A priori
Buscando la vaga imagen que tengo de usted en aquellos años puedo darme cuenta que la vejez a perdido el juego sobre el tablero de mi memoria. Sucede que al intentar recordar, no me resulta para nada nebulosos o tambaleantes los recuerdos que pude absorber de su imagen. Y estoy más que seguro que la belleza se le ofrecía tan amable, como perteneciente.
Tengo que admitir que de vez en cuando disfrutó de un rico cortado mitad y mitad, y unas deliciosas tostadas con mermelada de arándanos de la cafetería London. Donde usted y yo, años atrás, tratábamos de escapar de los días nublados y fríos, o donde nos refugiábamos de los gritos de lo que normalmente se conoce como sociedad, para sumergirnos bajo el abrazo acogedor de un buen café; donde éramos iguales.
Le escribo con el agrado de comentarle que encontré algunos escritos, que daban comienzo desde nuestra época gastronómica, a lo que para mí es hoy tan solo un puñado de bellos recuerdos; de los que nada puedo hacer. Creo que van a dar a entender cosas que nunca supe bien si en su vida significaron algo. Pero en mí vida dieron giros, cambios y buenos momentos a éste soñar tan impotente.
Espero que pueda disfrutar de esta lectura en donde trataré de explicar, además de lo sucedido, quien fue usted y como su perfección, fue la guía innata de éste navío, que hoy me encuentra en el naufragio sobre un mar de fantasías.
Quiero que sepa que no hay segundas intenciones en este libro, pues tarde me di cuenta que el tiempo para amar, e incluso para amarla, ya se me había escurrido entre los dedos hace varios años. No espero que nada se modifique en su vida y no deseo causarle algún mal. Pero sí juego iluso con la esperanza de que mis escritos puedan sacarle una sonrisa de esas que logró plasmar en mis sueños. Además de que pueda leer como yo viví aquellos años, y como usted fue presente en cada decisión del resto de mis días.
Por último, quiero comentarle de ante mano que lo que escribo, lo pienso y construyó sobre mí amada sensación de mecer. Porque aquí puedo mirar entre los gigantescos pinos y las hermosas enredaderas que los revisten, un cielo siempre perfecto. Y esa imagen, me hace encontrar entre recuerdos sus hermosos ojos, su intensa mirada y su belleza interior.
Hoy es un día especial. Y cada día igual a éste, desde su cumpleaños número cuarenta y dos, me dediqué a escribir entre letras lo que no supe intentar, sin necesitar de usted un gesto de aprobación. Pero al final del camino, las cartas quedan pequeñas ante mis letras, por eso le escribo un libro. Para que pueda saber con cuanta importancia se desenvuelve este amor, sobre los días de mí vida.
Intenté empezar por nuestra historia, pero me veo obligado a contarle una historia antes. Para que comprenda lo que le abrió camino a usted, que sin querer, a transformado mi vida. Para eso, me voy a tomar el atrevimiento de empezar a contarle un secreto, pero de esos que juré nunca contar. Disculpe ante todo y a esta edad, que tenga obligadamente que empezar por esta historia, y aunque no es la única que hizo ruborizar a este anciano de tan solo recordar, quiero que sea la más demostrativa de los hechos. Así comenzó mi viaje en busca de lo que usted naturalmente posee; perfección.
Habitación 10-09
Con gustos tan extravagantes en los helados, veo su boca sumergirse en tan frío provecho. Los colores de la menta granizada salpicaban su paladar y el chocolate rozaba sus pequeños labios. No pude dejar de observarla, y mi boca no encontraba palabras para que me diera solo un pequeño sorbo de ella.
Entre preguntas y respuestas un tanto tónicas, y carcajadas un tanto forzosas; encontré en su ojo izquierdo una mueca, un guiño que invitaba a merendar nuestros más sexuados deseos, hablaba de fuego y pasión, de locura y realidad. Ante tan notable invitación, mi alma se encontró perpleja, y mi suerte era echada a correr. Fue mi boca la que susurró "no puedo evitar querer ser infiel al verte así" y el silencio fue atronador, casi como si estuviésemos solos en alguna isla, lejos de todo sonido, lejos hasta de mi propio yo. Pero fue mi oído el que no pudo contener la emoción al escuchar " yo tampoco puedo, pero me gustan los secretos".
No demoramos mucho para terminar nuestros helados y allá fuimos. Entre besos y miradas, pasos que tenían ganas de correr pero solo caminaban, manos sudadas y nerviosas; se encontraba lo prohibido. Ya no había sustantivo ni adverbios que pudieran obstaculizar nuestro destino. Su mano temblorosa se levantó y el taxi se detuvo, mientras la otra entrelazaba sus dedos con los míos y me invitaban a subir. Ya no había caso, éramos infieles; y aunque lo mejor todavía no había llegado, nosotros ya estábamos convencidos de ser el uno en el otro, de haber ganado, aunque sea solo una vez.
La habitación 10-09, se convertiría en único testigo de lo hechos que voy a tratar de relatar (sin caer en la vulgar pornografía y sin que la elocuencia me robe lo que será tal vez, mi testimonio mas excitante).
No termine de apoyar la tarjeta que abriría la puerta de este infernal paraíso, que ella me arrebató de un beso la mas viril sensación. Su campera de gabardina negra rodó por la alfombra del suelo tan excitada, hasta lograr escabullirse debajo de un somier; que nos esperaba. Mientras sus ojos entrecerrados miraban lo que parecía ser eterno y efímero a la vez, los míos solo estaban empecinados en ver su piel al descubierto.
Caímos a la cama, apasionados, sin dejar de besarnos. Sus manos acariciaban mi cuerpo, que aunque pensaba que esto no era correcto, no podía parar la desnudez que ella provocaba. Sus besos ya no estaban en mi boca, sino que sucumbieron al deseo de besar mi cuello. Sus brazos, fueron los que de un fuerte tirón hicieron volar los botones de esta camisa rosa pastel que solo estorbaba. Su boca descendió por una pendiente hacia mi obligó. Las miradas se volvieron a cruzar, como en la heladería, se volvían una. La mía miraba hacia abajo y la de ella hacia arriba. Sus dedos buscaban regatear con desdén la cremallera de mi pantalón, que no dejaba de ceder ante el deseo de conseguir sacar de ahí, lo que yo ya no podía esconder.
Una vez acabada su lujuria, su tan comprometida pasión de dar placer, comenzaba mi turno. Intente hacer lo que ella hizo conmigo, pero sus manos no me dejaron, solo se dedicaron a guiarme hacia su vientre. Nuestras mirada se volvieron a cruzar, pero esta vez, ella miraba hacia abajo y yo hacia arriba, mientras mi boca probaba el sabor de su timidez. Nos sentíamos sofocados y agotados, pero queríamos continuar. Sus piernas, que nunca bajaron de mis hombros, ahora se encontraban plegadas, con sus fríos pies en mi pecho. Los espejos de la habitación no pudieron sostener el reflejo pecaminoso y decidieron comenzar a empañarse, la cama comenzaba a quejarse, las ventanas no tuvieron elección mas que ruborizarse y nosotros que recién comenzamos con pasión este arte, en el cual ella era emperatriz y yo un simple verdugo. Sin cesar todo comenzó a apasionarse mucho más. Podía ver su espalda, y ella miraba sobre su hombro derecho todo el placer dado. Una y otra vez me regalaba lo que convierte a los perdedores en vencedores, y las sábanas que comenzaban a estremecerse
Cuando logró que reposara mi cabeza en la almohada y dejar mi cuerpo extendido. Con la mas estrecha sutileza me convirtió en rey y ella se transformó en riqueza. Sentó su cuerpo sobre el mío, y cuando logre ver su rostro, con mis ojos que querían permanecer cerrados, el cual mordía su labio inferior y fruncia su deseo, con el afán de poder finalizar con esto. Que comenzó de tarde y término de madrugada, que nos saco entre los que quieren y nos colocó junto a los que son. Me convertí en lo que ella nunca antes había leído; y ella, en lo que nunca supe escribir. Nos despedimos sin más que una simple sonrisa, sabiendo que solo podíamos ser un secreto bien guardado.
Fuera de esta lúgubre historia, de este error en la amistad, pudimos continuar siendo amigos. Yo ínsito como siempre a su lectura y ella descubre, como siempre, mi alma. Pero no volvimos a cruzarnos entre las sabanas, juramos que ese era nuestro secretó, que ambos callaríamos, que ambos olvidaríamos. Y es eso lo que la convirtió en mi confidente, en mi primer lectora, en mi amiga.
Ahí están sus ojos para mis letras, ahí están mis oídos para sus palabras y así continuamos la vida. Pero ese momento vivido, me hizo cuestionar si así es la felicidad. Si solo es un momento y luego desaparece; si se presenta efímera.
Esta fue la historia que usted escucho rumorear por su amiga y que yo trate de esconder. Pero me veo obligado a colocar este escrito, aún sabiendo que estas cosas no son de su agrado, porque mi infidelidad fue la razón para cuestionar si lo que había hecho de mi vida, me podía llevar a lo que todos anhelamos: felicidad. Sin querer me tope con la realidad de que buscaba incesantemente algo que no tenia, pero a la vez, que no sabía como obtener, ni podría decir en absoluto que era lo que estaba buscando, y mucho menos; que lo iba a encontrar en usted.
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