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Sin aviso

Una noche, un grupo de jóvenes fueron a dar un paseo, ellos eran amigos, los mejores cabe mencionar, siempre habían estado el uno para el otro, se conocían desde pequeños, prácticamente crecieron juntos. Sus padres son amigos desde la universidad y eso dio a que se vieran siempre y se terminaron volviendo muy unidos.

Esa noche el frío los abrazaba, la luz de la luna era más que hermosa, había mucho viento, que provocaba que el cabello de la chica se moviera, él notaba que ella tenía frío, así amablemente se ofreció a calmar sus escalofríos.

―Ten― extiende el abrigo―. Ponte esto ―ofreció el joven de cabellos negro y tez blanca, la chica asintió abrigándose rápidamente.

La sonrisa de ambos fue interrumpida, de un momento a otro una luz llega a sus ojos al momento de cruzar la calle, ambos se cubrieron esperando el impacto, pero al abrir sus ojos se encontraron con nada. Como si todo hubiera desaparecido, como si la ciudad estuviera completamente sola.

Se miraron extrañados al observar que ese lugar era físicamente igual, pero se sentía como si no lo fuera.

A lo lejos se apreciaba como se acercaba una figura misteriosa, que imponía terror y desprendía un enigma que te calaba los huesos.

―Si desean volver a su mundo y salir de este limbo, tendrán que hacer tres favores para mí, y así yo los regresaré ―mencionó el hombre misterioso.

Ambos chicos quedaron atónitos, ¿podrían salir de ese limbo? ¿Favores? ¿Acaso habían muerto? ¿Dónde se encontraban? ¿Qué estaba sucediendo? Todas esas preguntas los invaden.

Pero como todos, los humanos actuamos, el instinto del miedo provocó que el chico se pusiera a la defensiva.

¿Quién era este ser? ¿Por qué se les acercaba? Este tipo tenía un aspecto muy tétrico, su rostro era demasiado pálido, iba vestido con una gabardina y un sombrero que lo hacía un tanto peculiar, al tenerlo cerca generaba una masiva desconfianza.

Todo lo que estaba sucediendo, claramente hizo dudar a los jóvenes de las intenciones de dicho hombre. Pero querían irse de este lugar, del cual no tenían conocimiento.

―Aceptamos ―se apresuró a decir la única mujer presente.

― ¿Cuáles son los favores? ―el chico pregunta, la castaña palideció cuando el misterioso hombre se acercó, dejando ver lo peculiares que eran sus ojos, un color anaranjado que te provocaba un escalofrío. Se prendió del brazo de su amigo, apretándolo de tal manera que dejó de circular la sangre en el brazo del joven.

―Necesito que busque a un niño, sangre de un hombre anciano y por último un corazón ―al escuchar los tres favores que el hombre les pidió, sus rostros palidecieron, sus ceños se fruncieron, ¿acaso este hombre estaba loco?

Esto asustó a los jóvenes y por instinto corrieron, él tomó la mano de su amiga guiándole el camino, encontrarán la manera de salir por ellos mismos.

Corrieron tanto que sus respiraciones ya estaban fallando, y sus corazones se aceleraron, cuando sintieron que ya lo habían perdido, se detuvieron. Sus miradas se encontraron y estaban asustados, ¿Cómo saldrían de ese lugar? Esa pregunta es lo único que los atormentaba.

La chica está petrificada, el pánico la dejó sin habla, mientras el joven con palabras alentadoras trata de calmarla, pero ella estaba muy asustada, ¿Dónde estaban?

El misterioso hombre se aparece frente a ellos provocando un grito por parte de ambos, trae consigo a una joven que está asustada, los observa con sigilo y sus ojos se mueven rápidamente observando el lugar.

―Si quieren salir de aquí, cumplan mis peticiones, si no los haré desaparecer.

El hombre acercó su mano al pecho de la chica que lo estaba acompañando, rápidamente se hizo polvo, fue como si se volviera humo, esparciéndose por todo el lugar. Los chicos quedaron con la boca abierta, cada vez más tenían dudas sobre ese hombre, sobre el lugar, acaso era un mal sueño.

La mirada penetrante del hombre los hizo retroceder, no quedaba más por hacer, debían cumplir las peticiones.

―Aceptamos ― afirma el joven con nerviosismo.

―Deben tener cuidado, puede haber más hombres que finjan ser buenos, pero no lo son, y perderán su oportunidad de volver a sus hogares ―afirma el ser de ojos naranjas.

Los jóvenes no tenían ni la más mínima idea de en donde buscar, tendrían que matar a un hombre, y entregar a un niño, la sangre sería lo más fácil; era lo que pensaban.

Buscaron por todo el lugar, pero no vieron a nadie, ese lugar es muy desolado, ¿Cómo pretende ese hombre que encontraran a más personas?

Pero cuando estaban perdiendo la esperanza vieron a un hombre corriendo, por instinto lo siguieron. Estuvieron a punto de perderlo, pero el chico se adelantó y logró alcanzarlo. Amablemente, se acercó al hombre pidiéndoles su sangre, pero se negó.

Lo más raro de la situación, es que no sabían cómo conseguirían su sangre, el chico seguía insistiendo y la chica solo observaba, pero algo la intrigo, ella solo pensaba en como sacarle la sangre al hombre y como por arte de magia apareció un cuchillo y un envase en su mano.

Este lugar cada vez más la intrigaba, se acercó al hombre, tomó su mano y lo cortó, sin importarle los gritos, apretó su mano y la sangre empezó a llenar el envase, y el grito de quejas por parte del hombre retumbaron en el lugar.

La chica tenía la mirada perdida, era como si no fuera ella misma, al estar lleno lo soltó y observó a su amigo, quien la miraba intrigado. El anciano corrió y ellos quedaron solos.

―Camina rápido ―la chica lideró y ordenó avanzar, le extendió el cuchillo a su amigo.

―Tú te encargas de sacarle el corazón a la persona que encontremos ―él asintió algo asustado.

Caminaron demasiado en busca de alguna persona, se dedicaron también a observar el lugar, era igual, parecía un reflejo del que ya conocían: había un punto diferente, este era más intrigante, no te sentías en casa, sentías que te observaban, pero cuando buscabas no había nada, se sentía más sombrío. Llegaron a pensar que tal vez no se habían ido, así que tomaron la decisión de dirigirse a su hogar.

Cuando estaban parados frente al lugar, cada uno ingresó, era idéntico, pero no había nadie, sus padres no estaban, los chicos salieron con sus corazones destrozados. En sus mentes estaba simplemente la idea de salir.

Retomaron la búsqueda, a lo lejos vieron un hombre, armaron un plan de ataque que llevarían a cabo.

―Hola, disculpa, estoy perdida, ¿Dónde estoy? ―menciona la castaña con su voz a punto de derrumbarse, pero todo era una actuación.

―Yo tampoco sé donde estoy, no te asustes, pronto saldremos de aquí ―Afirmó con amabilidad.

El chico, al verlo distraído, golpeó su cabeza, el estruendoso sonido hizo eco en el lugar, cayó en el frío suelo de la carretera, el chico con nerviosismo se acercó a él, presionó su pecho con toda su fuerza y lo abrió; sus manos se llenaron de sangre, fue complicado sacarlo, pero al final lo logró, la chica le extendió una especie de bolsa para meter el corazón. Los chicos no sabían cómo hicieron todo eso, solo querían salir y harían lo que fuera, pero no pensaron en las consecuencias.

Él estaba intrigado de ¿dónde había conseguido su amiga estas cosas?

―¿De dónde sacaste todos estos objetos? ―pregunta el joven.

―No lo sé, es como magia, pienso en lo que quiero y aparece ―el chico no lo pensó dos veces y pensó en ver sus manos limpias, y paso, ya estaba sin nada de sangre.

El chico frunce su ceño.

― En serio, podemos pensar en lo que queremos y sucede, ¿por qué no pensaste en salir de aquí? ―le reclama.

―Me crees tonta, desde el momento en que lo supe fue lo primero que hice y, que crees, no funciona, al parecer podemos desear cualquier cosa menos esto ―el chico iba a hablar, pero ella no lo dejó―. Antes de que diga que porque no pensé en deshacerme del maníaco que nos está obligando a esto, ya lo hice solo que no sé si funciono.

Continuaron con su búsqueda, solo quedaba el niño, a lo lejos vieron a un pequeño, se acercaron y él corrió. Lo siguieron a un bosque y lo buscaron, hasta que el chico lo encontró, estaba asustado.

―Tranquilo, todo estará bien ―el infante levantó su rostro con miedo, pero al ver la sonrisa del joven se sintió en confianza.

Él lo tomó y lo alzó, la culpa lo estaba matando, acababa de asesinar a un hombre y ahora tenía que entregarle un niño a ese misterioso y tenebroso hombre.

Se encontraron y decididos a salir de ese lugar, buscaron al hombre, pero no pudieron dar con él, decidieron dejar que el hombre llegara a ellos, mientras tanto distraen al niño jugando. Por un momento se arrepintieron de entregarlo, después de todo era simplemente un niño.

A lo lejos vieron a una figura, con el mismo aspecto del hombre, se pusieron alerta con la advertencia que ya se les había dado, corrieron al instante, eran seguidos por él, estaban muy asustados, ese hombre no los dejaría volver a casa. Con sus respiraciones aceleradas se detuvieron, el hombre ya no los seguía. Pero justo cuando iban a retirarse del lugar, apareció el hombre misterioso, la alegría se pintó en sus rostros.

―Tenemos lo que nos pediste ―menciona la chica que extiende la sangre y el corazón, solo quedaba el niño, el chico nervioso preguntó sobre qué le pasaría al niño, pero no respondió el hombre, lo tomó de la mano y lo acercó a él.

El hombre regó la sangre en el suelo, tomó el corazón con su mano y le prendió fuego, se acercó al niño y le hizo lo mismo que la anterior chica, los chicos quedaron en silencio, sabían que no sería para nada bueno, pero solo les importaba volver.

―¿Ahora podemos ir a casa? ―pregunta el pálido joven.

―Si cumplimos, déjanos volver ―se queja la castaña.

Exigieron su regreso a su hogar, pero el hombre se les rio en la cara, se acercó a ellos y los tomó de su ropa.

―Son unos ingenuos, no se han dado cuenta de que nunca volverán a sus hogares, simplemente han condenado su alma y ahora serán mis esclavos para siempre ―continuó riendo.

Ellos no podrían creerlo, habían sido engañados, los recuerdos se apoderaron, se vieron cruzando la calles y... luego del impacto, los habían atropellado, estaban muertos.

La realidad los golpeó.

El hombre de gabardina seguía burlándose.

―Tan ingenuos simples humanos, tan idiotas, tan egoísta, todo por encontrar la manera fácil de salir, todo por no ser pacientes, incluso huyeron de su ángel. Les cuento un secreto, él los llevaría a un lugar mejor que este, ahora irán a uno peor ―sus ojos empezaron a brillar.

―Ahora están condenados por haber cometido semejantes perversiones ―su risa cada vez era más macabra y su rostro más perverso.

Todo empezó a sacudirse, el suelo se empezó a abrir, el hombre los soltó empujando, los chicos se encontraron con el niño y el hombre al que le habían sacado el corazón, pero tenían un aspecto distinto.

Los tomaron y los arrastraron.

―¡No por favor!

―¡Ayuda!

―¡Lo sentimos!

Ellos gritaban por ayuda, pero nadie los auxiliaría, el mismo hombre del que habían huido apareció.

―todos somos tentados, pero debemos esperar, desesperarse y buscar el camino fácil, es la perdición de todos los humanos ―mencionó otro ser, con ojos dorados que brillaban y te hacían sentir en paz.

Así fueron arrastrados y absorbidos por la tierra, siendo condenados a la miseria. 


Al hombre perverso se le conoce en un sólo día; para conocer al hombre justo hace falta más tiempo.

―Sófocles.

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