Alise XXV
Minutos después de que Jonathan se marchara me levanté de la cama, tomé mi ropa anterior que consistía en unos jean desgastados en el área de las rodillas, y una blusa de tirantas anchas color melange claro, me coloqué el calzado y me dispuse a salir de la habitación.
Abrí la puerta sin ningún esfuerzo, para mi grata sorpresa, ya que estaba segura de que él me mantendría encerrada, tal como lo había hecho antaño su tiránico padre, pero la perilla se abrió al instante.
Me encontré con sombrío corredor, que parecía interminable y de inmediato sentí la gélides embargándome y me vi obligada a regresar al cuarto.
Revisé el closet con la esperanza de encontrar algunas prendas que se ajustaran más al clima del lugar donde me encontraba y me alegré al comprobar que había un guardarropa de abrigo de mi talla. Las finas prendas colgaban prolijamente en sus respectivas perchas y otras tantas estaban acomodadas sobre los estantes. Lo mismo que el calzado cerrado, mucho más apropiado que las sandalias veraniegas que llevaba puestas.
Tomé una campera de lanilla y unas botas media caña, me cambié rápidamente y regresé al pasillo, por el cual deambulé algunos minutos, bordeando las sombras, que refractaban los candelabros y lámparas. Era evidente que tampoco había energía eléctrica en el Averno.
Intenté abrir alguna de las puertas que con las que me topaba, las cuales estaban distribuidas a intervalos regulares, pero la mayoría se encontraban cerradas y otras desvelaban habitaciones vacías, sin importancia.
Aquel sitio, que tenía toda la pinta de ser una fausta y lóbrega mansión, más que un palacio, estaba totalmente desértico.
El desánimo me embargó, lo mismo que el desasosiego. Debía volver a mi habitación, antes de que Jonathan regresara, o comenzaría a sospechar.
En ese momento, divisé una habitación nueva. Abrí la portezuela y para mi tranquilidad hallé en esta a mi pequeño. Nicholas dormitaba en un pequeño catre de hierro, perfectamente arropado entre las bancas mantas. Desde el techo colgaba una especie de "llamador de ángeles", con péndulos cristalinos, que giraban al son de una melodía suave.
La habitación en general estaba decorada con inofensivos motivos de infantes y era bastante armoniosa y sutil. De hecho, era muy bella a la vista y hasta podría decirse que alegre.
Me pregunté Jonathan la había decorado o si había sido obra de algún otro ente demoniaco.
En ese momento un escalofrío me recorrió. Aquello era demasiado irónico para normalizarse con tanta facilidad. Contuve el deseo de tomar al niño entre mis brazos y huir rápidamente de aquel horrible lugar, pero no lo hice. Me aseguré de que se encontrara completamente sano y salvo. Dejé un beso en su mejilla clara y acaricié sus rizos rubios dorados, antes de marcharme.
Con nuevas preguntas en mente, volví a recorrer los glaciares pasillos de la mansión. Las llamas de las numerosas lámparas de bronce, empotradas en las paredes proyectaron una vez más figuras sombrías, que se arrastraron siniestramente en distintas direcciones, a medida que avanzaba.
De pronto, oí algunas voces y pasos provenientes de uno de los pisos inferiores. Definitivamente debían ser dos individuos porque mantenían una conversación. Aquellos sonidos comenzaron a hacerse cada vez más intensos y cercanos, por lo que comprendí que aquellos seres se aproximaban y empecé a buscar un sitio donde ocultarme.
Logré abrir una de las puertas más próximas e ingresé dentro del cuarto. Se trataba de otro dormitorio.
La estancia era amplia y estaba gratamente deshabitada, al menos por el momento, aunque era notorio que pertenecía a alguien, pues la cama estaba desordenada en un torbellino de sábanas negras, en contraste con los almohadones de piqué en tono blanco hueso.
De hecho, toda la habitación rayaba esos mismos colores. Negro y hueso. Desde los mosaicos en el suelo, dispuestos cuál tablero de ajedrez, hasta el mobiliario en ébano, principalmente sillones y sillas, con sus tapices claros.
Todo estaba reluciente y, salvo por el detalle de la cama, prolijamente ordenado: libros, adornos, elementos de aseo, vestuario. El closet era igual de amplio que el mío, y podría pasar por su mellizo, por su diseño y estructura, salvo que las prendas que yacían en su interior eran masculinas.
"¿Pertenecía este cuarto a Jonathan?"
Ningún elemento que pudiese haber en aquel lugar me lo revelaba. Todo era demasiado neutro y frío. Aunque pensándolo bien, esos dos adjetivos decían mucho.
"Neutro y frío." "Definitivamente es el cuarto del hijo del tirano."
Me apoyé sobre la puerta cerrada y escuché como los dueños de aquellas voces, se detenían justamente en aquel sector del pasillo.
"¿Y si pretenden entrar aquí?" pensé con nerviosismo.
Mi corazón se aceleró y mi mente comenzó a buscar posibles escondites. Estaba a punto de ocultarme en el closet cuando me di cuenta de que aquellos seres, solo se habían detenido a conversar en ese punto.
Aventuré que podía tratarse de dos demonios de rango superior, pues eran capaces de controlar el habla, al contrario que las los leviatanes más primitivos, que no lo hacían.
Después de la charla que había mantenido con Sonia y de que ella me entregara el libro de "Daemonius", lo había estudiado con detenimiento. Si iba a pasarme una temporada en el Averno, más vale estar informada.
Los demonios creados por Lucifer no se asemejaban a los seres mágicos de Tierra Mítica, que eran físicamente parecidos a Iris, pese a que conservaban características de los seres primarios, elementales, a partir de los cuales habían sido creados.
Salvo por los ángeles caídos, que ocupaban los distintos principados en los que se dividía el Reino Oscuro, y que tenían un rango de demonios mayores, las demás criaturas, tenían una forma física animal.
Además estaban repartidas en dos categorías o jerarquías; una superior y otra inferior. Los de rango superior habían desarrollado el habla, y cierto intelecto, mientras que los de rango inferior, carecían de estas cualidades. Pero, lo cierto era que tanto unos como otros, tenían un aspecto espeluznante. Pues luego de que Lucifer les diese de beber su sangre maldita aquellas bestias habían adoptado caracteres más mortíferos y rasgos más amenazantes. Parecía como si de alguna manera, aquellos seres hubieran adquirido la forma de la bestia que aquel ángel exiliado y oscuro llevaba dentro.
—¡No es posible que sigan muriendo de esa forma!—oí que se quejaba uno y mi corazón volvió a agitarse en cuanto mi mente reconoció esa voz como perteneciente a Jonathan—. Hace dos meses que tenemos el elixir de la inmortalidad en nuestro poder y no hemos podido obtener ningún beneficio de este— decía furibundo.
"¿Entonces los demonios tienen el agua de la energía vital? Pero, ¿cómo la han conseguido? ¿Acaso han atacado nuevamente Tierra Mítica? ¿Es ese el motivo por el cual no hemos vuelto a tener noticias de Iris?" Eran un sinfín las preguntas que se aglomeraban en mi mente. Intenté despejarlas para prestar atención a la conversación.
—Pero amo, no todo ha salido mal...—replicó el otro ser, totalmente desconocido para mí. Su voz era algo rasposa, como si su garganta estuviera llena de aren —El agua posibilitó que los demonios nos volvamos más fuertes, más resistentes... al menos por un tiempo—. pese a que no lo veía, podía imaginar la mueca de hastío de Jonathan. Aquello no le era suficiente—. Además, su madre ha dicho que está trabajando en un mejor filtro, que volverá el elixir más tolerante para nuestro sistema.
"Pero, ¿¡qué rayos!? ¿Acaso ha dicho su madre?"
Aquello era imposible. Quizá estaba dormida y teniendo una pesadilla de mal gusto o Jonathan me había drogado y alucinaba. Porque era imposible que Vera fuera su cómplice en esto. ¡Había intentado matarlo, y él a ella!
—Sí...siempre está trabajando en "mejores filtros" ¡Pero no es suficiente!—vociferó el maligno, que estaba visiblemente alterado. Imaginé cómo su rostro perfecto adquiría su auténtica faceta diabólica y mis vellos se erizaron—. Si queremos ganar esta batalla, necesitamos que los demonios también sean inmortales. Además mi estúpida madre no representa ninguna garantía.
Al menos no todo había cambiado. El odio de Jonathan hacia su progenitora seguía siendo manifiesto.
—¿Y qué hay del otro plan amo?—inquirió el demonio—. Aquel que involucra a la mujer que ha traído anoche a la mansión...
—¡Silencio!—lo acalló Jonathan en un tono gutural. Podía visualizar al demonio encogiéndose—. ¿Cuántas veces tengo que explicártelo inútil? ¡Las paredes oyen!
En un gesto instintivo me retiré de la puerta sobre la cual tenía pegado mi oído.
"Entonces para eso me ha traído el muy cretino al Reino Oscuro. Necesita algo de mí" pensé en ese momento y segundos después noté que las voces se habían acallado.
Algo no estaba bien. Intenté avanzar de nuevo hacia la puerta, cuando observé que el pomo de esta estaba girando.
Rápidamente me deslicé bajo la cama.
¡Justo a tiempo! La rubia cabellera de Jonathan se asomaba.
Lo vi aproximarse al armario.
"¡Que bueno que no me he escondido allí!"
Tomó un objeto que no logré distinguir de su interior, y lo guardó en el bolsillo de su chaqueta. Luego volvió a dirigirse a la puerta.
"Por fortuna se va rápido y podré regresar a mi habitación antes de que se percate que no estoy allí" pensé. Pero entonces me di cuenta de que se detenía justo allí. "¿Qué sucede?" Mi respiración se detuvo un momento mientras él inspiraba profundamente, al tiempo que se giraba sobre la punta de sus talones, hacia mí.
—¿Te he dicho mi adorada Alise que tienes un aroma natural muy diferente al resto? Casi diría que único. Ni siquiera mi dulce hermana, poseía un perfume tan cautivador como el tuyo y eso que se parecían mucho....—dijo escrutando la habitación, sin verme aún. De inmediato llevé mi mano hacia mis labios reprimiendo un jadeo. El muy maldito sabía que estaba allí. "¡Este es mi fin!" pensé. Tendría que salir y enfrentarlo—. Hazme el favor de salir de donde quiera que te encuentres y no me obligues a buscarte. Siempre odié jugar al escondite—añadió incentivandome a moverme.
Pero era inútil, a pesar de mis deseos, y su insistencia, mi cuerpo parecía inmutable. No estaba colaborando.
De pronto solo escuché el silencio y su figura se alejó de mi campo de visión. Hasta que sentí que algo sujetaba mis pies y me jalaba fuertemente de ellos arrastrándome fuera de mi escondite.
—¡Con que ahí estabas traviesa!— el demonio profirió una amplia sonrisa que se borró igual de rápido — noté que sus ojos estaban completamente oscurecidos. El verde iris e había consumido por completo. Me levantó del suelo tomándome férreamente de un brazo, sin dejar de mirarme—. ¿Nadie te dijo que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación?—agregó, arrojandome hacia la cama, soltando su agarre.
Yo tragué saliva fuertemente. Podía sentir cómo el color se extinguía de mi rostro, pero en breve me repuse, incorporándome. Necesitaba ser valiente y enfrentarlo. Ya no había necesidad de fingir nada.
—Pues eso lo aprendí de ti querido—respondí de forma sardónica, sosteniéndole la mirada.
Jonathan soltó una carcajada, contrariamente a lo que esperaba. ¡Estaba loco!
—Realmente me encanta cuando te comportas así. Te ves mejor cuando te enfadas.
Se acercó más a mí, cubriendo mi campo de visión y luego se inclinó para besarme. Lo hizo ágilmente, como siempre, sin que pudiera defenderme, o rehusarme. Su beso estaba vez fue rudo y pasional. Su lengua me invadía, explorando los recovecos de mi boca, y sus labios succionaban con hambre voraz. En ese punto, me estaba resistiendo, totalmente inmune a cualquier encanto que pudiera lanzar sobre mí. Ya no caería en su embrujo seductor como antes.
Mientras tanto, él presionaba su cuerpo sobre el mío, e intentaba desprenderme de mi suéter. Con todas mis fuerzas lo aparté de mí, no sin antes proferirle una mordida, con demasiada fuerza, en el labio inferior, haciéndolo sangrar profusamente.
Su esencia quemó en mi boca. Tenía un sabor amargo y a la vez ardía como ácido. Escupí hacia un lado con repulsión, mientras él me miraba atónito, llevándose una mano hacia sus labios y luego contemplando su propia sangre, antes de volver a enfocarse en mí.
Le dediqué entonces una mirada desafiante y cargada de desprecio.
—¡Tus trucos de seducción ya no te funcionan conmigo demonio!—dije con cierto alarde.
Sonia había colocado un hechizo protector en mí, el cual me exoneraba de la influencia de cualquier "encanto" demoniaco.
—Ya veo—musitó él, y a pesar de que había una veta de sorpresa en sus oscuros ojos, supo mantener la compostura—. Entiendo que esa vieja bruja ha adivinado más de lo que creía, y deduzco que no ha muerto.
—¡Qué perspicaz! –siseé.
—Por otro lado, que sepas parte de la verdad me ahorra el trabajo de explicarte lo que ocurre—resolvió el maldito—. Sin embargo mi adorada, si te empeñas en seguir con tus averiguaciones y tu mal genio, tendré que ser más duro contigo desde ahora.
—¿A sí? ¿Y qué me harás, matarme? Recuerdo haber oído que soy muy importante para tus planes diabólicos—dije con aire de suficiencia.
Él movió la cabeza hacia ambos lados, negando.
— Tú sí lo eres...Aunque ¿sabes? tres meses es una corta vida para un niño. Tantas cosas le faltan aún por conocer, tanto por aprender y experimentar...
—Eres un hijo de...
—Sí, exacto—me cortó antes de que pudieraterminar la frase—. Piensa muy bien hijo de quien soy antes de intentardesafiarme otra vez.
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