32★
La suave brisa traía consigo el aroma de las lavandas, que embriagaba sus fosas nasales. Las estrellas lucían en el inmenso firmamento. La música sonaba, podía degustar las mejores marcas de whisky, y las botellas del champagne francés se vaciaban como si de agua se tratase. Había chicas preciosas por todas partes, en su mayoría dispuestas a pasar un buen rato en su cuarto si él se lo propusiese. Todo el mundo parecía divertirse, incluso Rob parecía estar relajado. Todo estaba perfecto.
Bruno estaba acostumbrado a asistir a eventos como aquel. Tenía decenas de trajes abandonados en su vestidor, diseñados expresamente para él. Sin embargo, el nunca se había sentido realmente cómodo en este tipo de fiestas.
A la edad de catorce años, se había mudado a una de las mansiones de aquella exclusiva urbanización. Y siempre se encontraba rodeado de exuberantes modelos, de largas piernas. A esa edad en la que las hormonas mandan, y despertarse empalmado era lo habitual, tomarse el Colacao, viendo salir y entrar a un montón de chicas a diario, era toda una delicia.
Después empezaron las fiestas, y los desfiles. Ser el niño bonito de mamá, le había abierto muchas piernas. Nunca le había gustado desfilar, ni las sesiones de fotos. Pero eso le había permitido estar cerca de todas esas chicas y llevarse a muchas de ellas a la cama.
Ahora, a sus veinticuatro años, ya no tenía tan claro si realmente gustaba a todas esas mujeres o solo se lo ponían fácil con la vana intención de hacerse un hueco en el mundo de la moda.
Se había acostado con más chicas de las que podía recordar. Y había cogido la costumbre, cuando despertaba en su cama acompañado, de llamarlas a todas princesas, por miedo a equivocarse de nombre.
Y no era que ya no le gustara el sexo, pero estaba aburrido del sexo fácil y vacío. Así que, cada vez, era más común que intentara escaparse de ese tipo de reuniones y pasara la noche en lugares donde nadie pudiera conocerlo. Donde las chicas, fueran de carne y hueso, y no tuviera dudas de la razón por la que estaban con él. Estaba aburrido de chicas con más silicona y maquillaje en su cuerpo que neuronas en su cerebro.
Ahora aquellas fiestas le parecían un auténtico coñazo, y su único entretenimiento era intentar buscar a alguna chica mona, con la que no hubiera tenido sexo aún. Pero con esas condiciones solo encontraba a Abril, que aunque no le soportaba, era sagrada para él.
Tenía la garganta seca, y cogió otra copa de la bandeja del primer camarero que pasó por su lado. Miró a su alrededor, todos parecían pasarlo bien excepto él.
— ¿Que? ¿Alguna chica interesante? — pregunto Robert.
— Sinceramente, creo que no repetiría con ninguna. Bueno, quizá si, no se. Todo depende de las copas que tome. Y lo aburrido que llegue a ponerse esto.
— ¡No seas aguafiestas! ¡No sé de qué te quejas! — comentó Camilo buscando una presa fácil. — Chasqueas los dedos y tienes a tres haciendo cola mientras los demás con suerte recogemos tus sobras.
— Pues será ese el problema, que me cansé de chasquear los dedos.
— Pues sigue chasqueando, que Camilo y yo consolamos a las desafortunadas. — bromeó Polo.
— ¡Sois una panda de salidos y depravados! — rio Rob.
— Es verdad, se nos olvidaba que estábamos frente al santo del grupo. ¡Perdóname padre por qué he pecado! — dijo aburrido Bruno, mirando de nuevo a su alrededor.
— Santo no. Pero al menos yo recuerdo el nombre de las chicas con las que me acuesto.
— Y yo ¿para que quiero recordarlo? No pienso llamar a ninguna después. !Mira! Por ahí van Sofía y Leonor. ¿Ves? Me acuerdo sus nombres. — dijo riéndose, de su propia tontería.
— ¿Sofía y Leonor? ¿En serio? — preguntó Rob soltando una carcajada — Ya se que para ti todas son "princesas" pero esas son Joanna y Cristina y no creo que sean de la realeza.
Bruno le miró, como si eso tuviera importancia. — ¡Tío!¡Esto es un coñazo! ¡Joder! Es la fiesta de cumpleaños de "tu hermanita" ¿no ha invitado a ninguna amiga? ¡Hasta ella parece muerta del asco!
— Hermanastra. — Aclaró Rob encogiéndose de hombros. — Si, parece bastante aburrida pero no seré yo el que la estropee aún más la fiesta acercándome. Además, no te hagas ilusiones, aunque hubiera invitado a alguna amiga, jamás te permitiría que te acercaras a ella.
— Ya. En eso tienes razón. Pero si estuviera buena, al menos me entretendría intentándolo. ¿No crees? Tú te buscas una excusa para discutir con Abril y yo me llevo a su amiga a la casa de la piscina.
Bruno soltó aire y la miró. La pelirroja no dejaba de mirar el reloj, como si esperara a alguien, o esperara encontrar el momento justo de escaquearse de su propia fiesta. Una parte de él le gustaría acercarse a ella, y relajar el ambiente que se había creado entre ellos. Jamás habia mantenido una conversación a solas con ella. Las pocas veces que habían hablado estaba Rob por medio. Y ahora, que habían acabado, él también se había convertido en parte de su lista negra y hacia tiempo que había dejado de intentar un acercamiento.
En realidad, sentía envidia de Rob. Al menos él, conocía a la chica de sus sueños y sabia lo que era estar enamorado y haber sido correspondido, aunque el destino se hubiera reído de ellos y no sólo hubiera acabado con su relación, sino que los había unido de una manera que ninguno de ellos lo habría imaginado ni en su peor pesadilla. Sin embargo, Bruno casi había perdido la esperanza de conocer a una chica que realmente le gustase, una que fuera realmente especial. Una chica que no sólo le volviera loco por su físico, sino que también fuera divertida, brillante y con carácter.
Rob no dejó de mirar a Abril que permanecía sola, en un rincón de aquel jardín, que habían decorado especialmente para ella. Se moría de ganas por acercarse y hablar. Pero tenía claro que eso era lo peor que podía hacer. Le resultaba imposible romper ese muro invisible que los separaba. Había intentado que le perdonase, había intentado mil veces volver con ella, incluso se había rendido y había intentado ser solo su amigo o el hermano mayor que se suponía que tenía que ser ahora. Pero hasta eso era complicado. Ambos tenían demasiados sentimientos como para poder controlarse y, o acababan en la cama o tirándose lo primero que pillaban a la cabeza.
Había comprado un colgante para su cumpleaños, pero aún estaba dándole vueltas a la cabeza de como dárselo.
Acabó con su copa y decidió ir directo a por una botella. De momento mantenía la serenidad, pero si empezaba a beber demasiado, terminaría como siempre, discutiendo con ella por cualquier gilipollez. Y lo que era peor, podía hacer que al final todo el mundo se enterase del romance que habían mantenido antes de convertirse en familia.
Bruno le obligó a dejar de mirarla. Los dos chicos eran totalmente diferentes. Mientras que Bruno parecía tener todo controlado, y no perder nunca los nervios, Rob era un desastre a punto de suceder, una bomba a punto de estallar o una bala a punto de ser disparada.
— Olvídate de ella. — Pidió Bruno lo suficientemente bajito como para que el resto de los chicos que estaban con ellos no lo oyeran. — Hay más chicas aquí. Si quieres te presento a alguna. — se ofreció.
— ¿Si? ¿Y a cuál de tus conquistas me vas a presentar? ¿A Leonor o a Sofía? — respondió riéndose sin apartar la mirada de ella.
— Seguro que hay alguna Sofía, si eso es lo que quieres. ¡Sofíaaaa! — Gritó después esperando a ver cuántas se dan la vuelta. - ¡Mira tienes cuatro! Y eso que no esta tu madrastra. Parece que ese nombre se puso de moda.
— Eres gilipollas ¿Lo sabes? — respondió Rob, mirando para otro lado.
Camilo aguanto una carcajada, mientras Rob intentaba guardar la compostura como si no les conociera.
— ¿Quieres que lo intente con Leonor? — pregunta Bruno haciendo el amago de gritar de nuevo.
Camilo le miró animándole a hacerlo.
— No, déjalo. Solo es que no me gusta verla sola. — confesó sintiéndose mal por ello.
Volvió a coger la botella de whisky y se llenó de nuevo la copa.
— Pues mira, parece que ya no lo está. — comentó Camilo.
Bruno y Robert se voltearon a mirar. Rob sonrió aliviado, como si hubiera soltado una mochila llena de ladrillos.
— ¿Quien es esa? — preguntó Bruno, mirándola de arriba abajo.
— No tengo ni puta idea. Debe de ser alguna compañera de la Uni. Yo no la conozco. — Respondió intentando hacer memoria.
— Pues tiene un culo impresionante.
— Seguro que se da la vuelta y es un callo. — bromeó Camilo.
— Sea como sea no os vais a acercar, así que no os hagáis ilusiones. — sentenció Robert, pero los chicos no parecían estar muy dispuestos a hacerle caso.
— No seas tú ahora el aguafiestas. Solo queremos alegrarnos la vista. Quién sabe, a lo mejor es ella la que termina acercándose a nosotros.
— Ni en sueños se te acerca esa. Estoy seguro que Abril ya la pondría en sobre aviso de la clase de tío que eres, si se le ocurriera mirarte siquiera.
— Al menos déjame que averigüe si merecería la pena intentarlo o me recree la vista.
Bruno siguió mirándola, tratando de ver más allá de su larga melena negra que apenas deja ver su rostro. “Apártate el pelo” pidió para él. Como si ella pudiera oírle y le fuera a hacer caso.
— No sé si será guapa o no. Pero la cabrona tiene un cuerpazo. — afirmó imaginándose penetrando en el interior de su minifalda.
Abril se dio cuenta de la mirada lasciva de Bruno y le sacó el dedo corazón en respuesta. Bruno la sonrió, y colocó ambas manos formando un corazón que la dedicó con ironía.
Como si hubiera sido bendecido por los dioses, o más bien, castigado por ellos, consiguió al fin ver su rostro. Sus largas pestañas, y sus rectas cejas enmarcaban a la perfección unos ojos oscuros como la noche. Su nariz era perfecta, y sus labios carnosos eran de lo más apetecibles.
Por primera vez en mucho tiempo, Bruno se quedó sin palabras. No, definitivamente esa chica no tenia nada que ver con las chicas con las que él solía pasar el rato, ni con las modelos que acostumbran a pasearse semi-desnudas por su casa.
Pero era imposible acercarse a ella e intentar averiguar si había algo más allá, de esa preciosa cara y ese cuerpo, que había conseguido despertar en él, su instituto más básico. Era amiga de Abril y por ende, sería mejor olvidarse de ello.
— Quizá no pueda acercarme, pero mirar no es delito. ¿No? — habló Bruno perdiendo toda esperanza.
— ¿Crees que todo eso es natural? — cuestionó Camilo apoyándose en el hombro de su amigo.
— No lo sé, pero no parece operado. No tiene la misma cara de muñequita de porcelana que tienen la mayoría. Pero quién sabe. Pero si es operada, bravo por su cirujano.
Bruno nunca había sido demasiado bueno disimulando y sinceramente tampoco lo intentaba. Si algo le gustaba, lo miraba y punto. Y solía correr la buena suerte de conseguirlo. Rob por el contrario, trataba de apartar la mirada para que Abril no se diera cuenta de que aún le volvía loco, y trataba de aparentar que miraba a otras con la absurda intención de ponerla celosa.
— Mira que le has dicho veces a Felipe que no se acerque a tu hermana. — comentó Sergio, uniéndose al grupo, avisándole de ello.
Rob no pudo mantener la sonrisa por más tiempo. Odiaba como ese idiota la miraba. Odiaba la manera en la que agarraba su cintura cada vez que se acercaba a saludarla. Y odiaba la manera en la que hablaba de ella. Volvió a darle otro trago a la copa hasta que la vació. Entonces pensó que llenarla de nuevo era una perdida de tiempo, y bebió directo de la botella.
— Al final se lleva una ostia. — dijo casi para él.
— !Robert, tío! Controla — Pidió Bruno apartando la vista de la desconocida. — La vas a liar. Y sabes que Abril nunca se iría con ese pringado, así que no te pongas en modo psicópata. Si ese tío quiere hacerse una paja a su salud, que se la haga. Por qué con Abril no va a conseguir nada así que tranquilo ¿Ok?
La voz de Bruno sonaba lo suficiente bajo como para que solo el la oyera. Era su Pepito grillo, pero como en el cuento de Pinocho, no siempre conseguía que le hiciera caso. Rob apretó la mandíbula, sabía que Bruno tenía razón, pero imaginarse a ese tío masturbándose pensando en ella, le revolvía el estómago y tampoco podía evitar escuchar al resto de sus amigos haciendo conjeturas sobre si por fin, conseguiría Felipe llevársela al huerto, y eso hacia que le hirviera la sangre.
Cogió aire, intentando tener el control sobre sus propios pensamientos, pero verla a ella desaparecer de su brazo le nubló la mente.
— Parece que su amiga se quedó sola. Tendríamos que presentarnos ¿no creéis? — dijo yendo a por ella, como buitre a por su presa.
Bruno pensó que presentarse ahora, aprovechando que estaba sola era una magnífica idea, pero así no. No podía permitir que Rob se le acercara en ese estado.
— ¡Venga tío! no jodas, déjala. Será que no hay chicas aquí, que tienes que ir precisamente a por ella. — Intentó persuadirle, pero él no paria tener intención de escuchar a ese grillo está vez.
— Reconócelo, estás pensando en follarla - escupió Rob. — solo quiero echarte un cable y ser un buen anfitrión. No está bien que se quede sola.
Bruno agarró su brazo para retenerle, pero Rob consiguió soltarse sin mucho esfuerzo, sin hacer ni el amago de parar.
— ¡Va! Déjale y nos echamos unas risas. — animó Polo, siguiendo a Robert que se aproximaba a ella dando grandes zancadas sin soltar la botella.
Polo, Camilo y Sergio fueron detrás de él animados a amedrentar a la pobre muchacha que se había sentado en un solitario banco de piedra, a la espera de que su amiga regresase. Bruno se quedó allí, observando desde su posición, ya que intentar poner un poco de sentido común a esa cabeza era inviable.
Desde la distancia, los vio acercarse y desconfiada, guardó su teléfono móvil y se puso en pie, intentando escapar de los chicos, que como una manada iban a por ella. Rob intentó detenerla, y ella asustada intentó huir.
Robert no tenía intención de hacerle daño, ni siquiera tenía un plan. Solo estaba enfadado y dolido, y de una manera un tanto sádica quería desahogarse. Estaba celoso y quería que Abril también lo estuviera, aunque abordando a su amiga de esa manera, sabía que solo podría conseguir recibir un bofetón de ambas si no una patada en donde más duele.
Bruno decidió perder su posición y se acercó a ellos, esto había dejado de tener gracia hacia rato, y dudaba que ella se la hubiera encontrado en algún momento. Se abrió camino entre sus amigos, y la cogió de la mano, consiguiendo que Rob tuviera un segundo de lucidez y la soltara, quedándose parado en seco y la apartó de ellos. Ella parecía estar desubicada, sin saber si fiarse de ese extraño era buena idea, pero así lo hizo. Se alejaron juntos, mientras los demás imbéciles a los que llamaba amigos, le abucheaban. Bruno deseaba tenerla a solas en su cuarto igual que ellos, pero acosarla de esa manera era un límite que no iba a franquear.
Aurora, soltó aire aliviada, aunque su mano seguía temblorosa. Bruno pudo sentirlo y la sonrió tratando de tranquilizarla. En lo único que podía pensar era en sacarla de allí, y alejarla lo suficiente de esos idiotas. Le ofreció una copa, y justo cuando iba a presentarse apareció Abril a su espalda, interponiendo entre los dos. No hizo falta que dijera nada. Bruno sabía de sobra que Abril le odiaba. Daños colaterales, solía decirle, cada vez que él se quejaba de lo injusta que era con él. Así que Bruno, regaló una última sonrisa a esa chica y volvió de nuevo junto al resto de sus amigos.
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