Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 14. Oasis bajo la lluvia

Mis ojos se abren, no por el sol ni por hambre, sino porque una bola de pelos ha decidido sacarme el aire. Rebotar sobre mi estómago parece ser su idea de diversión.

Con un nuevo día frente a mí y una mejor compañía, sigo adelante. Jira es mi guía ahora. Al menos con ella a mi lado, sé que no me toparé con monstruos de las arenas. Los demonios y los hombres, sin embargo, son otra cosa.

Esta pequeña criatura es increíblemente leal, y por eso Mei me la regaló. No sé cómo logró seguirme desde el castillo hasta aquí, pero ahora la mantengo oculta del sol. La llevo en una bolsa, con su cabeza y orejitas peludas asomando. Con sus tiernos ruidos, me indica por dónde no ir y por dónde sí. Ya comprobé que su olfato es infalible. Debe ser por su naturaleza protectora y su instinto de supervivencia.

Sé que estos animales son muy valorados. Crecen sin el beneficio de la sombra, rodeados de otros como ellos. Se mueven en manadas, lejos de los problemas, alimentándose de carne y frutas. Flotan en el aire, pero son perseguidos por eso. Los niños los adoran —como yo— y suelen recibirlos como regalos. Son fáciles de cuidar y nunca se quejan.

Sigo caminando, con una renovada esperanza. Entre todo lo malo, encontrar consuelo en una mascota es lo mejor que me ha pasado en estos días.

La tormenta dejó el aire más limpio, menos seco y más soportable. Ya es más de mediodía, lo sé porque fue una de las lecciones de supervivencia en la escuela. Si antes me perdía merodeando por el bosque, ahora, con los ojos cerrados, podría guiar a alguien más. No fue en una clase, no. Fueron los castigos de los profesores, así como su guía, lo que me impulsó a crecer más de lo que imaginé. Ya no era una niña del castillo, como solía repetirme. A los 11 años, al terminar el segundo y empezar el tercero, me encontraba entre las mejores calificadas en ser guía. Era de mis mejores calificaciones, porque en lo demás apenas pasaba. Ni hablar de la magia. Solo supe que tenía poder sobre la tierra cuando, en los exámenes finales, pude rodear las trampas mientras otros caían en ellas. Pensé que era intuición, que veía la tierra removida, pero era mi magia actuando sin que yo la pidiera. Solo supe que era mi don, aunque nunca más lo volví a manifestar. Después de la escuela, me convertí en otro fracaso, como tanto oí hablar a los profesores.

A mi lado, la criaturita que ahora es mi mascota se convirtió en un faro de seguridad constante en medio de la incertidumbre.

El pequeño ser, con un suave gruñido, me alertaba de los peligros que acechaban: monstruos alados que surcaban el cielo en busca de presas y bestias terrestres que se ocultaban bajo la arena. Y aunque soy inexperta en este nuevo mundo, confío ciegamente en su instinto.

—Eres más valiente de lo que aparentas —murmuré, acariciando su lomo.

El ser respondió con un ligero ronroneo antes de moverse hacia el horizonte. Su comportamiento había cambiado; olfateaba el aire con intensidad, y sus movimientos eran más decididos. Lo seguí mientras flotaba a poca distancia de la arena, preguntándome qué habría descubierto.

Tras una corta caminata, el desierto comenzó a transformarse. La monotonía de la arena dorada dio paso a un paisaje vibrante. Frente a mí, un oasis se extendía como un sueño imposible: un estanque de agua cristalina rodeado de palmeras altas y flores de colores vivos. Podría nombrar al menos una docena de ellas. La brisa fresca llevaba consigo el sonido relajante del agua corriente, rompiendo el opresivo silencio del desierto, si no contamos los tiernos gruñiditos de mi amigo.

—¡Es increíble! —exclamé, corriendo hacia el estanque.

El reflejo en el agua me devolvió una versión de mí misma que apenas reconocía: el cabello rubio estaba despeinado, y el vestido azul, aunque limpio, estaba desordenado. Lo que llamó mi atención fue el escarlata de mis ojos, con un diminuto, casi imperceptible destello de verde claro, que brillaban con una renovada vitalidad.

Llené la cantimplora mientras Jira jugueteaba cerca del agua, aunque sin mojarse. Por primera vez en días, sentí que las cosas podían mejorar.

—Lo logramos —dije, abrazando a mi mascota, y dejándome caer de sentón sobre el pasto, que aunque medio seco, era pasto al fin y al cabo.

Este pequeño momento de paz fue interrumpido por un cambio repentino en el clima. Una gota de agua cayó sobre mi mejilla, seguida de muchas más. En cuestión de segundos, una lluvia intensa se desató, oscureciendo la arena y transformando el oasis en un lugar denso y brumoso. Al alzar la mirada al cielo con incredulidad, noté algo inquietante: no había nubes. La lluvia en el desierto no era un fenómeno común. Solo quedaba una opción: magia de agua.

—Tenemos que buscar refugio —advertí a la bola de pelos mientras cerraba la cantimplora.

Fijé la mirada en una de las palmeras más altas. Si lograba treparla, podría evaluar mejor la situación. Decidida, me acerqué al tronco y comencé a escalar. La lluvia dificultaba la tarea, pero algo que tenía era determinación.

Cuando estaba a punto de alcanzar la cima, algo me jaló con fuerza del tobillo. El impacto me aturdió, y donde sentí el tirón, la piel que había recibido el daño de la caída comenzó a regenerarse. Por otro lado, Jira estaba chillando a mi alrededor, alarmada, corriendo en círculos.

Me incorporé con dificultad, buscando al atacante. Al otro lado del oasis, una figura emergió de entre las sombras. Era alta y llevaba un báculo azul que brillaba con una luz sutil. El artefacto, adornado con runas que destellaban como agua en movimiento, parecía ser la fuente de la lluvia.

La figura avanzó unos pasos, deteniéndose justo al borde del estanque. Mis piernas aún temblaban, pero me puse de pie, fijando la mirada en el desconocido.

—¿Quién eres? ¿Qué quieres? —pregunté con la voz firme, aunque por dentro sentía un nudo de tensión.

La figura no respondió. La lluvia continuaba cayendo, empapándonos a ambos. Jira gruñía, posicionándose entre él y yo, como una pequeña defensora.

—No quiero problemas, pero no dudaré en defenderme si es necesario —advertí, estrechando los puños.

Finalmente, la figura habló. Su voz resonó como un eco profundo:

—No estoy aquí para lastimarte. Pero este oasis no es un lugar para cualquiera.

Fruncí el ceño, estudiando a la desconocida. La figura era una mujer de cabello largo y oscuro, vestida con túnicas azules que parecían moverse con la lluvia. El báculo en sus manos seguía brillando, como si estuviera vivo.

—No busco problemas —repetí—. Solo necesitaba un lugar para descansar.

La mujer ladeó la cabeza, como si estuviera evaluando mis palabras.

—Este oasis es peligroso. Dime, ¿quién eres?

Vacilé por un momento. Revelar mi identidad como princesa podría ser peligroso, pero también podía ganarme la confianza de la maga.

—Soy Tiara —dije finalmente—. Una viajera...

La mujer alzó una ceja, claramente intrigada. Bajó el báculo ligeramente, aunque sus ojos seguían siendo cautelosos.

—Interesante. Soy Selene, una maga de agua, como podrás ver —dijo, levantando su mano hacia el agua que se arremolinaba a su alrededor—. Guardiana de este lugar. Si realmente buscas refugio, deberás demostrar tu intención.

Sentí cómo la tensión en el aire se intensificaba. Selene alzó el báculo, y la lluvia comenzó a concentrarse en una espiral de agua flotando sobre su cabeza.

—Prepárate —advirtió la guardiana.

Me puse en guardia, sabiendo que no sería un enfrentamiento fácil. Por donde lo mirara, tenía todas las de perder. Mi mascota se posicionó a mi lado, lista para luchar. Qué tierno, pensé. Pero, ¿qué podría hacerle esta bola de pelos a alguien como ella? En todo mi tiempo con Jira, nunca la había visto atacar a alguien o algo.

La maga bajó el báculo, y en ese instante, la lluvia cesó de inmediato. Mi mirada se dirigió hacia ella, y vi una sonrisa traviesa curvar sus labios. Cada vez que la maga avanzaba, yo retrocedía un paso, como si mi cuerpo se estuviera preparando para algo peor. La criatura, esa bola de pelos que chillaba de vez en cuando, seguía a la maga, pero ella no le prestaba la más mínima atención. Estaba completamente centrada en mí.

—Niña del desierto, estás perdida —dijo la maga, con un tono lleno de ironía.

La burla me hirió, y sin pensarlo, mostré mis colmillos. Mis ojos brillaron con furia contenida, el enojo burbujeando por debajo de la superficie. La maga no pudo evitar reír, y al ver mi reacción, se corrigió:

—Perdón... vampira del desierto. Estás exiliada.

Esas palabras me hicieron detenerme, aunque no emitieron un sonido al principio. El peso de la pronunciación de su voz me hizo el corazón latir con fuerza. Lo sabía. Todos lo sabían. Ya no era una simple princesa. Ya no pertenecía a ningún lugar. Mis hombros se tensaron, y la criatura, como si también lo percibiera, subió a mi cabeza, ronroneando suavemente.

Todo parecía resonar en mí: la magia del lugar, la presencia de la maga, todo hacía eco en mi ser.

La maga dio un paso más hacia mí, pero yo me quedé inmóvil, esperando otro ataque o tal vez una burla más. Sin embargo, en lugar de eso, tendió su mano hacia mí, como si quisiera deshacer las hostilidades por un momento.

—Vamos, no me hagas esperar. Mientras más tardemos, más peligroso se pondrá esto —me dijo, señalando el desierto, el oasis que ahora parecía desmoronarse ante mis ojos, con sus aguas contaminadas.

Antes de que pudiera responder o siquiera procesar lo que estaba pasando, la maga me lanzó una cantimplora. La miré mal, mis instintos de supervivencia luchando contra la desconfianza que se había asentado en mi ser. Ella, sin parecer importarle, soltó unas palabras rápidas:

—Si hubieras llegado antes, ya estarías envenenada. Menos mal que llegué a tiempo. Y disculpa por hacerte caer.

La duda me envolvió, pero, a pesar de todo, había algo en ella, algo que me resultaba humano, algo que podía entender. No quería enfrentarme a lo desconocido en solitario. Tal vez fuera mi única oportunidad, y aunque mi instinto me decía que fuera cautelosa, algo me impulsó a seguirla. Lo que fuera que me esperara, lo superaría. Tenía que seguir adelante. No solo para encontrar respuestas, sino también para desentrañar esta nueva realidad.

Con un último vistazo atrás, comencé a seguirla, con la criatura detrás de mí, emitiendo suaves ruidos.

Pov ¿?

Lejos de ahí, en una taberna solitaria, una figura encapuchada se acercó a una mesa oscura. La capucha cubría casi por completo el rostro de la persona, pero el cabello largo y rosa que asomaba de debajo era inconfundible. Sus ojos, ocultos por sombras, brillaban con determinación. Con voz baja y casi imperceptible, le entregó a la dueña de un circo cincense una bolsa de monedas.

—No lo olvides —dijo la figura, su tono helado—. Ella no debe sufrir. Recuerda llegar puntual para adherirla a tu circo. Si no lo haces... no esperes que te pague con monedas.

La dueña del circo, al recibir el pago, apenas asintió, sabiendo que esa era una deuda de la que no podría escapar. Y cuando la figura se levantó para irse, el aire en la taberna pareció volverse más denso, más pesado, como si algo mayor estuviera por ocurrir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro