Capítulo dos
Frente a él, un generoso bol de ramen esperaba ser degustado por el chico, que acabó siguiendo la recomendación del camarero y al chico le faltó tiempo para poner en marcha su pedido. No tuvo que esperar mucho, seguramente se debería a que era el único cliente en el restaurante. El pelirrojo se movía de un lado a otro, limpiando los últimos platos, guardando vasos y barriendo el suelo. Le sorprendía la energía que emanaba ese hombre a pesar de las horas que eran, él se sentía agotado.
—¿Día duro? Te ves cansado.
Levantó la vista de su plato, encontrándose de nuevo con la mirada del camarero fija en él mientras secaba una copa con cuidado. Parecía que intentaba hablar con él. ¿Le habría reconocido? Dudaba entre si seguir el intento de conversación, o si cortarle con un leve asentimiento. Aunque no estaba del todo seguro de que eso fuera a ahuyentar al chico. Qué más daba, lo más probable era que no lo volviera a ver después de esa noche.
—Mucho. ¿Y tú? Luces con mucha energía.
La risa del camarero resonó por el pequeño local, ronca y profunda, su voz era interesante. Viendo el aspecto del chico, no esperaba que tuviera una voz tan grave. Dejó la copa en el interior de un armario antes de enseñarle una lata de café. Eso explicaba muchas cosas.
—¿No es un poco tarde para beber café?
—¿No es un poco tarde para estar cenando?
La respuesta salió con diversión, generando un ambiente más cómodo. El chico tenía razón, eran pasadas la una de la madrugada. La mayoría de locales que seguían abiertos eran bares y discotecas, había tenido suerte de encontrarse con este restaurante aún abierto.
—¿El dueño del local es extranjero? Por las letras en japonés de los letreros, digo.
El chico asintió en afirmación, rodeando la barra para sentarse en el taburete contiguo al de Jeongin. Observó el lugar por unos segundos, su expresión reflejando el cariño que le tenía a ese pequeño restaurante.
—Sí, es japonés. Una de las cosas que más me gustan de este lugar es la historia que hay detrás. —Dirigió su mirada de nuevo al muchacho, apoyando el mentón en la palma de su mano —. Takeshi y su esposa se conocieron en Japón. Él era de allí, y ella de Corea del Sur, y no tardaron en enamorarse. Ambos compartían el mismo sueño; abrir un restaurante de ramen. Tenían planeado abrir el restaurante en Japón, estaban a punto de casarse, pero los padres de la chica se negaron a aceptar el compromiso y se la llevaron de vuelta a Corea del Sur. Takeshi la siguió, se negó a dejarla ir y viajó hasta aquí para hacer su sueño realidad junto a su esposa. Desgraciadamente, la mujer falleció poco después de llegar a su país. Eso dejó al viejo devastado. Por eso el pobre está tan amargado a día de hoy.
El camarero contaba la historia con convicción, moviendo sus brazos exageradamente, sus expresiones cambiaban de un segundo para otro, acompañando la historia para añadirle aún más dramatismo.
—Oh... ¿En serio? Eso es muy triste, me siento mal por el señor.
La historia del camarero realmente conmovió a Jeongin, no mentía cuando decía que sentía lástima por el pobre anciano. Debía ser muy duro vivir algo así, él no se veía capaz de soportarlo. Sin embargo, la ronca risa del chico lo sacó de su burbuja de empatía: —No, hombre, no. Ese viejo ha estado toda su vida solo. Es un hombre difícil de tratar, pero cocina de maravilla y me paga bien. Heredó el negocio de sus padres.
De nuevo se quedó atónito, Jeongin estaba en constante aprendizaje, pero nunca antes se había encontrado con una persona tan confusa. Tampoco es que hubiera tenido muchas oportunidades para conocer a gente nueva, y solo era una tomadura de pelo, pero se sintió estúpido de todas formas. Procesando lo sucedido, ese chico... ¿Realmente acababa de inventarse una historia falsa y la había podido explicar con tal naturalidad? En su mente se preguntaba si merecía un Óscar por originalidad, o por actuación. Quizás se lo merecía por mentiroso, se había lucido en ese ámbito.
—¿Cómo te llamas?
De todo el repertorio de respuestas que podría haber usado para contestar ante tal tomadura de pelo, no se le ocurrió mejor idea que preguntar aquello que en un principio evitó saber. Las palabras salieron casi de forma involuntaria, su lado más curioso había tomado las riendas, y la intriga por conocer un poco más al peculiar chico surgió como una pequeña chispa en su interior. Su intuición parecía haber desatado una alarma en él, que indicaba el inicio de algo nuevo, una zona inexplorada que podría abrir una nueva etapa en su vida. Si en un principio había pensado que no volverían a verse, ahora sentía que esta sería la primera vez que se vieran, pero no la última.
—Lee Yongbok, para servirte. Aunque prefiero que me llamen por mi apodo, Felix.
Ambos se quedaron en un largo silencio, que fue interrumpido por los gestos de Felix. Al principio se encontró confundido, le costó entender a lo que se refería al camarero, pero logró deducir qué era lo que esperaba el pelirrojo después de varios intentos sin éxito.
—Oh, sí, sí. Yo me llamo Jeongin.
Para su sorpresa, no se sintió incómodo revelando su identidad. Si se estaban presentando mutuamente significaba que Felix no le conocía por su carrera como idol. O al menos, eso era lo que la actitud del chico daba a entender. Todo muy alejado de la realidad, porque Felix sí había reconocido a Jeongin. Cómo no hacerlo si salía cada dos por tres en televisión. Pero a pesar de ser un famoso, Jeongin seguía siendo una persona como cualquier otra, y ser tratado con normalidad después de tanto tiempo siendo idealizado le hacía sentir bien. Le gustaba sentirse una persona normal, poder quitarse esa máscara que solía portar frente a los demás por un rato. Tal vez esta era su oportunidad de mostrar un Jeongin más auténtico.
¡Hola! ¿Cómo están?
He empezado a poner banners en mis historias. Probablemente también lo haga en mi otro fic El lenguaje de las flores (fanfic minsung). En Bajo Control (fanfic Changlix para el que no lo sepa) también lo estoy poniendo.
¡Me encantaría saber vuestras opiniones y recordad dejar vuestra estrellita si os gustó el capítulo! 🫶🏻
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