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Capítulo 14

Al día siguiente el entrenador Evans nos dijo que el sábado nos iríamos todos en un autobús al lugar de acampada, a las siete teníamos que estar todos en el instituto. Algunos soltaron quejidos y otros, gritos de alegría. Yo y Gabi nos mantuvimos serenos, uno al lado del otro escuchando las instrucciones. A la acampada también iban el entrenador Sharp y el entrenador Blaze junto con la señorita Hills. Ésta última se encargaría de contactar con los miembros del Earht Eleven para que estuvieran allí a tiempo.

Ese día hicimos el examen para el que tendría que haber estudiado un poco más y Gabi, haber estudiado simplemente. Sabía que no me había salido mal, pero a él se le notaba en la cara que no lo había hecho bien. Al final, seguro que no había estudiado.

-Esta tarde podríamos quedarnos en tu casa- dije después del entrenamiento, mientras nos cambiábamos.

-¿Alguien ha visto mi toalla?- preguntó Lucian.

Recibió una negativa por parte de todo el mundo. Yo no había hecho caso y miraba a Gabriel a la espera de diera una respuesta.

-Eh, sí, claro- dijo sin entusiasmo.

-¿Pasa algo?

-No, nada. De todos modos es mejor que te quedes en mi casa para que mañana podamos llegar a tiempo al instituto para la acampada.

-¿Fiesta de pijamas?- preguntó Aitor entre risitas.

-¡Aitor!- gritamos Gabi y yo al unísono.

Todo el mundo rió al ver como nos ruborizamos. A ver, no es que lo supieran, ni nosotros habíamos dicho nada, pero supongo que intuían algo. Era lo normal, y no me molestaba. Ellos parecían contentos de vernos felices.

Ya en la casa de Gabi, se tomó unos instantes antes de abrir la puerta. Miró hacia los lados, pero no se escuchaba nada. Me preguntaba por qué no querría que nadie supiera que estaba allí con él. Parecía nervioso y a la vez confuso.

-Vamos- dijo en susurros.

Solté mi bolsa con la ropa para dormir y con el uniforme y chándal para el día siguiente. Él se puso a preparar la suya cuando llegamos a su habitación. Me senté en la cama y le miré mientras lo hacía. Me fijé en que tenía el escritorio más desordenado de lo normal, porque normalmente, al estudiar en mi casa, no es que lo utilizase mucho. Tenía papeles en montones desordenados y también el mismo sobre que recogió en el hospital. Me extrañó verlo allí, puesto que ese sobre era para su madre. Quise preguntarle, pero parecía ocupado y bastante distraído con lo que hacía.

-Gabi, ¿por qué estás tan nervioso?

-¿Nervioso? No, para nada, de verdad, es solo que estaba enfadado con mi madre y no tengo ganas de hablar con ella.

-Ah, pues supongo que no podremos decírselo hoy.

-¿Decirle el qué?

-Que estamos juntos, tonto- dije entre risas.

-Bueno, no importa, tampoco es para tanto, podríamos decírselo.

Al parecer ahora era él el que quería hacerlo. No entendía como parecía estar molesto y a la vez nervioso con su madre. Supongo que necesitaba apoyo, y yo quería dárselo, de verás, pero no sabía de qué modo hacerlo. Quería encontrar una forma de que compartiera la angustia que sentía.

Le abracé y apoye la cabeza en su hombro. Pude escuchar como sonreía, porque era lo que necesitaba, que nunca perdiera esa gran sonrisa suya. Puse una mano sobre su pecho y luego me puse a su altura para cerrar los ojos. Notaba el bum bum de su corazón, cada vez más acelerado en mi mano, y mi sonrisa se extendía cada vez más al saber que yo era el causante de eso. Luego, el mío se unió al suyo, como si quisieran ir al mismo ritmo mientras que Gabi pasaba una mano por mi pelo, sosteniendo con los dedos los mechones hasta llegar a las puntas. No sabía por qué le gustaba hacer eso, pero a mí también me gustaba que lo hiciera, me hacía sentir tranquilo. Luego, ambos nos miramos unos instantes antes de abrazarnos con fuerza.

***

Por la tarde no hicimos nada en particular, estuvimos hablando sobre cosas tontas, nos escuchábamos el unos al otro y... Ah si, claro, nos besábamos. No nos cansábamos de eso, por supuesto, queríamos estar lo más cerca posible el uno del otro.

-¡Gabi, estoy en casa, cielo!- dijo su madre al llegar.

Nos sobresaltamos y no separamos un poco cuando oímos los pasos subir las escaleras. Gabi enseuida se puso en pié para abrir la puerta.

-Ya te he oido, mamá, estamos aquí.

-¿Estáis?

Se asomó e hice un gesto de asentimiento mientras decía «Buenas, señora Garcia». Luego miró a su hijo y éste cerró la puerta a su espalda, para salir de la habitación. No llegué a escuchar lo que decía, pero cuando entró, parecía querer llorar. ¿Otra vez triste? Pues sí, otra vez. Me sentía mal cada vez que le veía así, porque no entendía la razón y eso me estaba volviendo loco. Podría ser cualquier cosa, podría ser insignificante o monumental, pero mientras a él le preocupase, a mí también lo hacía.

-Ahora bajamos a cenar ¿vale?

-Vale- contesté sentándome en la cama de nuevo.

Luego me vino a la cabeza algo que no habíamos tenido en cuenta cuando decidimos venirnos a su casa. Y era, por supuesto, que cuando venía a su casa había dos opciones: o dormía en el sofá o dormía con él. Y eso era básicamente lo que hacíamos cuando me quedaba en su casa, yo insistía en dormir abajo para no molestar y tras varios minutos de lucha, él conseguía que me fuera a dormir con él. ¿Qué problema había? Bueno, pues ahora el problema era que si, cuando dormía cerca de mí no podía parar de observarle... Quería imaginar cómo dormiría esa noche con él al lado. Gabi se empezó a reír cuando miré la cama con la cara roja como un tomate.

-¿Así que ahora recuerdas que hoy dormimos juntos?- preguntó ya con lágrimas en los ojos.

-S-si- contesté.

-¿Y eso es malo?

-No, s-supongo q-que no- respondí entre tartamudeos.

Empezó a reír de nuevo. Ese era el Gabi que conocía. Era como si de un momento a otro hubiera recuperado el humor que tanto me estaba costando ver esos días, así que yo también me reí con él. Esperaba que eso no cesara nunca, que no volviera a verlo triste, sin embargo, presentía que no iba a ser tan fácil.

Bajamos a la cena poco después, y nos mantuvimos callados mientras comíamos, hasta que la madre de Gabriel, después de mirar a su hijo durante varios minutos, decidió hablar.

-¿Cómo ha ido el examen que no hiciste, Gabi?

-Mal- respondió éste sin pensarlo.

Me gustaba la facilidad que tenía para decirle a sus padres las cosas que le ocurrían, porque yo nunca podía hacerlo sin esperarme una reprimenda, fuera cual fuese el resultado. Si era un nueve con cinco... Para ellos debería haber estudiado más, porque esa nota era insuficiente, no era para mí. Me esperaba ahora, sin embargo, la respuesta de la madre de Gabriel, que más bien era una pregunta preocupada.

-¿Por qué?

-Pues porque no he podido estudiar- respondió de nuevo, sin preámbulos.

Si lo que queríamos esa noche era decirle a su madre que estábamos juntos, el momento había pasado. Había demasiada tensión en el aire y no veía el momento. Incluso se me empezaron a ocurrir inconvenientes en ese preciso instante. Al final, terminamos de cenar sin que yo hubiera abierto la boca para hablar, así que di las buenas noches a la señora Garcia, y ambos subimos arriba otra vez. No sabía si Gabriel, pero yo tenía el corazón acelerado de nuevo.

***
¿Qué os ha parecido? Soy malosa dejándoos en intriga? Meh xD espero que vuestro día sea especial y que os haya sacado alguna sonrisa con mis tonterías.

Sin más, si os gusta votad y comentad, y se despide moi

Marie~

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