El comienzo
En la muerte y las lágrimas siempre estaré contigo; no importa cada segundo ni intento de la misma muerte.
Justamente cuando Lucia Salerno salía de la mansión después de hacer un ultimátum a su medio hermano mayor, sin tener un buen plan, pero arriesgando todo para quedarse con todo, Lucia no era tonta, pero era una mujer impulsiva incapaz de pensar antes de actuar. y de cierto modo, no sabía en que "vaca loca" se metería.
Mientras Guill salía del funeral de su amada esposa, necesitaba encontrar paz y creía que dedicarse solamente al trabajo se convertiría en una salida mucho más sana, aunque todavía no tenía una idea clara, algo dentro de sí mismo le decía que era mejor estar tranquilo con los Salerno, que no hiciera una estupidez, si quería que su hijo viviera.
Eso era algo que se tenía en pendiente, quería cuidar al niño, pero no era muy fácil cuando tu hijo tiene la cara de su madre, de la mujer que tanto amaste desde su adolescencia. Algo muy profundo en Guill le decía que ese niño le dolía de todas las maneras possibles.
Era tarde de la noche y la insinuación de que aquella chica a veces iba y venia, pero se comenzó a espabilar cuando iba llegando hacia el puerto, en donde dos de las cuatro familias estaban ahí; su familia y otra familia que era mayor como la propia... Los Salerno. Comprendia que jamás se iba a liberar de los.
Se esperaba que la familia apareciera con algo más, pues con esas personas no se podía esperar nada bueno, se suponía que en el trascurso del tiempo los Spada y los Salerno, se unirían para cuidar los negocios que tenían con los colombianos y los chinos además. de tratar que las cosas eran diferentes y mucho menos difíciles... Casi siempre se hacían matrimonios arreglados o se hacían negocios en conjuntos, tanto legales como no.
Sí, Guill aparentaba ser buena gente, pero no buena persona, el líder de la familia Spada, se encontraba iracundo y definitiva era un hombre que por obvias razones iba a defender a los suyos, sin olvidar que en ese momento no asumía su 100%. de conciencia, su esposa estaba en ataúd por una muerte extraña y sin exagerar que deseaba huir de allí y dejar todo a la tercera familia, los Salvatore, aquellos eran sus aliados y era la familia intermediaria entre ellos pues a veces era difícil lidiar con los de la primera familia.
Los Spada, eran gente justa, pero no era tan astuta como los Salerno, por otro lado, necesitaba acabar de una forma tranquila. Se lo había prometido a su amada antes de que huyera de ese plano.
***
Las olas del mar se encontraban en una tranquilidad muerta como si estuviera esperando un disparo para despertar la tormenta del corazón.
—Amo Guill. Llegamos—le habló el guardaespaldas mientras abría la puerta, en la radio se escuchaba una canción: Te amaré, te amaré. A golpe de recuerdo Te amaré, te amaré
Hasta el último momento A pesar de todo, siempre te amaré.
Guill Spada estaba a punto de tirarse al mar y por un segundo pensó en hacerlo con aquella canción famosa.
Todo estaba mal desde que su esposa había caído enferma cuando comenzó a intentar tener un hijo, al principio pensó que era normal, que los cambios en su salud eran normales, aunque de un momento a otro todo cambio. Beatriz comenzaba a estar más débil y más delgada, pensó que era culpa de su bebé, pero después de un par de cachetadas mentales sabía que su pequeño Anthony, no tenía la culpa, en algún momento lo sintió así, ese pobre chiquillo había perdido a su madre... a la persona que le daría su amor a manos llenas, ahora se encontraba en un momento nada amigable.
Beatriz deseaba tener a un hijo, a un ser casi divino que le alegrara la vida, pero quemaba como el diablo no poder seguirla por el camino acompañada por el barquero Caronte, quizás porque tenía una responsabilidad con su pequeño hijo a quien amaba, pero no. Sabia como hacerlo.
—Gracias—hablo el hombre vestido de negro, tratando de estar tranquilo, ante las decisiones que su compañero en los delitos tenía que decirle. Deseaba volver rápido a casa y tomarse una ducha y dormir. Hasta que Anthony fuera un adulto.
Entendía que el niño no tenía la culpa de lo que viviría en el futuro, ya pesar de todo no quería verlo, no sabía cómo enfrentar esa realidad sin ella, sin su amada Bea, Anthony como él no tenía opción.
Cuando entró a una pequeña casona al pie de mar, encontró a Víctor sentado de frente a la puerta, esperando que aquel más joven hiciera lo mismo. A su lado estaba una copa de vino; esa copa era de un color muy rojo como sangre, era vino tinto, le encantaba.
***
Víctor Después de la gran discusión que tuvo con su tonta hermana, se había encargado de sus hijas mientras comenzaba a sentirse preocupado y aún más por lo que diría su hermano mayor, por el posible casamiento con la empleada de la fábrica, pero Reina era otra. cosa, era diferente a todas las mujeres que había metido en su cama justo después de la muerte de su primer amor.
—Lamentó la hora la reunión —Víctor Salerno dijo esto tranquilamente, pues la verdad no había mucho de qué hablar, solamente estaban tratando de aclarar algunos asuntos sobre la próxima embarcación que tenían juntos, que sería dentro de unas horas.Por otro lado, veía como Guill, tenía un aspecto deplorable, pero él no era nadie para juzgar, pues el mismo Víctor lo entendía, en algún momento de todo el proceso, él también pasó por ello había perdido su primera esposa de un momento a otro en un accidente, el cual fue causado por alguien, por un detective que al encontrar mato tan fríamente mientras que de sus ojos bajaban lágrimas.
Tal indecente ocurrió cuando ellos dos estaban juntos, recuerda bastante bien cuando su amada Amanda iba a un acto de beneficencia, pues, aunque realmente era una más pantomima para lo que realmente hacían, ella si le gustaba ayudar en lo posible, Amanda era la heredera. Básicamente de la tercera familia los Salvatore.
A ella no le gustó la guerra, ni las pandillas, ni la droga, ni las cosas malas, ni los delitos tan crueles en los que su esposo Víctor trabajaba.
Pero se había casado con Víctor por un acuerdo entre las dos familias; sin embargo, al fin de cuentas se había enamorado, se habían enamorado mucho, aún más cuando ella se sentía protegida entre sus brazos y podía mimarlo, cuando eran verdaderamente jóvenes, Amanda era un ser luz y quien no la amara no merecía estar vivo.
Se enamoraron como un río que estaba en su cauce fuerte y encaminado a la vida, pero cuando Amanda cerró los ojos, Víctor perdió la cordura, luego de haber perdido todo en el momento en el que Amanda con su voz temblorosa le decía que lo amaba. y que cuidara a sus pequeñas hijas... Que viviera feliz y que tratara de llevar a la familia a la Gloria.
—Lo sé, no tienes que darme explicaciones; Víctor, trabajo, es trabajo, y luego tendré tiempo para llorar a Bea. El más joven sonreía con una mirada triste y vacía antes de preguntar con resignación; era una sensación caótica en la que las preguntas no daban para una respuesta coherente. —¿Cómo se vive con este dolor y con esta amargura?, trato de aparentar que soy fuerte, nos criaron para serlo —estaba cansado, llevaba días sin dormir, quería desaparecer, dejar a un lado la guerra que estaba llevando e irse a otro país, así fuese solo con su pequeño hijo porque realmente sabía cuál era su responsabilidad estar. Con Anthony sería algo doloroso, pero al mismo tiempo gratificante y sanador.
Era un bebé de unos cuantos días, ni siquiera se sentaba; dependía totalmente de él. Anthony en definitiva iba a ser su tabla de salvación, o por lo menos eso lo creía sin negarlo. No iba a cambiar a su mujer tan rápido, además, ¿quién podía reemplazar a Beatriz? Esa mujer era sagrada, el recuerdo de ella era sagrada y nadie podría compararse, ni la más hermosa de las mujeres, a pesar de que la pequeña Salerno le parecía linda. Guill sabía lo que esa niña era y no tenía nada de bueno.
Víctor con una sola mirada ofreció un trago de vino tinto añejado, sabía cuál era el gusto de aquel hombre por el trago fino, aunque él prefería, algo más mojado, algo más gustoso, pues aquí se respetaban los gustos de todos, y aunque eran enemigos de nombre realmente simpatizaba con Guill, por qué Víctor tampoco estaba de acuerdo con esa guerra absurda y por ello su hermano mayor huyó a Colombia, todo lo que estaban haciendo era para en un futuro tener algo de tranquilidad, aunque fuese imposible.
Para continuar con la conversación y en hacerle entender que, más allá de colegas en el delito, eran hombres que habían perdido a sus mujeres por cosas extrañas, que deberían unir fuerzas para entender y buscar quiénes fueron los culpables de tanto dolor.
—Sabes que Beatriz y Amanda eran muy amigas, ¿verdad? —Salerno trató de ser la paz y la tranquilidad, aunque realmente no era así. El que era el pacifista de la familia era su hermano, el médico.
El cual estaba escondido detrás de una cortina. Esa carga era importante y cada vez estaba más cerca de darle santa paz a su madre en Colombia.
—Lo sé, no me tienes que explicarle porque me duele tanto. —Víctor no soportó ver a un hombre tan fuerte que se había muchas veces dado a los golpes con él romperse en lágrimas.
—¿Querido Guill, puedo abrazarte? —preguntó Víctor tratando de sonar lo más macho posible y no se pudo contener. No espero que él dijera así o no; solamente lo abrazó.
Por suerte para Víctor, él tuvo a su hermano mayor Daniel, el que estaba estudiando medicina en Colombia. Siempre lo procuraba y siempre trataba de cubrir sus penas con una gran sonrisa. Ha tratado de leerlo antes de que él pudiera decir algo o intentar hacer algo.
—Es que duele mucho, como si me hubieran arrebatado el alma; es que la vi dormida tanto tiempo que pensé que estaba bien, que estaba cansada de amamantar al niño. Dijo el reciente viudo, mientras que Víctor miraba a su hermano, que se encontraba detrás de la puerta, esperando a que su antiguo pupilo se desahogará —pero, ya después, no despertó y había dejado de cuando respirar. De repente se me ocurrió llevarla al hospital y me dijeron que habían pasado dos horas desde su muerte y todos los médicos me miraron mal como si yo le hubiera hecho algo. Bea era mi música, mi sol, mi paz, y no es justo que la gente crea que yo lo mate.
Lloraba como un niño al que le castigaron quitándole algo preciado. La muerte se llevó la mujer. Que amaba de todas maneras, era un castigo. Yo puedo ser una persona oscura, una persona que no vale la pena a alguien que hubiera jugado con cualquier mujer, pero cuando me enamoré, literalmente perdí la razón, el buen juicio y la escogí a ella sin que supiera nada en nuestros negocios y lo que hacía yo. Y cuando lo supo lo entendió y me abrazó y me dijo que me perdonaba que íbamos a buscar una manera de sacar todo esto adelante...
Lo sé, Amanda quería lo mismo—le ofreció la copa de vino—tómate esto y desahógate antes de que tomes una decisión y antes de entrar en lo que vamos a hacer—le ofreció otro vaso. El hombre devastado tomó el vaso de un tirón solo.
—Víctor, ¿cómo pudiste sobrevivir a esto?, preguntó el joven líder con una voz quebrada y una decisión mortal.
—La verdad, yo tampoco entiendo cómo logre llegar a estar aquí —Víctor respondió tranquilo, no necesitaba otro hombre grande llorar—, pero una de las cosas que tengo muy claro es que Bea y Amanda hubieran querido un mejor futuro para nuestros hijos.
—Siento que no lo estoy haciendo bien —suspiro colocando sus manos en la cara—; siento que una parte de mi vida se fue ese día.
—Es normal que pase eso, que sientas de esa manera—, los guardaespaldas de ambos se miraban. Todos en esa casa sabían que sus jefes eran muchas cosas malas, pero nunca gente que no tenía una pizca de corazón... Pero el antiguo líder de la Organización ese no sangre en las venas. Adriano Salerno, padre de Daniel, Víctor y Lucía.
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