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Capítulo 38

La madre de Gabriel no hizo amago de detenerme cuando vio la caja, sino que me sonrió. Puede que supiera que la caja era para mí, no lo sé. Pero una vez en mi habitación, volví a derrumbarme. Había hecho el esfuerzo de ponerme a tocar en el piano, pero cuando puse los dedos en los acordes, los recuerdos me invadieron y no pude seguir.

Por la mañana, me levanté después de estar toda la noche medio llorando medio rendido por el sueño. Tuve que hacer el gran esfuerzo de caminar hacia el Raimon sin pensar demasiado, y seguí mi camino hasta el interior del edificio principal para dirigirme a un entrenamiento del que no me creía capaz de hacer. Sentía las miradas y los susurros de los chicos y chicas que ya habían llegado al instituto, pero no me afectaban en absoluto.
Al traspasar las puertas del edificio del fútbol, sentí el aura de tristeza que invadía el lugar. Había llegado tarde, y no llegaba a escuchar a los chicos entrenando al otro lado de las puertas que daban al campo interior.

Entré en los vestuarios y al llegar a mi taquilla, observé la que seguía siendo de Gabriel, aunque nadie tenía la combinación. Salvo yo. Sin embargo, quería llegar de una pieza al entrenamiento, y no me vendría nada bien mirar en su taquilla. Observé su camiseta y la apreté con fuerza. Quería que fuera yo quien la usase... mas no estaba seguro de ser lo suficientemente fuerte como para hacerlo. Sin embargo, la deslicé por mis brazos y absorbí su olor.

Entré en el campo interior y observé a los chicos, todos con la mirada baja, pero aún así manejando el balón, haciendo lo que tenían que hacer en un entrenamiento. Todos se quedaron inmóviles al verme entrar.

-Venga chicos- dijo el entrenador al observar que el causante era yo. Me miró con una sonrisa de disculpa y yo asentí e intenté no irme de nuevo a causa de los recuerdos.

Arion y Víctor fueron los primeros en acercarse sin hacer caso al entrenador, sin embargo el primero en hablar no fue ninguno de ellos.

-Me alegro de que te reincorpores al grupo, Riccardo- el entrenador me puso una mano en el hombro y yo asentí sin decir palabra-. Sólo hazlo si puedes.

Asentí y luego miré a los chicos.

-Riccardo...- susurró el capitán- Hemos ido a verte, pero...

-Lo siento, chicos, yo...- se me saltaron las lágrimas y me llevé una mano al escudo del uniforme de Gabi.

-No tienes por qué disculparte- dijo Víctor.

Arion se puso a llorar y abrazó a Víctor. Eso hizo que me dolieran todas las partes del cuerpo. Casi sentí que ese abrazo era de Gabi, lo recordaba como si me lo estuviese dando a mí.

-Chicos...- pronto vi como todos se acercaban conforme yo empezaba a hablar- Gabriel me dejó una carta... Y...- cerré los ojos con fuerza- Ahí me decía que os pidiera disculpas. Ocultamos lo que sabíamos y...

-Riccardo- dijo esta vez Sol-, no pidas disculpas. Ahora mismo no debes preocuparte por nadie salvo por ti.

-Nosotros, estamos aquí- intervino Víctor con un asentimiento.

-Y para cualquier cosa- siguió diciendo Aitor.

Todos asintieron y yo me sequé las lágrimas. No fui capaz de entrenar, pero mis compañeros me mostraron que eran fuertes, que por eso podían ser un apoyo. Yo no quería apoyo ninguno, pero eso me hacía sentir muy egoísta, por eso, intentaba aceptarlo.

***

Unos días después, conseguí empezar a entrenar, conseguí jugar al fútbol con mis compañeros. Seguía sin ser yo mismo. Las clases eran muy distintas, me dolía mirar el pupitre vacío a mi lado, el cual no era ocupado por nadie. No conseguía olvidar que el uniforme del equipo que llevaba era el de Gabi. Y no podía sentarme al piano sin pensar en él, mis manos temblaban cuando iba a tocar, me era muy difícil pensar en una partitura... Y al final abandonaba. Me releí durante varios días la carta, una vez tras otra, sin descanso, y luego seguía llorando. Por las noches, me dormía con los cascos y la música de su reproductor en mis oídos, la música conseguía ahogar mis sollozos.

Una semana después, fui capaz de ver el álbum de fotos mencionado en la carta, pero no era capaz de abrir su diario. En el álbum había fotos de todo tipo. Fotos que nos habíamos hecho en los sitios a los que habíamos viajado, otras, fotos de cuando éramos pequeños, y fotos de ambos mientras yo estaba dormido. Estaban en desorden, y me gustaba. Pero, maldita sea, me estaba volviendo loco, seguía esperando verle traspasar la puerta de mi habitación. Pero los días pasaban y no volvía. Me faltaba una parte de mí demasiado grande, no me dejaba dormir, no me dejaba respirar sin que sintiera dolor en el pecho, no podía hacer nada que no implicase dolor. Pero... para ser sincero, me alegraba de que el dolor estuviera ahí, porque aunque no cesara, significaba que sentía la pérdida, que necesitaba a Gabriel en mi vida.

Dos semanas después de su muerte, aún no era capaz de pulsar una sola tecla del piano. Mi casa era silenciosa, solitaria. Y sin la presencia de Gabriel, vacía. Igual que mi cuerpo.
El sábado, no sabía exactamente qué día del mes era, pero faltaba un mes y poco más para la graduación. Ese día me dirigí al cementerio con su diario y una rosa. No había podido leerlo a pesar de que en su carta ponía que era para mí. Y yo necesitaba ver en el lugar en el que ahora estaba su cuerpo sin vida. Me dolía tanto, tanto pensar en eso... Pero era el único lugar que tenía.

Busqué, perdido entre tantas lápidas de color gris, hasta que lo vi. «Gabriel Garcia». Ay, Dios, el dolor que sentí en ese momento no tiene palabras. Estaba allí, pero a la vez no estaba.

Me arrodillé y solté la rosa a la vez que varias lágrimas.

-Necesito que vuelvas- susurré, hablando solo. Pero luego lo pensé. ¿De verdad hablaba sólo? Gabriel dijo que estaría a mi lado, y en ese momento, en el momento en el que el viento me movió el pelo, pareció contestarme-. Gabi, me siento muy sólo. Sé que dijiste que estarías conmigo, pero no es lo mismo, no lo es...- empecé a llorar apretando el diario en las manos- Los chicos intentan ayudarme, pero ellos también están sufriendo. No puedo hacer nada por nadie porque estoy demasiado solo, me duele tanto el tenerte lejos que todo lo demás carece de importancia. ¿Qué es una vida sin ti? ¿Y por qué tengo que hablarte en este lugar tan triste? A veces, deseo desaparecer. Y lo siento, de verdad, no estoy cumpliendo mi promesa, Gabriel. No sé quien soy, necesito recordarlo. Ya no sé si puedo tocar el piano, no sé si puedo invocar a Magíster sin recordar que ya no puede fusionarse con Brunilda- sollocé y me agarré el torso con ambas manos-. Sin ti soy un completo inútil.

La brisa hizo que los árboles movieran sus hojas, la hierba se removió y la rosa dejó caer uno de sus pétalos.

-No sé si podré volver a ser algún día el que conociste, pero, por ahora, debo cumplir las promesas. Debo seguir tocando el piano para ti- pasé las manos por las letras de su nombre-, debo escuchar tú música, debo hacerte feliz. Porque- hice un esfuerzo por recordar aquellas palabras-, porque la eternidad existe mientras sigamos juntos, no importa cómo.

***
Really, gracias a todos por permanecer ahí y leer, por votar y por comentarme. Nos vemos pronto ^^

Marie~

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