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2 la fiesta

Intentó convencerse, una vez más, de no dar media vuelta y largarse en ese viejo trasto. Cruzó los dedos sobre el volante y rezó por no arrepentirse después de haber aparecido.

Apagó el motor, pero no se movió. Sus manos seguían aferradas al volante, los nudillos marcados por la presión. En la radio sonaba una vieja canción de Metallica, pero ella solo oía su respiración, algo irregular, como si su propio cuerpo quisiera rebelarse contra lo que estaba a punto de hacer.

Miró su reflejo en el retrovisor. Se retocó el pintalabios, alisó la tela ajustada del vestido sobre sus muslos y deslizó los dedos por el escote, asegurándose de que todo estuviera en su sitio. Pero nada lo estaba. No en su cuerpo. No en su cabeza.

La idea de entrar en aquella casa le pesaba en el pecho. "Entraré, la felicitaré y, en cuanto pueda, me largo", se repitió, pero su reflejo en el espejo no parecía convencido.

Con un suspiro frustrado, se descalzó y cambió las zapatillas desgastadas por los tacones demasiado finos. Sus pies protestaron al instante.

Se bajó del coche y cerró la puerta con un leve clic, lanzando una mirada incómoda al viejo capó abollado. Lo había aparcado varias calles atrás, lejos de la casa y de cualquier mirada curiosa. No quería que nadie lo viera, no en un lugar como ese, donde hasta los coches parecían pertenecer a otra categoría social.

El aire olía a jazmín y gardenias. Alzó la vista y recorrió con la mirada la hilera de mansiones tras sus impecables setos recortados. Calles limpias, silenciosas, demasiado perfectas. No había rastro de vida, salvo por el eco lejano de música y risas que flotaba desde la casa de Abril.

Respiró hondo y empezó a caminar, obligándose a mantener la espalda recta, aunque el golpeteo de sus tacones en el asfalto le sonara demasiado fuerte en aquella urbanización de postal. Cada paso la acercaba al enorme portón de hierro forjado, a las miradas que inevitablemente vendrían después.

Ya no había vuelta atrás.

En la puerta, un hombre uniformado la observó con expresión neutra mientras recogía su invitación.

Aurora bajó la cabeza, dejó que su cabello negro cayera como una cortina a ambos lados de su rostro y se abrazó a sí misma por instinto.

La verja se abrió con un chirrido suave, y Aurora tuvo que recordarse respirar. Frente a ella, el jardín brillaba como sacado de una película: guirnaldas de luces flotaban entre los árboles. Las mesas, llenas de copas relucientes y canapés tan perfectos que daban pena comerlos.

Y al fondo, la piscina, que más parecía un maldito oasis, con nenúfares flotando en la superficie como si alguien los hubiera colocado a propósito para que todo se viera sacado de Instagram.

-¡Auri! ¡Por fin has venido! -La voz de Abril estalló en el aire antes de que Aurora pudiera reaccionar.

De repente, sintió el impacto de su amiga lanzándose sobre ella en un abrazo efusivo, apretándola con fuerza como si hubieran pasado meses sin verse. Aurora se tambaleó sobre los tacones, atrapada en la calidez de su amiga y el leve roce de su cabello sedoso contra su mejilla.

-No sé qué habría hecho si al final no venías. ¡Te quiero! -canturreó, separándose lo justo para mirarla de arriba abajo. Sus ojos verdes destellaron con entusiasmo mientras la cogía de la mano y la hacía girar sobre sí misma-. ¡Estás guapísima!- Exclamó. Pero el conjunto ceñido, con su escote pronunciado, la hacía sentir más expuesta de lo que le gustaría.

Aurora arqueó una ceja, sin saber si su entusiasmo era genuino o solo un intento de animarla. Pero el brillo en su mirada era real. Abril de verdad se alegraba de verla allí.

Se obligó a esbozar una sonrisa, aunque lo único que quería era salir corriendo. Pero ¿cómo hacerlo después de ese recibimiento?

-Bueno, el conjunto es precioso... aunque me preocupa devolvértelo con la cremallera reventada o que se me salga una teta en mitad de la fiesta. -Se rió, recolocándose el escote con gesto distraído-. Aunque tú sí que estás guapísima.

Se detuvo un instante a contemplarla. Abril lucía como sacada de una revista, con el vestido de satén turquesa, posiblemente hecho a medida específicamente para ella y el cabello cayéndole en suaves ondas sobre los hombros.

-Pero me dijiste que sería algo "informal". Esto es mucho peor de lo que había imaginado. Me siento estafada -rió Aurora, aunque su expresión delataba más incomodidad que diversión.

Abril suspiró y rodó los ojos, girando la copa en su mano antes de dar un sorbo.

-Créeme, si por mí fuera, ni siquiera habría fiesta. Pero mi padrastro insistió. "Tienes que socializar, hacer amigos", bla, bla, bla... -parodió con voz aburrida-. Así que le pedí que al menos fuera algo sencillo. Pero, en su cabeza, esto es una reunión informal.

Aurora arqueó una ceja, observando la escena a su alrededor:

Camareros yendo y viniendo coreografiados para nunca dejar que una copa se vaciara del todo. Entre ellos, chicos y chicas luciendo sus atuendos con una elegancia despreocupada, como si hubieran nacido para llevar seda y corbata.

Bajó la mirada a su vestido prestado. Aunque hermoso, se sentía como un disfraz. La sensación de ser una impostora se apoderó de ella mientras veía a las otras chicas moverse por el jardín.

-Sí... súper informal. Igualito que las fiestas de mi pueblo -murmuró con sarcasmo antes de dar otro trago a su copa.- Pero...¿Y eso qué significa? Si alguien no tiene problemas para hacer amigos, eres tú.-pregunto con el ceño fruncido.

-Sí, claro. Pura simpatía y carisma. -Alzó la copa en un brindis irónico antes de dar un sorbo-. Pero digamos que yo tampoco encajo aquí.

-Pero llevas tiempo en este sitio, ¿no?

-Algo más de un año -admitió Abril, con un encogimiento de hombros-. Pero, ya ves, sigo sin encontrarle la gracia.

Antes de que Aurora pudiera responder, un camarero apareció con una sonrisa ensayada y una bandeja repleta de copas de champán. Las dos se miraron y, sin dudarlo, cogieron una cada una.

-Voy a necesitar más de una para soportar esto.

Aurora llevó la copa a sus labios. El burbujeo le hizo cosquillas en la lengua, pero no consiguió apaciguar el nudo en su estómago. A su alrededor, las miradas se clavaban en ellas con una evidente curiosidad.

Las horas pasaron sin que lo notaran, entre brindis, pasos torpes y carcajadas que resonaban entre las luces. Bailaron sin tregua, sumergidas en la música que lo envolvía todo. Ya no sentían los pies, pero tampoco podían dejar de moverse, entregadas al ritmo hipnótico de una canción de Rosé.

-Siento interrumpir el baile.- pronunció un chico a su espalda.

Sacudida por la aparición del joven de rizos perfectamente domados, se pararon en seco.

-¿Podríamos hablar un momento, Abril? -preguntó, dirigiéndose a ella con una confianza que rozaba la soberbia.

-Claro. -respondió con su tono más meloso antes de volverse hacia Aurora-. No tardo.

Sin embargo, la fugaz mueca de aburrimiento en su rostro antes de girarse delató su desgana.

Aurora suspiró, sintiendo de golpe el ardor en las plantas de los pies. Se alejó de la piscina y del bullicio, buscando un respiro. Se dejó caer en un banco, sintiendo el frío de la piedra atravesar la tela fina de su vestido.

Su mirada vagó hasta Abril, aún de charla con el desconocido. ¿Era alguien importante para ella? No lo parecía. Aunque él tenía esa pinta de niño rico que se creía el centro del universo, y Abril... bueno, Abril le había sonreído al principio, pero su expresión había cambiado en cuanto él abrió la boca. Luego, como siempre, volvió a su máscara coqueta, jugueteando con un mechón de su pelo.

Aurora sonrió, imaginando lo que Abril le diría más tarde sobre aquel chico. Sacó el móvil del bolso. Si iba a quedarse sola, al menos podría pasar el rato subiendo las fotos a Instagram.

Deslizó el dedo por la pantalla, repasando las histories, selfies de la fiesta, filtros absurdos. Probó uno que le ponía orejas de gato y tuvo que morderse el labio para no soltar una carcajada. Genial. Ahora, además de sola, parecía una lunática sonriendo a su móvil.

Miró la hora. Solo habían pasado unos minutos, pero se sintieron como una eternidad. Abril seguía sin aparecer, y por más que escudriñó el jardín, ya no la vio. Tal vez ese tipo sí era su tipo después de todo.

El frío cristal de su copa rozó sus labios, antes de que el líquido burbujea te descendiera por su garganta. Quizá era el momento de marcharse.

Podía enviarle un mensaje y despedirse. Abril lo entendería. O al menos, eso quiso creer mientras su dedo vacilaba sobre la pantalla.

Cuando Aurora se dispuso a marcharse, un grupo de jóvenes apareció frente a ella. Iban juntos, avanzando como una manada. El que lideraba la marcha, alto de piel canela y de expresión dura, sostenía una botella de whisky con la seguridad de quien se sabe dueño del momento. La camisa abierta dejaba entrever un tatuaje en su pecho, y más tinta asomaba por su antebrazo, donde las mangas recogidas p.no alcanzaban a ocultarlo del todo.

Detrás de él, los demás se arrastraban en su estela, riendo entre dientes, hombro con hombro, como si su diversión dependiera de la actitud del primero. Aurora sintió sus manos húmedas por la transpiración. No era la incomodidad de verlos acercarse. Era la forma en que él caminaba con confianza depredadora, como un lobo al acecho, rodeado de hienas expectantes, disfrutando del espectáculo antes de que siquiera comenzara.

Su instinto gritó. Se levantó de golpe y guardó el móvil rápidamente, dispuesta a salir de allí sin pensarlo dos veces.

-Mira quién tenemos aquí... -murmuró. Su voz arrastrada por el alcohol, sonaba cargada de algo que sonaba más a amenaza que a saludo.

Dio un paso adelante, invadiendo su espacio con una arrogancia premeditada.

-Eres amiga de Abril, ¿no? -Su tono tenía más de acusación que de pregunta.

Aurora asintió con cautela. Su mandíbula se tensó casi sin darse cuenta.

-¿Hay algún problema?

-Ninguno. -Pasó una mano por su cabello enmarañado, los dedos deslizándose entre los mechones negros que parecían tener vida propia, despeinados con una perfección casi intencional. Dejó caer la mano hasta su nuca, frotándola con pereza antes de ladear la cabeza con una media sonrisa.

-¿Y ya te largabas? Si ni siquiera nos han presentado.

Ella se mantuvo firme.

-No creo que haya necesidad de ello.

Él soltó una risa baja, antes de clavar su mirada en ella.

-Pero las amigas de Abril son mis amigas, ¿verdad, chicos?

Detrás de él, las risas se encadenaron como ecos burlones, haciéndola sentirse aún más vulnerable.

Uno de ellos, un chico de pelo corto y nariz aguileña se apoyó en el hombro del moreno, observando sus curvas con descaro.

-No seas antipática, guapa. Si te vas así, nos vas a romper el corazón.- exclamó con sonrisa maliciosa. Su mirada bajó, recorriéndola con descaro, demorándose en su escote.

-Nah, hombre, lo que pasa es que nos está poniendo a prueba. Le gustan los que insisten. ¡Quizá está eligiendo con cuál pasar la noche! - exclamó un chico robusto desde detrás.

El moreno rió con más amplitud, como si aquello lo hubiera animado.

-¿Ves? Ellos sí me entienden.

Aurora resopló y giró sobre sus talones sin molestarse en responder. Pero no llegó lejos. Un tirón brusco la hizo tropezar hacia atrás.

-Eh, no te vayas todavía. -El moreno levantó la botella y bebió otro trago, sin aflojar el agarre.

Aurora se revolvió, intentando soltarse, pero él solo apretó más.

-Suéltame -espetó, su voz cortante, sin rastro de cortesía.

Él inclinó la cabeza, estudiándola con una sonrisa ladeada que pretendía parecer encantadora.

-¿Pero qué te pasa? Solo quiero hablar.

-Pues yo no quiero hablar contigo. No me interesas. ¿Te lo digo en japonés?

Tiró con más fuerza y logró zafarse, Retrocediendo de un salto.

-Te crees demasiado buena para mí, ¿verdad?- Se inclinó hacia ella, deslizando su humeda y fría mano por su cintura.-...pero las chicas como tú siempre acaban metiéndose en la cama del lobo. - susurró a su oído.

Sin pensarlo, lo empujó con todas sus fuerzas.

-¡No me toques, imbécil!

El golpe lo hizo tambalearse un poco, pero en lugar de molestarse, sonrió con sorna.

-Vaya genio. -Chasqueó la lengua, fingiendo diversión-. Bueno, si no te gusto yo... -giró la cabeza hacia sus amigos con una mueca burlesca-, te dejo elegir.

Las risas retumbaron a su alrededor.

Los otros cerrando el círculo con los ojos hambrientos.

-A mí no me importaría llevármela a dar una vuelta - respondió rápidamente el de la nariz aguileña.

Una carcajada estalló a su lado.

Pero entonces, otra voz entró en juego.

-Dejadlo ya, anda. Estáis haciendo el ridículo.

Aurora se sobresaltó. No se había dado cuenta de que alguien más estaba allí, observando la escena.

Otro chico de cabello claro, avanzó entre ellos, con las manos en los bolsillos, hasta ponerse a la altura del primero.

- Deja de hacer el invecil. Esto solo empeorará las cosas.

El moreno chasqueó la lengua con fastidio.

-¿Qué te pasa a ti? No estábamos haciendo nada. Solo era una broma.

-Sí, claro. Pero la gracia solo la ves tú y estos idiotas.

-¡Vaya! -exclamó el más bajito - Todos somos idiotas cuando no eres tú el que se divierte.

-Tch... Da igual. Ya me aburrí. ¡Vámonos! -pronunció con desgana el moreno, dando largo trago a la botella antes de alejarse.

El resto le siguieron refunfuñando, maldiciendo entre dientes, sin más remedio que ceder.

Aurora se quedó sola frente a él. Sus ojos se encontraron y, sin poder evitarlo, quedó atrapada en su mirada gris. Sintió que el tiempo se detenía, pero un súbito nerviosismo la obligó a apartar la vista. Él extendió la mano y, con una suavidad que la sorprendió, la tomó.

-Vamos a por una copa. Abril no puede estar lejos. -dijo con voz tranquila.

La calidez de su mano la envolvió, y en un suspiro, sin darse cuenta, Aurora se dejó llevar. La multitud quedó atrás, disipándose como si nunca hubiera estado allí, y ella solo pudo concentrarse en los pasos firmes que él daba al frente, guiándola lejos de lo que acaba de suceder.

-Tranquila, son inofensivos. Gilipollas, pero no te habrían hecho nada -dijo él con una media sonrisa.

Aurora exhaló con fuerza, como si intentara expulsar de su cuerpo el susto y la tensión acumulada. Su corazón seguía latiendo rápido y, para ser honesta, ni siquiera estaba segura de cómo había acabado en esa situación.

-Estás temblando... Relájate, no voy a comerte. A no ser que quieras -añadió él con burla, inclinándose ligeramente hacia ella.

Aurora dio un paso atrás de forma instintiva.

-Pues... no... No quiero -soltó atropelladamente, notando el calor que le subía a la cara mientras apartaba la vista.

-¡Joder! Pues sí que tienes carácter. Solo estaba bromeando -replicó él, divertido, con una ceja apenas arqueada.

Aurora desvió la mirada, sintiéndose ridícula. ¿Pero qué esperaba? Se pasó una mano por el cabello, intentando despejarse la cabeza. Todo esto le parecía un maldito sueño.

Un camarero pasó junto a ellos y el chico tomó dos copas ofreciéndole una.

-¿Eres amiga de la universidad?

Ella asintió sin mirarlo directamente y bebió un sorbo del cóctel. El sabor dulce y ácido le hizo cosquillas en la garganta, devolviéndole un poco de control. Ahora que la tensión inicial se disipaba, su mirada se posó en él con más detenimiento. Ojos grises, intensos, una mandíbula bien marcada... Y esos labios.

Aurora se sorprendió a sí misma observándolos con más atención de la que debía. No, no, no, ¿qué coño estás haciendo? Pero ya era tarde. Él lo notó.

Con la mayor naturalidad del mundo, pasó la lengua por sus labios, humedeciéndolos, como si supiera exactamente el efecto que tenía en ella.

Aurora apartó la mirada de golpe, tragando saliva y sintiendo un calor insoportable subirle por el cuello hasta las mejillas. Mierda.

-¡Llevo media hora buscándote! -la voz de Abril la sacó de su ensoñación.

Al girarse y verla, sintió un alivio inmediato.

-¡Joder! ¡Por fin apareces!

Abril ni siquiera le contestó. Sus ojos se clavaron en su acompañante con una hostilidad que no se molestó en disimular.

Él le sostuvo la mirada durante un par de segundos antes de sonreír de lado.

-Supongo que debo irme. Nos vemos. -Su tono era ligero, como si no le importara demasiado, pero antes de desaparecer entre la multitud, miró de reojo a Abril y añadió-: Felicidades.

Aurora lo siguió con la mirada, aún con la sensación de su mano caliente en la suya.

-¡Joder! ¡Qué mirada le has echado! ¿Quién es? ¿Algún ex? -preguntó, girándose hacia su amiga.

-No me liaría con ese ni bebiéndome todo el alcohol de esta fiesta.

-Entonces, ¿qué te ha hecho? Parece... agradable.

Abril le lanzó una mirada incrédula, como si acabara de decir la mayor estupidez del mundo.

-Por favor, no me digas que te gusta.

-¡No! -exclamó demasiado rápido. Carraspeó, intentando sonar más casual-. Solo he dicho que parece agradable en comparación con los otros idiotas.

-¿Los otros idiotas? -Abril entrecerró los ojos-. ¡No me jodas...! - exclamó como si hubiera metido la pata al dejarla sola.-¿Te han estado molestando?

Aurora afirmó con un leve movimiento de cabeza.

-¿Y no se ha presentado?

-No... -admitió Aurora, sintiéndose estúpida.- ha pasado todo muy rápido.

Aurora le contó lo sucedido, mientras Abril clavaba la mirada en ella sorprendida. Cuando terminó de rematar, Abril no pudo contener una carcajada cargada de burla.

-Así que el príncipe Bruno vino con su blanca yegua a salvar a la princesa en apuros... ¡Qué bonito! -canturreó con sarcasmo.

Aurora parpadeó consternada.

- ¿Bruno?¿Este... es el Bruno del que me hablaste?

-El mismo.

Su amiga le había hablado de él como si fuera un villano de película: frío, mujeriego, engreído. Pero ella no había visto nada de eso en él.

-No sé, me pareció simpático. Un poco creído, quizá, pero hay que admitir que razones tiene. El chico está buenísimo.

-¿Solo un poco creído? Es un gilipollas, y un arrogante. Se cree que todas morimos por estar en su lista de conquistas... o al menos por entrar en la lista de espera.

Aurora frunció el ceño sin podérselo creer

- ¿Lista de espera?

- Si. Y te aseguro que la tiene. Lo odio.

-¿Le odias? No se te nota nada -replicó Aurora, alzando una ceja con ironía.

Abril bufó.

-Su madre es la diseñadora de los vestidos que llevamos.

Aurora bajó la mirada a su vestido, sintiendo de golpe una vergüenza absurda.

-¿En serio?

-Sí. Ella es un amor. Pero él... se pavonea de haberse acostado con todas las modelos que trabajan con su madre. Es un capullo. No lo soporto. Ni siquiera se acuerda de los nombres de sus "víctimas". E Imagino que el imbécil que te ha acosado es ese otro, el que bebe a morro de la botella. ¿Me equivoco?

- No. El mismo.

-Pues ese idiota es mi hermanastro. Así que no te hagas ilusiones con Bruno, porque lo más probable es que todo ese paripé haya sido planeado para quedarse contigo. Son de lo más previsibles.

Aurora sintió un nudo en el estómago. De repente, la situación adquiría otro significado, uno mucho menos agradable. Sintiéndose aún más estúpida por no haberlo atado todo antes.

- Qué puta broma más patética.- maldijo Aurora mirando al grupo.

Su hermano, al notar la mirada de Abril, levantó la botella a modo de brindis y bebió, secandose la boca con el dorso de la mano, sin perder esa expresión arrogante.

Abril, sin pensarlo, le enseñó el dedo corazón.

-¿Y te odia porque cree que le vas a dejar sin herencia o qué? -preguntó Aurora, con una mezcla de sarcasmo y curiosidad.

-Ojalá fuera solo eso... -murmuró Abril, bajando la mirada al suelo.

Aurora frunció el ceño. Algo en el tono de su amiga le hizo darse cuenta de que había más en esta historia de lo que Abril estaba dispuesta a contar en ese momento.

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