Capítulo 26
Mis padres siempre me habían obligado a guardar las formas. Todo cambió cuando conocí a Gabriel, por supuesto. Me abrió las puertas hacia la revelación de mi propia vida, hacia el cambio, hacia lo que era justo para mí. Por eso, no solo le respetaba desde que le conocía, sino que apreciaba que me ayudase e hiciese eso por mí, que me hiciera darme cuenta de que debía ser quien yo quisiera.
En ese momento, había perdido el sentido. Por unos instantes, olvidé quien era. Se me olvidó qué había hecho ese día, cómo de estúpidos eran mis padres, que tenía una partitura a la mitad que había dejado antes de irme a Hokkaido. Todo. Solo existía dolor. No podía aceptar que la persona que más amaba en el mundo me estuviera diciendo que se iba, que se marchitaba, que a sus dieciséis años recién cumplidos, le quedaba muy poco de vida. No sabía qué tiempo hacía, si frío o calor. No sabía si habían mandado tarea, o por el contrario si el entrenamiento tenía algo de especial ese día. No me importaba siquiera si mi nombre era Riccardo, no me importaba nada. Solo quería despertar.
-Riccardo, si...- empezó a decir en cierto momento- Si no te lo he dicho hasta ahora...
-¿Me lo ibas a decir?- pregunté con el ceño fruncido y la mandíbula tensa.
-Sí, te juró que te lo iba a decir pero...
-Pero no lo hiciste.
Cerró los ojos con fuerza y me volvió a apretar la mano.
-Lo siento.
Esas palabras me hirieron. ¿Quién era yo para merecer una de sus disculpas? Él... Él se iba... ¿Y me pedía disculpas? Parpadeé varias veces para volver a la realidad. Lágrimas salieron de nuevo de mis ojos y quise darme de chocazos contra la pared.
-No... No, Gabriel, n-no lo sientas.
-Tranquilo- dijo al saber que lo habia llamado por su nombre completo por esa misma razón-. Riccardo- suspiró para decir lo que quería decir-, n-no quiero ser una carga para nadie. Te quiero mucho, no me imagino verte sufrir, no lo quiero ver...
-¿Y crees que alejándote de mí solucionarás algo?
-No quiero hacerte daño... Por eso te lo oculté. Cuando volviste, aún no estaba confirmado. Me había desmayado en uno de los entrenamientos, y al ir al hospital me hicieron pruebas. Me dijeron que era posible que estuviera enfermo, y muy grave. No me dieron la confirmación hasta el día que volviste- me apretó la mano y cerró los ojos con dolor-. Le dije a mi padre que si volvías te mintiera y te dijera que estaba en el hospital por mi madre. Me encontraste con Sol porque... fue él el primero en verme llorar por esto.
»Cuando se lo conté al entrenador, éste quiso sacarme del campo, pero le aseguré que estaba bien. ¿Mírame? Lo estoy, no me siento mal. Luego- empezó a decir en susurros-, debido al miedo que tenía decirte esto, vinieron las rachas de ansiedad que me hacían tener reacciones extrañas. Mareos, dolores de cabeza, vómitos, y... Un desmayo más. Fue ahí cuando lo supe, era cierto. El día que me fui de tu casa... Fue porque Suzette le había llevado el sobre a mi madre, y no pude ocultarle más tiempo que las pruebas eran positivas. Hoy me han estado haciendo más pruebas. Y tenía miedo a decirte esto, Riccardo. No quería que pensarás que solo soy un inútil y que ilusionarte en una relación que no duraría no sería bueno. Te amo y me dolía pensarlo.
-¿Tenías miedo a que no quisiera estar contigo por tu enfermedad?
Asintió con los ojos cerrados. Quise levatarme, de verdad que lo quise, y darme chocazos hasta sangrar y desmayarme. Que injusto ¿verdad? Ese era uno de esos momentos que cuando ves desde fuera te parte el alma, que no quieres imaginarte nunca esa situación, rezas porque todo sea tan fácil como siempre ha sido ¿cierto? Pues, si os dijese que fue justo lo que ocurrió ¿qué me diríais? Pues ese es nuestro fallo, pensar que nuestra vida siempre va a seguir igual, pero el siempre no existe. Si existiera un solo siempre en esta vida, elegiría a Gabriel. Podría soportar la extinción de todo -por muy surrealista que suene-, podría soportar la inexistencia de la realidad, soportaría mi propio final si eso significase que Gabi no perecería en cualquier momento. No podía soportar pensarlo ni un segundo más.
-Riccardo, si crees... Si... Es decir, aún...- alcé la mirada y me clavó sus ojos azules- Aún estás a tiempo.
-No quiero estar a tiempo de nada, quiero que me digas que no te vas. Quiero que me digas por favor que no es verdad. Quiero- me levanté empecé a andar delante suya-... ¡Quiero una explicación!
Alzó la vista y se levantó al ver que había empezado a hablar muy fuerte.
-No hay más explicaciones. Es muy simple. Las cosas suceden así ¿no? Si pudiéramos decidir el momento no serían tan tristes, inesperadas, impactantes... Podríamos hacernos a la idea. Sin embargo, ocurren sin motivo, porque es lo que suele ocurrir, nadie te da una palmada en el hombro y te dice: tu vida va a ser difícil, chaval- a su vez me puso una mano a mí en el hombro-. Y no quiero que tu vida sea difícil, Riccardo.
Me di cuenta de que había empezado a sollozar de nuevo cuando me abrazó.
-Quiero que seas feliz, que esto no te haga daño.
-¿Que no me haga daño?
-Sí. Si hemos estado juntos, es porque ambos nos queremos, si aún estás aquí es porque te importo ¿verdad? Pues piensa en mi lugar ¿querrías verme sufir? ¿Querrías ver como me derrumbo por algo que sabes que no puedes controlar?- me sonrió de color rosa- Claro que no. Riccardo...
-No me voy a mover de aquí, no me moveré de tu lado ni ahora ni nunca.
-Esto será difícil, lo sabes ¿no?- me miró esperando que asintiera-. No quiero que esto modifique tu vida, ya lo está haciendo con la mía. No quiero que te vayas de mi lado, pero no quiero verte triste ¿sabes? Eso me dolería mucho más.
-Nada va a modificar mi vida- cerré los ojos y evité que cayesen más lágrimas-. Solo quiero estar a tu lado para siempre, Gabi.
-Estarás a mi lado... El tiempo que me sea posible.
Ambos nos abrazamos y yo cesé de llorar. Volví a recordarme que yo no era la persona a consolar. Ahora solo estaba roto por dentro. No necesitaba consuelo, sino deshaogarme de alguna manera. No necesitaba saber que era mentira sino encontrar una solución. Y sin embargo... sabía que no la había.
***
Sigamos llorando todos juntos, -se va al rincón a llorar- por más veces que me releo lo que he escrito, no puedo evitar tener un nudo en la garganta... Seguid leyendo, se despide otra vez la autora -llorando-
Marie~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro