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Alise XXI

Dedicado a GraceSeidl20 y Luzaellechi (que aman a Jonathan )

—¿Eres consciente de que te ves absolutamente sexy junto a nuestro adorado retoño? No lo había notado antes, pero la maternidad te sienta Alise.

La voz de Jonathan era suave, casi un susurro, pero podía oírla claramente. Tan bien, que sabía que si volteaba lo vería parado detrás de mí. Podía sentir su contacto aún través del aire, pues su aliento tibio erizaba los finos vellos de mi cuello. Habían pasado solo unos minutos y él había aparecido, de un modo tan incierto y sigiloso, que me hizo pensar que tal vez él ya se encontraba allí, oculto y acechante.

—No me había dado cuenta que habías llegado— dije empleando mi mejor tono de voz.

No quería que nótese el malestar que me generaba su presencia. Aún no me atrevía a dar la vuelta para mirarlo y mi cuerpo estaba totalmente rígido y tenso.

—No pretendía asustarte o interrumpir tan agradable momento filial, pero he venido por una respuesta y espero no decepcionarme.

Sus marfileños dedos rozaron uno de mis hombros y parecía que el invierno se había instalado en mi cuerpo, cristalizando mi sangre y helando mis huesos. Volteé a mirarlo, pero él ya no estaba. Me incorporé rápidamente de mi asiento, buscando con desesperación una figura inexistente en la oscuridad cerrada.

"¿En qué momento la escena se ha vuelto tan lúgubre?" pensé.

No podía ver a Jonathan por ningún lado e incluso no hallaba la lámpara de aceite ubicada en la mesita de noche.

Después de breves instantes, mis manos se toparon con una superficie acuosa y sentí algo agitarse bajo mis dedos. Entonces me di cuenta de lo que sucedía. La lámpara ya no estaba en esa mesa de noche, porque la había cambiado de lugar, para colocar ahí la pecera.

Dando traspiés en la oscuridad, llegué hasta la cuna nuevamente, extendí las manos y hallé la lámpara, justo sobre a la otra mesita. Giré la perilla y entonces una pequeña llama azul—naranja se agitó dentro de ella y su nimia luz iluminó la habitación.

Suspiré aliviada, al comprobar que aparte de Nicholas y de mí, nadie más estaba allí.

"Quizá me he dormido e imaginado todo" pensé, pero entonces, sentí sus fuertes brazos enrollarse en mi cintura y atraerme bruscamente hacia él.

Ahora sí podía sentirlo completamente cerca; cada musculo de su cuerpo pegado al mío, su lenta respiración junto mi oído, hasta el latir acompasado de su corazón.

"Su corazón. ¿Quién diría que podía tener uno tan activo?"

Jonathan me volteó para sí, como si fuera una marioneta, una muñeca, que él dirigía a su antojo, y su intensa mirada me cubrió de esmeraldas. Solté un jadeo y mi pulso volvió a acelerarse.

"Cálmate Alise." Intenté serenarme. Pero no era exactamente su presencia lo que me ponía nerviosa, sino el hecho de estar tan cerca suyo y sobre todo era su tranquilidad la que me fastidiaba.

"¿Cómo demonios no se siente intimidado?" me pregunté.

"Fácil tonta: él no siente culpa alguna porque seas su prima. Jonathan es un demonio, no le importan los vínculos familiares. Bien podrías ser su hermana y te follaría." Susurró la afilada voz de mi conciencia en lo profundo de mi mente.

En ese momento pensé en Evelia y el gusto amargo a bilis inundó mi garganta, por un secreto reciente develado en uno de mis sueños.

Respiré hondo e intenté serenarme. No podía apartarlo con brusquedad porque entonces se daría cuenta de que estaba actuando y el plan que habíamos elaborado con Sonia se iría por un caño. Me aparté suavemente de su lado y me enfoqué en lo que tenía que decir, en aquel verso tan bien memorizado.

—Nicholas y yo iremos contigo al Reino de la Oscuridad. –respondí sin más preámbulos.

Luego, me volví para recoger al niño de su cuna, interponiéndolo entre ambos. "Cuanto más rápido nos largáramos mejor" Deseaba poner en marcha el plan, pero además no quería que Isabel o cualquier otra persona entraran en el cuarto y vieran a Jonathan, pues temía lo que él pudiese llegar a hacerles. Pero el maligno se veía muy a gusto allí y no parecía tener deseos de irse aún. Al ver que ya no podría volver a acercarse a mí con tanta facilidad, se sentó en el mismo sillón en el que yo antes había estado, contemplando la nueva decoración del que había sido su cuarto. No se veía enfadado o afectado por los cambios. Quizá ni siquiera lo hubiese sentido propio.

— Debo decir que me sorprendes Alise. En verdad pensé que ofrecerías mayor resistencia—comentó, posando su inquisitiva mirada nuevamente en mi rostro y estudiando mis expresiones con minuciosidad—. Dudaba que nuestra pequeña charla de ayer bastara para convencerte—agregó y luego sus astutos ojos refulgieron en una única llama verde—. Así que mejor dime de una vez ¿qué te ha hecho tomar esta decisión? Y por favor no intentes engañarme, porque lo sabré.

Francamente esperaba una amenaza al finalizar la frase, pero no dijo nada más, solo se quedó expectante, a la espera de mi respuesta. Debía ser muy cuidadosa en lo que diría. Si mentía abiertamente se daría cuenta, ya que Jonathan era tan sagaz como su padre. Pero si le decía la verdad me mataría. Así que opté por decir ambas cosas a la vez.

—Lo cierto es que nunca creí tus buenas intenciones para con nosotros— noté que él se sorprendía ante mi franqueza y su sonrisa se desvanecía un poco, volviéndose una torcida mueca—. Las personas no cambian de la noche a la mañana y tú no eres precisamente la excepción a esa regla

Hice una pausa. Sus ojos estaban más encendidos y deseosos que nunca.

—Continúa —arguyó él, de manera apremiante.

—Bueno... por esas razones yo iba a declinar ante tu propuesta —hice otra pausa, esta vez más extensa, solo para aumentar la tensión del cretino. Me di cuenta que su respirar se aceleraba y me cambiaba ligeramente su postura, descruzando y cruzando su pierna. Su nerviosismo era el aliciente que necesitaba, para adquirir mayor fuerza. Me causaba satisfacción alterar a Jonathan y me daba más seguridad en mi misma—.  Pero pensé que si me quedaba aquí mi vida continuaría siendo miserable—solté la mentira sin dificultad—. Tenías razón cuando dijiste que Daniel me había abandonado. Y sabes bien que eso yo ya lo había reconocido con anterioridad—acoté hábilmente.

Era muy ingenioso solapar una mentira con una verdad. Me sentí orgullosa de mi misma y casi victoriosa. Él asintió en señal de aprobación y su sonrisa adquirió mayor amplitud, tornándose tan blanca, reluciente, y exquisita como las teclas de un clavicordio. Obviamente sabía los pormenores de la charla que había mantenido con Safira.

»Ya no me queda nada, ni nadie que me até a este lugar —continué confiadamente—. Solo recuerdos tristes y amargos que me gustaría borrar... Y sé que solo si me voy contigo podré hacerlo...—me acerqué a él con determinación y empleando el tono de voz más suplicante y persuasivo del que era capaz dije—: Jonathan te pido que me ayudes a olvidar ¿Lo harías?

Extendí mi mano con intención de acariciar su rostro. No sabía si era una buena idea en realidad, pero deseaba disipar todas sus dudas. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que mostrándole que su contacto ya no me importaba? Aunque por otro lado, temía que mi gesto fuese algo exagerado y sobreactuado y revelara mis verdaderas intenciones.

Ciertamente, él pareció desconcertado ante la familiaridad del gesto, pero no se apartó. Se veía nuevamente sereno, y el fuego de sus ojos había desaparecido, pero seguía sonriendo y eso era bueno.

En un acto repentino tomó mi mano, capturándola entre la suya y depositó en mi dorso un beso fugaz, helado, soltándola con la misma presura con la que la había tomado.

"¿Qué sucede?" "¿Me ha creído o la mentira ha sido demasiado obvia?" 

Nuevamente él tenía puesta su máscara de neutralidad.

Se incorporó de su asiento, sin decir una palabra, y se dirigió hacia la mesa de noche, donde estaba la pecera, introduciendo su mano hacia el interior, agitando a los peces ninfoides, que realizaban una perfecta y alegre danza sincronizada.

Luego tomó uno de los peces y lo sacó a la superficie, exponiéndolo sobre su mano extendida.

Jonathan observó unos segundos al pequeño pececito, su respirar dificultoso, y el trémulo movimiento de su cuerpecito, que parecía convulsionarse en espasmódicas sacudidas, por la falta de oxígeno. Acto seguido su mano se cerró completamente a su alrededor y terminó de sofocarlo.

Entonces lo supe, supe lo que estaba haciendo. Aunque no podía ver directamente la agonía de aquel diminuto ser, podía vislumbrar a su compañero, que comenzaba a emerger hacia la superficie y lentamente su aspecto se transmutaba hasta convertirse en una florecilla por completo.

Una a una sus redondeadas aletas envolvían su diminuto cuerpo en una especie de capullo, donde permanecería petrificado, prisionero y adormecido, aguardando el momento de reunirse con su otra mitad. Momento que jamás llegaría porque su otra mitad había dejado de existir para siempre, estaba muerto.

Comprendí que él no se había conformado con lo que yo había dicho o hecho. Quería comprobar si mis palabras y gestos eran sinceros. Jonathan no solo había matado al pececito, simbólicamente había matado a Daniel también.

Su mensaje había sido muy claro, pero la cuestión era ¿qué es lo que yo haría? ¿Me quedaría también inmóvil y petrificada como su compañera había hecho, poniéndome así en evidencia ante él o seguiría igual de decidida e impasible?

Ni una lágrima se derramó por mis mejillas, pese a la atrocidad del hecho, ni un gesto de acritud o resentimiento. Me esforcé en cambio, por expresar la mejor de mis sonrisas, mientras tomaba el cadáver de su mano, y lo arrojaba al cesto de basura.

El maldito sonrió complacido ante mi acto, y luego respondió a mi pregunta: "¿Lo harías?", con la más dulce y gentil voz que un demonio podría utilizar:

—Por supuesto cariño. Por supuesto que lo haré.

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