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Capítulo 1.


Hoy era domingo, y estábamos de compras con mi madre. 

Ella tenía pensado ir de compras para distraernos un rato, y no me oponía. 

El local en el que nos encontrábamos estaban reproduciendo la canción Hold Me Down, y por eso mismo, no podía evitar moverme al ritmo de de la música, mientras mi madre buscaba un par de blusas a mitad de precio. Sabía que, cada día que íbamos de compras, además de volver con miles de bolsas con ropa en descuento, aparecía parte de la población masculina de mi escuela.

Ellos daban asco.

Eran un grupo de hombres que se encargaban de coquetear con mi madre. Muchos de ellos me llamaban "hijastra" cada vez que me los encontraba en los pasillos de la escuela.

Y de ahí crecía mi odio inmenso a ellos. 

Lo más frustrante de todo, aparte de aguantarse esos idiotas, era que mi querida madre no me creía. Cada día le decía a ella lo que ellos decían sobre su persona, sus tontitos flirteos y cada palabra que decían sobre el cuerpo de ella. 

Y ella aún no me creía. 

Lo único que hacía era soltar una carcajada y decir: "Dallas te ha enloquecido". Y, sinceramente, odiaba que ella no creyera mis palabras.

Pero en cierto modo lo ignoraba.

¿Te gusta esta blusa, cariño?preguntó mi madre.

Asentí sin prestar atención.

¿Te has enfadado?—Se dirigió hacia mí, dejando la blusa a un lado—. Hija, discúlpame si te he hecho enfadar.

No me he enfadado.

¿Segura?

Asentí.

Bienrespondió, mientras agarraba la blusa nuevamente. Será mejor que volvamos a casa, Kelestine.

¿Por qué?

Hay que limpiar la casa para la familia Conelly.

Ellos vendrán mañana, madrerespondí con un toque de fastidio.

Y así fue como mi último día de descanso estuve limpiando la casa, como mi madre lo hacía cada día como una loca de las bacterias que era.

(...)

El olor a café inundó la casa. Sabía perfectamente que era recién preparado por mi madre, y eso disminuyó un poco mi malhumor matutino.

Me puse de pie y me vestí, no sin antes pasarme una fina línea de delineador en mis ojos. Hoy mi cabello estaba ondulado; no era necesario cepillar mi melenita. 

Bajé las escaleras y me dirigí a la cocina, mientras dejaba mi mochila a un lado de la puerta principal.

Holasaludé mientras sonreía como cada mañana.

Mi madre dejó una taza de café frente a mí. Tomé la taza y la observé dándole las gracias con una sonrisa tierna.  

Me sentía de buen humor, porque sabía en el fondo de mí que sería un buen día. Mi mejor amigo vendría por mí y, aunque esté algo enfadada con él, estaba dispuesta a impresionarlo. Aunque sabía que lo impresionaría de cualquier manera. 

Bueno, eso sonó mal de cierto modo.

Me tomé la taza de café en un trago, con demasiada sed. Y no, no me quemé. Eso era lo bueno de los cafés de mi madre: con ellos nunca te quemabas.

Hija—La observé.

—¿Sí?

Dallas ha venido por ti.

En mi interior, estaba dando saltitos de alegría.

Biencontesté con indiferencia.




—Tu madre estaba linda hoy por la mañana—comentó Dallas, con un aire soñador, mientras tomaba un trozo de mi hamburguesa.

—Púdrete—Él soltó una carcajada. Sentía los celos punzar en mi estómago, como si cada punzada matara a las mariposas dentro mío.

Había estado enamorada de él desde hace años; desvelándome noche a noche con sus hermosos ojos azules hasta su mirada encantadora; desde sus cejas arqueadas hasta su risa incontrolable. Lo consideraba como un chico perfecto, capaz de enamorar a cualquiera. Cualquiera de la que él se enamorara sería una completa afortunada, mas odiaba el hecho de que la "afortunada" fuera mi madre. Dallas, insistentemente, quería tener sexo con mi madre. Al igual que toda la población masculina de mi instituto.

Pero jamás, en la vida, permitiría que Dallas hiciera eso. Mis sentimientos, y obviamente el simple hecho de que era mi madre, lo denegaban. 

Miré hacia los lados, observando a los alumnos a nuestro alrededor charlar con tranquilidad. Nos encontrábamos en el césped trasero de la escuela, almorzando en los 40 minutos que teníamos de descanso. A veces necesitaba mirar hacia otros lados para no enfadarme tanto con la gente que más quería.

—No te enfades, Kave—suplicó Dallas, causando que lo observara.

Fruncí un poco el ceño.

—Me llamo Kavelynn, no me llames "Kave"—Hice énfasis con mis dedos—. Parece un nombre de una niña estúpida. 

—Tú eres estúpida—bromeó.

Me puse de pie, tomando mi bebida con fuerza. Y, sin pensarlo, se la tiré en la camisa a Dallas. Fueron lentos los segundos en los que mi mano lanzaba la bebida fría y como su pecho se manchaba casi completamente.

Solté una risita al ver su cara de asombro y que, de un segundo a otro, me observara con el rostro arrugado como una pasa. 

—Vas a pagarlas, Kaplan—amenazó, poniéndose de pie frente a mí.

Desgraciadamente, él era mucho más alto que yo. El pensamiento de que no podía defenderme frente a la Torre Eiffel, o mejor dicho Dallas, era algo aterrador para una chica de metro sesenta como yo.

Dallas se acercó más a mí, logrando que mi corazón comenzara a latir con fuerza. Y, en cuestión de segundos, sentí que algo húmedo cayó en mi blusa.

Observé lo que tenía en su mano, empezando instantáneamente un berrinche de mi parte. 

—¡PÚDRETE, MALDITO MUGGLE!—grité, mientras observaba como él se reía frente a mí.

—Esas son las consecuencias de provocarme, y...—Soltó una carcajada y agregó—: de ser una estúpida minion

—¡Arrgh, idiota!—Empecé a tocar la textura de mi blusa mojada, pataleando como una niña de 7 años. No podía evitar morderme el labio por el enojo que cargaba encima mío.

Podía notar, aparte, a la poca gente a nuestro alrededor observarnos, y que también la mayoría se estaba yendo de la zona por la discusión que el querido tonto y yo teníamos.

—Y ahora que está mojada, debes quitarte la blusa—dijo de repente, mientras se volvía a acercar a mí.

Negué varias veces.

—¡Ni lo sueñes!—exclamé, dando pasos hacia atrás.

—Oh, si que lo sueño. Y lo cumpliré.

Sin darme a tiempo a pensar, Dallas se abalanzó encima mío y comenzó a jalar con todas sus fuerzas de mi blusa. 

—¡Suéltame, idiota!—Luchaba contra él, rasguñando su pecho mientras le pateaba sus piernas. Estaba segura de que todos a nuestro alrededor se habían largado, pensando que esto se trataba de una violación o algo parecido.

Y, si es que no lo parecía, lo hizo cuando la blusa se rompió y mi sostén con el rostro de Peeta*  quedó a la vista.

Mis mejillas quedaron ruborizadas, al igual que la nariz de Dallas cuando le dí una paliza por quitarme la blusa. Esto era más que humillante, y sabría que el tontito me molestaría toda la semana con eso.

Y, para mi desgracia, apenas era lunes.

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Desde ya les aviso que la idea de esta historia y la portada original son de LauraKavannah. Adopté esta novela y ella se encargó de la portada, además de la idea de esta historia. Yo soy la encargada de seguir la historia.

*Peeta: Peeta Mellark es uno de los personajes principales de la trilogía de libros "Los Juegos del Hambre" (posteriormente se estrenó la película de éste, estrenada en 2012) de la escritora Suzanne Collins. El personaje primeramente nombrado es interpretado por el actor Josh Hutcherson.

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