MOMENTO SANTANA 2
Santana llegó arrastrando la maleta a duras penas hasta una pensión que había a tres manzanas del apartamento de Kurt y Rachel. Estaban locos si pensaban que iban a conseguir que se fuera más lejos. El eco de sus tacones resonó por la recepción. La chica, bufando, soltó la almohada y la colcha que les había robado a sus amigos sobre el mostrador y sacudió la cabeza. Desde el otro lado, un tipo de no muy buen ver la miraba confuso.
-Buenas tardes, quisiera una habitación para dos días- anunció tomando aire.
El hombre la escudriñó de arriba abajo con la mirada. Parecía no fiarse de ella. Luego se lamió la yema del dedo índice y comenzó a pasar las hojas de una agenda.
-Habitación 26. Son cien dólares.
La hispana alzó las cejas.
-¿Qué? Debe estar de coña, ¿no?
El hombre negó con la cabeza muy seriamente.
-¡Oh, vamos, si esto es un antro de mala muerte!
-Cincuenta dólares la noche. Dos noches, cien dólares- insistió el recepcionista.
-Oiga, soy una pobre chica a la que sus compañeros de piso han echado de casa por ser demasiado sincera, debería apiadarse de mí. Además, soy hispana, si no lo hiciera podría acusarlo de racismo. Le advierto que soy de un barrio muy chungo y siempre consigo lo que me propongo.
Oh, con eso lo tenía en el bote, seguro. Nadie se oponía a sus amenazas.
-Cien dólares- repitió el hombre con el mismo tono imperturbable de antes.
O casi nadie...
-Bien.
Santana se pasó la lengua sensualmente por sus carnosos labios, apartó la colcha y la almohada y se apoyó sobre el mostrador de tal manera que su escote quedase bien a la vista.
-Estoy segura de que podemos llegar a un acuerdo. Si me hace un descuento le dejo que mire a estas revoltosas un rato- dijo señalándose las tetas.
El tío comenzó a babear ante la oferta, pero al momento una enorme señora apareció por una puerta trasera agitando un rodillo en la mano haciéndolo salir de su ensimismamiento.
-¡De eso nada! ¡Cien dólares o te largas de aquí, mocosa!
Santana sabía que no había muchos más sitios en los que hospedarse por la zona, así que se resignó y abrió el bolso.
-¿Se aceptan tarjetas de crédito?
Una vez en la habitación soltó las cosas sin ninguna clase de miramientos. Ni siquiera se molestó en deshacer la maleta. Total, pronto estaría volviendo a su apartamento por la puerta grande, al menos si su plan salía bien... y siempre lo hacían.
Rebuscó en el bolsillo de su chaqueta un papelito arrugado con un número de teléfono apuntado. En aquel momento, ese era su mayor tesoro. Cogió su móvil y se dejó caer en el viejo colchón, lo que le hizo darse cuenta de que el techo de la habitación se estaba desconchando. Al tercer toque una mujer contestó al otro lado.
-¿Diga?
-Buenas- saludó Santana con tono meloso-. Verá, estaba buscando la compañía de un chico para no estar sola mañana por la noche...
-¿Busca los servicios de alguno en especial?
-La verdad es que sí... Mi compañera de piso me recomendó a uno muy bueno. Obviamente no sé su nombre, solo puedo decir que estaba cañón- no pudo reprimir una mueca al decir eso-, con el pelo corto y moreno y los ojos claros- la mujer asintió al otro lado del teléfono-. ¡Ah! Casi lo olvidaba... ¿Me podrían proporcionar también un sitio... discreto para nuestro encuentro?
-Necesito un nombre.
-Vicky.
-De acuerdo, le mandaré un mensaje con los datos del hotel en una hora.
-Oh, gracias...
Y colgó. Seguramente, el busca del maniquí Brody comenzaría a pitar dentro de unos minutos allá donde estuviera. Solo de imaginarse que acababa de concertar una cita para acostarse con él le hizo tener arcadas. Podría vomitar dentro de la papelera, pero eso sería hacerle un favor al idiota de recepción. Cuando se hubo calmado un poco se sentó muy estirada al borde de la cama (temía que el techo se le viniese encima y la aplastase contra el colchón) e hizo una segunda llamada.
-¿Sí?- respondió una voz al descolgar.
-Finn, soy tía Tana. No te asustes, pero Rachel tiene problemas. Te necesito aquí.
Mala idea decir aquello. El chico se puso histérico y costó un rato convencerlo de que la vida de Berry no corría peligro. Luego procedió a explicarle que había descubierto que Brody era un gogó y lo de la cita que tenían la noche siguiente mientras el joven la escuchaba atentamente, soltando algún que otro comentario de vez en cuando.
-... y entonces apareces tú y os dejo solos para que aclaréis las cosas a vuestra manera- finalizó la hispana.
Finn tardó un rato en terminar de asimilar el plan, pero le pareció bien, aunque tendría que darse prisa para conseguir un billete de avión.
-Santana, ¿por qué haces esto?- preguntó de repente.
La chica suspiró.
-Odio estar en deuda con la gente. Tú me ayudaste a salir del armario, ahora me toca a mí ayudarte a recuperar a tu chica y así estamos en paz. Además, por muy insoportable que sea Rachel me cae bien, y prefiero que esté con un tonelete que con un prostituto.
Se hizo el silencio durante un rato, aunque el ruido de fondo indicaba que su amigo no había colgado.
-Muchas gracias, Santana.
-No hay de qué.
Tras colgar, se levantó de la cama y contempló su reflejo en el espejo. Compuso una cruel sonrisa en la cara al pensar en la movida que se armaría la noche siguiente y se sintió orgullosa de ser tan perra. Si la cosa salía bien, Rachel le iba a deber muchos favores.
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