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16★

     Tres semanas. Tenían tres semanas para estar juntos antes de volver a Glasgow y no permitiría malgastar un solo segundo de esas tres semanas. No era posible celebrar juntos la cena de navidad ni la de nochevieja. No podía ser lo último que viera al terminar el año ni ser el primero en desearle feliz comienzo de año. Pero intentaría estar cerca.

    Pasaron juntos cada día de esas tres semanas. Fueron a bares, al cine, a la nieve, salieron a montar a caballo, incluso un simple paseo por la calle era suficiente siempre que estuvieran juntos.

    Aunque cada vez le resultaba más difícil mantener las manos quietas. La deseaba y ese deseo le había llevado más de una vez al límite.

    Después, llegaba la hora de dejarla en casa, y una vez más, él paraba el coche lejos de su destino para que su madre no sospechara nada. Se daban un beso en los labios y ella se alejaba andando mientras él la seguía de cerca hasta la puerta de casa.

    — ¿Cuando se lo dirás? — le decía cada noche frustrado. — algún día tendremos que hacerlo. ¿No crees?

    Ella le miraba pidiéndole paciencia. Sabía que tenía razón. Tarde o temprano tendrían que decírselo a sus padres. No podrían ocultarlo eternamente, pero aún era pronto, por muy fuerte que fuera lo que sintieran.

    Después La Semana Santa. Y Robert regresó a Madrid. Una semana no era suficiente pero tendría que serlo. Intentó convencerla nuevamente de decírselo a sus padres. Robert estaba convencido de que su padre estaría feliz, y aunque Sofía era demasiado protectora con Abril, también estaba seguro de que no se interpondría. Pero una vez más, Abril le decía que era mejor esperar. Al menos hasta el verano, cuando él se mudara definitivamente a Madrid.

    

    La casa de Bruno era tan grande como la de Robert, aunque la suya, no tenía tantas habitaciones para él, había conseguido convencer a sus padres de habilitarle el sótano para pasar tiempo allí, sin que Mateo o Hugo le andarán molestando. Allí tenía cierta intimidad, podía jugar video juegos o escuchar música sin molestar a nadie y sin que nadie les molestará. Allí solían juntarse, hablar o beber y si se pasaban de copas, los sofás eran lo bastante cómodos como para dormir la borrachera hasta el día siguiente.

    La familia de Bruno se marchó de viaje esa semana, así que  Bruno no perdió el tiempo y llamó a una amiga, buscando que le hiciera compañía. Y le pareció buena idea convencer a Abril de pasar con ellos la tarde.


     Bruno sacó unas cervezas de la nevera, y algo de picar. Robert no quiso beber, tendría después que conducir para llevarla a casa, y después estaba el otro problema, que no sabía si sería capaz de contenerse con una copa de más.

    La rubia que se encontraba al lado de Bruno, acomodó sus piernas encima de él. Y éste, acarició su muslo desnudo, mientras bebía y hablaba con los demás. Posiblemente esa chica estaba deseando que se marcharan, y quedarse solos, para tener una fiesta privada.


    Robert, creyó que sería divertida la idea de hacer beber a Abril, hasta que después de unas cuantas cervezas, mezcladas con tequila, la chica empezó a estar más mareada de lo que debiera. Quiso que dejara de hacerlo, quitándole la botella y bebiéndoselo él, pero Abril frunció el ceño, como una niña enojada.

 
     — ¡No seas aguafiestas! — se quejó. E imitando a la otra chica, puso una pierna encima de la suya.


    — ¿Quieres llegar a tu casa haciendo eses? — dijo serio, intentando que entrará en razón.

    Ella le sonrió y le besó en el cuello. La barba incipiente le hacía cosquillas en la mejilla y como un gatito le ronroneó. Robert intentó mantener la compostura, pero le resultaba muy difícil, cuando la pelirroja se acercaba a él.

    — Sabes, te pones muy sexy cuando te enfadas — Pronunció ella con voz gutural a su cuello.

    " ¿Por qué me haces esto?" Se preguntó cerrando los ojos, tratando de resistirse a sus encantos.

   — ¿Quieres ir a tomar aire? — Preguntó.

  — Vale — dijo colgándose de su cuello, sin soltar la botella de tequila.

    Robert resopló y se la quitó de las manos dejándola encima de la mesa, cogiendo a cambio la chaqueta de ella. Mientras Bruno y su chica aguantaban la risa.


     — ¡Quién con niños se acuesta, mojado se levanta! — se burló Bruno. Y en cuanto desaparecieron comenzaron a comerse a besos.


     Salieron al porche. Disponía de una hora para conseguir que se espabilara. Y aunque estaba realmente graciosa con esa risita tonta, se le acabaría pronto la risa si no se le pasaba la borrachera. Tendría que llevarla hasta la puerta de su casa, y admitir su culpa, y dar muchas explicaciones. Y entonces, si que su madre les prohibiría verse.

    Afuera hacia fresco, había sido un día nublado, y aunque no había llovido, el ambiente estaba frio y húmedo. Puso la chaqueta sobre los hombros de Abril, sin decir nada. Se sentó en el sofá de mimbre y encendió el farolillo que estaba junto a él en la mesa.

    — ¿Estás enfadado? — preguntó ella, poniendo morritos, y ojitos de cordero.

    El no contestó. Solo acercó sus labios a los de ella, y la beso con toda la pasión que ella me provocaba. Apenas sintía el frío teniéndola tan cerca. Besó su cuello, y con sus manos recorrió el contorno de sus caderas .

    Sin que él pudiera esperarlo, ella se sentó a horcajadas encima de él, haciendo más creciente su deseo.

    — Erre caballito. — Susurró a su oído, moviéndose descarada.


    — Vaaaale. Muy graciosa tu broma...pero como sigas moviéndote así... no respondo. - Aviso mordiendo su labio, con una sonrisa.


    Pero ella no parecía estar dispuesta a hacerle caso, y siguió besándole cada vez con más pasión. Apretando sus caderas contra el, revolviendo su pelo, y acariciando su cuello. Algo en la mente de Robert le gritaba que la parara, pero su deseo era más fuerte que la razón.

    — Atente a las consecuencias — advirtió pegado a su boca. Y siguió acariciando sus caderas, y agarrando sus duros glúteos, apretándolos contra él. Acarició su pecho, y desabrochó uno a uno los botones de su camisa, para internarse dentro de su ropa interior, consiguiendo que Abril se estremeciera con cada caricia,


    — ¡Joder, para! —. Exclamó Robert tomando conciencia, separó sus labios y apartó sus manos, y se limitó a abrazarla por su espalda.

    Por mucho que la deseara, no podía aprovecharse de la situación, aprovecharse de su borrachera. Por mucho que le estuviera provocando.

    Logró que se sentara a su lado y se sintió frustrado... Cabreado y excitado.


    — No voy a volver a dejar que bebas. — la reprendió. Ella bajó la cabeza y le miró con sonrisa picara, pero angelical.


     No pudo enfadarse con ella. Fue él que insistió en ir, y en el fondo quería que pasara eso, aunque no entraba en sus planes ser él, el que echara el freno.


    Robert casi no habló hasta que estuvieron de vuelta. Abril no podía adivinar si estaba enfadado o solo molesto. ¿Pero por qué? Ella solo había querido demostrarle que ella también lo deseaba, que le amaba del mismo modo que el lo hacía aunque ninguno de los dos lo hubiera dicho nunca.

    — ¿No piensas volver a hablarme? — preguntó hundiendo la cara en su cuello, cuando bajó de la moto. — ¿Tan enfadado estás?


    —No estoy enfadado. Respondió serio, sujetándole por la cintura. — ¿Ya se te ha pasado la borrachera? — Preguntó sin mirarla.

      — Mas o menos. ¿Seguro que no estás enfadado? porque ni siquiera quieres mirarme.


     —No estoy enfadado — . Dijo con una sonrisa serena, y mordió su labio para no decir nada de lo que se arrepintiera. — Si supieras lo que me cuesta controlarme... — Resopló. — No pasa nada, pero no puedes esperar que sea yo el que pare. Porque no sé si otra vez podría hacerlo.
     Abril le sonrió, hundiendo la cara entre su cuello, absorbiendo el aroma que desprendía mezcla de perfume y aftersafe.

    — Yo no he pedido que lo hagas —. Dijo a su cuello, para molestarle.

    — Ok. La próxima vez te recomiendo que no bebas, porque no voy a ser el que me detenga y si bebes … allá tú. — Amenazó buscando su boca. Le dio un corto beso lleno de pasión, y mordió suavemente su labio inferior.


   — ¡Vale!¡Eso espero! Porque eso de que me dejes con las ganas… — contestó ella a su amenaza, con una sonrisa coqueta dibujada en la cara, aguantando la risa.

   — Mmm. Ya veremos mañana, si sigues opinando lo mismo. — susurró. —Vete ya, anda. Es tarde y como se dé cuenta tu madre que has bebido, te va a encerrar de por vida.

    Ella aceptó con hastío y soltándose de su abrazo se dio la media vuelta, y se dirigió a su casa con insinuantes balanceos de cadera, sabiendo que él sigue mirando sus pasos.

     Acababa de dejarlo y ya le echaba de menos.

                                ***


    — ¿Que tal esa resaca? — Saludó Robert al día siguiente, cuando ella se acercó.

    — No demasiado bien. He pasado una mañana horrible. ¡Odio a Bruno! —se rio. — creo que necesito otro café y una aspirina.

     Robert no fue capaz de acallar una risa. Y ella le golpeó en el hombro.


    — ¡No me pegues! Yo no tengo la culpa, de que te liaras a beber como las locas. — se burló — Ok. Tomaremos un café antes.


    — Antes de ¿qué? — preguntó ella, frunciendo el ceño, intentando recordar si habían hecho planes para aquel día.


     — Antes de ir al hotel. ¡Que va a ser si no!


     Abril le miró interrogante sin abrir la boca. "¿Un hotel?" Robert sintió que tenía que seguir dándola explicaciones para que entendiera.

     — Ayer me dijiste que esperabas que la próxima vez no parará así que...Pues... Tengo una habitación reservada en un hotel del centro en media hora y una caja de condones. Ah! También he pedido que nos pusieran a enfriar una botella de champagne y unos bombones. Podías inventar algo y nos quedamos toda la noche. — dijo esperando su reacción.

    — Eh ... ¿Que? — Su cara se volvió blanca y trago fuerte. Deseaba ir un poco más allá, pero no tanto y de una manera tan premeditada. Siempre había pensado en que su primera vez sería algo especial e improvisado, que simplemente se dejaría llevar. Robert quiso aguantar la risa, mordiéndose la parte interna de los carrillos, hasta que no aguantó mas y rompió en una carcajada y la atrajo a él.


     — Tenías que haberte visto la cara. Te ha asustado ¡eh! ¡sabia que te rajarías rapidito!


      Besó sus labios, y esperó que Abril recuperara el color de la cara. Ella suspiró aliviada. Tenia razón, no era tan valiente. Aunque el pensamiento de estar los dos juntos, de esa manera, se le pasaba por la cabeza cada noche.

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