Ser heredera, no me gusta
Nota al final ...
Lorenza
Los meses pasaron y en las vacaciones de mitad de año, fui con mi hermana Nicolle, donde mi hermana mayor, Amanda, vivía en Italia y me dijo algo que me dejó sorprendida... La habían mandado lejos de Colombia y no lo entendía; aunque era la menor, a veces se sentía que me trataban como una niña tonta. Las cosas a veces no eran tan fáciles como un niño pensaría y eso estaba bien.
—¿No entiendo por qué razón nos separaron?— preguntó a Nicolle, que estaba demasiado absorta en la última carta que le envió su enamorado, un chico de una familia poco conocida de Risaralda Caldas en Colombia. Yo estaba dibujando cosas de niña, como, por ejemplo, carritos destripando mariposas y juegos con canicas.
—Cuando seas grande, lo entenderás, amor loquito. —Nicolle y Amanda en algunas ocasiones hicieron de madre; me cuidaban en los momentos que más se necesitaba.
Me encontraba en vacaciones y en pijama todo el día y ese era el momento de descansar. Amanda, más o menos de unos 19 años, me cargaba con amor y complicidad. La joven estudiante de italiano era una chica tranquila, era pálida y tenía curiosamente algunos rasgos del tío Daniel, entre ellos el cabello de color ébano. Para mí, Amanda y Nicolle eran hermosas, aunque definitivamente eran diferentes a mí. Me encantaba ser la pequeña, hasta que un comentario hizo que mi corazón doliera un poco.
—Te adoro, mi niña, aunque no seas mi hermana de sangre —escuché decir a mi hermana mayor y eso me estrujó el corazón; por ende, quedé en silencio analizando. —Te extrañé tanto. —Nicolle vio a Amanda y dijo— sentándome en su regazo—: Las extraño tanto a las dos.
Procese la información, porque creí que había sido recogida de la calle, así como en las novelas que había visto un par de veces con la nana Carmen. Ella solía decir groserías a la pantalla o a la radio cuando escuchaba su radionovela favorita, era divertido verla estar emocional.
— Amanda, ¿entonces yo soy adoptada? — Ambas sonrieron con inocencia. —¿Por qué es tan lejos? —pregunté alterada.
Nicolle suspiró un tanto triste, aunque no lo entendía. Algo en mí decía que ya casi sería la hora de separarnos para siempre. Nicolle tuvo una época en que ya no quería estar en casa y por eso la habían dejado quedarse con mi tío Daniel, ella adoraba a los niños.
—Veo que la nana Carmen aún ve esas novelas venezolanas y mexicanas —confirmó mi hermana mayor y yo solo asentí con burla hacia la que consideraba mi segunda mamá. —Hablo luego. —Y por la pregunta no pequeña, ¿no ves que todas tenemos el mismo tipo de cabello y la misma bendita nariz? —Se miraron en una complicidad digna de copiar. —Lo que sucede es que tu mamá se casó con papá cuando Nico era una pequeña; yo tenía como 6 años ... Interrumpí con curiosidad; se me notaba en los ojos.
—¿Y no les dolió? — pregunté; me sentí extrañamente culpable. Creí que mi mamá les había hecho daño, pero ambas no la odiaban y eso era muy bonito.
—Zaren, lo que pasó fue que mi mamá murió cuando Manda era muy pequeña y yo era una bebé. —Hablo, Nicolle, de una forma nostálgica. Aunque eran todavía unas jóvenes, se les notaba que habían vivido cosas difíciles, que cuando llegara mi turno lo entendería y una parte le daba miedo, pues en parte porque papá era a veces demasiado duro con ellas y mamá a veces no lograba.
—Tu madre nos crió y nos ha amado como si hubiéramos sido hijas de su vientre —habló Amanda, mientras llegaba con un par de cajas de películas, vino, palomitas junto con bolsas llenas de caramelos italianos. —Bueno, hermanitas, hoy veremos a Marilyn Monroe. —Ella me pasó un bombón de chocolate, preguntándome con gran alegría mientras me acomodaba en medio de mis hermanitas: —¿Verdad que es delicioso?
— ¿Puedo ver? — Sabía que eran películas para adultos y yo era una niña — sí, es de verdad riquísimo. —Saqué otro.
—Te extrañé, mi pequeña Zaren.— Nico y Manda me abrazaron mientras mi Manda asintió y continuó hablando. —Claro, pero si no le dices al gruñón de don Víctor, ni al estricto del tío Daniel.
—Bueno, está bien — respondí, atenta a su cariño. Muchas veces ellas me cuidaron como siempre.
Amanda y Nicolle eran diferentes, pero eran mis hermanas que me ocultaban cosas y que a veces trataban de darme el tiempo que papá y mamá no podían darme.
La primera vez que vi una película en blanco y negro me cautivó; de verdad era hermosa la imagen. Aunque no era lo que yo estaba acostumbrada, me encantaba volver a estar con mis hermanas. Qué les puedo contar de ellas.
Amanda, era la mayor, vivía en Italia, porque estaba de intercambio, y Nicolle estaba en los años superiores del colegio San Ignacio en Colombia, por eso no nos veíamos mucho; además, ella tenía una pelea constante con mi papá... Nicolle sabía cosas que eran dolorosas, aunque eran bastante difíciles para mí, que era una pequeña de 7 años. De hecho, lo que recuerdo todavía es que
—Niñas, quiero ser como Marilyn — dije embobada por la belleza de aquella mujer; era rubia y tenía un hermoso cuerpo. Pregunté: "¿Me pueden ayudar a ser un poco como ella?"
Mis hermanas sonrieron y Nico salió del sofá que compartíamos ya hacía 4 horas; fue a su cuarto y sacó de aquel baúl una peluca corta y rubia.
—Ven, Lorenza — me sonrió, colocando en mí la dichosa peluca.
Algunos minutos después me estaba vistiendo como la señora más hermosa que haya pisado la Vía Láctea, después de mamá y de mis hermanas.
—Señorita Marilyn, debe de aprender a cómo andar en tocones. —Mis hermanas me montaron en unos tacos altos y ambas me daban indicaciones para caminar con ellos, estuve a punto de caerme. La actitud de ambas era de hermanas mayores protectoras y alcahuetas.
***
Y de esta forma pasé mis días en Italia con mis hermanas, esos días conociendo un poco más de las raíces... pero nada era bueno como yo quisiese. La verdad es que en ese momento todo comenzó al revés. Y aún más cuando papá llegó. Mis hermanas mayores se tornaron de forma distinta cuando papá se sentó en el mueble grande después de haber pasado varios días sin comunicarse conmigo. Sé perfectamente que por la época no era fácil entablar una conversación fluida, pero por lo menos una carta de vez en cuando no haría daño.
Iba con mamá, cuando comenzaron a discutir, e iba a entrar cuando veo el salón con su puerta cerrada, como para disimular, pero había un agujero entre la puerta y pude ver casi todo.
—Amanda, ¿cómo estás?— preguntó mi padre, sentándose en la silla. Mi hermana no contestó y de alguna manera se sentía distante, como cuando papá y mamá discutían. Entonces, para que le mirara directamente, le giró el abrazo a mi hermana. Papá era demasiado grande y parecía un oso. Entonces se veía algo arriesgado; de una forma, Amanda se levantó para mirar directamente a los ojos—no te enojes más, por favor. Sé que estás enojada por lo que hice; alejar a tus hermanas es una decisión difícil, aunque no lo creas.
—Padre, ¿estás seguro de hacer la unión de hermanita con ese chico? —«A mi hermana la van a casar»... pensé. Entonces pegué la cabeza y el oído a la puerta; quería saber más de los secretos familiares.
—De esa manera estaremos cuidándonos, entiende, las reglas son las reglas y nuestra bebé... —En ese momento no comprendía nada. —Papá también se veía un poco abrumado; no me gustaba verlo así.
Cuando volví a escuchar a mi hermana pararse de tú a tú con mi papá, Amanda, a pesar de ser muchísimo más baja que papá, se sentía como si estuviera viendo un ángel guardián de esos que protegía a quienes tenía que proteger para cuidar y que esas personitas pequeñas estuvieran bien y se desarrollaran bien. Lo entendí cuando ya comenzó esa grande, cuando me tocó hacerme cargo de todo en mi familia.
—O ¿cuidando tus intereses? — hizo caras molestas —. Y los del tío Daniel — dijo mi hermana Amanda, un poco muy enojada, como si tuviera años aguantando, como todos los de esta familia. Por mi lado, a esa edad no sabía qué era lo que pasaba. —Mira, estoy segura de que la niña viviría mucho mejor con el tío Daniel. Ella merece ser libre.
—¡Tú no sabes nada! —Ese grito de mi padre me hizo temblar las piernas y no de una buena manera, luego respiró y dijo: Mira, Amanda Salerno, eres la mayor y tienes la oportunidad de ser libre por tu hermana, así que agradece.
—Entonces debo de estar agradecida por... —Amanda se guardó silencio; sabía que si decía algo más sería peor, mucho peor.
Se escuchaban gritos y demás; aunque no entendía mucho, sabía que estaban tratándose mal. Aunque papá nunca le daría un golpe a su hija, era una sensación de que mi familia se estaba a punto de disolver para siempre.
En ese momento, en el que mi hermana peleaba con mi papá, por cosas que no entendía. Mamá entró, ella sí había ido a la cocina por comida para todos para terminar de pasar las vacaciones bien como se debería. Al escuchar sus gritos, mamá usó su voz de madre y eso hasta a mí me dio miedo.
—¡Se pueden calmar ustedes dos! —habló en un grito muy enojado, y en definitiva la entendía. — Querida, entiendo tu preocupación, es más, yo también me encuentro asustada con esto. —Abrazó a Amanda, mientras que mi joven hermana solamente comenzó a llorar. —¿Acaso no recuerdan que Lorenza está en la otra habitación? —la voz de mamá se escuchaba terriblemente enojada y hasta a mí me asustaba, entonces me pegué a la puerta y por un pequeño agujero pude verlos casi agarrándose de las mechas.
Siempre tuve prohibido escuchar entre las paredes, pero es que no deseaba que nadie peleara y se tratara mal, continuó ella.
—Sé que quieres que tu hermanita esté bien —mi mamá, siempre tan sabia y linda, entonces habló la reina de mi casa. — Yo las críe a las tres como si tú y tu hermana hubieran salido de mí —miró la puerta y yo comprendía que me iban a castigar —, pero también lo haremos por tu madre y por todas las personas que han muerto en el transcurso del tiempo.
—Pero, mami... —Escuche a mi hermana mayor —es muy triste, no quiero que mi hermanita pase cosas que no debería vivir.
Nicolle estaba detrás de mí, esperando a que papá demostrara algo más, haciendo señas de que me quedara en silencio; necesitábamos escuchar todo.
—Lo sé, Amanda, y es por eso que esos niños están estudiando juntos para que se conozcan y no haya tanto margen de error. —«¿Cuáles niños?»
***
Unos meses después...
El grito de papi se oyó por toda la habitación y eso me estremeció de una forma que jamás había sentido. Le había mandado una foto de mi papá de mi hermana Amanda, en la que se veía en peligro; estaba amarrada de manos. No sé por qué alcancé a vivir esa imagen ahorita que lo pienso, después de tantos años, pero me preocupé bastante recuerdo que esa vez la nana Carmen y yo nos dirigimos directamente a la casa de mi tío Daniel donde estaba mi primo Aurelio quien tenía una cosa que yo no entendía.
—Tranquila, querida prima, y mi papá y tu papá van a encontrar a tu hermana. —De cierta manera, lo que me dijo el primo fue algo que me puso a pensar: los únicos que encontraban personas eran los policías y eran las personas que hacían esto, pero mi papá no era policía o ¿sí? Y yo no lo sabía. Jamás pude preguntarle a existencia; dejaron un largo tiempo en Colombia, como dos semanas, y cuando lo volví a ver, se me había olvidado esa pregunta.
—¿Y mi hermana mayor? —pregunté, pregunté inocente.
Al escuchar esto, papá se puso a llorar y no pudo parar, luego de un rato en mis brazos —, Tu hermana mayor se encuentra bien, pero no podrás verla, no todavía.
—¿Por qué?
—por qué no.
***
Despues de casi un mes volví, tranquilos voy a terminar esta historia como debe de ser. He estado muy ocupada pues publique "Vestido de Lentejuelas" y me gradue de la especialización...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro