XXI. El Lobizón
Lugar: si bien es una leyenda extendida en Brasil, Paraguay y Bolivia, tiene su origen en la Mesopotamia argentina.
Origen
El Lobizón (del portugués Lobisomen) Lobisón, Juicho, Luisón o Luisõ hace referencia a un personaje propio de la mitología guaraní, el cual guarda similitudes con la leyenda europea del hombre lobo.
El Lobizón es el lobo-hombre en Argentina. La leyenda tiene su origen en las leyendas de werewolves de Alemania. Los inmigrantes trajeron estas historias de sus países y se mezclaron con las leyendas indígenas formando una nueva.
La Leyenda
Se cree popularmente que cuando una familia tiene siete hijos varones, el último será lobizón.
Parece ser que el séptimo o noveno hijo de un linaje con ininterrumpida descendencia de un solo género (siempre varones o siempre mujeres) puede venir al mundo poseyendo la maldición de transformarse en lobo u hombre lobo al llegar a una cierta edad, generalmente al llegar a la adolescencia. Si es mujer será bruja y si el séptimo hijo es varón será lobizón. La transformación ocurrirá por la noche, en puntos aislados y solitarios. El mal del sujeto se habría mostrado, primeramente, a través de una gran melancolía. Y un detalle importante: si es un varón, alternará condición humana y condición de lobizón. En cambio, si se trata de una mujer, la metamorfosis, mientras dure, será definitiva.
La representación más frecuente del Lobizón transformado es la de un perro negro y grande con orejas desproporcionadas que le caen sobre el rostro y con las que emite un fuerte ruido. Sus patas terminan en pezuñas como si fueran de cabra. A veces parece tener mezcla de cerdo o burro.
A diferencia del hombre lobo europeo que aparece con la luna llena, el Lobizón se convierte a las doce de la noche de los viernes, y a veces también los martes. Antes de que esto ocurra, el hombre se aleja de los poblados y de la compañía de sus semejantes y se refugia en la oscuridad de los montes. A la hora señalada se quitará la ropa y dará tres vueltas sobre sí, de derecha a izquierda, mientras reza un credo al revés.
Una vez hecha la metamorfosis, el Lobizón sale a hacer sus maldades durante toda la noche hasta el primer canto del gallo. Anda por los graneros, los gallineros, los chiqueros y los cobertizos en busca del excremento de los animales, que es su alimento más preciado. También anda por los cementerios revolviendo tumbas y buscando carroña. Los perros aúllan con fuerza durante esa noche advirtiendo su presencia.
De cuando en cuando, se come algún niño no bautizado para equilibrar su dieta de porquerías. Por otra parte, para matar al monstruo hace falta dispararle con una bala bendita. Si esto pasa, el tirador encontrará al Lobizón con su forma humana y desnudo, nunca al animal.
El hombre que es Lobizón suele ser flaco, desgarbado, huraño y antipático. Su piel tiene tonalidad amarillenta y no es raro que desprenda un olor rancio que en algunos casos llega a ser nauseabundo. Es descuidado en el vestir y de carácter difícil de tratar. Los sábados suele caer enfermo en cama a causa de todas las porquerías que comió el viernes por la noche.
Para terminar con él, se debe dejar una bala bendecida en tres iglesias o un cuchillo bendecido que tenga forma de cruz, usar una linterna con pilas también bendecidas o pegarle con una alpargata.
Otros aspectos del mito
Para romper la maldición es necesario bautizar al niño en siete iglesias diferentes con el nombre Benito, siendo el hermano mayor su padrino, o bien siendo apadrinado por el presidente de la nación. En 1907, muchos parientes mataron o abandonaron a sus séptimos hijos por miedo a la leyenda. En 1973, el Presidente de la República Argentina, Juan Domingo Perón, emitió el Decreto 848 por el cual todo séptimo hijo varón era becado en sus estudios (escuela y universidad) y el propio presidente asumía el papel de padrino.
Existe una psicopatología conocida como licantropía, por la cual, quien sufre de este trastorno, está plenamente convencido de que es un animal salvaje. Suele andar a «cuatro patas», desea devorar carne cruda y aúlla como un lobo. Es, pues, posible que muchas de las historias específicas sobre el hombre-lobo sean casos de verdadera licantropía, que era bastante común en los siglos XVI y XVII. Tal es el caso de Jean Grenier, un enfermo mental que confesó muy orgulloso haber dado muerte a muchas jovencitas y luego devorarlas, hecho por lo cual fue juzgado y condenado rápidamente, ya que los tribunales lo creyeron real. Probablemente la confesión de Grenier no haya sido cierta, puesto que el trastorno de licantropía genera en el que la padece la falsa ilusión de que se ha metamorfoseado en verdad, de que sus dientes y garras han crecido convirtiéndose en un animal bestial.
También hay otras enfermedades que producen lo que podríamos llamar el «síndrome del hombre lobo»; la hipertricosis, por ejemplo, es una enfermedad que tiene su origen en un gen recesivo mutante que hace que crezca el pelo y se ensanche el cuerpo del individuo de una forma desmesurada; la padece una de cada un millón de personas.
Otra enfermedad relacionada con el tema es la porfiria, también producida por un gen recesivo que provoca dolencias en la columna vertebral, un enrojecimiento de ojos y dientes, además de fotofobia.
No es descabellado pensar que enfermedades de este tipo pudieran estar ligadas al origen de la leyenda del hombre lobo; no es de extrañar que durante la Edad Media se creyera que personas con características como las antes mencionadas fueran werewolves.
El folclore de la mayoría de los pueblos ofrece muchas y variadas historias de hombres-lobo. También nos relatan de qué manera un hombre lograba convertirse en lobo y pactar con el diablo. Algunos procedimientos son semimágicos y no implican ningún rito satánico directo.
Según las creencias populares de Italia, cualquiera concebido en luna llena se convertía en hombre-lobo, sin más ceremonias. Lo mismo le ocurría a quien durmiera a la intemperie un viernes bajo la luna. En los Balcanes, solo hay que comerse cierta flor y, según cierto folclore, basta con comer el cerebro de un lobo para convertirse en uno, ya sea que se haga con o sin intención de serlo.
A veces, como dijimos, por el simple hecho de realizar ciertas acciones la persona podía sufrir la metamorfosis, pero si alguno tenía verdadero interés en ser un hombre-lobo, en España, por ejemplo, cosas sencillas no eran de fiar, se debía acudir al "Usan Lupus", un escrito de la época de los Aquelarres. Allí se describen ceremonias muy complicadas y ritos bastantes especiales. Uno de ellos es una ceremonia de magia negra en la cual el aspirante a lobo debe ir a un bosque solitario o a la cima de una montaña durante una noche de luna llena. A medianoche, debe trazar un círculo mágico en cuyo interior se encenderá una hoguera sobre la que pondrá a hervir agua dentro de un caldero con ingredientes tales como cicuta, opio, adormidera y perejil.
Entonces, debe pronunciar un conjuro invocando al demonio para que le mande la gran sombra gris que hace temblar a los hombres. A continuación, debe quitarse la ropa y untarse con el caldo preparado en la hoguera, luego colocarse un cinto de piel de lobo. Finalmente, arrodillarse y esperar. Si lo ha hecho todo bien, vendrá el demonio y le concederá el poder de transformarse.
Son muchas y aterradoras las historias de hombres-lobos. Una de las más escalofriante es, sin dudas, el caso de Peter Stubb (Alemania del siglo XVI), un supuesto hombre-lobo. Este hombre asesinó a muchas personas que le habían ofendido, pero no se las comió por ser adultas. Sin embargo, violaba, mataba y devoraba a muchachas y niñas de tierna edad. Se dice que tuvo un hijo de su propia hija y que se lo comió después de asesinarlo.
Se cuenta que, perseguido en su forma animal por hombres y perros, Stubb trató de desorientar a sus perseguidores quitándose el cinto (el mencionado en el ritual) y recuperando así su forma humana. Sin embargo, no le sirvió de nada, ya que sus perseguidores sospecharon lo que había hecho y lo llevaron (bajo su forma humana) ante los magistrados, quienes lo declararon culpable. Lo torturaron de formas horribles y luego lo ejecutaron. Su cabeza fue empalada a las puertas de la ciudad de Bedbug.
El folclore también explica cómo defenderse de la bestia; el centeno, el muérdago, la ceniza, son una buena protección. No obstante, solo puede ser matada con una bala de plata que esté bendita. El hombre-lobo, según relatos, puede «curarse» de su licantropía si, cuando se encuentra en forma de lobo, alguien lo llama por su nombre humano.
Manifestaciones artísticas: la música folclórica
El personaje del lobizón es uno de los más mencionados en diversos géneros musicales, muy sentidos especialmente en el norte argentino. Las composiciones al respecto son numerosas. Presentamos solo dos géneros folclóricos de gran aceptación en el pueblos argentino: el chamamé y la payada.
Chamamé: es un tipo de música folclórica bailable, típica de las provincias de Corrientes, Misiones, Entre Ríos, Santa Fe, Chaco y Formosa. Este género musical, en donde se pueden identificar elementos guaraníes, españoles y alemanes, tiene diversas variantes, como lo es el «chamamé maceta», de ritmo vivo y tocado generalmente en los bailes y festivales. Un representante es Monchito (Ramón) Merlo, cantante de voz muy cálida quien interpreta La leyenda del Ani Re Ñemi, en la cual encontramos elementos como el ser séptimo hijo varón y la extremada delgadez, característicos del lobizón, cuyo «destino triste y amargo» es el de transformarse en noches de luna en «una mezcla de chancho y ternero», merodeando en busca de alimento, mejor si son niños no-bautizados, «banquete de su placer»:
Concierto que dan los grillos en noches de luna clara (....)
«La lechuza nos anuncia oscuros presentimientos
La luna toca su cuerpo,
en cuero él se revuelca
y transformado ya sale
sacudiendo su osamenta.
Cual mensajero temible
vaga por los campos y ranchos.
El lobizón se pasea
oliendo a azufre y a rancio (bis).
Aullidos vienen en la noche,
por la sangre sube el miedo,
el corazón es tambor
estremeciendo los pechos.
Mezcla de chancho y ternero
va emplazado y bien chueco
husmeando la bestia humana.
Aúllan perros y gritan perros,
el hombre lobo ha salido,
hay luna llena en el cielo.
Supersticiones paisanas
anidan en nuestro suelo.
Los niños no bautizados,
banquete de su placer.
Ronda los ranchos por fuera,
vaga su estrella al nacer (bis).
Destino triste y amargo
ser séptimo hijo varón,
castigo cruel de la vida
nacer y ser lobizón.
De aspecto medio flacucho,
las uñas todas quebradas,
cangado ser de este mundo
ya su suerte está marcada.
La luna se pierde lejos
y el belvo se vuelve hombre,
el misterio indescifrable
en silencio ya se esconde,
es lobo el aquí en cadena
de magia, embrujo y ofrenda.
El mentado lobo humano
dueño de la gran leyenda (bis)»
Aquí el lobizón no es solo un lobo, pues se trata de un ser sobrenatural: «mezcla de chancho y ternero». Este ser tiene características que lo asocian a un ser diabólico, como el oler a azufre (elemento que identifica al diablo) y en el hecho de preferir a los niños sin bautismo. En estos detalles podemos reconocer una doble función: la primera, negativa, el comerse niños; la segunda, positiva, pues él desarrolla un rol de «control social»: los niños no deben quedarse por mucho tiempo sin bautismo ya que pueden convertirse en potenciales «banquetes» del lobizón.
La Payada: El «payar» es el arte de improvisar, poesía cantada por trovadores gauchos. Trovadores rurales que tocan, generalmente acompañados de la guitarra, al ritmo de la milonga rural (anterior a la milonga ciudadana que es bailable).
Uno de los representantes de este folclore musical es el nuevejuliense Jorge Alberto Soccodato, del cual exponemos unos extractos del relato entrerriano «El lobizón» (compuesto por el escritor Don Justo Pedro Sáenz Quesada en 1927 bajo el seudónimo de Higinio Cuevas), cantado en dialecto de los gauchos, donde se cuenta el encuentro y la pelea cuerpo a cuerpo con un lobizón:
«La cosa jué ansina:
yo andaba tropiando
allá por las puntas del Mocoretá
con unos patrones que arrendaban campos
a los Goicochea, de Puerta Yerúa. (...)
Un medio borrego iba acomodando
sobre el cirigote, pa'marcharme ya...
cuando la patrona, que andaba atrás mío,
comenzó a decirme, con gran ansiedad:
'Fíjese paisano lo que nos sucede...
esto ya no es vida, a mi modo de ver
pasan aquí cosas tan demás tremendas
que yo le aseguro, no sé lo que hacer.
De un tiempo a esta parte, toditas las noches,
un lobizón suele llegar hasta acá.
Le pido, paisano, no nos deje solos
esta noche es viernes y aparecerá'.
Qué quiere que hiciera, no pude negarme (...)
Mi Dios bicho fiero había sido aquello
en cuanto lo vide, ya me persigné,
era un bulto grande con laya'e ternero;
y el hocico largo como el yacaré (...)
que del primer tiro me lo aseguré.
Como trenza de ocho, rodamos po'el suelo
yo a las puñaladas y él por hacer pie
cuando una voz débil sentí que decía:
'No me mate amigo... por Dios, déjeme'.
Fue tal la sorpresa que perdí el resuello,
trémulo y confuso, sujeté ahí nomás.
Viendo que aquel bicho se me iba escurriendo
y salía un cristiano, por el lao'de atrás.
Dio unos sacudones, queriendo pararse,
y yo, de ayudarlo, al punto traté
y él pegando un grito, se cayó de espaldas
del mundo'e los vivos, pa' siempre se jué...»
Este lobizón tiene la particularidad de tener «el hocico largo como el yacaré». Donde yacaré es palabra guaraní que significa caimán. Se trata por lo tanto de un lobizón de las zonas vecinas a un río. Un lobizón que ha conservado el habla humana y que antes de morir vuelve a ser hombre, cuyo cambio se inicia por la parte posterior.
En el cine
En la década de los 70 del siglo pasado, el cantautor argentino Leonardo Favio dirige la película «Nazareno Cruz y el lobo» (1975). Conocedor de la gran difusión de la leyenda del lobizón, recrea una historia desarrollada en un lugar indeterminado de la pampa argentina. Desde el inicio, el ambiente transmite la fuerza salvaje e incontrolable de la naturaleza: una furiosa tormenta en medio de la cual nace un niño, el séptimo hijo varón. El temor por los futuros acontecimientos trágicos que están por venir son expresados en las palabras que la bruja Lechiguana implora al padre del que está por nacer: «¡Jeremías, Jeremías no dejes parir a tu mujer! Seis hijos te dio el Señor. El séptimo leche de diabla mamará y te nacerá lobizón».
El niño es bautizado con el nombre de Nazareno Cruz, con la esperanza de poder modificar el destino de este séptimo varón.
Esta película —una de las más bellas y de las más taquilleras realizadas por Favio— recoge elementos folclóricos: el nacimiento de un séptimo hijo, la transformación que se lleva a cabo los viernes en noches de luna llena, la muerte por una bala de plata... y enlaza estos elementos con otros del mundo cristiano (como el diablo que se le presenta a Nazareno) para dar a luz una trágica historia de amor entre Nazareno y Griselda, hija del caudillo del pueblo.
En esta historia, el amor y la «maldición» de la metamorfosis en lobo están unidos: el diablo vestido de gaucho, quien pedirá después a Nazareno interceder por él cuando esté delante de Dios, le ofrece dos alternativas: tener amor y ser condenado a ser lobo, o ser hombre rico sin amor, a lo cual Nazareno elige la primera opción.
Nazareno, como lobizón, una noche de luna ataca a un pastor y a sus ovejas por lo que es perseguido hasta que, finalmente, lo encuentran en forma de lobo junto a su amada Griselda que lo acaricia, muriendo juntos por los disparos con balas de plata.
La historia es enriquecida también por la presencia de la bruja Lechiguana y la de la niña Fidelia que nunca crece, lo que otorga al relato todo un aire de misterio.
En la literatura: cuentos de lobizones
En la literatura argentina, numerosos escritores han tratado este argumento. Como muestra de esta amplia bibliografía, tenemos El Lobisón cuento de Manuel Mújica Láinez, escritor, biógrafo, crítico de arte y periodista de orígenes aristocráticos (descendiente del fundador de Buenos Aires y Santa Fe). Si bien no trata directamente sobre un caso de metamorfosis theriomórfica, expresa magníficamente cuán enraizado está el mito en el imaginario popular.
Otro importante relato de la literatura universal es El lobisón, del escritor uruguayo Horacio Quiroga (1878-1937), publicado originalmente en la edición del 14 de julio de 1906 de la revista Caras y Caretas, y desde entonces recopilado en numerosas antologías. Uno de los mejores cuentos de Horacio Quiroga regresa sobre laleyenda del hombre lobo aunque de un modo muy particular, casi opuesta a los elementos que podemos encontrar en los clásicos relatos de hombres lobo.
El Lobisón es en realidad una versión suavizada del relato: Charlábamos de sobremesa publicado en 1901, donde Horacio Quiroga lleva al límite las convenciones del modernismo mediante una fábula acerca de los impulsos y las pasiones desenfrenadas; es decir, la utilización del mito como herramienta para hablar de lo prohibido, algo que sucede claramente en El Lobisón y de forma aún más contundente en El almohadón de plumas, aunque en este caso no son los licántropos quienes interpretan esos impulsos innombrables, sino los vampiros.
En el imaginario popular argentino, el personaje del lobizón es muy actual en un contexto donde aún son vigentes prácticas chamanísticas sincréticas del mundo rural.
Avistamientos actuales de Lobizones
El 25 de diciembre de 2007 el diario "El Territorio" de Argentina publicó en su página web dos casos de avistamientos de lobizones. El primero ocurriría en Misiones, donde algunos jóvenes del barrio 36 Viviendas (barrio interno del San Jorge), aseguraron haber visto a un hombre deambulando por las calles del barrio, con rasgos y movimientos extraños que hicieron pensar a estas personas que se trataba de un hombre lobo.
Según ellos, este hombre «tenía cabello largo, era barbudo, se movía y hacía gestos de una manera muy poco común», por lo que quedaron asustados y llamaron al dueño de la casa. Fueron a ver quién era, pero cada vez que se acercaban al individuo, éste se alejaba, lo siguieron y, finalmente, se internó en el monte.
Este hecho ocurrió el martes último a la medianoche, aunque trascendió recién en los últimos días de la semana, y afirman que en el barrio Anselmo también apareció alguien con estas características paseándose por las calles en la madrugada.
Por último, el lunes 16 de abril de 2019, un vecino en Corrientes, Argentina, filmó un impactante video que él dice corresponde a los aullidos de un lobizón. Aquí el enlace:
https://youtu.be/EsgnUb9EciE
https://youtu.be/3wQNWAko4wE
Y ustedes, ¿creen en el Lobizón? ¿Alguna vez han visto uno o conocen a alguien que lo haya visto?
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