17★
— ¿A qué hora tienes mañana el vuelo? — preguntó ella, dándole vueltas a su taza de café.
Quería hacerse a la idea, aunque cada despedida le costaba más que la anterior.
— Sale a mediodía. — respondió sintiendo lo mismo. — Pero prometo que volveré en abril para tu cumpleaños. Y el verano está a la vuelta de la esquina. — dijo queriéndose convencerse a si mismo.
Pasearon después por un parque, odiando el aroma que tenía a despedida. Se pararon frente al lago, la abrazo por la espalda, sintiendo que teniéndola así la tenía protegida de todo lo que pudiera suceder. Abril sintió su respiración en su cuello y se le erizó la piel. Robert apartó los rizos de su cabello y besó su hombro, apretando su abrazo y dejó que ese abrazo hablara por el, así pegados todo era perfecto.
Permanecieron de pie, callados hasta que el cielo se oscureció y la luna se reflejó en el lago.
Hacia tiempo que no se paraba a ver el cielo estrellado, como brillantes diamantes sobre terciopelo negro, y la luna, se veía tan grande que creía podarla tocar con los dedos y bajarla para ella.
— Te amo. — pronunció a su oído sin temor. Ella sintió que estaba de más contestar un "yo también", se dio la vuelta poniéndose frente a él y con una dulce sonrisa le besó. Alargando ese beso por minutos.
Robert la subió en sus brazos, llevándola hasta un banco cercano donde se sentó, colocándola en su regazo.
— ¿Cuando se lo dirás a tu madre? — preguntó de nuevo, cansado de su toque de queda y verse a escondidas. De temer que un día se enteren de otra manera y fuera peor. Robert soñaba con formalizar la relación. Con irla a buscar a su casa como un chico normal a su novia. Poder invitarle a comer, pasar un fin de semana juntos. Incluso poder repetir esa barbacoa, sin tener que disimular, y sin tener que agarrarse su propia mano para no coger la de ella.
— Robert, el problema no es solo mi madre. Supongo que le costaría aceptar que tuviera novio, aunque se qué te adora. Pero ¿y tu padre? ¿Crees que tu padre lo aceptaría? Por qué por mucho aprecio que tenga a mi madre, no creo que lo acepte bien. Y no quiero que por mi culpa termine restringiendo el contrato con mi madre.
— ¿Por qué narices, iba mi padre a hacer algo así? — preguntó sin encontrarle la lógica a sus palabras.
— ¿Por qué? No creo que vea con buenos ojos, que su único hijo, no tenga una novia de su mismo estatus. No se, seguro que preferiría que salieras con la Claudia esa, que no te perdía de vista en Navidad. — aclaró sintiendo celos mientras lo decía.
Robert sintió una punzada en el corazón. Sabía de sobra a que se refería, pero no quiso admitirlo. Podía haber sido sincero en ese momento y haberla dicho que habían tenido una relación, y que fue él, el que decidió ponerle fin. Pero prefirió mantener ese secreto por miedo a cómo pudiera reaccionar. Él no sentía nada por Claudia, pero temía como se pudiera sentir ella cada vez que la viera. Claudia era agua pasada. No tenía sentido plantar una semilla envenenada. Así que dejó ese pensamiento aparcado y volvió a intentar convencerla.
— Mi padre no es así. ¿Acaso crees que se casó con mi madre por su dinero? Tarde o temprano tendrán que saberlo ¿no crees? ¿O esto es para ti solo algo temporal? — Dijo bastante molesto.
«¿Temporal? Me casaría contigo ahora mismo si pudiera». Se dijo.
— Tienes razón... Pero...
— ¿Pero...? Para ti todo son peros. Siempre tienes una excusa, Esta bien... Como quieras, a tu ritmo, como siempre —. atacó con un golpe bajo.
Abril no quería discutir, menos cuando apenas les quedaba una hora juntos. Se apoyo en su pecho y él besó su frente con frialdad.
— A lo mejor, el problema es que no sentimos lo mismo. — Dijo en un susurro apenas audible. Como si hubiera pronunciado esas palabras más para el que para ser escuchadas.
Abril separó la cabeza de su pecho y le miro extrañada — No se que quieres decir... — Le reclamó.
— Nada. — Suspiró negando con la cabeza. Miró al finito, y apretó la mandíbula y los puños. No quería estar enfadado, no quería pensar que eso fuera cierto. Solo quería besarla y saborear sus besos el rato que les quedaba juntos, pero no podía evitar la frustración.
«El me a dicho que me ama y yo no le he contestado, ¿es eso?» pensó Abril y Se acurruco en su pecho. Quería traerle de vuelta. — Si tu supieras lo que siento por ti... No tendrías esa cara... Y me estarías besando.
El la miró y le dio un corto beso. Volviendo a mirar al infinito, mirando el reflejo de la blanca luna en el agua serena y trató el también de serenarse. Estaba cansado de esperar, estaba harto de despedidas, pero esperaría mil años por ella si fuera necesario.
— Hoy no he bebido. — le recordó ella pillándole por sorpresa y él sonrió sin entender a cuento de qué, venía eso.— Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Ya no sé qué haría sin ti. — susurró escondiendo su cara en su cuello, muerta de vergüenza. — ¿acaso crees que yo no te amo?— respondió al fin. — si te quiero tanto que duele. — confesó ella, queriendo poder demostrárselo.
Robert sonrió al fin. A Abril le encantaba esa sonrisa limpia, esa sonrisa auténtica y esa arruguilla que se le formaba en la mejilla. Eso fue lo primero que le llamó la atención de él, y deseaba que sonriera así por siempre.
Robert acarició su mejilla, y agarrándole la barbilla la obligó a mirarle, como si necesitara que sus ojos le confirmaran lo que su boca había pronunciado. Y la besó con dulzura, con suavidad, volviéndose necesitado, como si pudiera llegar a su alma con el roce de sus labios. Como si con un beso quisiera explicarle lo que sentía.
Ella cambio su posición, poniendo cada pierna a un lado de su cuerpo, y el la miró como si fuera una diosa.
— Te quiero. — pronunció ella en sus labios sin dejarle opción a contestarla.
Robert profundizó en su beso y acarició su espalda, bajando las manos por sus caderas, hasta glúteos, endureciéndose bajo su cuerpo, pero está vez no se apartó como había hecho otras veces, solo subió las manos hasta su pelo, dejando que fuera ella la que se alejara si quería, recordando que esta vez no podría echarle la culpa al alcohol. Pero Abril no se apartó, si no todo lo contrario. Se apretó contra su bulto, deseando despojarse de la ropa, sentir su piel pegada a la suya y sentir su corazón latiendo al mismo ritmo. Deseó tocarle, y que el la tocará, y dejó que sucediera. Haciendo que su respiración se hiciera pesada, y no la pudiera controlar. Habrían hecho el amor en ese momento si la luna no estuviera iluminando sus movimientos
Cuando todo hubo terminado, apoyó su cabeza en su hombro, la vergüenza, y la euforia se juntaron en su interior. Se miraron como dos niños traviesos, sabiendo que ya no hay marcha atrás.
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