Capitulo1.-Juez y Verdugo
pov Tiara.
Como prisionera, camino despacio por el pasillo. Estoy tan cerca y tan lejos de mi pueblo, a metros de altura, bajo la mirada de cientos de personas: desde la reina hasta el más humilde de los humanos, todos presencian mi juicio. Me siento vulnerable, expuesta; cada paso que doy es una sentencia más pesada que la anterior. Las piedras frías bajo mis pies contrastan con las miradas ardientes que me siguen desde cada rincón de la sala. Sé lo que piensan. Para ellos, ya no soy una princesa ni siquiera una persona; solo soy una traidora, alguien a quien se debe castigar.
El aire está denso, cargado de juicios no pronunciados y condenas ya decididas. Pero lo más pesado es el silencio que me rodea, un silencio que grita más fuerte que cualquier voz. Me pregunto si alguna vez volveré a escuchar algo más que el eco de mis propios pasos resonando en mi mente.
El abrazador sol es otra condena. Ellos, cómodamente cubiertos bajo la sombra del gran árbol rosa o protegidos por las enormes paredes de esta montaña que irónicamente sirve de prisión y hogar para monjes que predican el perdón, observan el camino hacia Reddosilva. Y yo, aquí, apartada de todos, en medio de este circo que llaman juicio.
Al menos me dejaron escoger la ropa que llevo. Si me van a condenar de por vida a las profundidades, luchando sin descanso contra gusanos de tierra como castigo por una supuesta traición, lo haré con la ropa que amo, un recuerdo de lo que fui, un lazo con mi antigua existencia.
El juicio ha comenzado, y todas las miradas están puestas en mí. Desde mi posición, puedo ver rostros serios en la plataforma principal. La reina se erige imponente ante todos; a su lado derecho no está el príncipe, sino mi maestro, quien nos llevó a la excursión donde mi vida cambió. Debajo de ellos, los demás profesores que sobrevivieron y mis compañeros. Por primera vez en este día, quiero llorar. Nunca más veré a Blossom.
Con una voz dura, firme y calmada, la reina se dirige a todos. Su presencia es imponente, como si las paredes mismas resonaran con su autoridad.
-Hoy nos reunimos aquí para el juicio de Tiara, hija de este reino, acusada de traición contra la corona y su pueblo. Todos los presentes están aquí para escuchar, observar y ser testigos del veredicto que se determinará a partir de las pruebas presentadas. Este tribunal ha sido convocado para buscar la verdad, y esa verdad será revelada hoy.
La reina hace una pausa, su mirada recorriendo la multitud, asegurándose de que el peso de sus palabras se sienta en cada alma presente. Luego, dirige su mirada al profesor, que se encuentra a su derecha.
-Profesor, como parte acusadora, es su turno de hablar. Expondrá ante todo el caso.
El profesor Thornbar se levanta lentamente de su asiento, con nerviosismo, pero determinado. Toma aire antes de hablar.
-Su Majestad, consejeros, pueblo reunido... Me presento hoy para acusar a Tiara de traición.
Los murmullos comienzan a resonar entre la multitud, pequeñas voces que susurran preguntas y teorías. El profesor continúa, levantando la voz para hacerse oír por encima de los rumores.
-Compañeros y ciudadanos -dice, con la voz cargada de rabia y dolor-. He presenciado la peor traición que este reino ha visto jamás. Nuestra princesa, Tiara...
Hace una pausa, su voz se eleva al pronunciar lo siguiente.
-¡Comandando a los demonios que masacraron a mis queridos alumnos!
La sala estalla en murmullos. El profesor ignora el ruido y prosigue, su voz aún más alta y acusadora.
-¡Sus compañeros, que nunca tuvieron la oportunidad de crecer! Ellos la apoyaron desde el principio, la protegieron para que viviera. Y ahora, ¿cómo les ha pagado? ¡Ella misma fue la causa de todo! ¡Ordenó a sus demonios que nos atacaran!
Se vuelve hacia la multitud, su voz se vuelve grave y definitiva.
-¿Qué peor traición puede haber que esa?
Las voces se elevan en un coro de incredulidad y confusión.
-¿Qué está diciendo? -¿Tiara, traicionando al reino? ¡Eso no puede ser cierto! -Los demonios... masacrando a los estudiantes...
Voces diferentes resonaban entre el eco de las paredes de la montaña, llegando a mis oídos como un torrente.
Los murmullos se intensifican hasta que Mei levanta una mano, silenciando a todos de inmediato. El juicio debe continuar.
-Tiara, se te acusa de la peor traición que este reino ha visto en siglos. Las pruebas presentadas son graves y directas. ¿Tienes algo que decir en tu defensa? -pregunta Mei.
Tiara, sin mirar a Mei para que no pensaran que tenía ventaja por ser de sangre real, se dirigió a toda la tribuna para defenderse:
-No sé qué pasó. Cuando me di cuenta, estábamos rodeados. Los demonios no atacaron; fue un ataque sorpresa. Se suponía que era solo una misión de entrenamiento. ¿Cómo iba a saber que los demonios estaban allí? Era mi primera vez fuera de los muros del reino.
Una chica se levanta, pidiendo la palabra. Mei se lo concede, y finalmente habla.
-Los sucesos ocurrieron durante la excursión, como bien menciona Tiara. Primero y ante todo, he odiado a Tiara desde los ocho años.
Esa afirmación parece emocionar a las gradas, pero no a su majestad. La joven continúa:
-A pesar de mi mala relación con ella, intenté protegerla porque es la princesa. Sin embargo, cuando vi que los demonios no atacaban a Tiara, comprendí que, en lugar de eso, la protegían. Era la única a la que dejaron libre, mientras los demás eran atacados.
Finalmente, la joven rompe en llanto.
-¿Y de qué sirve ser tu sierva, estar ante ti y tratarte como una princesa? Eres una princesa inútil que no despertó su poder. Tu poder siempre fue una mentira. Tú mataste a tu amiga. Blossom no merecía eso de ti. Tu alma está manchada con la vida de la persona a la que considerabas amiga. Tú no eres mi princesa.
El juicio está al borde de un colapso emocional. El ambiente es tenso. Mei, aunque firme, se muestra visiblemente afectada; el silencio pesa en la sala. De repente, las puertas se abren, y Reinald entra. Su vestimenta de general del ejército contrasta con los colores de las rocas y las arenas del desierto. Cada paso retumba en la sala. Se detiene junto a mí, colocándose a mi lado, con una postura imponente y protectora. Esta aquí para que. por qué apneas ha llegado, y por se detiene ante mi como un escudo y no una lanza.
El aire está cargado de murmullos, un zumbido constante que reverbera en la sala del juicio. Puedo escuchar las voces de los presentes, cada palabra es un eco de mi angustia.
-¿Está dispuesto a matar a su propia hermana?
-¿El general realmente hará eso?
-Esto es una locura... ¿qué está pasando aquí?
Siento cómo la tensión se acumula en mi pecho. Mei, frente a mí, se mantiene firme, pero hay preocupación en su mirada. Apenas puedo soportar el peso de las miradas sobre mí. Ahora las preguntas van a Reinald.
-¿Y qué te hace pensar que podrás ser imparcial, Reinald? -dice Mei, su voz temblando levemente mientras trata de controlar sus emociones-. Es tu hermana. No quiero que cargues con esto.
Reinald se erige como un pilar de acero. Veo cómo su mirada se endurece, forjando un camino en medio de la tormenta.
-Porque es mi hermana, sé que no puedo fallar en esto -responde, su voz cortante como una espada-. Mi juicio es imparcial. He ejecutado traidores antes y no dudaría en hacerlo de nuevo. Pero no dejaré a Tiara desamparada, no mientras sé lo que está en juego., él sabe algo más, alcanzo a pensar.
-Si ella debe ser castigada, seré yo quien lo haga -añade, su firmeza resonando en la sala.
Mei asiente lentamente, una sombra de dolor cruzando su rostro. Siento que mi corazón se encoge. Así no deberían tratarse los hermanos.
-Muy bien, Reinald... si ese es tu deseo, que así sea -dice Mei, su voz apenas un susurro.
El silencio vuelve a llenar la sala, más tenso que antes. La respiración contenida de los presentes pesa en el aire; cada palabra se siente como una sentencia.
Mei levanta la voz, su tono marcando el comienzo de la resolución.
-Después de revisar todas las pruebas, de escuchar los testimonios y ver los resultados del ataque... aunque las pérdidas son dolorosas y devastadoras... se ha considerado que Tiara, en los últimos momentos, protegió a los sobrevivientes y los guio de regreso a salvo -dice, su mirada fija en mí.
Siento una chispa de esperanza, pero el peso de la traición me atraviesa el corazón.
-Sin embargo, la traición no puede ser ignorada. Los demonios la protegieron, y Blossom está muerta junto a profesores y compañeros que ya no están con nosotros.
El impacto de esas palabras me golpea como un martillo. Siento que el mundo se desmorona a mi alrededor. Mi respiración se vuelve errática; la verdad de mi situación es más evidente que nunca. En ese instante, sé que mi vida ya no será la misma.
El rostro de Mei se oscurece; veo la lucha interna que atraviesa. Las emociones batallan bajo la superficie, pero ella intenta mantener su voz estable.
-Tiara... por tus acciones, y aunque las pérdidas fueron incontables, la traición no puede ser perdonada. Pero tampoco puedo condenarte a la muerte -dijo Mei, su sentencia dura como un golpe certero, aunque su corazón esté roto.
Siento que sus palabras se clavan en mi pecho como cuchillas. Mei respira profundamente; su voz casi se quiebra, pero se mantiene firme.
-Tu castigo será el exilio. Serás desterrada de este reino, y nunca más podrás reclamar tu lugar como princesa. Dejarás de ser parte de esta familia.
El mundo pareció detenerse para Tiara. Las palabras de su hermana resonaban en su mente, difíciles de procesar. Su voz salió débil y rota.
-¿Exilio...? Mei, por favor...
Mei se volvió hacia ella, los ojos brillando con lágrimas que se negaba a dejar caer.
-Es lo más misericordioso que puedo ofrecerte, Tiara. No me hagas esto más difícil.
Reinald, con la mandíbula apretada, observó a su hermana menor. No dijo nada; dentro de él, una tormenta de emociones se agolpaba. Aunque sabía que no la dejaría desamparada, no podía contradecir la sentencia de Mei. Estaba preparado para lo que viniera.
-El juicio ha terminado -declaró, su voz grave resonando en el aire cargado.
Finalmente, Mei, con una voz casi inaudible, pronunció las últimas palabras del juicio.
-Tiara, te destierro de este reino, y de nuestra familia... para siempre.
Tiara sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies. Cayó de rodillas, sintiendo cómo su vida, su familia y su identidad como princesa se desmoronaban. Las lágrimas comenzaron a caer silenciosamente por su rostro, cada una sellando su destino, marcado por aquellas que más amaba.
Siento cómo mi mente se desmorona lentamente. El peso de cada mirada, cada espalda que se da la vuelta, me aplasta. Una a una, todas las personas que he conocido en estos años me repudian sin palabras, girando sus cuerpos, alejándose de mí. Esa simple acción me parece el mayor de los tormentos. El mundo es cruel, y ahora lo estoy experimentando de primera mano.
No tengo tiempo para pensar en mi juicio, en el veredicto que ya intuyo. Pero lo peor, lo que realmente me rompe el corazón, no son los aldeanos, tanto humanos como vampiros, que me rechazan con sus gestos. Es el rostro de dolor que alcanzo a ver en Mei, mi hermana. La mujer a quien he amado como a una madre, quien ahora, con un gesto silencioso y amargo, me condena al exilio.
Veo su figura alejarse entre la multitud de consejeros, su espalda desapareciendo entre la marea de cuerpos. Pero alcanzo a ver algo: una lágrima deslizándose por su mejilla. No es un consuelo. No alivia el dolor, pero al menos me da una verdad amarga: Mei no lo hace por voluntad propia. No deja de doler, pero al menos no es por odio.
Las lágrimas queman mis ojos hinchados; apenas puedo soportar el sufrimiento acumulado. El bullicio de las voces a mi alrededor se vuelve un eco lejano, casi como si se estuvieran apagando, pero no del todo. Mientras Reinald me escolta hacia las afueras de los muros de la ciudad, cuatro voces resuenan en mi mente, cortando cualquier otro pensamiento.
Primero, una voz ardiente, colérica, como un rugido infernal envuelve mi mente: "No era lo que esperabas, ¿verdad, niña?" -La voz se ríe de mí con crueldad, su tono abrasador y lleno de burla, como un incendio devorando mis emociones-. Luego, una segunda voz, más ligera, pero cargada de un viento caprichoso y burlón: "Vamos, no esperabas que acabara de otra manera, ¿o sí? Qué ilusa... Lo mejor está por venir.." -Su risa danza en el aire, como una tormenta que se cierne sobre mí-. La tercera voz se siente como una presión constante, sólida y maternal, pero dolorosamente distante, como si la tierra misma me aplastara: "Oh, querida... Lo siento. No puedo hacer mucho por ti." -Su voz es cálida, pero desoladora, como el susurro de una montaña que observa mi sufrimiento desde lejos-. "Tu destino ha sido sellado por fuerzas mayores."
Finalmente, una cuarta voz, calmada, profunda y solemne como el flujo de un río eterno, penetra mi mente: "Oh, dulce princesa... Perdón. Perdón por no poder ayudarte más. Si hubiera actuado antes, no estarías aquí. Mis manos están atadas, al igual que las corrientes del tiempo. Perdón, pequeña salvadora." -La voz resuena con una serenidad que solo intensifica mi dolor-.
Esas palabras martillan mi cabeza, justo cuando Reinald, con la voz quebrada por el dolor, finalmente me da la espalda. Antes de dejarme ir, escucho lo que nunca pensé que escucharía de mi hermano.
Oigo a Reinald murmurar, con la voz ahogada por el llanto: "Perdón, hermanita..."
Es la primera vez que lo veo llorar.
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