Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Miradas y cortesías

Hola, jóvenes. 
Sí, me demore un montón para escribir, pero este capítulo es sumamente tierno. 

-------

---

-


Los hermanos Salerno eran diferentes hasta para el gusto en mujeres; Daniel era un hombre de letras; le gustaba la calma y pasear en el campo... Era alguien que había abandonado una parte de él para vivir una vida que deseaba tener desde siempre, pero le gustaba el orden y muy pocas veces daba oportunidades que sonaran mediocres. En cambio, Víctor era un hombre de guerra que solamente conocía la sangre, los tratados y demás. Muchas veces estuvo a punto de morir, muchas veces la boca le sabía a sangre, pero tenía algo muy diferente: conservaba aún un corazón blando, que se derretía con muestras de afecto, dando prioridad a los que amaba... y no era que Daniel Salerno no amara, solamente que él trataba de razonar todo; no quería acabar dañando su vida por algo que no valía la pena; por eso se tardó tanto en soltarse y encontrar a alguien.

A Víctor le gustaba de alguna manera tener el control dejado por su hermano mayor. Víctor y Daniel se llevaban tres años de edad, pero se llevaban décadas mentales, pues el segundo formó una familia y se quedó con el negocio familiar; Daniel mató a su padre para imponer orden en su familia; sin embargo, a pesar de sus diferencias, ambos compartían una certeza: estaban decididos a no repetir los errores de sus progenitores, dispuestos a transformar las circunstancias de su infancia.

Los hijos serían lo que les quedaría a ellos, la herencia...

***

Era fin de año; Latinoamérica era cálida en esas épocas; era la oportunidad perfecta para hacer familia y dar paso a planes constituidos de próximos tiempos. Aunque olía a guerra mundial, sabían que lo poco bueno que hizo Adriano para ellos era haberlos sacarlo de Europa y colonizar Amaranto. Ya habían pasado dos años desde la muerte de Beatriz y aunque todavía sabía mal y estaban investigando, la vida debía de seguir adelante. Adecuadamente, los hombres decidieron reunirse con sus respectivas parejas en Manizales.

—¡Hola! —gritó el segundo hermano en una pequeña cafetería. Llegaba de la mano con Reina, su nueva esposa. El bebé por el que se habían casado había desaparecido, y aunque la tristeza los invadía, continuaban intentándolo. Víctor y Reina siempre vestían a juego, aunque por obvias razones la mujer tenía un estilo más relajado. Para ella no había algo más bonito que aprovechar el tiempo con Víctor y sus hijas; entendió que todo era el vivir del día a día, y que en cualquier momento llegaría ese bebé que tanto deseaba.

—Hola, bebito —se paró Daniel con una cara de felicidad de ver a su hermano. Se mandaban cartas y daban telégrafos, pero no habían podido verse mucho; además,  el futuro egresado de medicina estaba pasando por de todo un poco, sería bastante complejo todo. —¿Cómo estás?

Reina y Amelia se vieron y se regalaron un par de sonrisas, pero la sonrisa de Reina se empañó con el vientre abultado de la otra mujer.

—Mucho gusto, Reina —habló la joven.

—Hola, soy Amelia —de inmediato la abrazó; la médica sentía una necesidad de ser abrigo para la otra; su marido le había contado lo que pasó y eso también le afectó a la mujer que estaba a punto de parir—, ven, siéntate y hablamos, ya que esos dos no se van a separar.

Era verdad: Daniel y Víctor estaban demasiado abrazados; se encontraban en una manera correcta... estaban en un lugar que nadie le diria estupideces. 

Cuando notaron que sus mujeres se encontraban detrás sentadas muy cómodamente, Víctor vio a su cuñada con una panza gigante y en vez de sorprenderse le dio un codazo a su hermano mayor. —Te rindió, muchacho.

—Respeta, Amelia y yo hemos estado demasiado ocupados—. Decía esto blanqueando los ojos y disimulando su felicidad: —¿Acaso no vas a presentar a tu esposa?

—Y tú a la madre de mi sobrino —contestó el líder Salerno.

—Claro que sí —contestó el estudiante; ambos hombres se sentaron en sincronía perfecta.

Amelia y Daniel eran diferentes. Aunque Daniel era un adulto mayor que ella, todavía era un apasionado descubridor. Le gustaba tratar a su prometida con atenciones y demás. Muchas veces ella debió de pararle para que no cometiera una imprudencia. En ese momento, la médico recién graduada veía a su prometido más allá de lo que lo podían ver los demás. Era discretamente afortunada de poder escaparse de la relación impuesta por sus familiares con la familia de Cundinamarca... Que Daniel y Nina Hoyos también tuvieron que aceptar su lado científico...

—¿Cómo está, mamá? —preguntó Víctor.

El prometido de Amelia contestó de una manera aterrada.

—Bien, sabes cómo es ella —le contó. —Mamá está enojada y más por el embarazo de Ami —el médico sonrió, abrazando a la mujer embarazada sentada en la silla. Un poco tímida. Apenas se estaba acostumbrando a ser el centro de atención.

—Ella no sabe que me volví a casar, ¿verdad?

—El tío Luca, le contó—, habló Daniel tranquilo, pidiendo lo que iban a comer.

—¿Cómo? —preguntó el líder de la familia.

Reina y Amelia solo escuchaban atentas; Amelia siempre supo que Daniel no era un tipo normal, que tenía secretos, pero a medida que sintió confianza el hombre logro abrirse y eso era era algo más sencillo para ella. Amelia nunca tuvo un padre presente; su madre contó muy triste que su padre se había ido al otro mundo justo cuando se habían ido a vivir juntos en casa de ella.

—Sabe que te casaste y que no le pediste permiso —comentó Daniel, y entonces hizo una cara tremendamente expresiva, tomando aliento para proclamar como su madre: —Ustedes no son bien vistos ante los ojos de Dios, y su hermano también está muy mal —dijo esto último, mirando a su hermano a la mujer de piel tostada—. ¿Cómo es que se casa sin decirme nada?

De inmediato, Víctor movió las manos y los hombros en son de no importarle nada. —Chicas, mamá podría ser la siguiente paciente psiquiátrica... el vicio de ella es hacerse la enferma. 

Aquello hizo que el mayor y Víctor se rieran de una manera gigante, y de hecho fuera contagiosa, para las mujeres. Cuando Amelia se quedó en silencio colocó la mano de su cuñada en el vientre, gritó de una manera miedosa: —Está pateando, está pateando...

—¿Te duele algo? —, Reina preguntaba algo asustada. La médica sonrió negándolo al ver a sus cuñados y a su prometido, preocupados. —¿Entonces?

—Está feliz por conocer a sus tíos—, la mirada de la joven hizo que los tres se juraran que protegerían a la mujer que no tenía nada que ver con la familia Salerno.

(Esta historia se me hace conocida...)

***

El día en que Aurelio nació, el médico Daniel estaba esperando intranquilo; no sabía qué era; habían pasado un momento tranquilo, cuando en medio de un beso Amelia rompió fuente. Lo esperaban para finales de mes...

Solamente tenía claro que el bebé de Amelia y él sería muy amado; el niño sería su primogénito, y entendía perfectamente que debía de cuidarlo en la oscuridad de su propia sangre.

Para el niño que nacería en algunas horas, desde el primer momento de su concepción tenía el poder de cambiar la realidad; el médico que estaba a punto de iniciar psiquiatría lo esperaba; él deseaba de verdad que los hijos que tuviera con Amelia fueran libres.

Se encontraba solo en la sala de partos esperando por noticias o información; su madre estaba cuidando a sus sobrinas en Amaranto mientras él no sabía cómo sentirse enamorado o triste, pues nunca pudo preguntar a su hermano que se sentía ser padre. Ahora era demasiado tarde para preguntar, ¿cierto? Víctor estaba en otro lado del mundo, en sus negocios, expandiendo lo que debe de ser importante.

Comenzó a caminar por todo el pasillo; no podía salir porque en cualquier momento le llamarían para tener cualquier información. Por ende, reflexionaba en ese instante las acciones y todo lo que por alguna vez luchó y lagrimeó.

Cuando escuchó el grito, fue como un niño pequeño sin sostenimiento de alguien.

Hasta que en unos minutos más se escuchó un lloriqueo y el resplandor de un Salerno salió. Aurelio Hoyos Ruiz nacía en el hospital de la montaña. Algunos años después, el Hospital del Ruiz.

—Es hermoso —habló Daniel llorando de una manera fuerte—, Amelia, gracias por permitirme tanto.

La mujer, en medio de su dolor y fascinación, al ver cómo el hombre que miraba con salvajismo daba un brillo y una ternura que era propia del miedo a tomar al niño, a una pequeña bola de carne, que llamaba la atención.

Un año más tarde también nacería Lorenza Salerno Reina, la hija de Víctor y Reina. Quien nació en medio del mar de la costa en tremenda tormenta y ayudada por su tía Amelia, quien también tuvo complicaciones al nacer, pues se le había enredado el cordón umbilical en la garganta; aquello hizo que la médico fuera más cuidadosa que nadie.

Al llegar al cuarto de la mujer, Víctor sostenía a sus hijas que estaban desesperadas por su madre. La amaban; en los últimos meses ella se había convertido en parte esencial de todo para las pequeñas.

—Miren una bebé, —habló Amanda. Sus pequeños ojos brillaban de emoción, entonces. —Se llamará Lorenza, ¿verdad?

Reina miraba el cuadro emocionada; solo sabía que esa niña sería más grande que el sol y las estrellas; ella se casaría con el niño Spada y le ayudaría a cuidarlo. —Sí, pequeña, ella es tu hermanita la pequeña. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro