11★
Alejandro salió de casa, siendo aún de noche. El negro manto no cambió su color hasta horas más tarde cuando Robert despertó.
Estaba solo en casa, incluso a Ina le habían dado el día libre, para que no se sintiera vigilado. Pensó en llamar a los chicos y también a Abril, podrían pasar el día en la piscina, hacer barbacoa, pero seguro que alguno terminaría abriendo la bocaza y soltando que la pelirroja había estado allí, con lo que se enteraría su padre y por supuesto su madre.
Bajo a la cocina, y preparó café. La casa estaba demasiado silenciosa y deseó que solo Abril llenara ese silencio. Cogió el móvil y la escribió, proponiendo pasar el día juntos en la casa. Su madre pasaría el día en la oficina, podría dejarla de vuelta antes de que regresara o simplemente decirle que estaba con sus amigas.
Pasó a buscarla antes del medio día. Abril se llevaba puesto un fino vestido verde un palmo por encima de las rodillas, y se arrepintió de ello, según fue consciente de que tenía que subirse a aquella moto.
Se acercó a él. No sabía cómo saludarlo, quizá un beso, quizá dos. Le sonrió con timidez y fue él, el que tomó las riendas y besó su mejilla, tan cerca de los labios que deseó haberse movido un poco. La tendió el casco, Guardo la pequeña bolsa que cargaba la chica en el baúl, la ayudó a subir y condujo de vuelta a su casa.
Lo primero que quiso hacer, fue ir a ver a Rayo, pero el tampoco estaba.
— ¿No pretenderás que le tenga aquí aparcado como si fuera un coche? — rio Robert al ver el gesto decepcionado de Abril. — esta en el centro ecuestre. Luego si quieres vamos a verle.— propuso quitándose la camiseta, dispuesto a tirarse al agua cuanto antes.
Abril cogió la bolsa que contenía su ropa de baño y se cambió, saliendo de la casa de invitados tímidamente, escondiendo su fino cuerpo y metió los pies dentro del agua.
Robert mientras tanto, se había puesto también el bañador y había cogido algo de beber y se sentó a su lado. Había visto cientos de chicas en bikini, muchas de ellas con cuerpos esculturales, de grandes pechos, largas piernas. Pero ninguna había conseguido acelerarle el corazón de esa manera con tan poca carne.
La tiró al agua, y se tiró tras ella. Empezaron a pelearse, a echarse agua y hacerse ahogadillas como dos críos. Sentía su cuerpo tan cerca que tuvo necesidad de besarla. La atrajo hacia él, y la beso. La cogió entre sus brazos, sujetándola por la cintura, haciendo que apoyara su espalda sobre la fría roca y la besó con suavidad. Beso tras beso, apenas rozando sus labios al principio, notando la sonrisa de ella contra su boca. Mordió con delicadeza su labio inferior y acariciando su espalda. Abrió lentamente la boca, dejando escapar la lengua que deseaba salir al encuentro de la suya. Sintiendo su pecho pegado a su torso y necesitó de ir más allá, mucho más allá. "Contrólate" se dijo y hundiéndola otra vez bajo el agua. La soltó de sus brazos y nadó hasta la otra orilla.
Calentó el guiso que había dejado Ina, y preparó una ensalada, mientras Abril preparaba la mesa en el porche y algo de beber.
— ¿Te gusta el whisky? — preguntó Robert, una vez terminados sus platos, levantándose para ir en busca de una botella.
Abril le miró, sin saber que responderle, encogiéndose de hombros y torciendo los labios en señal de no saber. Había bebido sidra en navidad, pero nunca otra cosa que contuviera alcohol, ni cerveza, ni vino, y mucho menos whisky.
— Tienes que probarlo, lo traje de Escocia. — dijo sin darla opción sintiéndose un entendido.
Trajo una botella, y dos vasos con hielo y llenó los vasos con el dorado líquido. e sirvió un poco y ella lo cogió temerosa, acercando su nariz para olerlo, y la arrugó.
Robert se rio al ver su cara y bebió un trago de su vaso y Abril le imitó. La bebida estaba fría por el hielo pero le ardía en la garganta, y el sabor en su paladar produjo que la chica no pudiera aguantar poner cara de asco.
— ¡Está muy fuerte! — exclamó sin poder evitarlo dejando la bebida sobre la mesa.
Robert se hizo el ofendido. Pero ese también fue su primer pensamiento la primera vez que lo probó, “demasiado fuerte, por no decir que asqueroso” y rebajó el alcohol, con refresco de limón. Volviendo a darle otro trago.
Se sentaron en una tumbona, frente a la piscina, Robert se sentó detrás de ella, poniendo una pierna a cada lado de su cuerpo, apoyándose en el respaldo, y dejando que ella se recostara sobre su pecho, jugando con los rizos de su roja cabellera. Le gustaba jugar con sus largos rizos y exhalar el aroma que desprendía. Abril cerró los ojos dejándose llevar por las caricias, tratando de relajar sus músculos, tensos por los nervios, de estar con el a solas y no saber que esperaba de ella. Después, acarició su cara, y atrayendo ésta a la suya y la beso. Cada vez que la besaba sentía como su corazón se aceleraba, y el deseo crecía en su interior. Abril posó una mano sobre su pecho, sentía su corazón latir acelerado igual que el suyo, sin dejar de besarla, centrado en la tibieza de su lengua, y la calidez de sus labios, cogiendo este entre sus dientes, y volvió a explorar su boca con la lengua.
Se le aceleró el pulso, solo por poner una mano sobre ella, se embriagó con su aroma, pero esta vez no la apartó cuando sintió que el deseo que le estaba consumiendo. Quizá cruzó el límite y Abril se apartó de él casi de un salto, sentándose en la otra tumbona. Haciéndose un ovillo, con sus rodillas pegadas a su pecho, y escondiendo la cara detrás de la cortina de rizos.
"¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¿Que coño he hecho? Abril no es como el resto de las chicas. No es como Claudia. ¡Si ni siquiera sabia besar! ¡joder! Y yo voy y ... ¡En que coño estaba pensando! Soy imbécil"
Los gritos de su mente empezaron a torturarle, tenía el corazón acelerado, pero ya no por el deseo de tenerla desnuda sobre él. Si no por el odio que sentía por su propia torpeza, por no haber sido capaz de controlar su propio cuerpo.
La miro de reojo, estaba sentada en la tumbona contigua, tapada con una toalla, con las piernas dobladas pegadas a su pecho y abrazando sus rodillas, haciéndose un ovillo. Seria, incómoda, y supuso que casi apunto de llorar.
Robert hundió la cabeza entre sus manos, y se tiró del pelo. Tenía la mandíbula tensa. Tan tensa que empezaba a dolerle los músculos de la cara.
Se levantó y se puso la camiseta. Quería otra copa, pero con eso solo empeoraría las cosas y además tenía que conducir para llevarla de regreso a su casa.
Abril permaneció abrazándose, mordiéndose el labio para no sollozar. Se sentía confundida. Demasiado vulnerable entre sus brazos. Le había alejado bruscamente, y ahora él no querría saber nada de ella. Y ella no tenía claro si quería volver a saber él.
Le vio desaparecer dentro de la casa y sintió necesidad de huir ¿Pero como? No había manera de volver a casa a pie. Ni siquiera sabía que camino tendría que seguir.
Robert subió a su cuarto, y cambió el bañador por unos vaqueros. Se miró al espejo y no le gustó la imagen que esté reflejaba. " Soy idiota. Soy idiota" se repetía una y otra vez.
Cuando volvió a bajar ella ya tenía puesto el vestido y las sandalias. Aun era pronto, demasiado pronto incluso para ella, apenas las siete de la tarde, pero no creía que ella quisiera tenerle cerca por más tiempo.
— ¿Quieres que te lleve a casa? — preguntó con voz ronca, al verla vestida.
Ella asintió con la cabeza, sin levantar la mirada. Y él no supo que más hacer, mas que coger las llaves e ir hasta la moto.
El camino se hizo eterno. Ambos querían estar solos, y ordenar sus pensamientos. Cuando llegaron al mismo sitio donde la había recogido, Robert paró la moto y se quitó el casco y Abril hizo lo mismo, parándose frente a él, sin saber cómo despedirse o que hacer.
Robert quiso decirla que lo sentía, en cambio cruzó los brazos en su pecho y se quedó tenso, callado, pensando que ella no querría volver a verle más.
Abril le regaló una sonrisa fingida y apartó la mirada dolida, y se marchó sin mirar atrás. Ni siquiera le miró cuando el la siguió hasta entrar en el jardín.
"Soy idiota! !joder!" Las palabras martillearon en su cabeza durante todo el camino de regreso. Llegó a casa y se sirvió otro vaso de whisky. Cogió el teléfono, quiso llamarla pero no encontró la fuerza suficiente y llamó Bruno.
— ¡La he cagado tío! — dijo según descolgó
— ¿Que? ¿Que a pasado? ¿Que coño has hecho ahora?
— !Que soy idiota, joder! ¡Que la he cagado con Abril!
— Ok. Ya se que eres idiota. ¿Pero quién coño es Abril? — preguntó burlándose de él, arto de que le hablara de la pelirroja. — Tranquilo, ¿donde estas? — preguntó esta vez serio, consciente de que no le había encontrado la gracia.
Robert podía oír voces al otro lado de la línea. Necesitaba a su amigo, pero no quería aguarle la fiesta.
— Estoy en casa, pero...
— Ok. En cinco, estoy ahí.
Le dio otro trago al whisky, y se sentó en la tumbona donde la había besado antes. La idea de no haber sabido reaccionar a tiempo le agobiaba.
Empezaba a oscurecer y las estrellas comenzaban a encenderse, cuando Bruno apareció.
— ¿Que ha pasado? — pregunto éste tomando asiento a su lado.
Robert levantó la cabeza abatido, y rascándose la cabeza, confesó lo sucedido, mientras que su amigo escucha atento.
— ¡Un poco torpe... si que has estado! pero ¿no estás exagerado un poco?
— ¿Exagerando? Solo le ha faltado echarse a llorar.
— Pues entonces, es ella la que es exagerada. ¿No crees?
Robert respiro hondo, quería solucionarlo ¿pero como?
— El único problema es que se entere tu padre y te mandé a Escocia de una patada, pero... ¿En serio te pones así por una... niña?
— Que se entere mi padre, sería un problema, si. Pero no es eso lo que me preocupa. Ni te imaginas la cara que puso cuando...
— Es que hay que ser idiota. — Se rio Bruno sin poder evitarlo, ante la cara de cabreo de su amigo. — ¿que has tardado?¿tres meses en darla un beso? y ¿te creías que se iba a ir a la cama contigo porque si?
— Y yo que sé ... No sé en que cojones estaba pensando.
— Yo si. Estabas pensando con la polla. Te he dicho mil veces que a las chicas hay que pedirlas permiso, si no después, tendrás que pedirlas perdón.
Y ese era su lema. El pedía permiso, incluso conseguía que fueran ellas las que le buscasen, pero nunca pedía perdón cuando las dejaba. Que solía ser al día siguiente, si no era en la misma noche.
Robert se quedó en silencio. Tenía razón, se había dejado llevar por sus instintos, y no había pensado en más.
— Llámala, o escríbela. Te disculpas y punto. Tampoco has hecho nada, te has acelerado un poco y ¿que?
— ¿Y que? Que no quiero que pase de mi.
— Pues haberla llevado a un parque de bolas, e invitado a un helado.
— ¡Tiene dieciséis años, no es tan niña!
— ¿No? Pues estaba encima tuya y en bikini ¿Que esperaba? ¿Que no se te empalmara? Eso sí habría sido un problema, pero médico.
— ¡Eres imbécil! — pronunció soltando al menos un poco de tensión. — El problema es que no quiero que pase de mi. Y ahora... No quiero ni imaginarme cómo estará.— dio otro trago a la copa y mordiéndose el labio, fijo su mirada en el horizonte.
— ¡Joder... ¡ No me fastidies, que te has enamorado — Bruno le observó alucinando, esperando una contestación, pero Robert no respondió.— Pues no lo entiendo ¿que piensas hacer? ¿Pasear de la manita y llevarla al circo a ver los elefantes?... Sabes que no aguantarías ni una semana. ¿No? ¿O piensas machacártela hasta que te salgan callos?
— Bueno... Para eso siempre puedo llamar a Claudia. ¿No crees? — bromeó sin ver la gracia.
— Haríais el trio perfecto... El borracho, la estrecha y la trastornada.
Robert le miró de soslayo. Sus palabras no le estaban sirviendo de mucho en esa ocasión.
— Posiblemente no quiera volver a verte — dijo Bruno con falsa cara de circunstancia, aguantando una sonrisa. — pero la llamas, habláis y le sueltas cualquier chorrada romántica. Que no puedes vivir sin ella, y que cuando está cerca la polla te late más fuerte... — dijo riéndose.
Robert soltó una mirada asesina. —Recuérdame que la próxima vez, no te cuente nada.
— ¿Desde cuándo te pones así por una chica? En dos meses volverás a Escocia. ¡Joder! Disfruta del verano. Será que no hay tías. Si quieres te presento unas cuantas.
— No quiero que me presentes a nadie. Solo quiero arreglar esto.
— Pues acláralo de una puta vez. “ lo siento, me calenté demasiado, no volverá a ocurrir” — pronunció sin ningún sentimiento. Y si te manda a la mierda... Tengo la nevera llena de cerveza.
— Pues ya puedes ir comprando más, porque las voy a necesitar.
Volvió a beber otro trago y empezó a sentir que nada tenía sentido. "Si. Debería aclararlo todo ahora mismo. No quiero que piense que soy un cabrón." Cogió el móvil dispuesto a llamarla, pero eran ya las tres de la mañana, y no había dejado de beber desde que había vuelto a casa. Deseaba llamarla y escuchar su voz más que nada. Pero eso lo estropearía aun mas. Cogió aire. Tenía que hacer algo.
Cuando despertó, no supo cuando se habia marchado Bruno, ni como llegó a la cama, ni siquiera era consciente de lo que había bebido. Tenía una resaca de mil demonios, le dolía la cabeza y el estómago, y la boca le sabía a rayos. Cogió el móvil, que yacía junto a él en la cama. Había escrito un "lo siento" y tampoco sabía cuando había escrito eso. Posiblemente se quedó dormido con el teléfono en la mano, esperando a que ocurriera un milagro y le contestase.
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