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—¡BeomGyu, ven acá! —gritó su madre desde el comedor.

Un BeomGyu de 8 años bajó las escaleras con miedo de llegar a donde estaba su madre.
Por su tono de voz se notaba que estaba muy enojada.

—¿Q-qué pasa, mami? —se asomó un poco detrás de una pared.

—Ya sabes que hiciste algo. Ven aquí.

BeomGyu caminó hasta quedar frente a la mujer, quien lo miraba con el ceño fruncido.

—¿Por qué está este nueve en tu boleta de calificaciones? ¿qué otras cosas has hecho cómo para descuidarte y no traerme buenas notas?

BeomGyu miraba a todos lados menos a los ojos de la mujer. Pequeñas lágrimas empezaron a bajar de sus ojos al saber lo que venía.

—P-perdón, no sé porqué saqué un nueve pero prometo mejorar.

La mujer se levantó de su lugar y sin previo aviso le dio una bofetada a BeomGyu lo suficientemente fuerte como para hacerlo voltear su rostro a otro lado.

Luego, le siguieron algunos manotazos y empujones fuertes.

Para este punto, las lágrimas salían sin control de los ojos del pequeño.

—Espero que con eso hayas aprendido que no dejaré pasar esta clase de descuidos, y menos si afecta en tus notas —sin más se fue a su habitación, dejando a el niño llorando adolorido.

—¡Eres un maldito inútil! ¡Te dejé a cargo de una cosa tan simple!

BeomGyu paseaba su mirada nervioso por cualquier lado que no fuesen los ojos de su madre. Había cometido un pequeño descuido que a cualquiera le puede pasar; antes de irse a comprar más telas, su madre le había dicho en cuanto tiempo tenía que apagar el fuego de la estufa, pero él se quedó distraído con su celular y como consecuencia, la comida se quemó.

—¡La casa podría estar en llamas y tú ni cuenta! —miraba fijamente a su hijo mientras lo regañaba.

—Mamá, tranquila —intervino TaeHyung, el hermano mayor de BeomGyu, en un intento de salvarlo.

—No, debe entender que no puede seguir siendo un bueno para nada.

Ya se imaginarán que pasó.

A pesar de que los golpes llegaron tanto en sus manos, mejillas, e incluso la mujer sacudiera bruscamente sus hombros, él se mantuvo ahí, aguantando hasta que paró.

¿Por qué lo soportaba? Porque amaba a su madre, y en parte también porque él pensaba que merecía aquel trato por decepcionarla constantemente. Además, no podía guardarle rencor aunque quisiera.

Ya no era un niño pequeño pero seguía creyendo ingenuamente que aquella, era la forma en la que su madre le demostraba cuanto lo amaba.

Pensaba que lo hacía para que no cometiese los mismos errores en el futuro.

Pero eso no quitaba el hecho de que era increíblemente doloroso recibir ese trato de la mujer que más amaba en todo el mundo.