Capítulo 10
-Bien chicos, ya sabéis lo que toca.
El entrenador Evans empezó a hablar y nos miró a todos mientras estirábamos en parejas. ¿Irónico no? Pues yo estaba con Gabriel, y le sujetaba la espalda mientras estiraba las manos hasta tocar sus pies. Después nos cambiamos el sitio, y notaba la presión que ejercía con la debida fuerza para ayudarme.
-En una semana hay un amistoso contra el instituto Universal- siguió diciendo el entrenador Evans. Gabi y yo nos habíamos colocado de espaldas y nos cogimos las manos para estirar hacia delante, cada uno hacia su lado, así estirábamos ambos siempre-. El caso es que ahora, gracias a la incorporación de Riccardo, Víctor y Arion, nos será más fácil crear una estrategia, ya que cuando jugamos en el torneo Camino Imperial, estaban ellos tres.
Sí, y también fue el mismo día que me lesioné la pierna y por consiguiente, no puse jugar en la final. Hice una mueca al recordarlo y Gabi me agarró con más fuerza las manos. A él tampoco le fue agradable verme desvanecerme en el estadio y verme entrar en un quirófano, tampoco le fue fácil esperar hasta que le dejaron entrar en mi habitación.
-La última vez tuvimos que luchar duro, y lo volveremos a hacer. Tanto los jugadores del Inazuma Japón como los que se quedaron aquí han mejorado, todos habéis hecho grandes esfuerzos, y sabemos que tendremos que emplearlo en el próximo partido- después de decir eso dirigió una mirada Gabi, el cual ahora tiraba de su brazo izquierdo hacia la derecha-. Y debería felicitar al capitán Gabriel que ha cuidado muy bien del Raimon durante la ausencia de los miembros del Inazuma Japón.
-No es para tanto- replicó avergonzado mientras los demás miembros decían sies al unísono.
Nos separamos en dos grupos y nos pusimos a entrenar. En mi grupo -capitaneado por mí- teníamos una defensa bastante floja, pero contábamos con el delantero estrella y, como Gabi decía, conmigo, el estratega. En el otro lado la defensa era demasiado sólida, el otro grupo -capitaneado por Arion-, no tenía mucha fuerza en la delantera, pero sí mucha en la defensa, donde se encontraban Gabriel y Aitor.
-Bien chicos, vamos- dije con gritos de ánimo.
-Venga, ¡tenemos que ganar!- grito Arion.
Sacamos de centro y se la pasé a Víctor. No tardamos mucho en saltar a los centrocampistas, pero cuando me llegó de nuevo el pase, tenía a Gabriel delante mía, y a Aitor cubriendo a Víctor.
-La niebla- susurró Gabi, pasando por mi lado, haciendo su hipnotismo con su supertécnica, y haciendo que me cosquilleara su aliento en mi oído.
Sin embargo, no me quedé en el lugar en el que estaba y, cuando salió corriendo con el balón, esbocé una sonrisa.
El entrenamiento fue divertido, pero a la vez largo y pesado. Gabriel se tiró en el suelo mientras se echaba agua por encima una vez hubimos terminado. Estaba jadeando y su frente estaba perlada de sudor. Un rubor cubría sus mejillas, como cuando se estaba enfermo, y se llevó una mano al pecho.
-Gabi- susurré.
Me senté a su lado y escuché sus jadeos. Yo también me sentía cansado, pero no tanto como él parecía estarlo, sin embargo, supuse que al haber utilizado tantas veces sus técnicas de defensa, se había cansado muy rápido.
-Echaba de menos jugar contigo, Riccardo- dijo con exhalaciones-. Me recuerda a cuando te enseñaba a jugar al fútbol en el parque- yo sonreí, y él me miró con los ojos entrecerrados-. Al principio no sabías ni recibir un pase, pero mira ahora...
-Has hecho de mí quien soy.
Cubrió su rostro con el brazo y poco después, una sombra nos tapó la iluminación de ese día, que, no era cálido, ni mucho menos, pero tampoco estaba del todo nublado.
Miré hacia arriba para ver el rostro de Adè, que venía con los brazos hacia atrás, con las manos en la nuca. Aitor se acercó a su lado con una toalla en el cuello.
-¿Qué? ¿Que ahora que has vuelto no puedes separarte de tu querido defensa, eh, Riccardo?- me preguntó Adè entre risas.
-No, que va- dije encogiéndome de hombros mientras le guiñaba un ojo a Gabi- ¿Verdad, Gabi?
-No, ¿para qué iba a querer estar al lado mía?- sus palabras sonaban convincentes, pero... su rostro lo delataba, si ese rubor bien significaba que estaba cansado, nosotros lo interpretamos como una muestra de vergüenza.
-Sí, ¿para qué?- preguntó con una sonrisa pícara el defensa.
-Aitor, te conviene callarte- dijo Gabi, y tras eso, y para nuestra suerte, se marcharon.
***
Cuando salimos del entrenamiento, nos fuimos de camino a casa. Íbamos a estudiar para el examen que haríamos juntos, y para hacer la tarea que nos habían mandado. No tenía una asignatura predilecta, pero hacer matemáticas no me gustaba, prefería practicarla en el piano.
-¡Riccardo dime que pararemos en la heladería! Porfa, dilo- dijo poniendo morritos mientras miraba con ansias a la heladería.
-Claro, pero después nos vamos a casa- me dirigió una mirada resignada-. A estudiar- aclaré.
-Sí... Pero si me compras antes un helado.
Sonreí y me dirigí a la heladería antes de que siguiera con las súplicas. Iba a conseguirlo de todos modos, siempre lo hacía. Acabé comprando el helado en una de las tarrinas más grandes, para que se cansara de helado. Cuando salí puso los ojos como platos y me lo arrancó de las manos.
-Stracciatella, mi favorito- observó llevándose la cucharilla a la boca.
-¿Qué clase de novio sería si no supiera el sabor de tu helado favorito?- pregunté haciéndome el ofendido.
-¿Quieres?
No pude contestar antes de que me diera una gran cucharada. Noté el sabor amargo y oscuro del chocolate negro, y también el yogur helado que era demasiado dulce en comparación. No era la primera vez que comía de la misma cuchara que Gabi, de hecho, habíamos comido y bebido de muchas cosas juntos. Pero esa vez era distinta, era el primer helado que compartíamos, y con la misma cuchara.
-¿Sabes?- dijo mientras se metía una cucharada de helado en la boca.
-Qué- contesté mirando nuestros pasos a la par.
-Me hago una pregunta.
Casi me reí porque esa frase la decía mucho. Era del tipo: «Si pudieras viajar ahora mismo a un lugar, ¿cuál elegirías?», esa era una de muchas. Había sucedido innumerables veces y no me cansaba de que lo hiciera. Me dio una cucharada mientras observaba el cielo. Se había vuelto azul y dejaba que el sol nos iluminase mientras caminábamos por la calle desierta.
-Humm- dije frotándome la barbilla mientras tragaba el helado, después me aclaré la garganta-. Venga, ahora sí, di.
Se sacó la cucharilla de la boca y empezó a hablar dándose golpecitos con ésta en el mentón.
-Si quisieras ver algo que sabes que es casi imposible de ver, ¿qué sería?
Lo pensé mientras aceptaba otra cucharada de helado. No sabía qué podría desear ver, y a la vez que fuera casi imposible. No tenía ni idea de qué iba a decir. Podía contestar el fondo del mar, por ejemplo, pero no hubiera sonado interesante, sobre todo, porque después de todas las cosas que había hecho, no me creía que eso fuera casi imposible.
Entonces se me ocurrió algo que podría funcionar. Algo que sabía que era casi imposible pero que deseaba ver con todas mis fuerzas.
-A ti sin coletas- dije sin remordimientos.
-Muy interesante, y... bueno, puede que algún día lo veas, aunque no te lo confirmo, de verás- dijo entre risas.
-Ahora tú.
-El color del viento.
Fruncí el ceño pero no dije nada. Eso no era casi imposible, era totalmente imposible, y no sabía por qué querría ver eso.
-¿En serio?
-¿Qué tiene de malo?- preguntó con la cuchara en la boca-. Algo tan agradable y bonito tiene que ser de algún color, sólo que los humanos no somos capaces de verlo.
-Gabi, el viento no tiene color- dije, aún confundido por sus palabras.
-Sí que lo tiene, y algún día lo descubriré- me dio otra cucharada evitando que pudiera abrir la boca-. ¿Que tal si hacemos un trato?
Me encogí de hombros y agarré la cuchara con los dientes haciendo que se riera al no poder quitármela.
-Ay, dame- dijo entre risas, y una vez que me la quitó se la llevó a la boca otra vez- ¿Que te parece si yo intento cumplir tu deseo... y tú intentas cumplir el mío?
Me puse colorado sin poder evitarlo. Que él cumpliera mi deseo era fácil, tanto como que en ese preciso instante se quitara las comillas negras. En ese caso mi deseo no hubiera tenido nada de imposible salvo porque yo también tenía que cumplir el suyo, tendría que descubrir el color del viento. ¿Y cómo demonios se supone que podía averiguarlo? Era un acertijo sin solución, una mera idea que se le habría ocurrido. El viento no tenía color, sí, eso era, era una tontería que se le había ocurrido a mi novio, nada más. Pero si quería verle sin coletas, tenía que pensar seriamente en como cumplir lo que quería. Así que le asentí y él sonrió de nuevo.
***
Gracias por leer, dadle a la estrellita, pronto el siguiente cap. Y... No muerdo, de verdad, podéis comentar xD además contesto a todos los coments. Tanto si es una duda o una opinión la contesto igualmente. Hasta el próximo cap!!! ヽ(〃v〃)ノ
Marie~
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