CAPÍTULO II 01 🍷
Siempre me he sentido una inútil en mi familia, un cero a la izquierda, una chica rara en ella. Todos esperaban mis dones, incluso iguales a los de papá. Pero no había nada más que las actitudes normales de una humana.
Mis hermanos tenían los dones de ambos padres, podían dormir a quien quisiera. Tenían fuerza sobre humana. Lograban desaparecer y transportarse de un lado al otro. Ellos eran el orgullo de la familia, aunque mis padres me amen y digan que nos quieren por igual, yo miraba en sus ojos aquel brillo, observando las acciones de mis hermanos. O tal vez lo mal interpretaba.
Yo amo a esos diablillos. Pero me sentía algo fuera de lugar, en casa, como si no perteneciera. Había algo dentro de mí que me hacía sentir vacía. Incompleta.
- Ya puedes pasar - La mujer con grandes alas de murciélago me indica la puerta.
Papá y mamá temieron por mi vida hace unos meses. Casi fui asesinada.
¿Y se preguntarían el porqué?
Simplemente, soy tan vulnerable como cualquier mortal.
Estuve a punto de ser asesinada a golpes por mis compañeras de clase. Simplemente, no pude hacer nada, me cohibí en mi sitio. Intenté defenderme, lo hice, pero no fue suficiente quitármelas de encima a ellas siete. Papá, por supuesto, que enfureció, y si no fuera por mi madre, todas esas chicas estuvieran muertas. Pero mamá tampoco se quedó de brazos cruzados, decidiendo dejar en banca rota a todas sus familias.
Mamá me hizo sentir mejor, su amor hacia mí jamás me hacía falta. La amo tanto igual a Papá. Y con su decisión respecto a enviarme a una escuela sobrenatural, no me quejo. Al principio sí, no quería estar aquí. Pero si esto depende de enorgullecer a mi familia, por supuesto que aquí me quedaría.
Solo no espero tardar demasiado.
Mis pasos parecían cortos al caminar por un inmenso pasillo y tan alto que no había visto jamás. Supongo que por las alas de cada uno podían pasearse por el techo tranquilamente, y fue así cuando vi a una chica pasar por encima de mí sin llegar a tocarme, dejando una ráfaga de viento, haciendo que mi cabello tuviera movimiento y se esparciera por mi rostro. No pude evitar voltear y verla alejarse. Eso era fantástico.
Poder volar.
Volví a continuar mi camino mientras mantuve observando el lugar haciendo el recorrido. Todo era muy siniestro y oscuro, las paredes eran de color rojo y negro. Poca luz había dentro del lugar, incluyendo aquellas antorchas pegadas a las paredes. Algo muy medieval, no sabía por qué.
Cuando entré al parecer a un inmenso salón, recibo a muchas personas sobrenaturales. Me dediqué a observar todo a mi alrededor viendo a cada uno. Parecía que estaban comiendo, como en las escuelas humanas, aquí también tenían sus descansos para comer.
Un grupo de chicos a mi lado hacían flotar la comida de otros molestándolos. Humo verde salía de sus manos para cualquier acción que hacían. Lo supe, de inmediato, eran magos. A lado de ellos había chicos gruñéndose uno a otro por el último pedazo de carne. Sus colmillos salían bajo sus labios y esos bellos saliendo de su rostro me indicaron que efectivamente podrían ser hombres lobos.
Si había lobos, había vampiros, lo cual busque y encontré a lo lejos. Brindando con copas de sangre. Aquí todos comían lo que debían comer, al parecer.
- Hola - hablé amablemente a un par de chicos que parecían, a simple vista, humanos. Su vestir, y su manera de comportarse era muy similar. Ninguno me respondió, pero al menos me miraron - Soy nueva y me gustaría saber algunas cosas si no les molesta.
Eran dos, un chico y una chica. Uno era rubio, de tez blanca y de ojos asiáticos. La otra era una chica de tez oscura y ojos negros. La chica me sonrió y me indicó que tomara a ciento.
- Bienvenida al mundo oscuro - asentí - Así se llama el internado...
- Gracias, ¿ustedes que son? - pregunté amable.
- Bueno... - se miraron uno al otro - Solo somos los más vulnerables de aquí. No tenemos fortalezas, por eso estamos apartados. ¿Tú eres?
- Demonio - ambos se miraron asombrados - Pero no soy como los demás, no tengo dones - dije rápidamente para no asustarlos y perder al menos algún inicio de amistad - Mi padre es... Bueno, él es un demonio - no quise decir su nombre, o ya no querrán hablarme.
Papá era muy conocido, y la mayoría le temía, mi tío me habló de eso desde niña, pero a escondidas de papá. Por supuesto que guardé el secreto.
- Tranquila, si estamos aquí es para poder solucionar ese problema. Algunos vienen para poder hacer que sus dones por fin resurgan. Otros solo necesitan controlarlo cuando sus poderes son demasiado fuertes para acabar con ellos mismos. - el rubio explicó y Asentí comprendiendo.
- ¿Qué es lo que comen ustedes? - miré sus platos. Eran algunas lechugas y verduras como tomate, brócoli, entre otros.
- Es lo que podemos comer. Hay variedad. Diferente comida para cada especie.
- Entiendo. Puedo comer lo mismo que ustedes, ¿no? - pregunté.
- Pero eres una demonio. ¿Cómo puedes comer esto? - la chica me preguntó lo que me cohibí nerviosa en mi lugar.
- Yo siempre he comido, alimentos para humanos. Comida humana desde que tengo uso de razón.
- ¿Qué? ¿Fuiste criada por humanos? - yo jugué con mis dedos sin responder. - Lo siento, no quería incomodarte. ¿Que se siente vivir con ellos?
- Descuida. Solo, se siente normal - me encogí de hombros. - No lo sé. Yo no he experimentado lo que se siente ser un demonio.
Hubo un silencio, pero no fue incómodo. Solo que ya no tenía nada más que decir y ellos tampoco, manteniéndonos así por un largo rato. Pero la voz del rubio acabó con ello.
- Somos hadas - el chico rubio se señaló a ambos - Somos la especie más débil, bueno, los humanos lo son. Digamos que.., somos los segundos más débiles aquí.
- Aquí no hay humanos - dije, pero mi voz sonó casi como pregunta al final.
- Tú pareces una - dijo la chica.
Sonreí sin poder evitarlo. Esos comentarios me gustaban. Dentro de mi corazón, no quería ser una especie demonio, pero por mi familia haría el esfuerzo para ser lo que ellos quieren ver de mí.
- Mi nombre es Jimmy y ella es Denesia.
- Soy Carlie... - dije y estiré mi mano que por supuesto aceptaron.
- Aún no tienes el collar - dijo Denesia señalando mi cuello mientras masticaba su comida. Toqué esa zona por instinto.
- ¿Qué collar? - pregunté mirando los suyos. Sus dijes eran una gota de agua blanca.
- Cuando entras aquí se supone que te dan un collar para pertenecer al lado oscuro o la luz. Los blancos son la luz y los negros el lado oscuro.
- ¿Eso para que es?
- Esta es una escuela de dos bandos. - El chico respondió - La luz es la más pacífica. El grupo que no intenta meterse con los demás y que buscan ser algún día uno de los más fueres. Somos por así decirlo, los más tranquilos, pero sí hay chicos fuertes. No tenemos el sentimiento de venganza o el deseo de destrucción. Únicamente nos vemos como iguales, a quienes podemos aprender de unos a otros, coger amistad y así poder continuar adelante con apoyo mutuo.
- En cambio, el bando oscuro, huy... - continuó la chica, y se estremeció - Son de muy poca paciencia, jamás te metas con alguno de ellos, son agresivos, impulsivos. Son peligrosos, no conocen la misericordia, les encanta matar y nadie puede hacer nada respecto a lo último. Si vez alguno pasar junto a ti o muy cerca te recomendamos que jamás lo veas a la cara, mucho menos a los ojos, eso lo odian. Baja tu cabeza y evítalo a toda costa. Así es como los de la Luz sobrevivimos. Ellos podían matarte si algo no les gusta en ti. Han muerto algunos en la escuela... - Contó con extrema lentitud y silencio.
Como si temiera que alguien la escuchara. Entendía ahora el porqué y eso solo me hizo sentirme asustada de los oscuros. Es como si estuviera en una escuela humana, donde los chicos Nerd les temen a los bravucones. Mis padres me enviaron para poder hacer que mis dones aparezcan, librándome de los peligros en casa, como de la escuela. Y aquí. Aquí estaban los más peores acontecimientos.
Puede que en la escuela y aquí, se reciban los mismos tratos, como golpes. Pero lo que se diferencia es que aquí sí te mueres y nadie puede hacer nada al respecto. Una escuela sobrenatural, donde lo único que ejerce es la intención de sobrevivir.
Una escuela de supervivencia.
- Como sabré de qué bando estar si no tengo nada de eso - señalé sus collares.
- Ya terminamos de comer, ¿Qué tal si te llevamos a buscarlo? Tal vez olvidaron dártelo. - asentí de acuerdo.
Nos levantamos y caminamos a la salida, y una vez pasando la puerta nuevamente me encontré con aquel pasillo realmente frío. Alguien venía corriendo a nuestra dirección y se paró frente a nosotros.
- Tú - me señaló - Olvidaste esto - me dio una caja y salió despavorida nuevamente de regreso.
- Es el collar - me dijeron ambos y rieron por el hecho de haber hablado al mismo tiempo.
- Ábrelo, vamos - ánimo Denesia.
La caja era de cartón sin nada más que siendo simple. Cuando la abrí, los chicos soltaron una exhalación de sorpresa. Mi collar era blanco... Uno como el de ellos.
- Oficialmente, seremos compañeros - Reí con ellos. - ¿te dieron algún número de habitación? - se lo di en las manos. Tal vez pueden llevarme. Siento como si estuviera de nuevo en una escuela humana, cosa que no es igual. Esta escuela para mí es muy, rara. - No puede ser, estás cerca de los oscuros.
¿Qué dijo? Mi expresión la invita a que me explique.
- Exactamente, entre la línea que los divide
- ¿Y eso es malo? - hablé con temor.
- ¡Ajá! - dijo obvia Denesia - Corres más riesgo estando ahí.
- Pero si no me meto con ellos no habrá ningún problema, ¿cierto? - Ellos se miraron entre sí.
- No lo sabemos, Carlie. Pero intenta eso, puede ser que funcione...- Apreté mi mano en puño sintiendo mis uñas en la palma de mi mano.
Puede ser que funcione...
Tenía pánico, pero al menos sabía disimularlo. Tenía que aprender a sobrellevar esto, tenía que ser fuerte, por mí, por mis padres y mis hermanos. Demostrar que era una Cox en la familia. Caminamos de regreso al salón que ahora estaba en completo silencio. Todos estaban callados y no miraban a ningún lado más que a sus respectivos alimentos.
- ¿Qué pasó? - dije confundida
- Cállate - me exigió él
- ¿Por qué?
- Silencio - me pidió Denesia bajando su voz.
Me llevaron casi a rastras de regreso a nuestros asientos. Me obligaron a ponerme el collar de una vez y dijeron que no me moviera ni mirara otro lugar que no fuera mi mesa por los próximos veinte minutos.
No pude resistirme. Tuve que voltear el porqué de sus acciones. Tengo la mala costumbre de desobedecer si algo me interesa, mamá siempre me ha dicho que nuestra curiosidad abarca el 99.9 % de nosotras mismas. Algo que heredé de ella y que me encanta. Un grupo de tres hombres que no había visto antes estaban en la mesa de en medio que anteriormente estaba vacía. Comían tranquilamente de al parecer carne ensangrentada. Mi estómago se revolvió al verlos y una mueca se instaló en mi rostro. Recordé a papá una vez haciendo eso, era muy pequeña, pero el recuerdo aún vive en mi mente.
- ¿Qué haces? Dije que no mires - Jimmy me pidió molesto y obedecí.
No sé por qué su actitud tan callada.
Pude observar que sus collares eran negros, así que eran del bando oscuro los que habitan en esa mesa. ¿Serían los más peligrosos?
Todos estaban atemorizados. Aquellos portaban ropa totalmente negra. Su apariencia era muy intimidante. Sus cuerpos eran musculosos y robustos, se miraban de una gran altura. Podría jurar que sería de dos metros. De cabellos oscuros, brazos musculosos con venas marcadas en su piel. En sus ropas tenían leves cadenas de plata, y sus manos... En sus manos mantenían anillos que jamás había visto en mi vida. ¿Para qué eran? Brillaban de vez en cuando.
Cuando giro mi cabeza para verlos nuevamente y grabar otro detalle en ellos, alguien en su mesa ya me observa. Mira fijamente mi rostro con su cabeza levemente hacia abajo. Sus cejas estaban a la altura de sus ojos como si estuviera enfadado al mirarme, pero sin dejarse verse atractivo, lo admito. Me estaba sintiendo intimidada por su mirada. Reflejaba, o, su rostro expresaba qué en cualquier momento tendría el deseo de arrancarme la cabeza. Sus ojos brillaron a una tonalidad naranja intensa y temí en ese momento.
Estaba temblando y no lo note.
¿Por qué no podía apartar mi mirada sobre la suya? ¿Por qué no podía mover mi cuerpo? Estaba asustándome. Quería hablar, pero no podía y comencé a alterarme. Necesitaba decirle a los chicos lo que estaba pasándome, pero no podía voltear. Intenté lo más que pude gritar, pero nada salía de mi boca o algún tipo de amago con la intención de abrirla.
Mi jodido corazón estaba que salía de mi pecho. Mi sangre comenzó a calentarse desde la punta de mis pies a la cabeza.
Una sonrisa ladeada aparece en el rostro de ese hombre. Una siniestra y satisfecha mostrando un leve colmillo sobre sus labios. ¿Acaso él estaba haciéndome esto? ¿Él estaba provocando lo que pasa en mi cuerpo?
Me sentí mareada de pronto, y mis ojos los intenté cerrar. Pero tampoco me lo permitían.
Me iba a dormir. Lo sentía.
Papá jamás lo había hecho conmigo, pero con mamá algunas veces sí. Antes de que naciera. Mamá explicó los síntomas y eso era lo que estaba pasándome. Mi cuerpo ya no reaccionaba a mí, hiciera lo que hiciera, sin importar cuanto me esforzará, mi cuerpo no podía moverse. Es como llaman los humanos al dormir...
Se me subió el muerto.
Mamá me platicó que cuando padre la dormia, inmovilizaba su cuerpo en un instante y obligaba a cerrar sus ojos, y ese último detalle era todo para dejarla en la inconsciencia. Mis ojos comenzaron a picar y una gota de mis lágrimas recorrió mi mejilla. No por el susto, o pánico. Sino por el ardor de no poder parpadear que no se me permitía. El rostro de ese hombre se descompone, quitando la odiosa sonrisa de su rostro a una cara de pocos amigos. Una cara de muy mal humor, con ganas de querer asesinar a alguien. Su mandíbula se veía muy fuerte la cual mantenía apretada y una leve gota de sangre escurriendo hasta su babilla. Facciones duras son las que había en su rostro, era un hombre fornido y tenía miedo de que en cualquier momento se levantase y me aplastara la cabeza.
De pronto mis ojos pueden cerrarse sin previo aviso y dejar de ver el hombre frente a mi. Una bocanada de aire suelto y exhalo al mismo tiempo, cuando siento que soy liberada de esa situación de impotencia. Mi cuerpo reacciona y me vi obligada a no voltear a verlos nunca más. Él me dejó libre, no me durmió. Cosa que agradecía internamente.
Aprendí mi escarmiento.
Ya lo aprendí.
Mis manos se dirigen a la mesa mientras que bajo mi cabeza a esta y la recuesto ahí. Ya no tenía intención de volver a voltear. Cerré mis ojos nuevamente respirando con tranquilidad, hasta que aquellos chicos oscuros deciden irse del lugar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro