Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Daniel XXII


Todo resplandecía a mí alrededor. El bosque rebosaba de vida.

Podía oír claramente el sonido de las aves trinando sus enrevesadas melodías, el apacible repiqueteo del agua de algún arroyo cercano, sentía el empalagoso aroma de las flores en el sombrío aire matinal, mezclado con el la tierra húmeda y las hojas reverdecidas, mientras me adentraba por aquel sendero misterioso rumbo a lo desconocido.

Había oído decir a los sabios de la aldea que ese bosque era un lugar mágico; uno de los santuarios de Iris "La Protectora de la Naturaleza", pero jamás me había llamado la atención entrar, hasta que la vi.

A simple vista parecía humana. Una hermosa joven, de tez pálida y ojos ambarinos, que merodeaba en las afueras del bosque y que me había sonreído encantadoramente, antes de adentrarse plenamente en el, tentándome a seguirla. Pero en el momento en que su esbelta figura, me había dado la espalda, mis ojos habían notado aquel par de maravillosas y tornasoladas alas, aún más radiantes bajo los prístinos rayos del sol, que se abrían paso entre el follaje. Entonces supe lo que ella era. Un ser mágico y puro: un hada.

No pude evitar correr tras ella. Sentí que en el segundo en el que nuestras miradas entraron en contacto, un embrujado se había alzado obnubilando mis sentidos. Y aunque el efecto del encanto se había pasado en cuanto mis ojos la perdieron de vista, obligándome a regresar a la realidad, y a claudicar en mi aventura, mis ojos se toparon con un nuevo hallazgo, de la misma naturaleza mística.

Un intenso fulgor reverberó entre la verde espesura. La fausta luz proveía de una fuente cristalina, ubicada en un claro. Motivado por la curiosidad me incliné sobre ella. Aquel material reluciente tenía una textura nítida, pulida, perfectamente lisa, pero era el contenido del recipiente lo que captaba mi atención por completo. El elixir estaba compuesto por cientos de diminutas partículas doradas, que conferían un tono satinado, sin afectar del todo su transparencia. Me vi en aquel mágico líquido reflejado. Mi rostro tenía el mismo tono desvaído, pálido, de siempre. Aunque mis rasgos ya habían perdido del todo la suavidad de la infancia, y mis facciones se habían tornado tan angulosas y afiladas como lo permitía la adolescencia. Mis negros cabellos se arrebolaban en un sinfín de rizos ensortijados, algunos de los cuales se pegaban en mi frente y ensombrecían mis ojos, otorgándole un tono índigo pleno y absoluto y devolviéndome una mirada que podría interpretarse como penetrante, osada, hasta temeraria incluso. Me gustó lo que aquel extraordinario fluido refractaba, era como si sacara a la luz lo que mi esencia íntima ocultaba, y quizá por eso en aquel momento sentí un afanoso impulso de beberlo.

Entonces ocurrió.

Pude sentir cada una de mis células removerse, agitarse dentro de mí, al tiempo que una singular energía, una vitalidad sorprendente, me embargaban. Todas mis dolencias, la fatiga, el cansancio de la carrera, incluso los estados de ánimo negativos, se esfumaron. Mi desgarbado cuerpo, que no carecía de musculatura, pero que aún era suficientemente delgado, se ensanchó notablemente, tornándose más nervudo y macizo, mientras que la sensación de fortaleza también se hacía presente.

De pronto sentí los tejidos de mi espalda y mis omoplatos extenderse, la carne abrirse, como si algo buscara emerger desde el interior mismo de mi ser y salir a la superficie. El dolor era palpable pero soportable, amortiguado por la exorbitante vitalidad que me había sido súbitamente otorgada. Hasta que finalmente cesó por completo y observé en el nítido reflejo del elixir, que era mi espejo, con gran asombro, lo impensable. De mi espalda brotaban dos descomunales y emplumadas alas plateadas.


—Daniel... ¿Estás bien? ¡Hombre por favor, reacciona!—dijo Brian con urgencia, y sentí una leve sacudida en mi hombro derecho.

—Vale, si no sale de su estado de catatonia en tres segundos, voy a golpearlo en la cara—anunció Clara y empezó el conteo regresivo—. Uno, dos...

Reconocí la familiaridad de aquellas voces, que me sacaron de mi estado de ensoñación, y capté la silueta de una pequeña mano atravesaba mi campo de visión, justo a tiempo.

—Lo siento cielito, pero hoy no será el día en el que tengas el extraordinario honor de golpear mi sexy rostro— dije sujetando su mano, antes de que el impacto se produjera.

Clara se puso notablemente roja.

—Dis—cul—pa... era una medida desesperada. ¡No sabíamos qué hacer para que despiertes!—dijo exasperada.

—¿Y golpearme era la mejor opción?—blanqueé mis ojos. Clara se encogió de hombros.

—Como dije, era un último recurso. Ya habíamos probado otros métodos y no había reacción alguna. Parecía que te habías ido, junto con ella... —se excusó la castaña.

De inmediato, comencé a tomar conciencia de lo que había pasado a mi alrededor antes de que el recuerdo de mi vida anterior me embargara y absorbiera por completo. Ahora recordaba absolutamente todo. A mis padres, mis hermanos verdaderos, mi hogar y también recordaba la reciente muerte de Iris. Volví mis ojos al lecho vacío, con tristeza.

—¿Estás bien?—volvió a insistir Brian y agitó esta vez su mano, frente a mi campo de visión.

—Sí, lo estoy. Ya dejen eso, por favor—fruncí el entrecejo—. Solo estaba recordando quién soy en realidad—ante sus confusas miradas añadí—: Al parecer cuando Iris... partió—dije suavizando el término—, las memorias de mi vida pasada regresaron.

—¡Guau!— exclamó la pareja al unísono y sus ojos se abrieron como platos.

Yo suspiré.

—Sí, "guau" es una buena forma de definirlo.

—¿Y qué recuerdas exactamente? —inquirió Clara.

—Muchas cosas—llevé una mano hacia mi mentón—: El nombre de mis padres, el de mis siete hermanos, y mis tres hermanas. Recuerdo qué aspecto tenía la aldea en la que vivía... mi casa—sonreí con nostalgia—. Incluso recuerdo mi nombre de nacimiento.

—¿Te refieres a que no te llamas Daniel?—preguntó el pelirrojo, mientras acomodaba un mechón de su cabello que le caía sobre la frente salpicada de pecas. Aquel le había crecido mucho y ya se asemejaba a una leonina melena. Cuando regresáramos a El Refugio necesitaría un buen corte.

—En realidad Daniel es el nombre que Iris me concedió con mi "nuevo nacimiento"—expliqué—. Mi madre nos bautizó con los nombres de aquellos seres celestiales que eran sus hermanos, según el momento en el que fuimos convertidos. Yo renací bajo la influencia del Ángel Daniel.

—Los Rafaelinos somos mejores—acotó Rafael, sumando su voz a la conversación. Había estado silencioso en todo ese tiempo y en ese momento supe por qué.

Él también había recuperado sus memorias y se veía entre ufano y abatido. Tal vez un poco aturdido incluso. Resultaba complejo recibir toda esa dosis de información que nos había sido suprimida, de golpe, pues los recuerdos y vivencias se agolpaban en la mente a la vez y el exceso de conocimiento generaba molestia, ruido. Compartí con mi amigo, una sonrisa de complicidad.

—¿Lo dices en serio? Sin ánimo de ofender amigo, pero ¿te has visto a un espejo últimamente?—bromeé.

—Tuché...—musitó él, pero no llegó a aportar nada más, pues Clara lo interrumpió.

—Chicos no quisiera arruinar este efusivo momento de autodescubrimiento, pero ¿No deberíamos pensar en la forma de salir de aquí lo antes posible?—su inquieta mirada recorrió el recinto, donde algunos de los seres mágicos desvalidos, debilitados, pululaban, rompiendo la esfera en donde nos habíamos alienado.

Por supuesto que debíamos irnos cuanto antes. Mi familia necesitaba ayuda. Asentí con un gesto, recuperando la seriedad.

—Tienes razón, debemos irnos—convine y apoyé una mano sobre el enjuto hombro de mi amigo—. Rafael, reúne al resto de los ángeles y ustedes chicos—indiqué escrutando a mis amigos—, agrupen a los sobrevivientes, para marchar de inmediato a la tierra. Yo me ocuparé de almacenar el elixir sobrante, para llevarlo con nosotros—puntualicé, trazando a grandes rasgos, las directivas del nuevo plan de rescate.

—Hermano...—dijo Rafael con un gesto consternado—Creí que te habías dado cuenta a estas alturas.

—¿Darme cuenta de qué?—inquirí, sin querer salir de mi estado de estupor. Totalmente negado.

—Soy el último de los ángeles de Tierra Mítica.

—¡No lo lograremos!—dijo Brian, compartiendo su visión "tan optimista" de los hechos. Y cuando digo optimista quiero decir funesta.

Estábamos aún en el Palacio, en la Sala del Trono, frente a una fuente totalmente nueva. La muerte de Iris había generado que el elixir de la energía vital perdiera sus propiedades mágicas y aquel recipiente sólo contenía agua común y corriente.

A esa aciaga situación había que sumarle el hecho de que el único ángel que quedaba vivo, el cuál podía guiarnos a salvo por el Reinado de la Oscuridad estaba prácticamente convaleciente. Lo mismo que las otras cincuenta criaturas, que habían logrado sobrevivir a la masacre.

La postura de Brian comenzaba a adquirir mayor énfasis.

—Entiendo que me vean como un trasto viejo e inútil que no sirve para nada—dijo Rafael, en voz alta. El ángel estaba recargado de lado, sobre una de las columnas cristalinas que flaqueaban el recinto.

—¡No es eso!

—¿¡Cómo crees!?

Nos excusamos todos casi al mismo tiempo.

—Solo bromeaba—añadió el alado de largos cabellos ondeados, quien a pesar de la situación, tenía un humor renovado—. Soy consciente de mi estado de deterioro—se señaló a si mismo—. Pero este ángel, aún tiene un "as" bajo las alas. Voy a sacarlos de aquí sanos y salvos y en menos tiempo de lo que creen—anunció caminando hacia nosotros, posicionándose en torno a la fuente.

Todas las miradas estaban puestas en su persona.

—¿De qué hablas?—lo increpé con ansiedad.

—Luego de la invasión a Tierra Mítica, una vez que estuvimos a salvo en el Palacio, nuestra madre, consciente de su situación, me dió explícitas instrucciones de que si algo llegara a pasarle sacara a los seres mágicos de aquí, pues este sitio ya no sería seguro. Me reveló la existencia de un portal que comunicaba este lugar, directamente con el mundo humano.

—Eso es... extraordinario. ¿Pero no entiendo por qué nunca lo habíamos usado?—cuestioné—. Ciertamente eso hubiera simplificado mucho las cosas. –añadí en un tono de reproche.

—El portal existe Daniel, pero está obsoleto—aclaró Rafael—. Iris lo usó para trasladar a la primera tanda de seres mágicos desde el mundo humano a Tierra Mítica. Pero utilizó demasiada magia para abrir una brecha espacial de tal magnitud. Requirió un gran poder para salvar tales distancias y a demás para conectar las distintas áreas terrestres donde estaban emplazados los Santuarios con este lugar. El portal se volvió inconstante y peligroso, así que por eso dejó de usarse y nuestra madre optó por usar portales más simples, que unían distancias más cortas.

—Usando como nexo el Reino de la Oscuridad—alegué, rememorando los hechos.

—Exacto—confirmó él—.  Entonces el portal prístino fue sellado, con un hechizo, pues tanta energía contenida en un solo sitio, era una bomba en estado de latencia, y podía provocar la destrucción, el colapso, de nuestro propio mundo incluso.

—Entonces, eso significa que si lo abrimos de nuevo...toda Tierra Mítica, nuestro hogar, dejará de existir completamente—un nuevo sentimiento de desidia me atormentaba. Descargué mis puños con frustración contra el borde de la nueva fuente, y el frágil material cristalino se astillo—.  No puedo permitir esto. Es el legado que nuestra madre nos dejó.

—Piensa en que una parte de su magia seguirá viviendo en aquellos seres que logremos salvar hermano—respondió el alado, y colocó su mano sobre mi espalda.

Mis ojos se ligaron a los suyos, mucho más serenos y sabios. Rafael sin duda era mayor que yo cuando fue convertido o al menos más experimentado.

Sopesé la idea unos instantes. Efectivamente esa era nuestra mejor opción. No podíamos arriesgarnos en ir en comitiva por el Reino de la Oscuridad, con un ángel herido, y media centena de seres moribundos. Era suicidio.

—Está bien...¿Dónde está el dichoso portal de destrucción...o debería decir de salvación?—mi humor de nuevo era mordaz. Aceptaba la idea de Rafael, pero eso no significaba que me agradara destruir mi hogar.

Mi hermano, asintió en señal de que mi decisión era la correcta y luego se giró sobre sus talones y se encaminó a la salida del palacio.

—Síganme. El portal está en la biblioteca.

¡Hola amores!

¡Espero les gustara el capi!

¿Quién se quedó con ganas de saber el verdadero nombre de Dany y conocer más de su historia? Prometo brindarles datos más específicos en capis posteriores.

También haré un anexo para situarlos temporalmente, respecto a algunos hechos que ligan el mundo místico con el mundano. Pero tengo muchos exámenes por ahora, por eso ando algo perdida :/

Espero puedan entender.


¡Abrazote! Los amodoro 💜

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro