La calle
No recuerdo muchas cosas de cuando era bebé. Pasé mucho tiempo con los ojos cerrados después de todo, y cuando los abrí, descubrí que solamente estábamos mamá y yo, aunque estaba segura de que yo tenía otros tres hermanitos. Lo sé, los escuché llorar y llamar a mamá.
Recuerdo haber preguntado por ellos muchas veces, pero mamá nunca se animó a contarme qué les había sucedido, y un día decidí no insistir más en el tema.
Éramos nosotras dos contra el mundo plagado de humanos, los cuales me habían parecido algo (¡muy!) crueles.
Mamá y yo éramos lo que ellos llaman "callejeras", lo cual significaba que no teníamos un lugar al cual llamar hogar. Íbamos de un lado a otro, buscando entre los restos de comida que estos humanos dejaban en bolsas y que eran lo suficientemente egoístas para no compartir, aunque ellos ya no quisieran comerlas.
Muchas veces asustaron a mamá, intentaron pegarle o mojarla y le gritaron palabras raras que yo no entendía. Ella dice que esas palabras se llaman groserías, y que se las decían para ofenderla y hacerla sentir mal.
El punto es, que no siempre lográbamos conseguir comida, así que estábamos (lo que los humanos llaman) "en los puros huesos" o "delgadas". Solo sé que tenía mucha hambre, y era demasiado pequeña para tratar de conseguir algo de comida para mamá y para mí. Ni siquiera había aprendido a correr, apenas y podía caminar sin perder el equilibrio.
Mamá se esforzaba mucho. Si no conseguía comida de los humanos, a veces cazaba pequeños ratones o mariposas y esa era nuestra única comida durante días. Ya estábamos muy cansadas, no sabía cuanto más íbamos a aguantar así.
Un día, entre los meses de marzo y abril (según escuché decir a los humanos), mamá decidió llevarme a uno de sus escondites preferidos. Hacía mucho frio, y ella decía que cuando el clima estaba así de helado, los humanos solían colocar una casa llena de paja calientita dentro de la cual colocaban figuras de yeso. Ella nunca logró comprender por qué construían un refugio así para algo que ni siquiera lo necesitaba, y eran (otra vez) tan egoístas para no compartirlo con alguien que realmente lo necesitara, como nosotras.
En fin, el sitio al que íbamos era la casa de unos de esos humanos que ponían tal refugio en el patio, y a mamá le gustaba ese lugar porque allí esas criaturas no le pegaban ni le echaban agua para correrla, aunque sí se molestaban si por error ella rompía tales figuras.
Llegamos, pero por desgracia no había nada construido. Fue un poco triste para ambas caminar tanto y que al final no encontráramos lo que tanto queríamos, pero el lugar me llamó la atención y pedí permiso a mamá para jugar un rato. Ella dijo que si, y me dejó perseguir hormigas mientras ella revisaba el lugar buscando un sitio alterno donde descansar.
Mamá se alejó mucho de repente, y eso me asustó. Comencé a llamarla muy desesperada, pensando que ya me había dejado allí sola, pero ella me contestó diciendo que ya era hora de irnos, antes de que llamáramos la atención de los humanos.
Por desgracia o fortuna, ya era algo tarde para pensar en esa posibilidad.
La luz de uno de los cuartos se encendió, y de repente se asomó una de esas criasturas. Se parecía a cualquier otro, con poco pelo en la cabeza y ojos grandes. Nos miramos un segundo y el gritó:
— Aaaaw, es un bebé.
—¡Oye! — le contesté, pero él no me entendió. Claro, los humanos nunca han entendido nuestro idioma.
Las demás luces se encendieron y otros cuatro humanos se asomaron por las ventanas. Mamá pensó que ya estábamos en serios problemas y no quiso poner a prueba la amabilidad de esas criaturas.
—¡Corre! — gritó y siguió su propia orden. Creo que olvidó que yo no podía correr, ni trepar, pues apenas y podía caminar.
No supe que hacer y empecé a llorar. La puerta de los humanos se abrió y uno de ellos se me quedó mirando.
—¡Clara! Trae una caja, su mamá lo dejó solito, creo que se asustó. Hay que ponerlo en un lugar seguro mientras ella regresa.
Después de eso, me tomó con una sola mano y me metió en esa cosa llamada caja. ¿Acaso me habían encarcelado? ¡Si yo no hice nada malo! ¡Me estaban castigando sin razón!
Los otros cuatro humanos se acercaron e hicieron otra vez ese ruido "aaawww", pero yo no sabía que significaba. No era algo que hubiera escuchado antes de aquella noche.
Mamá se dio cuenta (al fin) de que yo no estaba, y decidió regresar por mí. Gritó mi nombre, y en cuanto la escuché, le respondí advirtiéndole que los humanos me habían capturado y que tenía mucho miedo.
—Volvió—dijo el de los ojos grandes. ¿Qué planeaba hacerle a mi mamá?
—Hay que devolverlo.
Y entonces, tan rápido como me habían capturado, me dejaron volver libre junto a ella. Escuché que gritaron "cuídense mucho, adiós", mientras mamá me cargaba con su boca y salía corriendo para ponernos a salvo. Lloré un poco, aliviada por no tener que estar con esos humanos, esperando que fuera la primera y ultima vez que tuviera que estar tan cerca de ellos.
Pero...
Me equivoqué.
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