MOMENTO PUCK 1
Puck decidió participar en la actuación de "You can't stop de beat" poniendo algo de ritmo con su guitarra. Solo llevaban unos cuantos días de clase después de las vacaciones de verano y estaba un poco vago como para ponerse a cantar y bailar como un loco por el escenario tratando de seguir los imposibles pasos de Mike y Brittany.
Sin embargo, cuando tocó sus últimos acordes a la guitarra y los chicos de Nuevas Iniciativas irrumpieron en aplausos, algo captó su atención. Desde uno de los balcones interiores del auditorio Quinn los contemplaba apoyada en la barandilla y con la mirada vacía.
Noah se había enrollado con muchas tías. Era un macho alfa, jamás se le había resistido ninguna. Tal vez fuera cruel por su parte, pero procuraba no establecer ninguna clase de lazos con nadie. No le iban los compromisos (¡era joven, tenía que disfrutar!), y para no meterse en problemas siempre dejaba las cosas muy claras antes de echar un polvo. Sin embargo, Quinn era distinta. Cuando la miraba sentía que el mundo a su alrededor cambiaba. Era la única mujer que le había hecho sentir eso que llaman "mariposas en el estómago", pero por supuesto, como un tipo duro que era, no iba a dejar que se notara demasiado. ¿Cuándo se dio cuenta que ella era diferente? Cuando la chica le dijo que estaba embarazada de él, voluntariamente y en contra de todo pronóstico, decidió comprometerse por una vez en su vida. Cuando vio a su hija, la única que vez la vio antes de que la diesen en adopción, supo que, irremediablemente, estaba loco por Quinn. Y no solo por sus curvas. Había algo más profundo bajo esa impresionante fachada con la que todo el mundo se quedaba creyendo que por dentro estaba hueca o vacía.
Por eso, al verla allí en lo alto observando a sus ex compañeros con el pelo rosa chicle y la ropa negra sacada de un mercadillo o un vertedero, no pudo contenerse. Soltó la guitarra y se dispuso a salir del escenario para ir escaleras arriba tras ella. Por desgracia la joven se dio cuenta y trató de huir.
"Tal vez seas animadora, nena, pero yo soy jugador de fútbol, te atraparé fácilmente", se dijo a sí mismo subiendo velozmente los escalones de dos en dos sin esfuerzo. Allí estaba, alejándose por el vacío pasillo. El eco de las risas y comentarios de sus compañeros felicitándose los unos a los otros resonaba de fondo.
-¿Qué coño haces con tu vida, Quinn Fabray?- preguntó deteniéndose. De alguna manera había que captar su atención.
Quinn no se paró, pero sí que aminoró la marcha y comenzó a contonear su cuerpo como solo ella sabía.
-Lárgate, Puckerman- ordenó en tono pausado. Parecía estar envenenando cada palabra antes de pronunciarla. Muy pocas veces lo llamaba por su apellido completo, y cuando lo hacía no auguraba nada bueno.
-Estás horrible.
Vale, no era del todo cierto. Esa camiseta alta que dejaba su ombligo al descubierto y ese tatuaje en la espalda que asomaba por encima de la falda le ponían bastante cachondo. Pero esa no era Quinn. La Quinn que él conocía se ponía una bata de estar por casa y un moño y seguía siendo la chica más bonita y sexy del mundo.
Ella se detuvo y se giró con una sonrisa maliciosa. Sus ojos se perdían ahora bajo capas de maquillaje negro y un piercing adornaba su nariz. Se pasó la lengua por los perfectos labios y se acercó a él lentamente, midiendo los pasos.
-Así es como soy. A la mierda si no te gusta- reprochó. Y lo peor es que la muy estúpida parecía estar hablando en serio, creyéndose cada palabra que decía.
-No, tú no eres así- Puck negó con la cabeza y la encaró-. Eres un desastre. ¿Qué te ha pasado para acabar así?
La joven alzó las depiladas cejas y soltó una carcajada clara y escéptica que resonó por todo el pasillo.
-¿Que qué me ha pasado?- repitió con incredulidad, y meneó la cabeza y el larguísimo pendiente con cruces que colgaba de su oreja derecha y caía sobre su hombro-. Me he encontrado a mí misma- explicó alzando las palmas de las manos y encogiéndose de hombros como si aquello fuera lo más obvio del mundo.
El judío puso cara de asco. No podía creer lo que veía ni lo que oía. Desde que fueron a Nueva York había notado a Quinn más triste de lo habitual, pero jamás imaginó que llegaría a esos extremos. Al principio Puck pensaba que estaba así porque Finn la había dejado por Rachel. Él no le prestó mucha atención, lo reconoce, porque en aquel momento estaba extrañamente embobado por los encantos de Lauren Zizes. Pero teniendo delante aquel revoltijo humano tenía que hacer algo, y para que Quinn reaccionara solo había una manera de hacerlo: ser tan cruel como ella.
-Pues sigue buscando, nena, porque pareces un fantoche. Es deprimente.
La rubia alzó sus grandes ojos y le sostuvo una mirada fría y cargada de resentimiento y odio, aunque Puck pudo adivinar también algo de confusión y pena.
-No te enteras, ¿verdad?- preguntó retóricamente. No esperaba una respuesta-. Estaba harta de fingir ser quien no era. Ahora soy feliz por una vez en mi vida. No te necesito, Puckerman, ni a ellos tampoco- aclaró señalando con la cabeza el lugar de donde provenían las voces de los del Glee Club-. Ahora soy una golfa.
El muchacho no pudo contener la risa. Aquello pareció mosquearla más.
-¿Una golfa? ¿En serio?
Quinn asintió ligeramente con la cabeza y alzó las cejas. Luego, Puck supuso que muy de manera muy meditada, hundió la mano en su larga y haraposa falda y sacó un paquete de tabaco y un mechero. Se dispuso a encender uno con toda la parsimonia y derroche de sensualidad que era capaz, como si quisiera encandilarlo de nuevo, pero desde luego así no lo conseguiría. Cuando el cigarro estaba colocado entre sus carnosos labios y la llama del mechero estaba a punto de encenderlo, el joven se lo quitó de un manotazo. Ella frunció el entrecejo y trató de recuperarlo. Noah le agarró la muñeca con suavidad para impedirlo, aunque su fuerza acabó inmovilizándole la mano. Ahora sí que estaba cabreada.
-¿Qué haces? ¡Suéltame!- gritó forcejeando.
Puck no iba a hacerle daño, por supuesto, pero no la soltó.
-No, escúchame. ¡O mejor, mírate! ¿Te has visto en un espejo?- le espetó comenzando también a enfadarse.
No soportaba aquella nueva actitud de Quinn. ¡Para nada! Siempre había tenido un toque repelente, ¿pero eso? ¡Vamos, hombre! Su cambio de look para peor había sido el tema de conversación principal de la semana en Nuevas Iniciativas (bueno, junto con la llegada del novio de Kurt), pero seguro que ninguno había notado su cambio de personalidad porque, básicamente, se había vuelto antisocial. Ni se dignó a compartir un simple saludo con nadie el primer día del curso (el último, si no repetía). Simplemente pasaba de largo por los pasillos completamente a su bola. Luego incluso dejó de asistir a clase, tanto de coro como las normales.
Quinn se mordió los labios, algo que hacía cuando se sentía incómoda, lo cual era sinónimo de peligro. Puck la soltó inmediatamente. Ella continuó con los ojos fijos en él como si fueran dos puñales.
-¡Sí, me he visto en un espejo y estoy muy contenta con lo que veo!- exclamó a voz en grito-. Ya no soy una animadora, ¡esos tiempos quedaron atrás! ¡La gente madura y cambia, pero vosotros seguís aferrándoos a las cosas como críos! ¡Oh, seguid cantando y perdiendo el tiempo todo lo que queráis, al final llegarán Finn y Rachel y lo arruinarán todo! ¡La vida es triste e injusta, Puckerman! ¡No voy a seguir esperando mi corona de reina como una idiota pudiendo formar mi propio reino! ¿No te gusta lo que ves? ¡Pues felicidades, porque es en lo que me he convertido después de que me arruinaras la vida dejándome embarazada!
Un incómodo y aplastante silencio inundó el ambiente. Quinn respirada agitadamente, su pecho subiendo y bajando a toda velocidad. Sus ojos no pudieron seguir manteniendo el contacto visual, sino que se rindieron a bajar la vista hacia el suelo. Parecía un poco arrepentida. Puck notó una punzada en pecho. Aquello le había dolido mucho. No pudo evitar resoplar tratando de asimilar todo lo que había dicho la joven.
Cualquiera de los dos podría haberse puesto a llorar en ese momento de no ser porque su orgullo era tan fuerte que no se rebajaría a mostrar un ápice de debilidad.
-Esta no es la Quinn de la que yo me enamoré- dijo finalmente el judío con voz grave, casi ronca. Eso la hizo volver a levantar la mirada un par de segundos-. Puedes esconderte bajo todo el tinte y el maquillaje que quieras, pero no puedes huir de tu pasado. Aun así, yo...- quería decir "lo siento", pero no le salía. Se relamió los labios, nervioso. Ella parecía expectante -. Hazme un favor, quítate ese piercing de la nariz. Es patético.
Luego se dio la vuelta y caminó pesadamente escaleras abajo. Cuando llegó al escenario todos sus compañeros y el señor Shuester lo miraban con aire preocupado.
-¿Va todo bien?- preguntó el profesor-. Hemos oído voces.
-¿Has hablado con Quinn? ¿Vuelve a Nuevas Iniciativas?- inquirió Artie con tono esperanzador.
La cara de ilusión que puso Brittany era tan sumamente tierna que parecía un pecado decir que no. Sería como confesarle que Santa Claus no existe. Así que solo pudo encogerse de hombros.
-Esa con la que he hablado no se parecía en nada a Quinn- comentó apesadumbrado.
Todos sus compañeros parecieron entender lo que quería decir y pusieron expresiones de tristeza. Todos menos una.
-Bueno, claro que no se parece. Verás, es que ahora lleva el pelo rosa, y...- Brittany comenzó a describir la nueva apariencia de su amiga.
Los chicos de Nuevas Iniciativas se miraron unos a otros con los ojos en blanco y acabaron marchándose de allí, cada uno por su lado, dejándola hablando sola.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro