Capítulo ocho
Habían pasado dos semanas tras aquella salida en la que su amistad dio inicio. Felix no solo era un charlatán en persona, cada día su chat era inundado de grandes cantidades de mensajes por parte del pecoso, y eso que habían estado viéndose seguido desde entonces.
A pesar de lo diferentes que eran, Felix y Jeongin se acoplaban muy bien a la personalidad del otro. El mayor estaba en constante movimiento, siempre quería probar cosas nuevas e ir a cualquier lugar que le pareciera divertido, así que acababa arrastrando a Jeongin fuera de su casa para que lo acompañara en sus aventuras.
Del otro lado, Jeongin era mucho más tranquilo y sensato, había logrado evitar más de una vez que el pecoso se metiera en algún lío por sus estupideces. Felix era el acelerador en su amistad y Jeongin el freno, la combinación perfecta si se lograba encontrar un equilibrio.
Ese día no iba a ser diferente a las últimas semanas, Felix le había escrito horas antes para que lo acompañara a una nueva heladería que se inauguró la semana pasada. Al pecoso parecía gustarle ir a establecimientos recién abiertos, quizás era porque todo aquello nuevo para él le resultaba atractivo.
Por supuesto, Jeongin aceptó de buena gana. Le gustaba salir con él y disfrutar de sus vacaciones, crear momentos divertidos con su amigo y sentir que realmente estaba empezando a disfrutar de su juventud como un chico normal.
Durante esas espontáneas salidas se cruzó con algún que otro fan suyo. Se acercaban a él, le pedían una foto y tras algunas palabras de apoyo se iban casi corriendo, chillando de emoción por la pequeña interacción. Felix veía con diversión esos momentos, le resultaba curioso cómo parecía volverse más extrovertido cuando debía interactuar con sus fanáticos.
Sin embargo, hubo un detalle que no pasó por alto; Jeongin les decía lo mismo a todos sus seguidores, siempre las mismas palabras, las mismas expresiones, los mismos gestos. Era como si tuviera la respuesta automatizada. Nunca preguntó nada al respecto, pero era evidente su curiosidad. Quizás era algún protocolo de su empresa.
A diferencia del tiempo que invertía Jeongin en arreglarse cuando debía salir cara al público por su trabajo, cuando salía con Felix podía ir mucho más cómodo. Con una simple ducha rápida y un atuendo cómodo ya se encontraba listo. Le tomaba poco más de quince minutos, así que esta vez, al igual que las anteriores quedadas, enseguida estuvo frente a la puerta de su casa listo para salir.
—Jeongin, cariño, ¿vas a salir?
La voz de su madre a sus espaldas lo detuvo. Chasqueó su lengua de forma inconsciente, girándose a ver a la señora Yang de inmediato.
—Sí —quiso limitarse a responder una simple monosílaba, pero eso solo le traería problemas. —Quiero aprovechar las vacaciones para explorar un poco la ciudad.
La mayor no lució muy convencida, no obstante, dio un asentimiento, indicando que podía irse.
—Ten cuidado con lo que haces y a dónde vas. Trata de pasar desapercibido, ¡y cuidado con los sasaeng!
—Lo tendré, no te preocupes.
Sin más, abandonó la casa para poder encontrarse con Felix, o como él había empezado a llamarlo; señor sonriente.
Jeongin odiaba mentirle a su madre, a él le gustaba la honestidad. El problema se encontraba en lo sobre protectora que era con él. Si la señora Yang se enterara de su nueva amistad, lo más probable sería que en cada oportunidad que tuviera, pondría en duda esa amistad. Y de veras que Jeongin podía entender que su madre solo se preocupaba por él, pero era agobiante que cuestionara cada cosa que decidía por su cuenta.
Era su vida, y si bien los consejos nunca venían mal, equivocarse formaba parte de la vida, una muy importante. Porque de los errores se aprende, y porque el que no arriesga, no gana.
—¡Jeonginnie! —saludó el mayor tan animado como de costumbre.
El mencionado le devolvió el saludo con un leve asentimiento, acercándose a él con las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón.
—¿Hoy no traes tu bicicleta?
Jeongin siempre se desplazaba con su querida bicicleta, así que no era de extrañar la pregunta del pelirrojo.
—Me apetecía caminar.
—¡Perfecto, porque a mí también! Daremos un paseo por toda la ciudad. Pero primero el helado. ¡En marcha!
El pecoso ya había dado inicio a la caminata, hablando de cualquier cosa como solía hacer cada vez que se veían. Jeongin escuchaba en silencio, asintiendo a las palabras de su amigo y, de vez en cuando, soltando alguna monosílaba en respuesta. Sin embargo, esta vez no fue capaz de prestarle atención al pódcast en directo que Felix estaba realizando para él, su mente se encontraba repitiéndose la misma pregunta una y otra vez.
Se quedó mirándolo fijamente por un par de minutos, mientras el otro seguía hablando como una cotorra, hasta que se atrevió a expresar la repentina duda que había surgido en él al verlo.
—¿Nunca te cansas de sonreír? —la pregunta salió sola, así que se apresuró a corregir sus palabras antes de que pudiera surgir algún malentendido con el pecoso. —Es decir, no creo que sea algo malo. Me parece admirable y curioso a la vez.
La pregunta pareció tomar desprevenido a Felix, que se mantuvo en silencio por largos segundos antes de mostrar alguna reacción por su parte.
—¿Acaso me estás coqueteando, zorro astuto? —sonrió con diversión, poniendo nervioso a Jeongin enseguida.
Felix evitó responder la pregunta hábilmente, pero Jeongin no fue capaz de notar ese pequeño detalle, pues se encontraba demasiado ocupado negando las palabras del pelirrojo, avergonzado hasta la médula por la malinterpretación de sus palabras.
—No te juzgo, amigo mío, soy un partidazo —prosiguió jugando con él. Le resultaba gracioso ver cómo Jeongin se convertía en un tomate andante con tan solo unas simples bromas.
—¡No es eso! —exclamó finalmente.
No acostumbraba a alzar la voz, pero estaba muerto de vergüenza, se encontraba en la necesidad de detener esta conversación antes de que se enterrara treinta metros bajo tierra de lo avergonzado que estaba. Era una nimiedad, sí, pero Jeongin no estaba acostumbrado a este tipo de interacciones. Ni siquiera él lo entendía, porque los fanáticos le habían coqueteado muchísimas veces en diferentes eventos, pero esta vez se sentía más real, más cercano. Jeongin no lo entendía, pero podía afirmar con certeza que no era lo mismo.
—Ajá, claro. Pronto caerás ante mis encantos —bromeó Felix.
No tengo nada que decir, así que buenos días a quién sea que esté leyendo esto :)
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