MOMENTO RACHEL 1
-Hola papás- saludó Rachel con desánimo al entrar en casa. Soltó la mochila junto a la puerta de entrada y se dirigió al salón cabizbaja.
Había un buen olor a rica comida en el ambiente. Leroy debía estar preparando alguna nueva y excelente receta. Le gustaba cocinar y desde luego se le daba bien.
-Hola cielo- dijo Hiram dejando a un lado la copa de vino y la revista que estaba leyendo y levantándose del sofá para besar a su pequeña en la frente-. ¿Qué tal el día? ¿Tienes muchos deberes hoy?
La muchacha se pasó el pelo por detrás de la oreja nerviosamente y se sentó al filo del sofá, echada hacia delante y sin parar de frotarse las manos de manera inconsciente.
-No, no... Y me ha ido bien- contestó Rachel sin mucha convicción.
Su padre se sentó a su lado y le agarró la mano.
-¿Qué te ocurre, palomita?- preguntó el hombre-. Pareces preocupada.
La chica tomó aire y trató de ordenar lo que había ocurrido hacía unas horas en el auditorio. Todavía no estaba del todo segura de que aquello hubiese sido real y no producto de su enorme y fantasiosa imaginación. Le costaba poner en su sitio cada secuencia y más aún le costaba entender qué había ocurrido. Por eso necesitaba soltarlo. Tenía que desahogarse y pedir consejo y opinión, y nada mejor que sus padres para ello.
-Ho-hoy... Finn y yo... eh... Finn y yo nos hemos besado- confesó finalmente sin dejar de mirar el suelo. Por algún motivo le parecía extrañamente interesante.
Notó la mano de su padre soltarse de la suya y alzarse en el aire.
-¡Leroy! ¡Leroy!- exclamó- ¡Tu hija ha besado a un chico!
Se oyó un estruendo en la cocina y al momento apareció el otro padre de Rachel envuelto en un delantal blanco. No tardó ni dos segundos en sentarse al otro lado de la chica dispuesto a escuchar toda la historia. ¡Oh! Su hija se hacía mayor, eso estaba claro. A veces daba la sensación de que el tiempo pasaba demasiado rápido. Parecía que había sido el día anterior cuando la cogió por primera vez entre sus brazos. Y ahí estaba, dieciséis años después, esperando a que su pequeña estrella le contase cómo había sido su primer beso con un chico, seguramente ese tal Finn del que siempre hablaba.
-Oh, cariño, cuéntanos- instó Leroy sin poder contener su impaciencia.
-Yo, eh... Finn...- comenzó la joven tras humedecerse los labios-. Finn me pidió ayuda para cantar y yo organicé un pequeño picnic- explicó con voz entrecortada creando de manera inconsciente un ambiente melodramático acorde con sus sentimientos. Rachel era una estrella incluso cuando no pretendía serlo-. Estuvimos hablando y... me dijo que le encantaba mi forma de cantar.
-¡Oh! ¡Claro que sí! ¿A quién no?- la interrumpió Leroy como si aquello fuera información innecesaria.
Su esposo lo calló con una mirada seria. Aun así Rachel parecía no haber oído si quiera el comentario de su padre.
-Luego le dije que si quería podía besarme y él dijo que sí y... nos besamos- continuó la chica.
Sus padres sonrieron conteniendo unos "ooooh". Sin embargo, había algo que no cuadraba. Rachel debería estar dando brincos por toda la casa y no cabizbaja en el sofá. Algo no había salido según lo previsto, lo cual quedó claro cuando la muchacha apretó los ojos en un intento fallido de evitar que unas lágrimas saliesen a través de sus largas pestañas.
-Y después se separó de repente y me dijo que no se lo contase a nadie y salió corriendo- siguió Rachel con voz quebrada gesticulando mucho con las manos mientras notaba un nudo formándose en su garganta-. Y yo no sé qué es lo que se supone que he hecho mal y... solo me apetece llorar porque él sale con Quinn y nunca estará conmigo...
Finalmente el llanto acabó por acallar sus palabras. Hiram pasó su largo brazo alrededor de los hombros de su hija, la achuchó para que se desahogase tranquilamente en su hombro y le acarició el pelo. No le gustaba nada esa situación. El primer beso de su pequeña no tendría que haber sido así.
-Bueno, eso de salir corriendo no es algo tan extraño- apuntó Leroy haciendo memoria-. Conozco a alguien que hizo algo parecido, ¿verdad, Hiram?- inquirió mirando a su marido con una mezcla de reproche e ironía-. Pero tú no llores, cariño. Tal vez se haya asustado un poco. Eres mucha mujer, como Bárbara- aquello hizo sonreír a Rachel-. Quizás ese Finn necesite aclararse un poco pero... ya verás como todo se arreglará.
La chica se secó las lágrimas con el dorso de la mano y se incorporó un poco. Sorbió por la nariz.
-¿Tú crees?
-¿Alguna vez me equivoco?
Leroy alzó las cejas. La sonrisa de Rachel ahora mostraba sus blancos dientes. Tenía que darle la razón a su padre.
-¡Os quiero, papis!- exclamó ella finalmente abrazando a ambos hombres en un arrebato de cariño.
A pesar de todo aún seguía quedando algo de esa pequeña y cariñosa niñita por muchos años que pasasen.
Hiram, sin desprenderse del abrazo, abrió los ojos y husmeó con la nariz como un ratoncillo que busca queso.
-¿No huele a quemado?- preguntó frunciendo el entrecejo.
-¡Mi estofado!- exclamó Leroy poniéndose en pie de un salto y corriendo a la cocina como alma que lleva el diablo.
Rachel y su padre se echaron a reír.
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