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25★

     Bajaron juntos las escaleras. Con Abril agarrada de su brazo de como todo el mundo esperaba, con la cabeza alta y sin cruzar una mirada.

     — Tu madre está fantástica — le susurró Robert al verla bajar aquellas escaleras como una auténtica reina. Callando lo que opinaba de su preciosa acompañante. Y Abril afirmó retirando una lágrima de sus ojos

     Robert la cogió por la cintura, la miró guiñando un ojo y le sacó una lágrima delicadamente, intentando no chafar su maquillaje. Abril se derritió en su abrazo y Apoyó su cabeza en su hombro.

     «¿Podríamos haber sido nosotros tan felices como ellos? »Se pregunto

     — ¿Estas bien? — Susurró él a su oído.

     Abril hizo un gesto en señal de afirmación, aunque realmente no lo estaba. Deseaba abofetearlo y descargar en él toda la ira que había guardado durante todo ese tiempo. Pero ni aún así, se abría liberado de las sobras que tenía en su corazón. Deseó volver al pasado, donde todo con el era perfecto y no haber leído ese dichoso mensaje. Tomo el control de sus manos, que se morían por abrazarlo y miró al suelo guardando la compostura y separándose lo suficientemente de él. Ya sus deseos no importaban. Su vida había dado un cambio de 180 grados, y sus sentimientos no tenían cabida allí.

     Resultaba difícil tenerse tan cerca durante la cena, pero ambos trataron de tener una aptitud cordial. Pero las miradas, se cruzaban demasiadas veces y el vino y el champán no ayudaron a ocultar sus emociones.

     Llegó la tarta y el champagne y Robert se poso en pie. Comenzó a dar golpecitos a su copa con una cucharita de postre, llamando la atención de los cientos de invitados.

     — Quisiera hacer un brindis, por mi nueva familia. — dijo en tono solemne. — Por la maravillosa mujer que ha conquistado el corazón de mi padre y… por mi preciosa "hermanita". — agregó con un guiño cómplice. — Espero de corazón que seáis muy felices. — regaló una mirada a Abril, deseando que con ello, no se sintiera una extraña en esa casa. Y pudiera perdonar su actitud en la noche de la pedida.

     Sofía sonrió y apoyo la cabeza sobre Alejandro, que cogió su copa orgulloso de su hijo y brindaron.

     Abril se sintió un tanto mareada tras los postres, cuando la música tenía que comenzar.

    
     La orquesta se preparó para tocar el vals, que habría el baile, y Alejandro llevó al centro de la pista Sofía comenzando a bailar.

     La multitud, se agolpó formando un circulo a su alrededor. Abril sonreía parada junto a Robert.

     — ¿Quieres bailar? — pregunto él haciendo una reverencia como en las películas antiguas de época.

     Abril sonrió y negó con la cabeza. — yo no sé bailar esto. ¿Acaso quieres que te pise? — dijo sintiéndose ridícula y torpe.

    Robert sonrió en respuesta, y cogiéndola de la mano, la guio hasta la pista.

     — Tranquila. Prometo no chillar si lo haces. Solo sígueme.— susurró Robert, colocando su mano en su cintura y guiando sus pasos.

     — Estas preciosa. — se le escapó de los labios, y todo se congeló a su alrededor, con  la sensación de estar flotando. Solo ellos dos. Bailando bajo la enorme luna, la misma luna que les vio enamorarse.

     No pudieron evitar acercar demasiado sus cuerpos, terminando fusionados en un abrazo, apoyando su cabeza en su hombro. Absorbiendo el aroma de su piel.

    Abril se sintió como una de esas princesitas de cuento que tanto la gustaban de niña, hasta que terminó la melodía que les arrancó bruscamente de su sueño.

      Robert se separó de ella, besando de nuevo su mejilla, costándole un gran esfuerzo hacerlo, se alejó en busca de Bruno y el resto de sus amigos.

     Abril, quedándose sola en medio de la pista de baile, miró a su alrededor, avergonzada y se acercó a sus familiares con los que pasó el resto de la noche.

     Abril observó desde la distancia a Claudia,  viendo cómo contoneaba las caderas como toda una profesional, en un inútil intentó de acercarse a Robert. Pero él, seguía sin querer saber de ella, y la esquivaba sin disimular su rechazo.

     De una manera absurda, eso hizo que  Abril se sintiera bien. La odiaba, no podía evitarlo, aunque algunas veces también pensaba que ella había sido tan solo otra de sus víctimas.

     Las copas se le subieron a la cabeza. Y empezó a pensar tonterías. Ya no quería que se marchara de nuevo. No quería pasar un minuto más en esa casa si él no iba a estar. Ya le daba igual tener que estar enamorada de él en silencio, presentarle a todos como su hermanastro, si con ello podía tenerlo cerca. Nada importaba en ese momento, hasta vendería su alma al diablo, por besarle una última vez.

     La fiesta estaba llegando a su fin, y los novios empezaron a despedirse de los invitados. Sofía besó la frente de su hija y le pidió que se portará bien. Nunca había estado separada de ella más de un día y dejarla en esta ocasión para irse de viaje, no fue fácil para ella, por muy mayor de edad que fuera.

     — Creo que ha bebido demasiado. — bufó nerviosa Sofía, cogida del brazo de su esposo.

     — Ya no es una cría. Y no está por ahí. Está en casa, con su familia y con Rob. Todo está bien. Quizá mañana necesite una aspirina pero… ¿podrías por una vez centrarte en mi? — pidió Alejandro con una sonrisa, haciéndose el ofendido. — Está noche es solo para nosotros. Abril estará bien. Te lo prometo.

     La casa se fue quedando vacía. Y  Abril se despidió de sus tíos y sus primos. Adrián la abrazó con fuerza, incapaz de contener la risa, que se le contagia a la chica , y se montó en la parte trasera del auto, recostándose en el asiento.

     — ¡Mañana paso a buscarte, primita! Me tienes que enseñar la Cibeles. — Gritó antes de que arrancaran. Abril subió el pulgar. "Sería genial pasar el día haciendo de guía turista. Y no estar tan sola"

     Se quitó los zapatos, que llevaban un rato ya molestándola y refrescó los pies con el húmedo césped. Cruzó el jardín, con la única meta de llegar a la cama y se acercó al porche, y le vio solo. Miró a su alrededor, ya no queda nadie, todo está en silencio.

     — ¿Una ultima copa? — ofreció Robert, sosteniendo una botella de champán entre las manos y dos copas sobre la mesa.

     Abril aceptó su invitación sentándose a su lado. Siendo más evidente el mareo que estaba sufriendo. Y se rio de la absurda situación. “Quizá el diablo a leído mis pensamientos y me da una noche más”

     Robert  tenis los ojos somnolientos, a causa del alcohol acumulado en su organismo y ella no pudo apartar la mirada. Era exageradamente atractivo, como un modelo de anuncio de perfume. Ligeramente despeinado, sin corbata y la camisa entreabierta bajo el chaleco. Pudo ver parte de ese tatuaje que había descubierto en una foto de Instagram, hacia unos meses que no consiguió leer. Y sin darse cuenta de lo que hacia, ni importarle lo que él pensara, le desabrochó otro botón. Mientras él sin entender que hacía se mantuvo quieto, y en silencio.

     — Te querré para siempre.— Tradujo en voz alta, sin darse cuenta.

     Robert no lo pensó. La promesa que se había hecho a si mismo de verla solo como una hermana, se desvaneció con el último trago. Se acercó más a ella.

     "Esto no esta bien" repetía en su mente, como un pepito grillo al que le tapó la boca. Pero no pudo resistirlo. Cada poro de su piel, gritaba su nombre, la distancia y el tiempo no había hecho que disminuyera en él, el deseo. Al contrario, sintió que la amaba y la deseaba más que nunca.

     Se acercó a sus labios, y Abril los entreabrió permitiéndole pasar. Tal vez se arrepintieran después, pero en ese momento tenían sed, y solo los labios del otro podían calmarla. Necesitaban de sus labios, como el sediento busca con desesperación, el agua fresca de una fuente.

     Por unos segundos, Robert separó sus labios y la miró. "Esto no está bien" seguía gritando el angelito de su hombro, pero el diablillo de su otro hombro, pidió mas, y acercó suavemente su cuerpo al suyo, bajando sus manos por su cintura hasta sus caderas, atrayéndola más a el.  Olvidándose completamente del mundo.

    
     Cómo un imán, sus cuerpos se pegaron cada vez mas, encendiendo la llama que nunca había llegado a extinguirse. Se aferró a sus nalgas y la colocó sobre él, colando las manos bajo su falda, deseó hacerla el amor.

     La cogió en sus brazos, y sin dejar de besarla la llevó a su cuarto. La tumbó sobre la cama y la despojó del vestido, y besó cada milímetro de su piel.
    

    Abril deseó también su cuerpo, y desabrochó con torpeza su camisa, dejando su torso al descubierto. Se deshicieron después de la poca ropa que aún les cubría, y gozaron de su amor.

     Aún jadeantes, Robert se tumbó a su lado, sus ojos, cansados y satisfechos contemplaban su cuerpo desnudo, mientras sus dedos recorrían con delicadeza su estómago.

     — Te amo. Tanto que me mata de dolor — Susurró besando su hombro, sin dejar de acariciarla.

     Abril sabia que era verdad, ella también lo amaba con la misma intensidad. Ella también se sentía morir, y ese sentimiento tenía que morir también. Ya daba igual lo que sintieran, daba igual si le perdonaba o no. Su amor era imposible.

     — Solo ha sido sexo, no te confundas. — pronunció inundando sus ojos.—  ahora somos hermanos y esto no puede volver a repetirse —. Sentenció y se separó de él huyendo de su cuarto.

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