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Joel no pudo evitar fruncir el ceño cuando Yuzuriha mencionó el incidente de François. No era de los que se preocupaban fácilmente, pero algo en la idea de François herido o indispuesto le revolvía el estómago. Y, para colmo, Ryusui ni siquiera estaba cerca para verlo.
Después de construir el artefacto que Yuzuriha pidió, Joel aprovechó la cocina vacía. No era cocinero, ni de lejos, pero algo sencillo debería ser suficiente. Con manos firmes pero inexpertas, preparó un plato modesto. Nada elaborado, solo comida que pudiera mostrar que le importaba.
Cuando terminó, tomó la bandeja y caminó con determinación hasta donde François descansaba. No sabía si estaba dormido o simplemente recuperándose, pero de todos modos se acercó y tocó la puerta con los nudillos.
—¿François?
Hubo un breve silencio antes de escuchar la voz de François desde dentro.
—Adelante.
Joel entró con la bandeja en las manos y la dejó sobre la mesa cercana a la cama. François, recostado con aire sereno pero con signos de fatiga, lo miró con curiosidad.
—¿Y esto...?
Joel se cruzó de brazos y desvió la mirada por un segundo, como si no quisiera admitir lo obvio.
—No sé cocinar, pero tampoco iba a dejarte sin comer. No sé cómo pasó lo que pasó, pero... bueno, aquí está. Algo sencillo, pero hecho con mis propias manos.
François observó la comida con una mezcla de sorpresa y diversión en los ojos.
—No esperaba esto de ti, Joel —dijo con un tono neutral, pero con una ligera sonrisa.
—¿Y qué esperabas? —preguntó Joel con un leve gruñido, cruzando los brazos.
—Francamente, no estaba seguro. Hasta hace poco, parecías evitar cualquier trato que no fuera estrictamente necesario.
Joel se aclaró la garganta, incómodo con lo directo del comentario.
—Mira, solo... Me di cuenta de que me comporté como un idiota. Y si hay algo que puedo hacer para compensarlo, pues aquí está.
François miró la comida con una expresión pensativa, luego a Joel. Y, para sorpresa de este, dejó escapar una risa ligera, un sonido breve pero genuino.
—Qué inesperado... —François tomó la cuchara y probó un bocado.
Joel observó con atención, esperando alguna crítica. No estaba acostumbrado a cocinar, y menos para alguien como François, que era un chef de primera.
—No está mal —dijo François después de tragar, mirándolo con una ceja ligeramente levantada.
Joel soltó un resoplido y desvió la mirada.
—Si vas a mentir, al menos que suene convincente.
François volvió a reír, esta vez con un tono más relajado.
—No estoy mintiendo. Es una comida sencilla, pero se nota que lo hiciste con intención. Y eso lo hace especial.
Hubo un silencio breve entre los dos. Joel sintió que, por primera vez, la barrera entre ellos se desvanecía un poco. François no lo miraba con la neutralidad de siempre, sino con una especie de aceptación tranquila.
Finalmente, François soltó un suspiro ligero y le hizo un gesto con la cabeza.
—Si quieres, quédate un momento. No es común que alguien cocine para mí, y mucho menos con esta intención.
Joel parpadeó sorprendido antes de asentir lentamente. No estaba seguro de por qué, pero esa invitación le hizo sentir que había dado un paso importante.
Joel apoyó los codos sobre la mesa, observando cómo François terminaba de comer con la misma elegancia y precisión con la que hacía todo. Era curioso cómo alguien tan enigmático y profesional podía parecer tan relajado en este momento.
—Siempre eres así de organizado con todo, ¿eh? —comentó Joel, alzando una ceja.
François dejó los cubiertos con un movimiento fluido, como si incluso el acto de terminar de comer tuviera un orden preestablecido.
—Es parte de mi trabajo. La previsión es clave en la administración eficiente.
Joel soltó un resoplido y apoyó la barbilla en su mano.
—Sí, sí, pero es como si lo llevaras en la sangre. Digo, ¿quién piensa en hacer una cámara con temporizador antes de un viaje?
François esbozó una leve sonrisa.
—Alguien que sabe que todos querrán recordar ese momento.
Joel se quedó en silencio por un momento, mirando de reojo a François.
—Huh... supongo que nunca lo vi así.
François inclinó ligeramente la cabeza, analizándolo con esa mirada suya tan difícil de leer.
—Diría que no sueles fijarte en esas cosas.
Joel frunció el ceño.
—¿Y eso qué significa?
—Que te concentras demasiado en tu propio mundo —respondió François con naturalidad—. Eres talentoso, sin duda, pero a veces pareces olvidar que la ciencia no es solo crear, sino también observar.
Joel parpadeó, sin esperar esa observación.
—...Touché.
François se inclinó apenas hacia adelante, apoyando una mano sobre la mesa.
—Pero últimamente has estado mirando más allá.
Joel sintió un pequeño escalofrío recorrerle la espalda, pero lo disimuló.
—¿Y qué se supone que significa eso?
François entrecerró los ojos con un deje de diversión.
—Que has cambiado tu actitud conmigo. Antes parecías no saber cómo tratarme.
Joel chasqueó la lengua y miró hacia otro lado.
—Bueno... es que no sé. A veces es difícil saber cómo comportarme.
—¿Difícil? —François apoyó un codo en la mesa y descansó el mentón sobre su mano, con una expresión inquisitiva—. ¿Por qué?
Joel se cruzó de brazos y evitó su mirada.
—Porque... No sé, eres... diferente. No es como hablar con Kaseki o con Ryusui.
François alzó una ceja.
—¿De qué forma diferente?
Joel frunció los labios.
—Es solo... Tú eres tan... no sé, refinado. Siempre tienes todo bajo control, piensas en cosas que a nadie se le ocurren y te adelantas a los problemas antes de que pasen.
François dejó escapar una risa baja.
—¿Eso te intimida?
—¡No! —exclamó Joel rápidamente, pero luego se quedó callado.
François lo miró con calma, esperando su respuesta. Joel suspiró, pasándose una mano por el cabello.
—Tal vez un poco. No es común que alguien me descoloque tanto.
François mantuvo la mirada sobre él, como evaluándolo, antes de esbozar una sonrisa apenas perceptible.
—Eso es interesante.
Joel hizo una mueca.
—¿Por qué?
—Porque tú tampoco eres una persona fácil de leer, pero ahora mismo lo eres.
Joel sintió que su cara se calentaba y desvió la mirada.
—Tch, lo dices como si fuera un libro abierto.
—Más bien como una caja de engranajes a la que poco a poco le voy encontrando la forma.
Joel se quedó en silencio, observando a François, y por primera vez sintió que realmente estaba conociéndolo. No solo como el mayordomo impecable de Ryusui o el chef meticuloso del Reino de la Ciencia, sino como alguien con quien podía hablar y entenderse.
Y, por alguna razón, eso le resultó más inquietante de lo que esperaba.
~*~
Al día siguiente ve a Ryusui y François hablando en confianza, como lo han hecho toda la vida.
Joel no podía evitarlo. Desde que vio a Ryusui y François hablando con tanta confianza, con esa facilidad que solo los años podían otorgar, algo en su pecho se retorcía de una manera extraña. No había nada raro en ello, claro que no. Ryusui y François se conocían desde antes de la petrificación, tenían una relación sólida y funcional, un entendimiento mutuo que no requería palabras. Pero entonces... ¿por qué le molestaba tanto verlo?
"François puede hacer lo que quiera, no es mi problema."
Ese pensamiento debería haber bastado para calmarlo, pero en lugar de eso, lo atormentaba.
Desde ese momento, empezó a actuar de manera torpe y distraída cuando François estaba cerca. Si intentaba concentrarse en su trabajo, de alguna manera terminaba colocando las piezas en el orden incorrecto. Si François pasaba a su lado mientras trabajaba en un reloj, podía dejar caer los engranajes sin razón aparente. Y, para su vergüenza, en una ocasión incluso se clavó una herramienta en el dedo por estar mirándolo de reojo.
—¡Agh, maldita sea! —murmuró entre dientes, sacudiendo la mano herida.
—Joel, ¿estás bien? —preguntó François, girándose hacia él con su usual calma.
—¡Estoy bien, estoy bien! —respondió de inmediato, apartando la mano y desviando la mirada.
François lo miró con escepticismo, pero no insistió.
Sin embargo, su torpeza no pasó desapercibida.
—Joel, últimamente estás actuando raro... —dijo Suika, acercándose a él con curiosidad.
—¿Eh? ¿De qué hablas? —intentó desviar el tema, pero su tono nervioso no ayudó.
Suika lo observó con sus grandes ojos brillantes, como si estuviera analizándolo.
—Te pones raro cuando François está cerca. ¿Te gusta?
Joel sintió cómo el calor subía a su rostro en cuestión de segundos.
—¡¿Qué?! ¡¿De dónde sacaste eso?!
—Bueno, siempre te pones nervioso cuando está cerca, te quedas mirándolo y te lastimaste porque estabas distraído... ¡Es sospechoso!
—¡No es nada de eso! —negó rápidamente, pero su voz temblorosa no le daba credibilidad.
Suika ladeó la cabeza, pensativa.
—Hmm... ¿Entonces por qué te molesta cuando está con Ryusui?
Joel se congeló.
—Yo...
No tenía respuesta. No tenía idea de por qué se sentía así. Y lo peor de todo... era que Suika tenía razón.
François no era alguien que se dejara llevar por habladurías, pero era observador.
Notaba cómo Joel actuaba diferente con él últimamente. No era solo que estuviera más atento, sino que parecía querer estar cerca, ayudar sin necesidad de que se lo pidieran. Incluso lo notaba distraído cuando hablaban, como si su mente estuviera en otro lugar... o en él.
Era curioso.
François no mencionó nada al respecto, pero no fue necesario, porque alguien más lo hizo por él.
—Chico, si te molesta tanto ver a François con Ryusui, ¿por qué no haces algo al respecto? —dijo Kaseki con una sonrisa burlona, mientras trabajaban en el taller.
Joel casi dejó caer la pieza que tenía en la mano.
—¡¿Qué?! —exclamó, girándose hacia el anciano con los ojos bien abiertos.
Kaseki soltó una risa.
—Vamos, no me mires así. No soy el único que lo ha notado.
—¡Yo no...! ¡No es nada de eso!
Pero su cara roja lo delataba.
Kaseki negó con la cabeza con diversión.
—Haz lo que quieras, chico, pero si sigues actuando así, tarde o temprano François se dará cuenta.
Eso lo dejó helado.
Porque la verdad era que François ya se había dado cuenta.
Esa noche, Joel se quedó en su taller más tiempo de lo normal. Llevaba horas trabajando en un diseño especial, un reloj diferente a los que había hecho antes. No uno de los modelos que Ryusui le pedía, no uno hecho por encargo. Este era único, pensado solo para François.
No estaba seguro de por qué lo hacía. Tal vez porque no sabía cómo expresar lo que sentía de otra manera.
Cuando finalmente lo terminó, sintió un extraño nerviosismo en el pecho. Nunca se había sentido así al terminar un reloj.
Al día siguiente, esperó el momento adecuado para entregarlo. Cuando finalmente François tuvo un momento a solas en la cocina, Joel se acercó y dejó la caja cuidadosamente sobre la mesa.
—¿Qué es esto? —preguntó François, arqueando una ceja.
—Ábrelo —dijo Joel, intentando sonar casual, aunque su tono traicionaba cierta ansiedad.
François lo observó por un momento antes de abrir la caja. Dentro, un reloj de bolsillo con un diseño refinado, elegante pero sobrio. Lo levantó con cuidado, notando los detalles. En la tapa, un pequeño grabado: un motivo que recordaba a las olas del mar y el segundero con un diseño en espiral, como si marcara un tiempo que nunca terminaba.
—Es para ti —añadió Joel, sin mirarlo directamente.
François corrió los dedos por la superficie metálica antes de volver la mirada hacia él.
—Este reloj... es diferente.
—Bueno, sí... Lo hice para ti. Personalizado —Joel rascó su nuca, sintiéndose ridículo—. Pensé que... bueno, que te gustaría.
François cerró la tapa del reloj con un leve clic, luego lo sostuvo en su mano un momento, como si evaluara el gesto más allá del objeto en sí.
Finalmente, una sonrisa ligera se formó en sus labios.
—Lo aprecio, Joel. Es un detalle inesperado.
El alivio fue inmediato en el pecho de Joel, pero también sintió un nudo en la garganta cuando François levantó la mirada y sostuvo la suya por un momento.
—Me pregunto cuánto más harás por alguien como yo, Joel.
Hubo un instante de silencio, solo roto por el crepitar del fuego en la cocina.
Joel tragó en seco antes de responder, más serio de lo que había planeado.
—...Lo que sea necesario.
François sostuvo su mirada un segundo más, luego soltó un ligero suspiro y desvió la vista, cerrando los dedos sobre el reloj.
No dijeron nada más después de eso, pero la atmósfera entre ellos había cambiado.
No era incómodo.
Era... diferente.
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