5.
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Abril, 2016.
—Mamá, ¿podrías hacerme caso por al menos un minuto? —su ceño se frunció al notar que la mujer no había volteado siquiera a verlo, ya que sus ojos estaban totalmente enfocados a la televisión frente suyo. —Estoy intentando contarte algo y no puedes al menos fingir que te importa.
—BeomGyu, siempre estás molestándome, ¿no puedo ver mi programa tranquila?
—Pero mamá-
—¡Cállate! —el menor retrocedió un poco asustado ante el grito que su madre pegó, pero el enojo seguía presente en sus facciones.
La mujer se levantó del sofá y caminó hasta quedar frente a él.
—Eres un adolescente, ¿qué problemas puedes tener tú? estás en la edad donde exageran todo —le sonrió burlonamente—. Arréglatelas como puedas, sé que lo resolverás. Ahora, si me disculpas, continuaré viendo mi programa.
—¿Ver un programa es más importante que escuchar a tu hijo? —la pregunta salió inconscientemente de sus labios, en un tono bajo, pero lo suficientemente alto como para que su madre escuchara.
La mujer, quien ya estaba por sentarse de nuevo en el sofá, volteó a verlo un par de segundos antes de desviar la mirada al televisor y ahora si, sentarse en el sofá.
—Hay demasiadas cosas importantes en esta vida, pero lamento informarte que escuchar tus tonterías no es una de ellas.
BeomGyu tragó saliva con dificultad y sus facciones se relajaron lentamente mientras sentía sus ojos cristalizarse, obligándose a mantener una expresión neutra. Le dio una última mirada a su madre, quien volvía a estar concentrada en la televisión, como si nada hubiera pasado.
—Está bien, mamá.
Y sin decir más, se fue en dirección a las escaleras, comenzando a subirlas a un paso lento mientras pensaba en las palabras de su progenitora.
¿Por qué su madre lo trataba de esa manera? ni siquiera él lograba encontrar una respuesta a esa pregunta.
Pero algo le decía que no estaba bien aquello.
Porque una cosa es educar a los hijos con mano dura, y otra cosa es hacer lo que su madre hace.
Para este punto, el amor que tenía hacia la mujer, lamentablemente empezaba a desvanecerse, pero el chico parecía no darse cuenta de ello.
O tal vez no quería aceptarlo...
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