Capítulo 33
Víctor no respondió al instante. Me mirada consternado, sabía que algo grave ocurría y no le culpaba por estar preocupado, es más, si lo estaba, significaba que lo que "nos" ocurriese, le preocupaba de verdad. No me serviría mentirle más que para convertirme en un mentiroso, y odiaba serlo. No quería que se enfadase por saber que mentía. Confiaba en que Víctor, no se lo contase a nadie.
-Riccardo- dijo para que le mirase mientras se sentaba en una de las sillas al fondo del pasillo. Esas sillas eran las mismas en las que ahora hacía una semana, Gabi me confesó que estaba enfermo-. Cuando... Cuando me dijeron que Vlad no podría volver a andar tan solo pensaba en algo. En la culpabilidad. Ya sabes por qué... Tuve que unirme al Sector Quinto, soportar los entrenamientos del santuario. Pero ¿sabes?- preguntó con una media sonrisa- El emperador me habló a solas antes de que pudiera unirme, me preguntó qué era lo que más deseaba en el mundo.
»Le conté sobre Vlad, y sobre nuestro accidente. Por aquel entonces yo desconocía que era Axel Blaze, él sólo decía que yo era especial, que se identificaba a él mismo conmigo. Me habló de su hermana, Julia, la cual también había estado en el hospital. Me dijo que también se sintió culpable y que sentirse así es horrible, sobre todo, si ese sentimiento te lo guardas para ti solo. Puede... Que no sea el caso, pero sea lo que sea, debes saber que estamos ahí para ayudar.
Lo que decía era cierto. Y, curiosamente, se relacionaba con lo que decía Mark Evans, el entrenador. Decía que no debía recorrer ese camino solo, y comenzaba a creer que era lo mejor. Incluso el frío y solitario Víctor me había confiando sus dolorosos recuerdos de su época como Imperial para ayudar a Vlad con la operación que necesitaba.
-Víctor..., Gabi...
-¿Le ocurre algo?- preguntó mirándome.
Aparté de nuevo la vista y cerré los ojos. No quería pronunciar esas palabras, no quería que nadie las escuchase porque aún deseaba que no fuera verdad. Pero lo era. Y mientras agachaba la cabeza, mis labios temblaban. Apreté los dedos que aún me dolían desde hacía una semana, vendados ya sólo por los nudillos. Intenté que mi voz saliera... Y no fui consciente de lo que dije hasta que lo hice.
-Gabi se va- susurré.
-¿Se va...?
-Se va a morir- levanté la vista con el rostro demacrado en lágrimas-. Y-y y-yo no puedo hacer nada...
-Riccardo, ¿dónde está Gabi?
Fruncí el ceño y preferí responder antes de preguntar por qué decía eso.
-Con Sol, en su habitación.
-Riccardo... ¿Dónde está Gabi?- preguntó de nuevo.
-No... No te entiendo- susurré.
-Piensa en ello- asentí y me alejé de allí para comprarle el refresco que le había prometido a Gabi.
Iba de nuevo ensimismado, y cuando llegué a la máquina de refrescos, no reaccioné al verle allí.
-Menos mal que sigues bien- dijo Gabi en tono teatral mientras se acercaba a mi con el refresco en la mano.
-S-si- tartamudeé.
-Bueno... Sol tenía que irse a unas pruebas... Así que- se acercó a mí para susurrarme a oído-, creo que es hora de que veas mi sorpresa.
Eso fue suficiente para hacerme sonreír. Su sorpresa... Me quise olvidar por completo de lo que había hablado con Víctor, como si solo hubiera sido en una realidad paralela en la que tenía miedo a lo que pudiera ocurrir. Cerré los ojos y cogí su mano con fuerza mientras se separaba de mí. Su olor a nubes y cerezas era tan intenso y sutil como siempre, todo a la vez.
-Bien vamos, quiero ver que es lo que me tienes preparado.
Asintió feliz al ver mi entusiasmo, y ambos salimos del hospital cogidos de la mano.
***
-Te dije que tendrías que esperar para ver tu regalo, ¿verdad?
-Sí- asentí mientras me sentaba en su cama.
-Bien, pues creo...
-Espera, espera ¿esa es la sorpresa?
-Ni hablar- dijo con una mueca-. La sorpresa va después de eso, mon amour. Paciencia.
¿Más? Quise preguntarle. Observé como abría su armario y de ahí sacaba una cadena de plata. Se acercó y me la colocó alrededor del cuello.
-No es mucho, es más, solo es una parte.
-¿Más regalos? No, Gabi...
-No, este no es el regalo, al menos no todo el regalo. Esta cadena- se sentó sobre mis rodillas y sujetó la cadena delante de mí. Distinguí una llave pequeña al final y me pregunté para qué servía-, no... Esta llave, es para ti. Con ella te confío lo que a más nadie le puedo confiar.
-No entiendo- me apoyé en él y escuché su corazón, latiendo con una fuerza que me hacía sonreír.
-No lo hagas- susurró-. No espero que lo entiendas por ahora. Sólo quiero que confíes en la llave, y que la guardes- puso una mano sobre mi pelo mientras depositaba un beso delicadamente en la cabeza-. Lo entenderás en su momento.
Sonreí y asentí. No sabía a qué momento se refería, ni cuando podría llegar.
-Espero que me perdones, pero... He añadido varias canciones al reproductor- se levantó y se colocó los cascos al cuello.
-No te tengo que perdonar, el reproductor es tuyo. Puedes hacer lo que quieras.
-Y... Quería que escuchases esta- siguió diciendo como si nada.
Colocó los cascos en mis orejas y observé como todo a mi alrededor se quedaba en silencio y la música me empezaba a atrapar. Creo... que fue en ese momento cuando me di cuenta de algo muy importante. La expresión que Gabi ponía al escuchar música significaba mucho más de lo que yo había podido ver durante todos esos años. Sin embargo, en ese momento... ¿Sabéis qué fue lo que escuché? El azul. Lo veía, lo sentía, me atrapó por completo. Gabi me besaba, la música me aturdía, su olor... ¿Qué era lo que estaba ocurriendo en esos momentos?
Entonces fue cuando lo escuché: Mon Amour...
No venía de los labios de Gabriel, desde luego no escuchaba nada que no fuera la música. Venía de la canción, la cantante francesa cuya canción no entendía del todo, decía mon amour en el estribillo. Ese mon amour me recordó tantas cosas... Tantos momentos y todas aquellas veces en las que Gabriel lo había pronunciado. Supe en ese instante algo, no podía haber persona en la Tierra más afortunada que yo en esos momentos, momentos que perdurarían por un tiempo eterno, en un reloj en el que el tiempo pasaba a ciegas. Esperaba escuchar ese tic tac eternamente.
***
Marie~
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