Capítulo 32
-Durante la guerra de los cien años, Juana de Arco...
Desconecté al instante. La guerra de los cien años, ya sabía suficiente como para sacar matrícula de honor en ese tema... Y seguro que Gabi también, aunque odiase la clase de historia.
Un trozo de papel escrito cayó en mi mesa.
»Me aburro...«
Reconocí la letra de Gabriel y me reí. Si contestaba esa nota significaría que me estaba volviendo irresponsable, si no la contestaba... Bueno, no quería que se disgustarse porque no le hubiera contestado en mitad de una clase de historia que ambos sabíamos de memoria. Así que cogí el lápiz, por si tenía que borrarlo, y escribí:
»Yo también«
»¿Ah si? No me sorprende...« escribió tras un minuto, después de que el propfesor se volviera a la pizarra. »¿Cómo vamos a llamar a la fusión de nuestros espíritus?«
»No llegaron a fusionarse del todo ¿no?«
»Bueno... Pues cuando lo consigamos...« vi como ponía los ojos en blanco mientras lo escribía.
Cogí de nuevo la nota y escribí: »¿Qué tienes planeado hacer hoy?«
»¿A parte de estar contigo?« preguntaba.
»Y a parte de hacer los deberes« recalqué.
»Sí... Y a parte de hacer lo deberes. Tenía planeado... Planear algo«
Alcé una ceja y le miré cuando lo leí. Tenía planeado planear algo.
»¿Y qué es?«
»Ya está, creo que se me ocurre algo, lo perfeccionaré mientras hacemos los deberes«
-¿Pasa algo ahí atrás, Di Rigo, García?- preguntó el profesor de historia.
-Eh, no- me crucé de brazos mientras me llevaba la nota bajo los brazos sin que la viera. Desde luego, era un irresponsable, y... le estaba mintiendo al profesor.
***
Empezaron a pasar algunos días. No sabía qué era lo que tenía planeado, pero desde luego, no quería decírmelo. Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes... Y seguía sin hablar... Decía que quería dar una sorpresa.
A ver, no es que no me gustasen las sorpresas, pero me impacientaban. Soy una persona muy impaciente en algunos sentidos, en otros, sé esperar. El caso es que sé y sabía aparentar que no era impaciente.
-¿Y para cuándo era?- pregunté de camino al entrenamiento por la tarde.
-¿La sorpresa?- se rió y me echó un brazo por los hombros- Sé paciente.
-Soy paciente... pero tú te haces de rogar- dije quitándome la ropa ya dentro de los vestuarios.
-Sí... Sobre todo paciente ¿verdad? Por eso es que llevas desde el lunes preguntando- dijo poniendo los ojos en blanco.
-¿Qué hay chicos?- Aitor soltó una risa al vernos discutir.
-Nada- dijimos al unísono.
Al final... No tuve más remedio que callarme y esperar. Seguir esperando. Había algo que me desconcertaba de todo aquello. En esa semana, desde que sabía sobre la enfermedad de Gabriel, me habían ocurrido muchas cosas. Ahora todo estaba claro, sabía la razón por la cual estaba preocupado y eso era un alivio, un alivio que sólo era tapado por esa copa de ansiedad que me cubría cuando estaba solo. Mientras tanto, cuando estaba a mi lado, puedo decir que era el más feliz del mundo. Cada segundo era un tesoro. Admiraba de cerca y de lejos todos los detalles de su faceta exterior e interior. Su forma de hablar, de mover las manos, de pestañear, de morderse el labio, de sacar la lengua, de reír... Eran tantas cosas... Todas me fascinaban. Sus ojos, clavados en mí o en cualquier otra cosa eran tan fascinantes, de verdad, me hipnotizaban. Todo en él era perfecto, o a mí me lo parecían. Necesitaba todo de él. Mi alma estaba dividida, y una mitad, estando en mi interior, necesitaba a la otra mitad en el interior de Gabriel para ser feliz.
Estaba muy pendiente de él. En esos pocos días aprendí qué era para él normal desde que estaba enfermo. Se mareaba frecuentemente, y estaba débil desde la invocación de Brunilda. Pero estaba a mi lado, y yo estaba ahí para ponerle un paño en la frente o sujetarle hasta que cesaban los mareos, y posteriormente, él estaba ahí para cesar mi preocupación.
-Bien- dijo mientras salíamos del instituto-. Tenemos que hacer algunas cosas antes de nada.
-¿Antes de qué?- pregunté.
-Antes de la sorpresa- puso los ojos en blanco como si fuera evidente.
-Ah, ¿y qué son esas cosas?
-Bueno, estaría bien que fuésemos a visitar a Sol, ayer me enteré de que era su cumpleaños.
-¿Cómo?
-Internet- dijo moviendo las manos como si fuera magia-. En internet está todo, sí, hasta la fecha de cumpleaños de nuestro amigo Sol. Es bastante famoso por el instituto Universal, por haber sido nuestro rival en el Camino Imperial, y porque estaba en contacto con Axel Blaze.
-Pues sí que estás informado- me reí y le cogí de la mano.
Ambos nos dirigimos al hospital, no sin antes pasar por casa de Gabi para recoger el regalo. La verdad es que no sabía que se lo había comprado, quizás estuviera algo distraído. Pero, que yo recordase, no había visto ese regalo.
Dentro del hospital, nos dirigimos a la habitación de Sol, pero éste nos sorprendió colándose en medio de los dos y colocando ambos brazos sobre nuestros hombros.
-¿Qué hay chicos?
-¡Sol!- dije sorprendido.
-¡Felicidades!- exclamó Gabi.
-¿Cómo sabíais que era mi cumpleaños?
-Internet- esta vez el que respondí fui yo, pero mi intento de imitar el gesto de Gabi fue penoso.
Estuvimos un rato hablando en su habitación, nos estuvo contando cosas sobre sus "magníficos" cumpleaños en el hospital. Me dio pena que dijese que aún no había celebrado ninguno fuera, que siempre que llegaba la fecha de su cumpleaños, algo se complicaba y le obligaba a quedarse en el hospital. Gabi le entregó el regalo que compraría de última hora, y después me miró.
-Riccardo, voy a ir abajo un momento a comprarme un refresco o algo, tengo la garganta seca.
-No, ya voy yo- dije levantándome primero-. Vuelvo pronto.
Salí de la habitación ensimismado, pensando en varias cosas a la vez. No me gustaban los hospitales, me dolía la cabeza, estaba impaciente por la sorpresa, y no me decidía a qué refresco comprarle a Gabriel porque tenía dos favoritos en su lista.
Iba tan distraído, que no me di cuenta de qué choqué con alguien hasta que alcé la vista desde el suelo.
-¿Victor? ¿Vladimir?- pregunte mientras aceptaba la mano que me tendió el menor de los Blade- ¿Qué hacéis aquí?
-Tengo que ver al doctor para ver como está yendo la fisioterapia- me explicó Vlad con una sonrisa.
-De hecho- dijo su hermano con la voz que solo tenía para Vladimir-, creo que llegas tarde.
Cualquiera hubiera pensado que quería quedarse a solas conmigo cuando dijo eso. Y eso fue lo que pasó, Vlad nos hizo un gesto con la mano y fue a buscar al doctor.
-La pregunta- continuó Víctor como si no hubiera tenido interrupción alguna-, es qué haces tú aquí.
-Hemos venido a visitar a Sol por su cumpleaños- respondí sin dudar.
-Pero últimamente frecuentáis el hospital.
-¿Frecuentamos?- pregunté haciéndome el tonto.
-Gabi y tú.
-Víctor... ¿De verdad quieres saberlo?- agaché la mirada y escondí el rostro en el flequillo.
***
Marie~
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