la persona que estaba escuchando mi melodía, palidecía en comparación a la luz que éste emanaba. Y, mientras tocaba la melodía, sentía como la cercanía de Gabriel y su olor a cerezas y nubes, era capaz de aturdir mi sentido del olfato con su dulce y delicada armonía. ¿Cómo era una persona capaz de oler tan bien? Era agradable y sutil, como cuando hueles una manzana recién mordida, era embriagadora, como el mordisco a una cereza, era suave como las nubes esponjosas que se alineaban en el horizonte... Era simplemente indescriptible, las palabras no son capaz de expresar ese olor.
Se mantenía a mi lado sentado, con la mirada perdida pero concentrado en la música. Y de pronto, ambos nos sobresalíamos al oír unos toques en la puerta.
-Entre- dije con voz seria.
-Buenas señorito Gabriel- le dijo Suzette, una de las sirvientas que más tiempo llevaba trabajando con nosotros, a Gabi, antes de mirarme a mí-. Señorito Riccardo, siento interrumpirle, pero sus padres acaban de llegar y dentro de poco se iniciará la cena. Vendré a avisarles, disculpenme- dijo antes de retirarse.
Me dejé caer sobre las teclas con un quejido, cosa que hacía siempre para darles la bienvenida a mis padres. Ellos sabían que esos acordes sin sentido eran obra mía, y sonaba con distinta intensidad dependiendo del día. Dejé que sonaran varios instantes para que fueran capaces de oírlo y darse cuenta de que ellos eran los que provocaban que me sintiese así, me retumbaron en los oídos y quise rechinar los dientes, pero esperé. La mano de Gabi pasó por mi espalda e hizo que me levantase para mirarle.
-Seamos optimistas- susurró-. Puede que después de todo esta noche se comporten bien. O que sean tan considerados como para venir a darte un abrazo por todo el tiempo que habéis estado sin veros.
Por toda respuesta, me reí. No, mis padres no harían eso, ni ahora, ni nunca. Y no digo que no me quisieran, que no me hubieran echado de menos. Pero había varios problemas: el primero era que seguramente habían estado de viaje -como siempre- y no les había dado tiempo a percatarse de mi ausencia, y el segundo, que esperaba más afecto por parte de Suzette, que de parte de ellos, y era de extrañar porque la sirvienta -la cual odio llamar así por el afecto que le tengo- mostraría más interés por mí que ellos, y eso que se reservaba para no lanzarse a besos y abrazos conmigo.
Me levanté y me puse bien la camisa -la cual me había puesto nada más llegar a casa para quitarme el chándal-, que estaba arrugada por las mangas del tiempo que había estado sentado tocando. Yo odiaba que se me pusiera así.
-Voy a llamar a mi madre para avisarla de que estoy aquí- dijo Gabriel mientras sacaba el móvil-. Mamá- susurró tras unos instantes mientras andaba delante del piano-. Sí, lo sé, pero ahora no quiero. Además, Riccardo acaba de llegar y me ha dicho que puedo quedarme en su casa esta noche- hizo una pausa y escuchó-. No, mamá, a mi es al que le da igual. Por favor, necesito tiempo a solas ¿vale?... Ya, claro, como si fuera tan sencillo. Mañana por la tarde nos vemos después del entrenamiento, hasta mañana- terminó por decir cerrando el móvil.
Poco después llamaron a la puerta para avisarnos de que bajásemos a cenar. Así que cogí aire, y también a Gabriel de la mano para mantener el equilibrio y la tranquilidad que sentía que se escapaban de mi ser. Sí, necesitaba a Gabi esa noche con mis padres, y todas a ser posible.
Al bajar, nos soltamos la mano antes de entrar en el comedor, y me pasó la mano por el pelo una vez más para tranquilizarme. Suspiré antes de abrir la puerta tras unos toques.
-Oh, Riccardo- dijo mi madre, no sabía si su entusiasmo era finjido o no, pero lo cierto es que fruncí el ceño antes de que siguiera hablando-. Menos mal que has llegado ya.
No me esperaba su abrazo, pero no tuve otra que aceptarlo. Miré a mi padre mientras mi madre me estrechaba cálidamente y me mareaba con su olor a perfume. Temía que se me quedase impregnado para siempre. Mi padre tan solo sonreía un poco, pero sólo un poquito, no era suficiente para decir que era una sonrisa.
Nos sentamos en la mesa y empezamos a comer. Por suerte, aún no habían abierto la boca, y por unos instantes creí que Gabriel llevaría razón, que quizá se comportarían bien. Quizá no intentarían hurgar en su vida. Bueno, porque eso era lo que realmente me temía. Yo estaba acostumbrado a que me preguntaran de todo y después me corrigiesen por cosas que cualquiera vería normal. Pero no quería que la tomaran con Gabi por mi culpa, por eso, casi siempre evitaba que Gabi se quedara los días que mis padres llegaban a casa.
-Y bien, Riccardo- empezó a decir mi padre, para mí tranquilidad y poca sorpresa-, ¿podrás hacer todos los exámenes a tiempo antes de que lleguen los próximos?
-Sí, claro que sí, además los profesores son compresivos con el tema y no creo que ninguno de los que hemos estado ausentes tengamos problema alguno- dije cortando un filete, antes de llevármelo a la boca.
-¿Y cómo te han ido a ti los exámenes, Gabriel?- preguntó mi madre.
Casi me atraganté con el filete cuando la escuché. Sin embargo, bebí agua antes de que ninguno lo notara y seguí con la cena.
-Bueno, he tenido algunos problemas con eso- contestó sin molestarse en ocultarlo, aún sabiendo que mis padres seguirían preguntando-. Uno de ellos aún no lo he hecho, no estuve en el instituto el día que lo hicieron.
-¿Y qué ocurrió?
-Mamá- suspiré.
-Estaba enfermo- contestó Gabriel para mi sorpresa-. El profesor me dijo que me lo haría a la vuelta de Riccardo, no tengo problema.
-Bien, entonces deberíais prepararlo bien.
Eso incluía implícito un «por separado», porque mis padres odiaban que estudiásemos juntos. Pero a nosotros nos daba igual, a ver, seguiríamos preparándolos juntos y también haciendo los deberes. Sin embargo, tendrían que aguantar que siguiéramos pasando tiempo juntos. Por ahora, no es que pensara decirles que habíamos empezado a salir. Me temía, por alguna extraña razón que decidieran que lo mejor fuera hacer que Gabriel no viniera cada día a mi casa, o que yo no fuera a la suya, por si acaso estar con mi novio era una distracción. Pero aún no llegamos a eso, aún es pronto, yo por aquel entonces no tenía pensado decirlo y punto. Pero eso, por supuesto, no significaba que fuera a ocultarlo, algún día tendría que hacerlo, y lo haría.
***
Espero que os esté gustando mucho, dadle a la estrellita y comentad :'3
Marie~
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