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XXXVI. La muerta de Las Galeras


Lugar: Venezuela


Origen

Como todas las historias de autoestopistas, esta leyenda tiene un origen trágico y también, malvado. No todos los fantasmas son víctimas al momento de su muerte, algunos de ellos hicieron cosas tan terribles en vida que cargan con eso durante la eternidad de la muerte.

Dicen que ella era una mujer muy mala, que mató a cada miembro de su familia con un tiro de escopeta, incendió su casa para borrar las pruebas y que luego se echó a reír, comenzó a bailar y cantar, mientras esperaba que alguien la llevara hasta El Baúl, pero ella nunca llegó... Pudo ser el destino, la vida o justicia divina, pero mientras caminaba por la orilla de la carretera, una serpiente la mordió y murió, casi en el acto.

Se dice que desde ese momento esta mujer recorre la sabana sin Dios y sin Santa María, esperando a que un auto se cruce en su camino para aterrorizar a los conductores y llevarlos a la muerte.

Imagina una época lejana, durante el anochecer tardío, el sol se ha puesto a las siete de la noche, los pájaros regresan a sus nidos y los grillos comienzan a cantar mientras la noche consume el atardecer anaranjado y dibuja formas macabras en los árboles, proyectando sombras peligrosas.

Ahora imagina a un conductor en medio de esa noche oscura, solo, tarareando una tonada, deseoso de volver a casa sin saber que quizás esa será la última noche de su vida. Por cosas de Dios o de la vida, el auto se accidenta en un pueblito y mientras busca ayuda se topa con un anciano, de esos que hay en todos los pueblos de los llanos, sentado frente a su casa o en una esquina, en un mueble de mimbre, con un sombrero, alpargatas y un pantalón kaki saludando a todos los que pasan y lanzando advertencias a los desconocidos.

El conductor se detiene a hablar con el anciano, claro, y el anciano le dice que se vaya por la mañana, que la noche es peligrosa, que no se viaja los lunes por ser el día de las ánimas y de ñapa le cuenta una historia.

Una historia que tú también tendrás la desventura o la suerte de conocer.

Como todos los lunes en la noche, una muchacha cualquiera a la que podemos llamar Luisa, Juana, el nombre que te parezca mejor, aunque la leyenda dice que se llamaba María. Ella se preparaba para salir de viaje, de El Baúl hacia Valencia, en busca de mercancía para surtir la bodeguita que tenía su familia en la calle Bolívar del pueblo, era un viaje largo, pero allá todo era más barato.

Viajar de noche era lo mejor, así se llegaba al mediodía del día siguiente, se ahorraba uno el tráfico, las alcabalas y el calorón.

Ella iba acompañada de su padre y del chófer de este. Hablaban y se reían, mientras recorrían la tranquila carretera, pensando en que al día siguiente, de regreso, podían comerse unas empanadas en La Guama y ver cómo estaba el río.

El padre de la muchacha solía retarla diciendo que perdiera la mala costumbre de "andá de noche y viajá los lunes". «¿Es que usté es animera pa' andá buscando muerto?», solía decir.

La joven, que no era supersticiosa, solía comentarle que vinieran las ánimas en persona a decirle que no fuera, que ella no iba a perder días de trabajo por temor a los espantos y cuentos de camino.

No debió decir eso.

Un poco más tarde, esa misma noche, cuando la luna comenzaba a ocultarse tras unos nubarrones negros, el auto en el que viajaban comenzó a fallar.

El chófer estaba nervioso, cómo no, si él sabía lo que decían las malas lenguas, que luego de las doce de la noche los espíritus, los espantos y los aparecidos, comenzaban la juerga.

Para su enorme desgracia, faltaban cinco minutos para las doce de la noche.

El chofer aceleró, tanto como pudo, pero ya era tarde, justamente en Vuelta de La Leona, de la pata de un mango grande que estaba a la derecha, salió una mujer corriendo y se abalanzó sobre el auto.

Se trataba de una mujer blanca como la leche, de aspecto joven y cabello largo que le cubría el rostro. Todos la vieron.

El auto se detuvo emitiendo un chirrido que se confundió con el grito espeluznante de la muchacha, rompiendo el silencio de la noche.

El chofer, asustado, pensó que habían matado a la mujer, y los dos hombres descendieron del auto para ver qué había pasado.

No había nada, ni sangre, ni marcas, ni cuerpo. Solo estaban ellos y el auto, en medio de la oscuridad.

Una lechuza emitió un chillido sobre sus cabezas, haciendo que se les erizara la piel.

—Mija —dijo el hombre—, será mejor que nos vayamos, aquí pasa algo muy raro, en el camino le cuento.

Se subieron al auto, muertos de miedo, y continuaron con su camino. Entonces, el padre de la joven volvió a hablar.

—Eso que vimos fue La muerta de Las Galeras. Desde que yo andaba con mi taita por estos caminos sé que sale una mujer por aquí, lo que pasa que para ustedes los muchachos todo es embuste, pero miren lo que nos pasó.

»Decía mi taita, que en paz descanse, que esa era un alma pérdida y que cometió un crimen muy feo: mató a su padre y a sus tres hijitos de un solo tiro de escopeta, los puso en fila, como si fuesen a salir en orden y les dio muerte con el arma y luego, se puso a bailar como si fuera una fiesta.

Los tres viajeros continuaron con su recorrido, dando gracias a Dios porque aquello fue solo un susto y no una desgracia, pero no todos han tenido la misma suerte.

Muchos accidentes se han reportado en Las Galeras, todos terribles y trágicos, los autos suelen volcarse y por lo general, no hay sobrevivientes.

Pero debes estar preguntándote, ¿qué pasó con la muerta? Dicen, los que la miraron, que cogió su maleta y buscó rumbo hacía El Baúl, pero la encontraron muerta en la carretera con una mordedura de serpiente en la pierna derecha.

Desde entonces, asusta a los viajeros y los lleva a una muerte desgraciada y violenta.

Las Galeras, Venezuela


Adaptaciones y actualidad

Esta canción es bastante popular, especialmente en el mes de mayo, el mes del terror en los llanos venezolanos.

https://youtu.be/X-vIyYfw54M

Además, el cuento original llegó al Concurso Nacional de Cuentos de Misterios y Fantasmas Clásicos de la Llanura "Ramón Villegas Izquiel", más de trece veces, aparentemente, se perdió rastro del autor y de su placa, pero la leyenda está viva en los corazones y las mentes de los llaneros, que no viajan de noche, menos si es lunes y, si van a El Baúl o a los pueblos cercanos, procuran hacerlo de día.

Si algún día visitas los llanos venezolanos y, de casualidad, te topas con un anciano, sentado en un mueble de mimbre que te advierte sobre los peligros de la noche y las amenazas de los fantasmas, será mejor que lo escuches.

En los llanos todo puede pasar, cualquier cosa es posible, especialmente si viajas después de la medianoche.

No digas que no te lo advertimos.

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