Daniel. XIII
—En primera es "Ángel Oscuro" no "Ángel Negro" y no tengo idea de quién sea—giré mis ojos, restándole importancia a su estado de alarma. Nadie opacaría la felicidad que me embargaba en aquel momento—. Y en segunda yo no había dicho que no iría al bosque. Recuerdo muy bien que dije que seguiría pensando en un nuevo plan de escape, lo cual hice mientras me aventuraba en el bosque negro tratando de hallar la salida.
—Ja, ja, ja muy gracioso Daniel –dijo el pelirrojo de modo sardónico.
—¿Entonces finalmente la hallaste? La salida digo...—preguntó Clara, interrumpiendo a su novio. La esperanza renacía en sus ojos, que estaban vidriosos.
—Claro, les dije que solo podríamos encontrarla de noche y así era—me jacté. Y debí agregar: "gracias por todo su escepticismo y apoyo inicial" pero preferí ahorrarme el sarcasmo esta vez. Además no había tiempo que perder, pues pronto amanecería y el portal volvería a cerrarse—. Salgamos de aquí y se las mostraré.
Luego de recoger apresuradamente nuestras pertenencias, abandonamos aquella mustia cueva, la cual no extrañaría ni un poco, y nos aventuramos nuevamente al bosque. En el camino, terminé de narrarles a mis acompañantes los hechos que habían sucedido esa noche.
Brian y Clara comenzaron a formular en voz alta, los mismos interrogantes que yo me había planteado luego de oír la historia del fallecido elfo.
"¿Quién era aquel ángel oscuro que había destruido Tierra Mítica? ¿Cómo habían logrado vulnerar las defensas de mi hogar? ¿Qué había pasado con Iris y el resto de las criaturas mágicas? Entre otras."
Claro que aquellos interrogantes carecían de respuestas concretas por ahora, y solo podríamos saldar las dudas una vez que llegáramos a Tierra Mítica, o lo que quedaba de aquel lugar.
—¿Qué no es el mismo árbol maldito alias "guarida de serpientes" de siempre?—preguntó Brian, cuando llegamos hacia el portal, conservando una prudente distancia.
—Tú lo has dicho amigo, es el mismo árbol. Esta siempre fue la salida y por eso todos los senderos del bosque nos conducían a este punto exacto. Aunque solo se abre de noche. –expliqué, en el justo momento en que una potente luz blanquecina, emanaba a raudales del tronco hueco, cuando los rayos lunares se posaron en este—. No perdamos más tiempo y larguémonos de este asqueroso bosque del infierno—añadí, adentrándome en el portal de una vez.
En cierto sentido, el tránsito por aquella puerta mágica que acortaba distancias, era similar a caminar por un pasadizo, lúgubre, estrecho y de paredes rugosas. Un fuerte olor a putrefacción viciaba el aire y el suelo que pisábamos estaba poblado de escurridizos gusanos y crujientes insectos. Pero para la fortuna de Brian no nos habíamos topado con ninguna serpiente esa vez.
Unos segundos más tarde estábamos en aquella vasta isla pedregosa que habíamos atravesado con Alise en su primera visita al Reino Oscuro. Un sitio que yo conocía a la perfección, por lo cual no me fue difícil orientarme.
Aquel portal nos trasladó al interior de la Isla, lejos de la costa, y cerca de la Montaña Sombría. El aroma allí no era mucho mejor, pues había un fuerte y penetrante hedor a basura podrida, producto de la marcada concentración de azufre, y además el aire estaba cargado de cenizas volcánicas.
Comenzamos a avanzar hacia el imponente y aplomado macizo, en cuyo interior se hallaba la puerta de acceso más cercana a mi hogar. Pronto los vestigios de la noche se extinguieron y aquella nimia luna comenzó a brillar de manera tenue, adoptando un tinte sanguinolento, mientras se abría paso un nuevo día.
El cielo comenzaba a aclararse, si cabe el término, porque lo cierto era que en aquel lugar, aún durante el día, el éter conservaba un tono ceniciento. Espesos nubarrones negros, comenzaron a agruparse, como una manada de negros lobos, en el horizonte, y nos seguían el paso, acechándonos mientras avanzábamos.
Pedí a mis amigos que se apuraran, cuando noté que sus estómagos vaporosos tronaban profusamente, asemejando un gruñido hambriento. Era evidente que se avecinaba una tormenta, lo cual no era nada bueno ya que en el Reino de la Oscuridad la lluvia era distinta a la de la tierra. Así como el agua del turbio y tenebroso mar, de los peligrosos ríos y los siniestros arroyos, aquella era totalmente tóxica y venenosa, para cualquier criatura carente de esencia demoníaca que la bebiera, o tuviera contacto con esta.
Ya estábamos muy prontos a la entrada a la montaña cuando un estrepitoso y fulguroso rayo impactó de lleno en la boca de aquella chimenea humeante. El suelo comenzó a estremecerse pletóricamente bajo nuestros pies, mientras que algunas de las rocas circundantes, cayeron en avalancha, muy cerca de nosotros.
—¿Qué ocurre Daniel? ¿Por qué ha temblado el suelo de esa manera?—preguntó Clara, cogiendo el brazo de su novio con fuerza, cuando el estrépito cesó.
Ambos tenían el rostro desfigurado de terror y me miraban expectantes a la espera de respuestas.
—Aquel rayo que cayó, ha despertado el volcán...Creo que pronto entrará en erupción—alegué, mientras intentaba encontrar con desesperación la entrada a la montaña, rogando que las rocas no la hubieran cubierto durante el desprendimiento.
En el fondo sabía que el ingreso a una montaña que pronto explotaría y de cuyas entrañas emergerían litros de ardiente magma era un acto suicida, pero allí estaba nuestra puerta de salida inmediata.
—¿Qué haremos ahora? ¿Buscamos otro portal?—dijo Brian protegiendo a Clara entre sus brazos.
—¡Claro que no! Aún tenemos tiempo antes de que el volcán entre en erupción. ¡Debemos entrar! –señalé con determinación. Sin darles tiempo a sopesar la situación añadí—: ¡Andando! antes de que un nuevo derrumbe la cierre completamente —indiqué apuntando hacia la grieta estrecha y zigzagueante que se divisaba entre dos enormes montículos rocosos, al tiempo que comenzamos a correr hacia aquella.
Llegamos a la entrada justo en el momento en que se producía un nuevo alud, esquivando las rocas, que impactaban furiosamente contra el suelo. Un fuerte rugido provino del cielo, cuando los nubarrones entraron en colisión provocando un recio estruendo, mientras que de sus etéreos cuerpos, rasgados aquí y allí por el impacto, como si de heridas de guerra se tratasen, comenzó a brotar lluvia ácida, a modo de sangre.
Las gotas impactaban con intensidad, abriendo pequeños huecos en el terreno, como si estuvieran hechas de plomo y no de agua, dejando oscuras aureolas humeantes en aquella superficie pedregosa. Pero por fortuna ya estábamos guarecidos dentro de la montaña, sanos y salvos.
—¿Y ahora hacia dónde? No quiero morir aquí—sollozó Clara.
—No temas mi amor—Brian acarició su cabello y la estrechó contra su cuerpo, con gesto protector, intentando calmarla—. Daniel sabe muy bien lo que hace. Nos sacó del bosque ilesos y lo hará también ahora. ¿Verdad amigo?
No puede menos que asentir ante aquello. Ambos dependían de mí, confiaban en mí, y a demás después de haberme aventurado en un bosque tenebroso a oscuras, haber acabado con una mortífera serpiente y haber aniquilado a un demonio mayor, yo también estaba teniendo un poco de fe en mí mismo.
—Por supuesto que sí. Los guiaré a la salida en una pieza.
Hice acopié de todo mi coraje y agudicé mis sentidos humanos lo mejor que pude, para comenzar a guiarlos. Tardamos menos de veinte minutos en atravesar aquel sombrío túnel cavernoso, hasta la cámara donde yacía el portal.
Una vez allí el suelo dio una violenta sacudida y supe que nuestro tiempo se había extinguido y que pronto ríos de magma ascenderían por los muchos pasadizos de la montaña, buscando no solo la cima de la misma, sino cualquier vía de escape posible, consumiendo todo a su paso.
La luz clara y refulgente de la puerta de acceso a Tierra Mítica, brillaba frente a nosotros, totalmente expuesta. Era evidente que el pasaje secreto había sido descubierto, tal como ya lo anticipábamos. Noté que los minúsculos y mágicos granos de aquella salitre luminosa y protectora, que lo revestía, habían sido barridos por completo de la superficie del portal volviéndolo vulnerable.
Algunas manchas de icor demoníaco decoraban aquí y allí el suelo del túnel, como deformes y pútridas flores de pétalos oscuros.
Posiblemente aquellas manchas eran las huellas de algún infructuoso intento de los demonios por atravesarlo, hasta que descubrieron la forma de hacerlo con éxito.
Un nudo se formó en el centro de mi estómago. Me preguntaba ¿Cómo había sido posible que la Gran y Poderosa Reina Madre de todos los seres mágicos fuera derrotada? Era notorio que aquel Ángel Oscuro la equipara en poder.
Todavía, una parte de mí, la más utópica, se resistía a creer la historia que aquel elfo me había contado, argumentando desvarío o locura, por los horrores vividos. Sin embargo, otra parte de mí, posiblemente la más lógica y realista, desechaba fácilmente esa hipótesis. Pero la sola idea de que toda la historia fuese cierta me derrumbaba. Quizá, si hubiese tenido tiempo para pensar más en ello, no hubiese atravesado el portal. No sabía si podría resistir ver mi hogar en ruinas, pero el abrazo del fuego sobre nosotros ya era inminente.
Con un sentimiento de terror, helándome el corazón y a la espera del abrigo de una chispa de esperanza que jamás llegó, cerré los ojos y crucé el portal.
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