Me giré sobre mí mismo y cerré los ojos con fuerza. Vi mi habitación. Mi sosa y aburrida habitación. Cerré los ojos recordando miles de los momentos que había pasado allí con Gabriel.

***

-No, no, te equivocas- dijo seguro de sí mismo mientras comparaba la solución de las fracciones algebraicas con las mías.

-Sé que no me equivoco.

-Que no, a ver, ¿te gustan acaso las mates? ¿Por qué no me haces caso? La equis al cubo se va en la segunda parte del ejercicio- me mostró lo evidente.

Pero yo me seguía negando.

-Que no, no es así.

-¡Sólo intento ayudarte y mira lo que recibo!- intentó parecer ofendido, y aunque estaba en broma, se fue y se sentó mirando hacia la pared en la cama.

Suspiré y me levanté. Me acerqué a su lado y le hice cosquillas en la espalda, en "su punto débil" digamos.

-No quiero tus cosquillas- intentó apartarse entre risas y caímos juntos sobre la cama-. Quiero que te disculpes por discutir ante lo que es evidente.

-Ni hablar- susurré-. Así es más divertido.

-Pues entonces, si no es mucho pedir, me gustaría que me besaras- sonrió de medio lado.

No había terminando de decir toda la frase cundo mis labios estaban sobre los suyos...

***

Me dolió el pecho, me llevé una mano a la cabeza y me tiré un poco del pelo mientras pensaba. Necesitaba saber qué era lo que significaba esa llave. Necesitaba que recordarle no fuera tan doloroso. Al fin y al cabo, lo que él quería era que todos esos momentos felices los recordase igual de felizmente. Aunque en esos momentos me costaba creer que pudiera hacerlo sin derrumbarme por la pérdida.

Salí de la habitación. La casa se veía oscura, las escaleras, demasiado largas y pesadas, el silencio sonaba demasiado alto. Necesitaba salir de allí, ya no por lo que habían dicho Suzette y mi madre. Sino porque ahora necesitaba otra cosa. Saber que estaría sin Gabriel me hacía querer cerrar los ojos en esos momentos y no volver a abrirlos. Ya nada tenía sentido. Y que nadie me viniera con el rollo de... «La vida sigue» Mi vida era Gabriel. Le echaba mucho de menos, me había derrumbado.

-¿Va a salir, señorito Di Rigo?- preguntó Anne, otra empleada de la casa.

-Sí- dije sin volverme mientras abría la puerta-. Pero, no se lo digas a nadie, Anne. Si preguntan, dile a los demás que sigo en mi habitación y que no quiero que me molesten.

-Como desee, señorito Di Rigo.

Yo si hubiera sido ella no me hubiera hecho caso. Acababa de perder mi novio, estaba aturdido y no podía pensar con claridad, me había pasado una semana en mi habitación... ¿Y me dejaba salir de casa después de que le dijera que no le hablara a nadie sobre que me había ido? Yo no me hubiera fiado, solo eso, aunque yo mismo no fuera a hacer ninguna locura, al menos no tenía nada planeado.

Caminé hacia la casa de Gabriel sin mirar el camino. Me lo sabía de memoria, tan solo tenía que seguir los pasos que había recorrido cientos de veces.

Llamé a la puerta e inspiré con fuerza preparándome para no derrumbarme.

-Riccardo- dijo la señora Garcia mientras me abrazaba.

No dije nada, noté como empezó a llorar, y no la culpé de nada. Todos los que amábamos a Gabriel sentíamos el gran dolor de haberle perdido, aunque para mí era difícil creer la verdad, que se había ido.

-¿Vienes a por algo, o...?

-Nada en particular- susurré una vez se puso derecha-. Solo quería...

-Sube- asintió y me dejó pasar.

Una vez llegué arriba, vacilé delante la puerta de su habitación. Me temblaba la mano sobre el pomo y no sabía si sería capaz de entrar.

La puerta se abrió y volvió a cerrase una vez estuve dentro. Abrí los ojos y observé la habitación. Sonreí con tristeza y me acerqué a la cama. Pasé una mano por las sábanas y el olor a nubes y cerezas de la habitación se hizo más intenso.

Las lágrimas volvieron a hacer que mi vista fuera borrosa. Me levanté después de unos instantes y giré mirando la habitación. Desordenada, con el toque justo de sencillez, justo como a Gabi le gustaba que estuviese.

Me fui al armario y al abrirlo, volví a aspirar su olor, impregnado en toda la ropa. En la derecha, tenía pegada muchas fotos nuestras. Pasé una mano por encima de ellas y cerré los ojos como si pudiera transportarme a los lugares en los que nos hicimos aquellas fotos.

-Maldita sea- susurré con rabia mientras me llevaba una mano al pecho.

No sería capaz de soportarlo. O eso me decía. Pero la llave seguía colgada de mi cuello, y aún no sabía qué era lo que abría.

Miré el escritorio mientras cerraba y vi algo que me extrañó. Una parte demasiado desordenada, y otra muy recogida. Había algo que no encajaba allí. Los lápices parecían formar... ¿Una flecha señalando el armario? No lo entendí. Así que miré de nuevo las fotos y luego, abrí la puerta de la izquierda hacia donde señalaban los lápices.

Había una caja, una caja grande de color celeste. Me agaché y me tomé unos instantes mientras intentaba asimilar lo que ponía en la tapa: «Mon Amour». Deslicé los dedos por aquellas palabras con la letra de Gabi. No sabía si sería capaz de abrir la caja allí mismo. Me sentía tan débil, tan inseguro, tan... Irremediablemente estúpido. ¿Qué hacía yo aún en ese mundo? De verdad que deseaba haber desaparecido. ¿Eso hubiera sido huir del dolor? Eso fue lo que pregunté cuando me levanté y cogí la caja en brazos. Quizás eso hubiera decepcionado a Gabi, siempre le había dolido que me replanteara abandonar algo cuando no podía con ello. De él aprendí a no rendirme. Sin embargo, aquello era tan distinto...

Me senté en la cama y puse la caja a mi derecha. Lo primero que pude ver fue un sobre blanco que rezaba: «Para Riccardo». Lo cogí con las manos temblorosas y abrí el sobre sin romperlo. Las lágrimas siguieron resbalando por mi rostro mientras abrazaba la carta en mis brazos.

***
Sé que el capítulo es cortito para la necesidad de nuestros hearts, lectores, pero ya todo está cobrando un poco más de sentido... ¿Os imagináis qué hay en la caja?

Marie~