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Capítulo 35: Parte 2

Es importante queridos lectores, me gustaría que tras leer este cap, escuchen el multimedia (si no carga, es Ice Dance a piano), no antes, después. Os adentrará en el cap más de lo que creéis. Sin más, continúen con la lectura que, una vez más, espero que os guste.

***
Tic tac... Tic Tac... Las agujas se me clavaban en las sienes mientras luchaba por mantenerme sereno y no romper a llorar. Gabriel deseaba algo muy simple, y es que pasara sus últimos momentos felizmente a su lado. Quería que ese momento no fuera triste, porque sería el último día que ambos recordaríamos juntos.

-Riccardo- me apretó la mano y yo me acerqué aún más a su lado en la silla si es que se podía-. No me cansaría de decirte cuanto te quiero.

-Yo no me cansaría de escucharlo. Querría oírlo cada día a cada minuto- dije sonriendo tristemente.

Hizo amago de reír pero se estremeció al intentarlo. Su pelo ahora era corto, como nunca lo había visto. Estaba distinto, y era como siempre, era mi Gabi. Me desconcertaba verle así, aunque no tanto como verle en ese lugar.

-¿Te preguntas por qué me he cortado el pelo, verdad?- preguntó mientras me miraba adivinando lo que pensaba.

-S-sí.

-Solo tienes que ser paciente, mon amour.

Sonreí y me aferré a ambas manos mientras pensaba. No quería pensar demasiado. Porque, aunque Gabi no quería que lo pasara mal, no podía evitar pensar en que era inminente que se fuera, que podría ser en cualquier momento, que no sabía si podría cumplir su promesa. Y aún, para mi tormento, no había descubierto el color del viento.

-Lo siento, Gabi, no he podido hacerlo- dije con la voz rota-. No he descubierto aún tu deseo.

-¿Mi deseo?- rió y luego estalló a toses- No tenía más deseos que ser feliz a tu lado el resto de mis días. No importa lo demás.

-Pero... Aún no sé cual es el color del viento.

-El color del viento...- murmuró- Puede que no tenga color. Pero- susurró mirando al cielorraso-, tengo una teoría. Quizás lo descubra cuando me convierta en el viento.

-¿Convertirte en el viento?- pregunté con otra sonrisa.

-Ajá- asintió-. Si me convierto en el viento, quizás pueda descubrirlo. Verás- empezó a explicar con una media sonrisa y los ojos cerrados-, no sé qué es lo que pasará, pero estoy seguro de algo. Si me convierto en el viento... Quiero ser una brisa, una brisa en la cual tu música viaje y llene los oídos de otras personas. Una brisa que te haga sentir bien y alivie tus tristezas, la brisa que te despeine el pelo como tanto me gusta. La eternidad existe mientras siga a tu lado, no importa de qué forma.

-¿Seguirás ahí?- casi rompí a llorar cuando pronuncié esas palabras- ¿Para siempre?

-Te prometo que seré tu viento si es eso lo que me toca. No sabrás si soy yo, pero yo sí lo sabré, y estaré encantado de estar a tu lado y seré feliz cuando tú lo seas, cuando me recuerdes. Te abrazaré con el viento cuando estés triste, y secaré tus lágrimas.

En el momento en el que él bajó la vista abriendo sus ojos azules, yo dejé escapar dos lágrimas de los míos. Me las secó con el dedo y me miró consternado.

-Quizá no debería decirte esas cosas- susurró intentando reír.

-No, sólo es que...

-Gabriel- dijo una enfermera entrando en la habitación-, ¿cómo te encuentras?

-Fenomenal- sonrió de color rosa. Siempre decía lo mismo, aunque todos sabíamos que no era cierto-. Aún quiero hablar un rato más.

-Todo lo que quieras tesoro, pero si crees que...

-Os aviso, de verdad que lo haré- prometió con una gran sonrisa.

-Bien, cielo, como quieras.

Nos quedamos de nuevo solos y escuché el sonido de sus latidos en el aparato. Un latido por cada tic y otro por cada tac del reloj de la pared, en sintonía, como una melodía.

-Gracias.

-¿Por qué?- desconcertado le miré a la espera de que contestase.

-Son tantas cosas- dijo con los ojos a punto de desbordarse-. Gracias por quererme tanto, por hacer todo lo que has hecho por mí durante todo este tiempo, por cuidarme cuando he estado enfermo, por seguir a mi lado a pesar de que sabíamos que esto ocurriría.

-Gracias a ti por darme los mejores momentos de mí vida, yo no merezco ningún gracias- susurré.

-Sí... que las mereces- dijo con la voz entrecortada-. Quiero hacer algo...

-Lo que quieras.

Hizo el esfuerzo de sentarse un poco más y le ayudé a que lo hiciera. Cuando lo hizo miró varias veces a su alrededor hasta que captó lo que quería. Cogió los cascos y cerró los ojos con fuerza.

-Quiero que escuches mi canción favorita. Tiene que ser ya, cuando yo te avise...

-Gabi...

-Por favor, pérdoname- susurró con una mano apretando las sábanas y con la otra apretando el botón rojo.

Su corazón empezó a latir muy fuerte. Estaba aturdido, no escuchaba del todo bien, todo era muy extraño. La enfermera llegó y Gabriel asintió mientras le preguntaba algo que no entendí. Me cogió de la mano con mucha fuerza y me atrajo hacia él.

-Quédate conmigo- me dijo en voz baja-. Necesito dormir.

-¿Dormir...?

La enfermera volvió a salir de allí y fue cuando vi el pequeño tubo intravenoso que ahora llevaba algún líquido para dormir a Gabi. Significaba eso que...

-No- dije en voz alta-. Por favor, no lo hagas.

-Quédate conmigo- tiró de mí sin fuerzas y me quedé con la mitad del cuerpo sobre el suyo, nos separábamos por centímetros, nuestras manos seguían unidas.

Con la mano libre me puso los cascos en la cabeza y yo le ayudé a ajústarmelos.

-No me moveré de tu lado- murmuré.

Empezó a sonar Ice Dance, su canción favorita a piano, le gustaba desde pequeño y fue él quien me dijo como dominarla. Tenía que sentirla, verla con el corazón. Me atrajo con una mano y sostuvo con fuerza la camisa. Nuestros labios se unieron lentamente. Sentía su insistencia, como deseaba que no parase. Sus labios ardían contra los míos, la música resonaba en mis oídos. Y en unos instantes eternos, vi como se separaba de mí, como sus labios se quedaban quietos y sonreía.

Me quité los cascos y observó como me los ponía al cuello. La mano que agarraba mi camisa disminuía la presión lentamente, igual que la que sujetaba mi mano.

-Ven, acércate- me recosté sobre él, escuchando sus latidos-. Te quiero, Riccardo.

Hizo su gesto como siempre que me besaba, y con una mano, descendió por mi pelo.

-Y yo a ti- no vi como cerraba los ojos, sino que me quedé escuchando sus latidos mientras él caía en la inconsciencia del sueño-. Te quiero, mon amour.

Dejé que una lágrima resbalara por mi mejilla y llegara al oído. Escuchaba sus insistentes latidos. Solté una exhalación cuando se volvieron más y más lentos. Esa era mi canción favorita, sus latidos, necesitaba que siguieran ahí. Pero... lentamente se iban apagando, hasta que cesaron por completo. Hasta que el último de ellos resonó en su pecho. Me quedé ahí unos instantes, entre sollozos. Fue ahí cuando no pude evitarlo, cuando caí por completo.

Pasé ambos brazos por debajo suya mientras escondía mi rostro en su cuello. Un brazo le alzaba por el cuello, y el otro por la espalda. Le estreché con fuerza, sin querer imaginar que su vida se había apagado. Sus brazos no me devolvían el fuerte abrazo que le daba, sino que estaban a los lados, lacios. Sollocé varias veces y le apreté más fuerte contra mí. No quería que esa fuera la última vez que estuviera entre mis brazos.

Me tomé mi tiempo para mirarle de cerca. Para ver el color de su pelo a la luz del atardecer por última vez, para absorber el olor a nubes y cerezas que persistía en su persona, para darle un adiós silencioso. Observé con en mitad de mi trance como el color rosado de sus mejillas empezaba a desvanecerse... No dije palabra alguna cuando abrí la puerta de la habitación. No recuerdo exactamente qué fue lo que ocurrió cuando todo el mundo se acercó a preguntarme qué ocurría. No sé como llegué al suelo, ni como me recogieron. Es lo que tienen las cosas impactantes, te dejan sin sentido, te aturden. Escuchaba sollozos a mi alrededor, de mujer, de chicos,... Yo por primera vez no podía llorar. Me sentía tan solo, que creí no ser capaz de volver a hablar, de hacer nada, ni siquiera de llorar.

El azul se había apagado hasta volverse negro, ya no todo era azul, ya no había azul en mi vida, todo rescoldo de ese color sólo persistía en mis recuerdos. Empezó mi duelo.

***
Dios, recuerdo cuanto sufrí mientras lo escribía :'v Que sí, que yo también soy un ser con sentimientos, que también lloro por Gabi :'(

Pronto el siguiente cap, gracias a todos por leer;

Marie~

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