Funeral
Conocer el infierno no es más que el comienzo de tu verdad.
Al ver esa chica que buscaba alguien con los ojos o solamente buscaba problemas, haciendo que Guill se quedara con la mirada de aquella adolescente tierna e imprudente, de una exuberante belleza; su piel trigueña de niña, ojos grandes de color negro profundo, cabello rizado y una nariz pequeña, era alguien muy lindo; era de una forma clara una tentación que sabía que podría llevarlo al infierno.
De repente y aunque no lo quería, sus piernas comenzaron a funcionar para tratar de alejar esa sensación de encima, aunque sus piernas jamás respondieron como deberían.
En ese momento el hombre caminó hacia ella, haciendo caso omiso a sus instintos de hombre recién viudo, necesitaba alejar esa tentación de encima, pero ahí estaba él, haciendo lo que no debería hacer.
—Hola, buenas tardes, ¿a quién buscas? —la niña se presentó haciendo suficiente estruendo, abrazando al viudo para llamar la atención.
—Soy la hija menor de los Salerno —observando cómo un hombre de ojos pardos se le iba acercando antes de sacarla del lugar; nada propio para una niña de 19 años, ella respondió. El hombre era el segundo hermano mayor de su familia. —Soy Lucía Salerno Brox —señalando entre la gente a su hermano. El hombre viudo volteó y se aflojó la corbata del cuello por los nervios. Sabía cuál era la fama de esa familia —y ese que ve usted ahí es mi hermano mayor. ¿Lo conoce?
Para nadie era un secreto que los Salerno no eran gente fácil de tragar... De alguna manera eran muy similares a la familia de Guill, pero esta era más cruel en muchas de las situaciones que como gánsteres debían de vivir. Pero el más cruel de todos era el jefe, heredero. Daniel Salerno. Que por cosas de la vida ya no tenía tanto contacto con las demás familias.
—Claro que lo conozco —le dio una sonrisa fingida a esa pequeña Lolita, por el miedo circundante, ya que estaba más que comprobada la insinuación de su presencia allí. — ¿Pero si quieres te acerco hacia él?
Lucia era la tercera heredera de la familia; no era hija legítima de esa familia; era producto de una "canita al aire", del difunto Adriano Salerno, rompiéndole el corazón a su madre.
—Gracias, pero primero quisiera... Ella, enredando sus brazos sutilmente en el cuello del viudo, colocando a un hombre totalmente nervioso, dijo: —Mi sentido pésame, querido Guill, y dejando de una manera mal parada a la familia.
Desde lejos Víctor miraba esto con vergüenza: su hermana estaba dando un show algo penoso para su familia; en ese momento le hubiera encantado meterla de nuevo al colegio de monjas y que nunca en la vida saliera de allí. Pero eso no era posible porque la chica estaba en sus vacaciones; además de que ya era libre, era mayor de edad. Le hubiera encantado que su hermano mayor estuviese ahí, para controlar a su "pequeña molestia". No lo detestaba; es más, amaba a esa niña como su propia hija, pero a veces le causaba dolores de cabeza más grandes de los normales. Nicolle y Amanda no causaban tantos estragos y eran unos bebés.
Al terminar la ceremonia fúnebre, los Salerno, aproximadamente un grupo de 10 personas, se acercaron para dar obsolescencia y respeto. Solo estaba Víctor Salerno con sus guardaespaldas detrás. Sus pequeñas hijas no estaban todavía en edad de asistir a estos eventos.
—Bueno, Guill —le habló Víctor Salerno, el dueño de la más taladora de árboles de Estados Unidos y del mundo, ofreciendo su mano derecha, la cual fue estrechada con fuerza. Aunque era una fachada más; pues el verdadero negocio estaba detrás de las embarcaciones que enviaba a otros lados. —Fuera de los negocios te deseo el bien, para ti y los tuyos —mira la corona de flores, suspiró. —Lamento mucho tu perdida —observó a la pequeña de 19 años, la cual se sentía como una chiquilla al lado de los hombres—. Pero si te metes con mi hermana, te juro, por tu mujer, que jamás volverá a ver amistad entre nosotros.
Guill conocía bastante bien al hombre al frente que lo pudo haber matado con un par de patadas, pero pensándolo bien estaban en la misma situación. Amanda también había muerto hacía pocos años... Parecía como si la muerte quisiera llevarse primero a las mujeres jefes de las mafias antes que ellos mismos. Era un castigo.
(Pero saben quiénes van a acabar con esto... los protagonistas de esta historia y el nieto menor del jefe...).
—Pero eso no nos conviene a ninguno de los dos —habló Spada desafiante; no estaba de humor para soportar a alguien que no le caía bien del todo. —Tú verás. Recuerda nuestro trato, querido Víctor.
—Eso mismo digo —dándole una pequeña palmada en el hombro izquierdo, retirándose de allí e yendo con su hermana—; tú verás.
***
Horas más tarde, en la mansión Salerno, un hermano mayor ponía en su lugar a la joven terca y desenfrenada. No quería que su hermano mayor supiese que era un incompetente. Sin embargo, él sabía que nunca le diría eso y por eso lo dejó a él a cargo de los negocios del bajo mundo, mientras él trataba de hacer su vida con su madre en otra parte, en un país cercano, Colombia, tan cercano que se alcanzaba a ver los límites entre la isla de Amaranto y las costas de San Andrés y Providencia; es más, se consideraba al islote como parte del país.
—Tú no tenías nada que hacer ese sitio, señorita —, gritaba a su hermanita menor que era un constante tropiezo para su psiquis... No estaba de humor para la pesadilla de su hermana: ese no es un sitio para una joven como tú. Tú no conoces a esa gente... —He iba a seguir hablando y la iba a gritar más, pero cuando se detuvo, no iba a cometer los mismos errores que hizo su padre; no quería que su hermana se desapareciera.
La joven de 19 años sonrió; iba a decirle un par de cosas a su hermano amado.
—Lo sé —moviendo el cabello con descaro, frunció el ceño—, pero entiende que desde que me dijeron que sería heredera de la fábrica. Estipulado por el Gran Hermano, necesitaba conocer a nuestros rivales desde el fondo. Quiero conquistar el negocio desde la base —haciendo un puchero nada propio para una joven adulta.
Víctor sabía que su hermana se refería a los asuntos de la cama y de esa forma poder tener más de lo que era permitido necesitaría hablar con su hermano, para pedir apoyo ante tantas cosas. De inmediato gritó haciendo estruendo por toda la habitación, los vidrios temblaron y los cuadros familiares se movieron un poco más, haciendo temblar a la servidumbre de la casa... Esas veinte personas sabían que cuando la señorita Lucia estaba cerca no había tranquilidad.
—¡Estás loca! —Se sostenía el puente de la nariz... Necesitaría un psiquiátrico lo más pronto posible. —¿Crees que un hombre se olvidaría de su mujer tan fácil?, ellos se amaron durante 15 años —sirviéndose un vaso de coñac—, y más sabiendo que fue el amor su vida. Bebiendo un par de tragos.
—Tú y tu romanticismo me enferman —ella se había mofado de lo que su hermano sentía vergüenza por ese sentimentalismo de Víctor—, ¿no me vengas a decir que de verdad te enamoraste de esa chica?, de la empleada de la fábrica. Por lo menos mis pequeñas sobrinas tendrán a una madre, aunque no sea digna. —El hermano mayor, colocándose rojo, no dijo nada. —Bueno, ya era hora; además, después de que Amanda Primera murió hace unos cuantos años, no eras el mismo —mirando un cuadro de una hermosa mujer rubia de ojos negros—; ya era hora de que mi hermano mayor tenga más herederos.
El silencio se apoderó en la sala de estar; era una guerra entre las miradas entre hermanos cuando Nicolle de seis años entraba con una muñeca de trapo. Estaba a punto de llorar. Su papi no les gritaba a ellas, pero sabía que estaba muy enojado con su tía, la loca. Nicolle era tan igual a él, que se preocupaba desde el fondo del alma por lo que pasaba en su entorno; era una pequeña capaz y entendía tanto las preocupaciones de los adultos.
—Me casaré con ella. Amanda y Nicolle la quieren y eso hace las cosas más sencillas para todos. —El padre alzó a la niña, besándole la frente —ya hablé con los demás y están de acuerdo—. Víctor miraba a su hermana duramente. —Lamento que el gran Daniel, nuestro hermano, no te quiera y que más se hubiese ido cuando papá murió. Pero estas son las reglas y lastimosamente deben de ser así.
Después de esto Lucía mostraba una cara de tristeza y de agónica rabia. Odiaba con el alma a Daniel; él había dejado a su hermano del medio encargado de tanta maldad. Víctor tampoco era malo; era un hombre muy responsable y aquello le causaba molestia, pues tanto machismo de su hermano mayor, pero lo que ella no sabía era que todo iba a pasar a las hijas de Víctor, no a ella.
(Don Daniel es la causa de los dolores de una joven escritora).
—Bueno, entonces me iré de aquí —Lucia veía a su hermano con desaprobación arrebatando su licor de las manos. Bebiendo bruscamente: —Y ni te molestes en invitarme, ella está muy por debajo de nosotros, Vic querido.
—Espera, podemos hablar con él y con los de la organización para no dejarte así, sin apoyo —la joven se soltó con una mirada más triste. —¿Para dónde vas? —ella giró y solo se limitó a sonreírle, mirándole a los ojos guasonamente.
—No te preocupes... —Hacía mucho, sentía que su lugar no era ese, desde que su padre murió. Sabía que su hermano mayor Daniel lo había matado, por obvias razones. Lo que verdaderamente la lastimaba era que nadie hacía nada contra esto —qué sé cómo sostenerme por mis propios medios. Así como mamá me enseñó.
Lucía quería el poder absoluto. Por ende, tenía planeaba la caída de la organización en la que su familia estaba hacía más de dos décadas, ya que su hermano mayor no necesitaba su opinión; podía hacer lo que quisiera. Y bueno, eso era lo que haría.
Los años pasaron, y su hermana era una actriz reconocida tan buena que se había ido del país cuando tuvo posibilidad. Sus hijas y él pedían todas sus películas porque estaba orgullosísimo de su hermana y aunque Daniel no lo dijera sabía que le pasaba exactamente lo mismo.
Lucia Salerno también cambió su historia. Realmente, el futuro abuelo del pianista amaba mucho a su hermanita, pero no estaba de acuerdo con las cosas que ella hacía, cómo se comportaba sencillamente como eso, y más cuando decidió romper relación con familia de sangre.
***
Cuatro años después de este suceso
Cuando Daniel vivió en Colombia, él optó por usar el apellido de su madre que era colombiana, pues era mucho más limpio que el de su padre, y trató de borrar toda huella de la parte oscura de su familia, lastimosamente para muchos, creyendo que él había olvidado a su hermano y a su hermanita. Pero nunca fue así, antes, al contrario. Daniel Hoyos Buenaventura, estaba tratando de cambiar algo que siempre le hirió.
Bueno, eso aparentaba porque la verdad siempre los tenía en la cabeza y hubiera preferido quedarse en Amaranto, pero alguien se tenía que ir con su madre a un país lejano y cercano al tiempo donde poder comenzar como se debía... Hasta que una mañana abrió el periódico y descubrió que la loca de su hermana se había vuelto la nueva mujer de Guill Spada. Lucia era hermosa y podía conseguir lo que quisiera; además era una mujer demasiado astuta.
Recordando ese día con desazón, Fermín, su más querido ayudante, le traía el correo que recién llegaba al país. —Señor, acaba de llegar una carta y el periódico.
Daniel, que se encontraba a unos minutos de entrar a una reunión con los Capos y futuros líderes de "la Organización", —pásame, luego la leo. Gracias —lo colocó en una mesa, sin prestar atención, hasta que una bonita sonrisa le llamó la atención —no puede ser.
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