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Capítulo 22

Ya en la estación, el señor Frost miraba de un lado a otro esperando a quienes quieran que tenían que llegar. Estábamos dentro del coche, y estábamos calentitos gracias a que estaba la calefacción puesta. Se lo agradecimos al señor Frost y nos abrazamos para mantener el calor.

-¿Quiénes crees que serán?- me preguntó Gabriel una vez nos quedamos solos en el coche.

-Ni idea- dije encogiéndome de hombros.

-¡Oh, mira! ¡Ahí están!

Miré hacia donde señalaba el dedo de mi novio. Alcé las cejas y me sorprendió ver a una chica, más o menos de nuestra edad, abrazarse al entrenador Frost. Luego vino alguien más con la chica, una persona a la cual admirábamos igual que Shawn Frost y que nos había ayudado en varias ocasiones. ¿Quién podría ser?... Sí, era Axel Blaze. Y la chica que iba con él, era su hermana, la que había abrazado a Frost.

-¿Axel Blaze? ¿En serio?

-Eso parece- contesté.

Ambos jugadores se sentaron delante, y la hermana del entrenador Blaze se sentó atrás con nosotros. Gabi se puso derecho mientras carraspeaba, ya que estaba con la mitad del cuerpo sobre mí.

-Hola, chicos, ¡yo os conozco!- exclamó- Sois Gabriel Garcia y Riccardo Di Rigo ¿no es cierto? ¡Yo soy Julia Blaze, encantada!

-Sí, son ellos, Julia- dijo el entrenador Blaze desde delante.

-¡Foto!

Antes de que reaccionáramos nos sacó una foto. Quizás era porque le llamaba la atención que estuviéramos abrazados, o quizás era una obsesiva, como Rosie y tenía una pared llena de fotos nuestras.

-Julia- le reprendieron los mayores.

-Lo siento- la chica sacó la lengua-. No os molesta ¿verdad?

Negamos con la cabeza. Si dejamos que Adè se quedase con una foto nuestra mientras dormíamos juntos, ¿por qué no dejarle a la chica esta foto?

-¿Queréis que os recoja luego, chicos?

-No se moleste, señor Frost- dije educadamente-. Cogeremos un taxi a la vuelta.

-Por aquí no suelen parar taxis. Julia, dales tu teléfono y, cuando hayáis acabado, nos llamas.

-Sí- dijo la chica.

Antes de que reaccionara, le cogió la mano a Gabi y empezó a garabatear los dígitos de su móvil en la mano de mi novio. Vale, la situación no era la que parecía, pero ¿por qué en la mano y no en un papel?

-Gracias por su paciencia, señor Frost- dije ya fuera del coche mientras ambos nos agachamos para mostrar respeto.

-No es nada, chicos- sonrió y se marcharon.

***

Cuando ya volvimos al hotel casi se había hecho de noche. Le habíamos dado las gracias al señor Frost de nuevo por todas las molestias que se había tomado. Al llegar a la habitación me dejé caer en la cama con un bostezo. Tenía sueño, y hambre, y necesitaba a Gabi más cerca, y quería uno de sus abrazos y besos, o millones de ellos si era posible. Quería tenerle al lado en ese mismo instante.

Puso la calefacción y se quitó el abrigo, dejándose la bufanda y el chaleco negro que tenía debajo.

-Soy yo ¿o tú también tienes hambre?

-Sí- asentí-, pero no pienso volver a bajar allí. Mejor si pedimos la comida.

Se puso al teléfono para pedir al servicio de habitaciones que nos trajera algo de comer. Se enrollaba en el dedo el cable del teléfono, sostenido entre su rostro y el hombro, mientras que se mordía las uñas de la otra mano.

-Sí, quiero que nos traigan espaguetis a la boloñesa y...- lo pensó unos instantes y siguió hablando mientras pedía alguna que otra cosa más.

-¿Ya te has hartado a pedir?- pregunté con una sonrisa cuando colgó.

-No, después quiero helado de stracciatela.

-Bien, helado- dije con sarcasmo-, si nos resfriamos la culpa será...

-No nos vamos a resfriar- me cortó antes de que siguiera-. Esta noche dormimos juntitos y calentitos, el frío no nos llegará, descuida.

-Cierto- dije.

Miré hacia las dos camas pequeñas que había en la habitación. Hacia tanto que no dormíamos juntos que no se me había ocurrido ni siquiera pensarlo.

***

Así que eso es lo que pasó, descrito exactamente como Gabi había dicho. Cenamos y nos comimos el helado, y luego, nos cambiamos antes de irnos a dormir. Me acosté en la cama y le abracé con fuerza para que dejara de tiritar, hasta que, tras unos minutos, lo hizo.

Echaba de menos tenerle así entre mis brazos, porque, por mucho tiempo que pasásemos juntos, yo quería pasar aún más tiempo. Quería que fuera eterno, quería poder parar el tiempo y encerrarlo en una burbuja para que nunca cesara en momentos tan especiales como aquellos. Tenía la certeza de que él sentía lo mismo.

-Ya no hace frío- dijo con la voz apagada.

-Pues duerme ya, mañana el día será largo.

-Mañana es mi cumpleaños- susurró.

-Ajá.

-En realidad no quiero que sea mi cumpleaños- siguió diciendo en susurros-. El tiempo pasa demasiado rápido ¿no te parece?

Eso era raro que lo dijera, porque a él siempre la había gustado y había esperado con impaciencia que llegase su día especial. Pero, sin embargo, le daba la razón sin duda. Los cumpleaños son ambiguos, sin sentido alguno. ¿Por qué celebrar la cuenta atrás mientras que tu vida se va apagando? Quizás el que lo inventó pensaba que era un premio de consolación porque cada vez te quede menos tiempo de vida.

-Sí, lo sé.

-Te quiero, Riccardo, no lo olvides.

-¿Olvidarlo?- pregunté haciendo que alzase la cabeza- Eso nunca.

Acerqué mis labios la los suyos y se acercó más y más a mí, queriendo absorber todo el calor que podía darle. Notaba su lengua y el dulzor de sus labios, ambos entrelazándose con tranquilidad y la debida paciencia, como si quisiera devorarme lentamente. ¿Cómo era que mi corazón se había acelerado tan rápido? Ya ni siquiera sabía cuando empezaba a hacerlo, solo me daba cuenta cuando empezaba a zumbar en mis oídos y mi pecho palpitaba demasiado rápido. Se apoyó sobre mí, recordé que yo hice lo mismo el día del lago.

-Te quiero mucho- volvió a decir, de forma entrecortada, mientras su beso no cesaba.
No pude responder, no encontraba la voz y tampoco la paciencia. Justo después de notar que perdía totalmente el aliento, se separó de mí y se colocó de nuevo entre mis brazos, a mi lado.

-No lo olvides- repitió, cerrando los ojos.

-No lo olvidaré, descuida- susurré, depositando un beso en la cabeza.

***

Cuando abrí los ojos al amanecer, ¿adivinais qué fue lo que no me sorprendió? Sí, lo que no me sorprendió. Gabi estaba durmiendo sobre mí, otra vez. Eso bien podría convertirse en una costumbre en la que estaba deseoso de seguir participando. Alcanzaba a ver que tenía la boca entreabierta, y tenía las dos manos entrelazadas bajo la almohada, bajo mi cuello. Me gustaba saber que cada vez que durmiésemos juntos me iba a despertar así, es más, deseaba que esa fuera una más de entre millones.

No sabía qué decirle, ni como despertarle. No sabía siquiera si quería despertarle. Estaba tan mono y tan calentito acurrucado a mí, que me dolía pensar en que se separase de mi lado.

-Riccardo- dijo con voz soñolienta.

Le miré y seguía dormido. ¿Acaso estaba soñando conmigo? No sé por qué, pero en ese momento sentí que había empezado a existir, que hasta entonces era como un fantasma en la Tierra. Gabriel había soñado conmigo, no sabía si sería la primera vez o la última, pero... eso me hacía tan feliz. Es como si al saberlo hubiera reaccionado, existo desde que la persona que tenía entre mis brazos empezó a quererme, ya no solo como pareja, sino como el comienzo de una amistad. Es... complicado, muy difícil explicar, pero sentí una satisfacción que solo sentía cuando estaba con él, y esta vez, era consciente.

Y quería ser consciente de eso durante el resto de mi vida, quería atraparlo, retenerlo en mi corazón, quería que ese sentimiento siguiera creciendo, quería quedarme ciego de él. Quería que Gabi no parase de dármelo nunca, y estaba seguro de que no lo haría, porque, fueran las circunstancias que fueran, su luz no se apagaría. Y era feliz por ello.

***
Nos vemos en siguiente parte \(^^)

Marie~

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