Con la suerte
Los días en Colombia eran relativamente pacíficos, aunque todo, como siempre, era demasiado tenso: las guerrillas y los paras, la gente mutilada sin olvidar el cargo de consciencia; además, por consecuencia, como había dicho don Daniel Hoyos Salerno, Mariano Vega y su gente fueron desterrados; solamente quedó un joven que años parte tendría un hijo, un tal Eduardo Vega...
El estudiante de medicina se dividía en diversos trabajos y cosas, además de estar el mayor tiempo con Amelia, quien le pedía que la acompañara a ciertos lugares y sus otras clases... Y una parte de él se comenzaba a interesar mucho más de lo común, descubriendo con encanto que ella era una fiel creyente a sus emociones y tenía varios alumnos que también necesitaban de ella, aunque la mayoría de alumnos lo hacían para acercarse a ella e invitarla a salir... bueno, aunque él deseaba hacerlo alguna vez, no se atrevía; sus manos estaban demasiado manchadas de sangre y dolor para tocar semejante preciosa joya.
Lo sabía porque había mandado a uno de sus guardaespaldas a vigilar, si alguno de esos tipos se propasaba o algo así. Estaban ya terminando las clases con ella y estaba seguro que no la volvería, ni a topar... Por otro lado, se sentía algo orgulloso, se había recuperado de todas sus clases y estaba al día con todo. Aunque la perdería. No sería capaz de hacer valer el trato que hicieron; se consideraba algo inferior a ella, no hablando desde el aspecto económico sino de su moral y costumbres. El pasado y su presente eran totalmente diferentes y eso le permitió el dos.
—¡Hola, Daniel! —le llamó desde atrás, para que él girara y que viera que estaba. Se notaba que ella tenía una reunión importante.
Él solo sonrió; era una belleza en todo su esplendor; el vestido que traía puesto era algo suelto en la cintura, no tenía los lentes de siempre y había visto un poco de color en sus labios.
—Buenas tardes—saludo él, sacando una silla como siempre siendo un caballero —¿Cómo estás?—ya habían pasado algunos meses, casi un año. —Hoy, estás hermosa...
Como de costumbre, ella sintió un pequeño cosquilleo en el pecho y eso era científicamente raro en todos los sentidos. Necesitaba consultarlo con alguien, pero sinceramente no tenía muchos amigos o amigas.
Estaba concentrada en ayudar al joven Salerno, que no escuchó el halago dado por este... Hasta que él mismo notó lo distraída que estaba.
—Amelia, ¿te pasa algo? —preguntó él —¿peleaste con alguien?
Enseguida la mirada de Daniel cambió radicalmente en algo peligroso. Ella no sabía por qué tenía la capacidad tan cambiante y radical de ser tan amable y al mismo tiempo volverse un animal salvaje a punto de romper una mesa o romperle la cara a alguien.
La señorita Ruiz estaba casi segura que su pupilo había tenido una infancia difícil y por eso se comportaba de esta manera. Y antes de comenzar con su quehacer, trató de tranquilizar al hombre, hablando tranquilo y en una voz pasiva, para que él nunca le quitara la mirada. ¿Por qué le gustaría tanto esa mirada en ella?, si él solo ha sido amable con ella. Definitivamente debería de dejar de leer esas novelas románticas de época; no creía que la mirara de esa forma.
—No te preocupes —sonrió de una manera que Daniel no conocía; era tan tierna y dulce que el corazón le rebotó de una forma poco conocida—, solo que un estudiante de administración me invitó a salir; además, no sé cómo dejar a mi prometido sin armar una guerra.
El instinto asesino de Daniel estuvo a muy poco de despertar; sentía celos, muchos celos; era algo inexplicable para alguien que había matado a muchísimos humanos: Mujeres, hombres y niños, que irónicamente estaba aprendiendo a salvar. No podía permitirse volver a lo mismo. Más ahora que de verdad se conocía a una persona que valía todo. Amelia tenía dos caras; era tan artista como una flor, pero tan fuerte como un gran terremoto, desmoronando todo a su paso. En ese momento ella respondió en un suspiro.
—Pero para serte sincera, no me interesa, pues hay una persona que desde hace algún tiempo se ha robado mi corazón y mis pensamientos. —Ella estaba segura que la vida no le daría esa posibilidad para estar con el hombre que la miraba con determinación—, pero no entremos en detalles ahora. En estos momentos debo de hacerte un quizz de todo lo aprendido para pasárselo a mi madre para dar por terminadas mis tutorías conmigo.
"¡Qué! no quiero, que esto termine..." ¡Me gustas, Amelia! —pensó el hombre sentado al frente de la joven.
Ella sacó el papel en donde estaban escritas las preguntas, —tienes 30 minutos, señor Hoyos. Voy a estar leyendo.
Trato de concentrarse y responder a todas las preguntas, para poder darle a ella algo de tiempo; no podía creer que ella tuviera una cita y que no fuera él. Necesitaba solucionar eso ya.
Los minutos pasaron, lentos como si el dios Cronos deseara que ellos pudiesen hablar.
Al terminar, casi después de 20 minutos, Salerno le miró y ella enseguida se dirigió a él. Es que era tan fácil querer estar al lado suyo.
—¿Ya?—habló ella desde la mitad de la biblioteca; por suerte no había nadie cerca, por eso subió un poco la voz.
—Sí, ya terminé—, le iba a dar el papel en las manos cuando decidió no soltarlo. No quería que se fuera con el tipo ese. Al que buscaría y amenazaría, para que ni siquiera se atreviese a molestar a la chica.
—Suelta el papel, ¿acaso quieres que me pierda de mi cita? —Daniel sonrió, tirando de ella para casi estar a centímetros de ella, de esa boca que veía casi idealizada con la tinta carmesí; olía a jazmín con un poco de vainilla... Eso era tentador en todo el esplendor.
—Porque mejor no me acompañas a mí. Quiero celebrar esto contigo. —Habla él, percibiendo el latir de su corazón. Y cómo la respiración de ella iba a la misma velocidad de su corazón.
Ella con la mano que tenía suelta se acercó de una forma tal que sus respiraciones se mezclaran. Al notar esto rápidamente, él le brindó otra mirada demasiado seductora para susurrar su deseo en la cara de la chica —¿puedo? —y luego acarició sus lindos labios con atención.
Ahí, en ese momento, él deseaba tantas cosas, y al fin le estaban dando vía libre para ello.
—Llevó todo un año pidiendo por esto, Hoyos—, entonces él se paró sin despegar sus rostros que no se habían besado.
Al escuchar esto, sabia que en algún momento se arrepentiría. Amelia debía de saber su realidad, pero no tenía la menor idea de cómo llevarlo a cabo, y eso le molestaba al Gran Daniel.
—Me gustas, ¿puedo cortejar a la señorita Amelia? —En medio de la biblioteca, algo se rompía y se transformó cuando Amelia le besó en un beso tan intenso e inexperto que una lágrima salió del mayor de los Salerno.
—Tú también, me gustas —habló la joven Amelia en susurro mientras sentía como los brazos de él la sujetaban de tal forma que podía estar en paz con él. —Y si debes de cortejar. Para en un futuro poder ser tu esposa.
"Ella será mi esposa y haré todo lo que esté en mis manos para cuidarla, así tenga ir al mismo infierno".
—Te prometo que nadie te volverá hacer daño. —Salerno le besó en la frente para guardar sus cosas y tener su primera cita con ella.
Pero antes de salir ella, se acercó mucho más a él.
—¿Puedo besarle? —preguntó y lo giró para darle otro beso, haciendo que Salerno le tomara por cintura y permitiendo que su lengua jugara con la del otro.
"Fue un buen beso" —pensó ella separándose un poco.
Desde lejos, Daniel miró a un Fermín, quien desvió la mirada. Había gente que aún todavía lo seguía para matarlo, y tenía claro que en la universidad debía limpiar algunas cosas.
***
Mientras el Salerno mayor estaba en Colombia tratando de cambiar un poco su vida, el hermano menor estaba a punto de enfrentarse a su familia. Ya había pasado bastante tiempo en el que tío Luca los había pillado a los dos juntos en la oficina. Recuerda cómo pasó toda una forma que todavía le daba vergüenza.
—Debes de hacerte responsable de esa muchacha. —Luca habló con una voz de autoridad, aquella autoridad que tenía desde mucho antes de que su sobrino mayor ajustara cuentas con su estúpido hermano, que en ese momento se debía de estar revolcando en el infierno, viendo como sus hijos rompían sus reglas.
Pero, ahora, casarse y demostrar a la nueva Señora de la Familia antes de que se note el embarazo de la joven mujer.
Reina ya se había vestido tan rápido como Víctor se lo permitió; tenía mucha pena ante cómo se veía hacia sus jefes.
—Lo haré, tío, sé que me apoyas y Daniel, también. Me casaré con ella —desde atrás, Reina, pegó un grito ahogado de emoción. —Entonces, te presento—, Víctor se giró para brindarle la mano a su nueva novia y ella, a pesar de estar temblando de sujeto muy fuerte, sacó su mano derecha para salir detrás de él y presentarse como la chica a la que le había robado el corazón al joven Víctor...
Luca conocía perfectamente a su sobrino del medio y comprendió que tenía que proteger a esa niña como nadie, como lo hacía con sus sobrinas nietas: Amanda y Nicolle.
—Mucho gusto, mi nombre es Reina Luna —Reina sonrió apenada, por estar en aquella situación tan bochornosa, ante el tío de su amor, la persona encargada del cuidado de todos en la familia Salerno.
—El gusto es mío, qué bueno que eres alguien con mínima descendencia en este lugar—, sonrió de vuelta antes de dar los detalles del por qué estaba allí, irrumpiendo su apasionado encuentro. —Tú, hermano, mandó una carta—, Reina se iba a retirar... Comprendía que era una cosa de familia y que no debía de inmiscuirse; todavía le faltaba mucho para llegar a ser la señora de la casa. Y estaba bien con ello. Estaba a punto de salir después de darle un suave beso a su amado—, pero tú ¿para dónde vas? Esto también te toca, niña.
"¿Cómo podría ayudar yo?" —se preguntó ella tranquilamente, aunque entendía bien tanto el misterio.
Rápidamente y con mucho descaro, Víctor sentó a su nueva mujer en sus piernas. Su hermano le estaba exigiendo algo que, aunque no estaba en contra de las reglas de la organización, no tenía ni media cabeza de estar de acuerdo. A su hermano mayor, pidiendo casar a una de sus hijas con el muchacho Spada, le tocará esperar a ver qué pasa.
—¿Y tú qué piensas? sobre esta carta —dijo Víctor pensando buenos argumentos para después ir con su hermano y reclamarle semejante desfachatez.
—Estoy de acuerdo, mira Víctor, los Spada son fuertes, pero les falta un buen líder —Luca definitivamente estaba hablando del joven Guill. —En estos momentos, él no se encuentra en sus cabales; lo vimos en el cargue de hace unos meses. Según lo que quiere tu hermano, es hacer un enlace con la finalidad de que todos estemos protegidos.
—Lo sé, pero no estoy queriendo decir que tiene que hacerse la propuesta, ya que sabemos cómo están en la casa de los Spada.
—¿Puedo decir algo? —preguntó la joven alzando la mano como en el colegio.
—Claro que sí. —Víctor, le beso la mejilla.
—Creo que no te tienes que preocupar por una heredera para darla a la casa Spada. —Se sonrojo demasiado —llevo unas semanas de retraso, quizá sea muy pronto, pero estoy algo segura de que estoy embarazada y si mi intuición no me falla será una niña.
Al escuchar esto, Luca se paró indignado, además de preocupado. Y le ordenó al jefe de la familia: —Te casas mañana mismo, antes que te rompa las piernas y tu hermano te ponga un ojo colombino.
—Por favor, no se enoje con don Vic—, juntó sus manos para pedir perdón por su futuro esposo.
—¿No es bella?—, volvió a preguntar Víctor mirando aquella niña —quería que conocieras a mi familia y que estuvieras segura que, si te quedas a mi lado, no te faltará nada. De pronto haya un par de susto, pero siempre volveré a ti.
—Victor—, le sujetó del rostro, tratando de ser fuerte. Sin importar que el tío mayor la mire —si no puedes estar conmigo, no hay problema. Yo me haré cargo del bebé.
—Reina, tú de mi lado no te vas a ir, así que quita esa idea loca de tu cabeza —le beso otra vez en la boca —y este niño o niña será bien recibido por todos en la familia, ¿verdad, tío? —sonrió con una mirada asesina...
—Se hará como tú quieras. Pero deberíamos y, sobre todo tú, debes de mandarle una carta a tu hermano y hermana. —sugirió el mayor.
—No, mi hermana no quiere saber nada de lo que pasa a su familia —habló Víctor dando una mirada triste. —Y a mi hermano mayor debo de verlo; para eso iremos a Colombia de luna de miel, con las niñas, además de esta manera sobre lo que pretende mi hermano mayor.
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