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Capítulo 5

Fue así como todo se volvió negro. O quizás gris. ¿Es lo que se suele decir cuando estás triste, no? Pues yo me sentía fatal durante el torneo, cosa que, por supuesto, no dejaba ver a nadie. Me había vuelto más duro con todos. Sí, incluso antes de irme al Gran Celesta Galaxy era más duro de lo normal con mis compañeros de equipo. Pero en esta historia, no cabe decir el porqué de todo eso, sino me encantaría describir como fue nuestra experiencia. Esta historia sólo relata lo especial del azul. Pero, no os impacienteis, pronto sabréis todo sobre el azul, empezareis a sentirlo al igual que hice yo. Ya tendréis una leve idea sobre lo que lo hace especial, pero aún la historia está en su comienzo, en sus principios, aún no ha sucedido nada por lo cual el azul tenga relevancia. Yo necesitaba tener a Gabi cerca, y con paciencia, y aunque todo fuera oscuro, sabía que pronto se haría realidad.

Cuando volví a Inazuma, lo primero que hice fue reencontrarme con todos en el campo de entrenamiento. Busqué con la mirada a la razón por la cual sonreí, pero Gabriel no estaba en el campo, no estaba en el banquillo, y tampoco estaba por los alrededores del campo. Fuí a hablar con Aitor, y me dijo que el capitán Gabriel se encontraba ausente ese día, que no había ido a entrenar, no me enteraba de nada. Fruncí el ceño y decidí dirigirme a su casa. De camino a su casa -la cual no estaba cerca de la mía, pero sí del instituto- me preguntaba la razón por la cual se habría ausentado de un entrenamiento. Quizás estaba enfermo, aunque nunca le veía enfermo y me resultaba extraño. Quizás era cualquier tontería, pero mi corazón latía con fuerza a la espera de ver a mi chico del pelo rosa.

-Se ha ido al hospital con su madre, no te preocupes, han ido a recoger unas pruebas que se hizo mi mujer hace poco- me dijo el padre de Gabi con el ceño fruncido, pero antes de que yo asintiera, esbozó una sonrisa-. ¿Quieres que le diga algo cuando vuelva?

-No, descuide, yo mismo iré a verle- dije con voz tranquila y serena, manteniendo mis modales.

-Hasta luego, Riccardo.

Tan solo asentí antes de dirigirme camino al hospital. Por el camino me preguntaba qué era lo que le ocurría a la madre de Gabriel, no sabía que había tenido que hacerse unas pruebas. Y por otro lado, seguía pensando en él. Necesitaba hablar con él, que me dijese que recordaba ese beso y sobre todo, decirle de una vez por todas las pabaras que no abandonaban mi cabeza por más que intentaba para poder concentrarme. Era un simple te quiero, pero necesitaba decirlo, necesitaba que esas palabras saliesen de mi boca y que él las correspondiera. Porque, de una manera u otra, había acabado enamorado de aquel chico, y aún, de verdad, no sabía como.

Crucé las puertas del hospital de la ciudad de Inazuma, siempre atestado en la pequeña sala de recepción, y con una música de fondo llena de gritos de niños pequeños y llantos de éstos. Odiaba el hospital, y lo evitaba siempre a no ser que fuera algo que suma necesidad. Busqué con la mirada a mi alrededor y no les veía, empecé a pensar que quizás ya habían salido. Subí las escaleras que llevaban a la primera planta, y luego, a la segunda. Seguía sin verles, hasta que escuché una voz a través de una puerta.

-Gracias por quedarte aquí, Gabi, de verdad- dijo una voz bastante conocida.

Llamé a la puerta y ambos se quedaron estupefactos al ver que el que traspasaba el umbral era yo. Gabriel se encontraba sentado en una silla al lado de la cama de hospital, en la cual estaba nuestro antiguo compañero de equipo y anterior rival del instituto Universal, Sol Daystar.

-Hola, Riccardo- dijo con voz amable.

-S-sol- tartamudeé- ¿No estabas recuperado?

-Sí, no son más que pruebas, no te preocupes. Le he dicho lo mismo a Gabi, pero parece que le cuesta creérselo- le lanzó una mirada a Gabi, el cual había hundido la cabeza y miraba hacia el lado contrario a mí.

-Si son sólo pruebas, significa que tienes que estar bien ¿no?

Me acerqué a ellos mientras me descolgaba la bolsa donde llevaba la ropa del equipo. Gabi llevaba un sobre, supongo que con los resultados de las pruebas que me dijo su padre.

-Sí, además, me encuentro mejor que nunca, de verdad chicos. Mis pulmones están dándolo todo.

La voz de Sol había traspasado mis oídos, pero no eran lo que me llamaba la atención. Vi como el pantalón que llevaba Gabriel estaba lleno de pequeñas gotitas que caían de sus ojos. No entendía por qué lloraba, Gabriel nunca lloraba, no lo hacía nunca y me dolía verlo así.

-Bueno Sol- susurró-. Tengo que irme.

-Gracias por quedarte, dentro de nada os haré una visita al instituto Raimon nada más salga de aquí.

-No es nada, de verdad, me cogía de camino- dijo esbozando una sonrisa triste mientras se levantaba con el sobre en las manos.

Había cubierto su rostro con el flequillo y no alcanzaba a ver el azul de sus ojos. Sol me hizo un gesto de asentimiento cuando traspasé la puerta detrás de Gabi. Lo último que pude hacer fue un gesto de despedida con la mano.

-Gabi- dije mientras salíamos del hospital-. Gabi- repetí al ver que no me hacía caso-. Gabriel Garcia, haz el favor de volverte, quiero hablar contigo.
Lo hizo y vi su rostro demacrado en lágrimas. Tenía los ojos rojos y un rubor cubría sus mejillas. También se le veía con ojeras, como de no haber dormido durante días. No lo entendía, para mi mala suerte.

-Lo siento, Riccardo, pero... p-pero ahora no puedo hablar, tengo que darle esto a mi madre y...

-¿Te ocurre algo?

Vale, era evidente que sí, pero si le preguntaba no se iría antes, puede. No sé, necesitaba que me dijera qué ocurría, y, por eso, recurría a cualquier cosa.

-Riccardo- se acercó a mí, dejándome ver más de cerca el rastro de sus lágrimas-, necesito pensar ¿vale? No quiero que me veas así.

-Gabi, si te ocurre algo sólo tienes que decírmelo.

-No me ocurre nada- dijo con voz rota-. Sólo quiero estar sólo.

-¿Son esas pruebas?

-No, mi madre está bien, y me dijo que iba de camino a casa mientras estaba con Sol, así que por favor, déjame irme.

-No te estoy reteniendo, estoy preocupado- dije rompiendo mi paciencia.

Vale, eso no era técnicamente cierto. Le tenía agarrado del chaleco, y aunque él no parecía querer irse, insistía en que debía hacerlo. Y yo no sabía como manejar la situación, se me escapaba de las manos, necesitaba saber por qué lloraba.

Parecía que de nuevo iba a replicar, decirme que debía irse o algo, pero se derrumbó. Empezó a sollozar mientras me envolvía en sus brazos. Le recibí cálidamente e hice que apoyara la cabeza en mi hombro. Pasará lo que pasara, Gabi necesitaba la calidez de un abrazo. Y yo también necesitaba ese abrazo suyo, llevaba mucho tiempo sin verle y eso me había afectado para mal. Debía de notarse, pero él no lo dijo.

-Te he echado de menos, Gabi- susurré.

-Y-y yo a-a ti- decía entre sollozos.

Tras ese abrazo, le cogí de la mano y le llevé hacia mi casa. Sabía que no era eso lo que me había pedido, pero sí era lo que yo necesitaba. Él no rechistaba, y poco a poco, un rubor sustituyó a sus lagrimas y empezó a sonreír. Me apretó la mano y, en vez de ir unos pasos detrás mía, se colocó a mi lado.

-Siento no haberte recibido como debía pero...- dejó la frase inacabada- Sabía que volverías y tenía muchas ganas de verte. He estado un tanto triste, Riccardo, y aunque no quería que eso me afectara...

-Te quiero, Gabi- susurré.

Para mí sorpresa, puso la misma cara que ponía cuando estaba concentrado, cuando me escuchaba tocar el piano. El corazón empezó a latirme demasiado rápido ante la ausencia de una respuesta, de una palabra, de... De algo. Me sentía perdido hasta que dijo algo que no escuché.

-¿Qué?- dije volviéndome hacia él, delante de la puerta de mi casa.

-Que no he olvidado ese beso- se secó la última lágrima y pasó la mano por mi pelo-. Ahora, necesito escucharte tocar, de verás.

-Vale, llorica- bromeé.

Lo que no sabía es que tenía razones más que de sobra para llorar. Pero, de nuevo, no nos adelantemos. Era demasiado inconsciente, y él demasiado fuerte, como siempre. Yo no era capaz de darme cuenta de nada por culpa de mi estupidez, de mi terquedad. Pero, en aquel entonces, prefería pensar eso, que lo que había dicho era cierto. ¿Qué otra cosa podría preocuparle sino lo que me había dicho? Después de todo, yo también quería llorar en muchas ocasiones al pensar que estaba lejos. Pero bueno, eso no era problema, ahora estábamos juntos, había muchas cosas que hablar, y teníamos bastante tiempo por delante.

***
Buenooo ¿qué tal? Reencuentro wiiii ヾ(ゝω・) otra vez juntitos. Bueno, ahora va la pregunta ¿os está gustando?

Marie~

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