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Capítulo 2

Por alguna razón, me sentía cómodo en la presencia de ese chico, de Gabi. Su competitividad, y su afección y dedicación por el fútbol eran increíbles, tanto, que consiguió despertar mi propio talento.

Él, desde muy pequeño, era un gran defensa. Yo sólo intentaba pasar al otro lado con el balón en los pies. Digamos que era algo casi imposible, su habilidad era igual que la mía con el piano. Robaba el balón de forma sutil y delicada, sin que pudieras verlo, al igual que yo tocaba mis melodías favoritas. El problema es, que al igual que a mí me sucedía, había cosas que se le escapaban. Yo, por mi parte, no podía llegar a todas las escalas porque mis deditos de niño no me lo permitían, lo que un músico hacia con una sola mano, a veces, yo tenía que hacerlo con dos. Su problema, fue encontrarse conmigo y creer que nunca le superaría.

Convencí a la misma sirvienta que fue conmigo el día que le conocí, para que fuéramos al parque en el cual Gabi jugaba a fútbol todos los días. Aproveché, y en vez de mi mal carácter y rostro impasible, esbocé una gran sonrisa. Al parecer, esas sonrisas funcionaban, hasta ella se había contentado porque hubiera decidido comportarme como el niño que era.

En una semana, aprendí a manejar el balón, por petición propia. Me veía en desventaja al no saber jugar. No sabía exactamente cómo iba a superarlo algún día si nunca había aprendido a jugar. En esa semana, también nos conocimos mejor. No estábamos hablando todo el tiempo, pero lo poco que lo hacíamos era para descubrir aquello que nos gustaba o aborrecíamos, o porque había metido la pata haciendo algo mal y tenía que aceptar su corrección. Estaba acostumbrado a eso.

—¿Te gustaría venir a mi casa mañana?— le pregunté.

Sólo me había visto en su terreno, haciendo algo que yo nunca había hecho. Quería descubrir como reaccionaría al verme tocando el piano. Él por supuesto, ya sabía que podía hacerlo, que disponía del instrumento y del conocimiento, porque cuando me preguntó que qué era lo que hacía en mi tiempo libre cuando no jugaba al fútbol, no dudé en responder que tocaba el piano. Creía que se sorprendería, pero tan solo sonrió de nuevo. No lo entendí.

—Claro— respondió en mitad de un pase.

—Bien, mañana creo que no hay problema porque no están mis padres.

—¿Y qué ocurre con ellos?

Eso no se lo había contado, ni tampoco el por qué de mi difícil y modelado carácter. Necesitaba que nos conociésemos mejor, o quizás saber que no iba a tomarme por un niño rarito y consentido. Confiaba, quizás por su sonrisa, en que no lo haría, pero el miedo a perder a un amigo se interponía. Era una tontería, sí, quizás, pero tenía miedo a decir que no era como realmente me veían, que ese era el carácter de mis padres y no el mío.

—Están de viaje otra vez— me limité a responder sin pensarlo demasiado.

—¿Y eso es bueno o malo?

—Supongo que bueno— decidí contestar.

Gabi me dijo que le diera la dirección de mi casa a su madre, que él no sería capaz de recordarlo.

***

Por la tarde del día siguiente, miré el reloj de mi habitación una vez más. Llegaba un minuto tarde. Llamaron a la puerta principal y allí estaba cuando llegué abajo, con la boca abierta y los ojos muy abiertos. Le dieron paso e hice una señal con la mano para que se acercara a las escaleras. Hizo un gesto de cabeza y, mientras miraba a su alrededor por la inmensidad de la casa, se acercó con paso lento.

—Guau— murmuró mientras subía las escaleras—. Es...

—¿Grande?

—Yo creía que mi casa era grande— me dijo asomando la cabeza por la baranda de la escalera—. Ahora no me lo parece.

No sonreí para corresponder la sonrisa que esbozó. No me gustaba que mi casa fuera tan grande, entre otras cosas, porque siempre me había dado miedo tener amigos por esa simple razón. No quería que fueran mis amigos porque mi casa era grande. Sin embargo, tenía un presentimiento distinto con Gabriel, él sólo sonreía igual que el primer día que nos vimos.

—Esta es mi habitación— dije señalando a la puerta.

Cuando entró, vi por primera vez como frunció el ceño.

—¿Qué es lo que ocurre?— pregunté.

—Necesitas... Color— dijo riendo.

Miré mi habitación, sí, era un poco sosa, pero era la que habían elegido mis padres. La cama con sábanas de color verde claro, con un armario al lado, y sillón verde también que había a la derecha al entrar, con una mesa baja, y frente a ella, a unos dos o tres metros, el piano. No era la habitación de un niño, por supuesto. Pero no podía cambiarla.
Me senté al piano para no tener que decir nada más y empecé a tocar. Él se sentó en el sillón verde, erguido y con rostro impasible. No sonreía, pero tampoco parecía triste... Estaba concentrado.

Y esa empezó a ser la rutina. Cuando no jugábamos a fútbol, estábamos en mi casa. Gabriel me pedía que tocase, e incluso estaba presente cuando estaba en clases. Siempre se sentaba allí, algunas veces hacía deberes y otras, leía, yo miraba la partitura o cerraba los ojos, dejándome llevar. Lo mejor era cuando hacíamos los deberes juntos. A veces nos peleábamos porque teníamos distinta la respuesta que creíamos correcta y ambos queríamos llevar razón.

Con el tiempo, empezamos a conocernos verdaderamente. El sabía todo de mí, y yo sabía todo de él. No en el plan de, lo cuento porque es mi amigo y debo hacerlo, sino porque ambos sabíamos que para cualquier cosa teníamos al otro. Nos enteramos de las cosas a su debido tiempo. Lo mejor es que sólo con mirarnos sabíamos si al otro le ocurría algo. Era como entrar en el interior de la mente del otro. Era una amistad verdadera y real.

***
¿Qué tal el cap? ¿Bien? ¿Mal? De verdad, a mí Kirino (Gabriel) me parece súper mono de pequeño :3 ¿No os lo parece a vosotros? Comentad y dadle a la estrellita, estoy deseando subir el siguiente ;)) Va, los subo juntos xD

Marie~

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